Lista negra
Las listas abiertas destrozan internamente a los partidos pol¨ªticos
En un pa¨ªs como Colombia, empe?ado en perfeccionar un proceso de paz total a trav¨¦s de un di¨¢logo con todos los grupos violentos, con una inflaci¨®n que supera el doce porciento y un deslizamiento de tierra que a¨ªsla gran parte del territorio y pone a sus habitantes en condiciones graves de subsistencia, la clase pol¨ªtica se enreda en una discusi¨®n de reforma constitucional sobre la condici¨®n, abierta o cerrada, de las listas de candidatos a las corporaciones p¨²blicas. Es dif¨ªcil de entender el por qu¨¦ una propuesta para fortalecer los partidos tiene fuerte oposici¨®n de las organizaciones que, por lo menos en teor¨ªa, ser¨ªan las favorecidas. Las listas abiertas (lista negra) tienen en su origen la estrategia de buscar residuos para elegir m¨¢s candidatos, pero tienen el defecto de incitar a la divisi¨®n interna porque es una competencia entre personas de un mismo credo - vale decir, como reza el diccionario: ¡°conjunto de ideas, principios o convicciones de una persona o de un grupo¡±.
La competencia entre feligreses convoca al cisma. Aunque exista una ley de bancada que obliga a asumir el comportamiento mayoritario de los afiliados a un mismo partido, las heridas que deja el enfrentamiento son dif¨ªciles de cicatrizar. Son varios los argumentos para oponerse a las listas abiertas. El editorial de El Espectador resumi¨® con claridad lo m¨¢s sobresaliente: las listas abiertas se prestan para los peores actos de corrupci¨®n. Qui¨¦n pone en duda que el desprestigio del Congreso tiene que ver con la regularidad de las listas abiertas. Cada partido abriga en su interior tantos ¡°partiditos¡± como parlamentarios elegidos en la lista abierta. De ah¨ª, la existencia de la mermelada. Cada elegido reclama su cuota en la n¨®mina.
La forma de superar las observaciones en contra de la lista cerrada es creando en la ley la obligatoriedad de establecer mecanismos internos transparentes para la conformaci¨®n de la lista y el orden preferente de los candidatos. Como dir¨ªa el presidente Virgilio Barco: es mejor mear para fuera que mear para adentro.
Existe un antecedente hist¨®rico para tener en cuenta en este debate y es el de la operaci¨®n avispa, seg¨²n denominaci¨®n del presidente Alfonso L¨®pez Michelsen. L¨®pez aparece como el autor de la malhadada operaci¨®n avispa (la invenci¨®n mal¨¦fica) cuando en realidad se invent¨® contra ¨¦l en 1990 ¡°para precluir la posibilidad de una lista liberal a la Asamblea Constituyente¡± que ¨¦l encabezar¨ªa a petici¨®n de un grupo de liberales, santandereanos y coste?os, para recoger el voto liberal de la provincia. El expresidente liberal, al enterarse por la prensa de que la lista se desintegraba en desarrollo de la teor¨ªa seg¨²n la cual era mejor jugar a los residuos, operaci¨®n en la que ¨¦l no estaba interesado, resolvi¨® no formar parte de la Constituyente. Sacrific¨® su curul para hacer constar su rechazo a la lista abierta. La lista negra le abri¨® el caj¨®n a la unidad ideol¨®gica de los partidos.
El tradicionalismo de los partidos desapareci¨® y se impuso la confusi¨®n ideol¨®gica. El avispero se enloqueci¨®. Hoy pululan los partiditos que ya superan las veinte organizaciones con personer¨ªa jur¨ªdica y no se descarta que ese n¨²mero aumente despu¨¦s de las elecciones de octubre. El efecto pr¨¢ctico ha sido el desprestigio, ya no solo del Congreso y de los partidos, sino de la pol¨ªtica como tal. Ya no es el arte del manejo de los asuntos p¨²blicos, sino el arte de la corrupci¨®n. El gobierno del presidente Petro considera que la necesidad de corregir el entuerto de la lista negra por la lista blanca es irrenunciable y prefiere, como L¨®pez Michelsen en 1990, retirar la reforma para dejar constancia de su rechazo a la operaci¨®n avispa. Colombia tiene que evitar que la decadencia del Congreso se ¡°Peruanice¡± La salvaci¨®n tiene que venir del propio Congreso.
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