La moralina colombiana
La moralina colombiana es culpable de que una industria que florece en el mundo, como la del cannabis, haya perdido en Colombia preciosos a?os para poderse desarrollar
Colombia es un pa¨ªs inmoral, pero ahogado en algo que, aunque tiene nombre de medicamento, es la definici¨®n perfecta para referirse a nuestra enfermedad: la moralina.
Por esa particular patolog¨ªa, algunos consideran que las ejecuciones extrajudiciales realizadas por miembros del Ej¨¦rcito no tuvieron nada de condenable, pero a esas mismas personas les parece espantoso e indignante que un congresista reconozca que fuma marihuana todos los d¨ªas. Otros ven com...
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Colombia es un pa¨ªs inmoral, pero ahogado en algo que, aunque tiene nombre de medicamento, es la definici¨®n perfecta para referirse a nuestra enfermedad: la moralina.
Por esa particular patolog¨ªa, algunos consideran que las ejecuciones extrajudiciales realizadas por miembros del Ej¨¦rcito no tuvieron nada de condenable, pero a esas mismas personas les parece espantoso e indignante que un congresista reconozca que fuma marihuana todos los d¨ªas. Otros ven como algo aceptable que un hombre se emborrache y acose a las mujeres que lo rodean, pero en contraste consideran inadmisible que una pareja homosexual se d¨¦ un beso en un lugar p¨²blico. Hay quienes mienten y traicionan a aquellos que con generosidad les han tendido la mano, pero ven como algo escandaloso y condenable que una persona se declare atea.
Nos sobra moralina para condenar lo que no nos afecta, mientras que pareci¨¦ramos carecer de suficiente valor para admitir que muchas conductas consideradas normales en nuestra sociedad son en realidad abominables y repugnantes.
La m¨¢s reciente v¨ªctima de la moralina colombiana es la congresista Susana G¨®mez, mejor conocida por su sobrenombre en redes sociales, Susana Boreal, quien en una audiencia sobre la legalizaci¨®n del cannabis de uso adulto reconoci¨® que todos los d¨ªas consume marihuana.
¡°?Estar¨¢ en capacidad de legislar si est¨¢ todo el tiempo drogada?¡±, se preguntaron unos. ¡°Por eso es que no hace nada en el Congreso¡±, concluyeron otros. Y as¨ª, como quien desgrana una mazorca, empezaron a llegar m¨¢s y m¨¢s frases prefabricadas de condena a esa mujer que dio el salto de la m¨²sica sinf¨®nica a las disonancias del Capitolio Nacional en las ¨²ltimas elecciones parlamentarias.
Me quedo con la ¨²ltima de las expresiones, aquella que culpa al consumo de marihuana por su inactividad en el Congreso. Digamos que eso fuera cierto. En su defensa se puede afirmar que al menos ella tiene esa excusa para un bajo rendimiento, porque en la orilla de los pol¨ªticos que agitan la bandera de la moralina abundan los que no hacen nada, los que van cada semana a calentar puesto en el Congreso, devengan sus treinta y pico millones de pesos y solo consumen caf¨¦. Peor a¨²n, hay algunos que puede que no consuman marihuana, pero son tan corruptos que no estampan su firma para respaldar un proyecto o no votan a favor de una iniciativa si no hay un aliciente monetario o en especie que les sirva de combustible. Con ellos no son tan implacables. La moralina, como lo dice su definici¨®n, es una moral impostada y trivial.
La moralina colombiana es culpable de que una industria que florece en el mundo, como la del cannabis, haya perdido en Colombia preciosos a?os para poderse desarrollar. La moralina colombiana es la que hace que muchos no vean en la vicepresidenta Francia M¨¢rquez m¨¢s que una mujer afro, despoj¨¢ndola de infinidad de logros personales que han marcado el derrotero de su vida. La moralina es la que nos mantiene paralizados en una guerra contra las drogas que nunca tendr¨¢ fin y que naci¨® como una respuesta pol¨ªtica de los gobiernos conservadores a los movimientos hippies liberales de la d¨¦cada del sesenta.
Erradicar la moralina solo se logra por un camino: la educaci¨®n. Un escenario donde a¨²n tenemos muchas tareas pendientes.
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