Los penitentes de San Diego: milagros que se pagan con sufrimientos a?o tras a?o
Aunque en este pueblo del Cesar terminan lacerados, heridos y exhaustos, ya comienzan los preparativos para las procesiones de 2024
El sol del mediod¨ªa abrasa el aire que parece estancado. Los penitentes caminan descalzos sobre el pavimento, con gestos de dolor, lamentos y l¨¢grimas. Una mujer de 33 a?os palidece, se tambalea y levanta los pies como una gallina sobre una lata hirviente. Vestida con una t¨²nica morada, ha ofrecido pagar de por vida la penitencia de caminar los Jueves Santos bajo el sol ardiente que esta vez lleva la temperatura a los 40 grados. Karen Raudales dice que est¨¢ pagando el precio de un milagro: Jes¨²s Nazareno salv¨® de morir de meningitis a su hija, la ni?a que camina a su lado.
La escena ocurre en San Diego, Cesar, pueblo del caribe?o norte de Colombia que tiene unos 20.000 habitantes. La tradici¨®n lleva 62 a?os, pero la hermandad de Jes¨²s Nazareno ¡ªtambi¨¦n llamada cofrad¨ªa¡ª data del siglo XVI en Espa?a. ¡°Tenemos familias enteras que hacen parte de la congregaci¨®n, y se va transmitiendo esta fe de padres a hijos¡±, dice a EL PA?S el presidente de la hermandad, Afranio Arzuaga. La conmemoraci¨®n, a la que asiste todo el pueblo, comienza el Mi¨¦rcoles de Ceniza y se prolonga hasta despu¨¦s de la Semana Santa. Cuando termina la Pascua de Resurrecci¨®n, los 400 feligreses comenzar¨¢n a preparar las actividades del 2024.
Una vez se hacen realidad los milagros que piden, los penitentes salen a pagar los favores recibidos: caminan en ayunas, a pasos lentos, bajo el sol calcinante. El recorrido de 800 metros se divide en siete estaciones; la mayor¨ªa solo ofrece ¡ªo puede¡ª llegar a la primera. Algunos no soportan la dura prueba y, a mitad de camino, desisten. ¡°Si la persona no aguanta m¨¢s, no hay ning¨²n problema, queda debiendo. Es como una deuda con el banco: va abonando y cancelando¡±, explica Afranio Arzuaga. En cada estaci¨®n se arrodillan sobre el pavimento y rezan. Las penitencias son uno de los m¨¢s de 15 eventos de la hermandad.
Los penitentes salen con las sandalias puestas desde la casa de la hermandad hasta la iglesia, donde comenzar¨¢ la penitencia. En ese recinto los reciben tantos curiosos que pareciera que ya no hay espacio para nadie m¨¢s. Abren camino para que pase Jes¨²s Nazareno, un santo de yeso de 80 kilos que suben en un anda. La cabellera fue donada por una de las penitentes. Suenan las campanas y todos, penitentes o no, se arrodillan. A las doce de la noche sacar¨¢n la estatua a una procesi¨®n y caminar¨¢n por todo el pueblo hasta las cinco de la ma?ana. Cuando salen del templo, una banda papayera entona el vals, y el acto se vuelve m¨¢s solemne.
Por momentos Mar¨ªa ?ngel Palmera, de 22 a?os, parece convulsionar. Vestida de falda negra y blusa blanca, gime con angustia. Es la primera vez que paga una penitencia. No tiene ninguna petici¨®n espec¨ªfica, su promesa es general. ¡°Promet¨ª pagar por mis pecados. Jesucristo muri¨® en la cruz, en un acto de inmenso amor por nosotros, y memorarlo una vez al a?o es lo menos que nosotros podemos hacer¡±, dice. Cuando llegue a la casa meter¨¢ los pies en agua tibia con sal. La recuperaci¨®n puede tardar d¨ªas.
Si no fuera por las actividades de Semana Santa, el pueblo entero a esta hora estar¨ªa recogido protegi¨¦ndose del sol y doblegado por la modorra. En d¨ªas normales, entre el mediod¨ªa y las dos de la tarde, los habitantes cierran las puertas para refugiarse de la calorina.
A otra mujer la sostienen de los brazos. Apenas comienza la penitencia y ya pareciera no soportar m¨¢s; resuella, con el coraz¨®n agitado y sisea una oraci¨®n. Goterones de sudor le bajan por el rostro. Se calma y vuelve a impacientarse, pero se niega a interrumpir la penitencia. Varias mujeres misericordiosas le abanican la cara.
La muchedumbre avanza hacia los andenes y mira con pasmo, quiz¨¢ con curiosidad, a los penitentes. En otras calles se sientan en las terrazas para ver pasar la procesi¨®n. La Semana Santa en este pueblo es tan sagrada como los acordeones en el festival de m¨²sica vallenata. Una candidata a la Alcald¨ªa ha aprovechado para promover su campa?a regalando sombrillas verdes y blancas con las insignias de su movimiento pol¨ªtico. Para atender los posibles desmayos por los tormentos, una ambulancia acompa?a la procesi¨®n.
Los hombres caminan empapados de sudor, vestidos de t¨²nica negra y capirote. Parecieran resistir m¨¢s que las mujeres, pero a varios de ellos se les escucha sollozar bajo el sofocante atuendo. Debido a las penitencias, Luis Alfredo Mendoza termin¨®, en 2019, en silla de ruedas. Alcanz¨® a pagar las siete estaciones, pero el dolor en los pies fue tan intenso que no se pudo levantar durante varias semanas. Aunque el ¨²ltimo milagro solicitado el a?o pasado no se le ha concedido, ha decidido salir a pagar la penitencia. El muchacho, de 28 a?os, cree que Jes¨²s Nazareno lo har¨¢ cuando lo estime conveniente, en su tiempo.
?lvaro Javier Arzuaga, de 32 a?os, sali¨® a pagar la penitencia que no pudo completar en 2022. Mientras camina, va orando, pidiendo fuerza. Su deuda con Jes¨²s Nazareno, dice, es para toda la vida. Las llagas con sangre son un castigo que paga todos los a?os.
La penitencia m¨¢s cruel es la de Javier Villero. Todo de negro y con los pies descalzos, carga sobre sus hombros una pesada cruz de 30 kilos. Camina jorobado y dice que paga la penitencia por la salud de un familiar. Tiene 58 a?os y m¨¢s de 40 en la hermandad. El confinamiento por la pandemia impidi¨® que los penitentes salieran durante dos a?os.
El sol ha comenzado a atemperar y el aire caliente se ha reposado. Pocas personas logran resistir las tres y horas y media de penitencia. Cuanto m¨¢s soportan, menos sienten. Con los pies encogidos y en carne viva dicen que lo peor ha pasado, que cumplir¨¢n la penitencia y continuar¨¢n con la sagrada tradici¨®n el a?o pr¨®ximo, si Jes¨²s Nazareno lo permite.
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