Sigue la masacre muerto por muerto
El asesinato de l¨ªderes sociales sigue siendo una realidad cotidiana que no conmueve ni mueve. Ya hasta poco protestan los que protestaban antes
Otra vez la semana comenz¨® con noticias que ya no son noticia ni son motivo de debate porque en Colombia la p¨¦rdida de vidas a veces no importa. Las masacres que se producen poco a poco, muerto por muerto en distintos lugares, no hacen tanto ruido y por eso a veces ni notamos que son masacres. Luis Alberto Qui?ones Cort¨¦s y Diego Mauricio Mej¨ªa Rojas fueron asesinados ...
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Otra vez la semana comenz¨® con noticias que ya no son noticia ni son motivo de debate porque en Colombia la p¨¦rdida de vidas a veces no importa. Las masacres que se producen poco a poco, muerto por muerto en distintos lugares, no hacen tanto ruido y por eso a veces ni notamos que son masacres. Luis Alberto Qui?ones Cort¨¦s y Diego Mauricio Mej¨ªa Rojas fueron asesinados el 9 de abril, el D¨ªa de la Memoria y Solidaridad con las V¨ªctimas. Dos nombres que se suman a una lista interminable, dolorosa, que parece no tener fin.
En la fotograf¨ªa que publica el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) para reportar su asesinato, veo a Luis Alberto sonre¨ªr. Es joven, es afro, tiene barba. Y dicen de ¨¦l que ¡°era un reconocido l¨ªder y actual representante legal del Consejo Comunitario La Voz de los Negros, que se ubica en el municipio de Mag¨¹i Pay¨¢n, Nari?o. Recientemente hab¨ªa sido desplazado forzosamente a la ciudad de Cali¡±. Lo imagino empacando algunas cosas en ese desplazamiento de af¨¢n cuando sinti¨® la muerte respirarle en la nuca. Imagino el miedo, el desarraigo, el dolor por dejar atr¨¢s a su gente. Imagino su intenci¨®n de retornar cuando bajara la tensi¨®n. Imagino que tuvo algo de alivio en Cali cuando pens¨® que hab¨ªa logrado burlar a la muerte. Pero los asesinos lo alcanzaron ah¨ª. Alguien lo sentenci¨®, alguien quer¨ªa golpear a su comunidad. Alguien quiere callar ¡°La Voz de los Negros¡±.
Amigos, compa?eros, otros l¨ªderes sociales despiden a Luis Alberto y piden justicia. La embajada de Francia tambi¨¦n se pronuncia porque el joven asesinado era miembro de la Fundaci¨®n PAZame el Bal¨®n, que recibi¨® el premio Nari?o de derechos humanos que otorgan varias embajadas en Colombia.
Al morir, Luis Alberto suma el n¨²mero 42 a su nombre: este joven, dice Indepaz, es la v¨ªctima 42 en la lista de l¨ªderes sociales asesinados este a?o. Si contamos m¨¢s atr¨¢s, hay que sumar cientos, pero aqu¨ª hacemos cortes de cuentas para tratar de entender. Contamos los muertos por semanas, por meses, por a?os, por procesos de paz, por d¨¦cadas. Tal vez hacemos eso para que no se pierdan del todo en el olvido¡ pero se pierden¡ siempre. Ser¨¢n ausencia y dolor para los suyos, porque cada muerto deja vidas quebradas, pero m¨¢s all¨¢ su rastro se pierde. El asesinato de l¨ªderes sociales sigue siendo una realidad cotidiana que no conmueve ni mueve. Ya hasta poco protestan los que protestaban antes.
El mismo d¨ªa que mataron a Luis Alberto en Cali, el D¨ªa de las v¨ªctimas, tambi¨¦n mataron a Diego Mauricio Mej¨ªa Rojas en Puerto As¨ªs, Putumayo. Leo detalles en la cuenta de Twitter del Componente del partido Comunes del Consejo Nacional de Reincorporaci¨®n, entidad creada por el acuerdo de paz. Publican tambi¨¦n una fotograf¨ªa de Diego y tambi¨¦n en ella veo una sonrisa. Esta es sutil, como de medio lado, como si alguien le hubiera dicho al tomarla que sonriera un poco. Una sonrisa apenas insinuada en el rostro recio de un hombre de mediana edad, corpulento, de rasgos mestizos. Diego Mauricio era firmante del acuerdo de paz, era miembro del Consejo Departamental del Partido Comunes en el Putumayo y era escolta de la Unidad Nacional de Protecci¨®n.
Tambi¨¦n Diego Mauricio se va con una cifra pegada a su nombre: 374. Es el n¨²mero que le corresponde porque as¨ª va la cuenta de los firmantes de paz asesinados. Y tiene otro porque en el mismo reporte van llevando un registro adicional: el de los firmantes asesinados en el Gobierno de Gustavo Petro: 18. Porque el Gobierno cambi¨® pero la matanza sigue.
Y como las muertes en Colombia se tejen, se conectan, en lo poco que puedo saber de la vida de Diego Mauricio me entero de que en su trabajo de escolta era parte del esquema de seguridad familiar de Jorge Santofimio, otro firmante de paz asesinado el 24 de febrero del a?o 2022. En ese episodio, adem¨¢s de esa muerte, fueron varios los heridos, entre ellos dos ni?os, uno de cinco a?os, hijo del hombre asesinado y una beb¨¦ de cuatro meses, hija de otra firmante de paz. No sab¨ªa Diego Mauricio entonces que un a?o despu¨¦s la muerte ser¨ªa la suya. ?O tal vez lo intu¨ªa? Me pregunto qu¨¦ pesaba m¨¢s en ¨¦l antes de morir: la esperanza de un futuro en paz o el miedo con el que viven los que decidieron dejar las armas y cumplir el acuerdo.
Es poco lo que logro saber de estas v¨ªctimas convertidas en v¨ªctimas en el D¨ªa de las v¨ªctimas. Me quedo con sus fotograf¨ªas, con esos rostros congelados que me miran en medio de las cifras y los reclamos. No volver¨¢n a sonre¨ªr y me imagino que dejan madres, esposas, hijos tal vez, familias enteras que han perdido mucho o han perdido todo. Las estad¨ªsticas no alcanzan a contar sus vidas ni las tragedias que cada muerto desata. Si pudi¨¦ramos verlas, tal vez nos sacudir¨ªan tanto que algo har¨ªamos todos para evitar que se sigan borrando sonrisas.
Nota final: Cuando estoy a punto de enviar la columna, veo que se reporta otra v¨ªctima en el D¨ªa de las v¨ªctimas: Rodolfo Holgu¨ªn Mart¨ªnez, asesinado en Carmen de Viboral, Antioquia, tambi¨¦n el 9 de abril. Campesino, l¨ªder comunal. Miro su fotograf¨ªa. No sonr¨ªe en ella. Se convierte en el l¨ªder social n¨²mero 43 asesinado este a?o. Pienso si hay manera de parar el conteo. Dicen en reportes de prensa que con ¨¦l muri¨® una mujer. Se llamaba Luz Dary Bar¨®n. No veo su rostro. No s¨¦ nada m¨¢s y me lleno de tristeza por ella y por todos. Por no saber nada y porque nunca son suficientes las palabras para relatar el dolor que se acumula.
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