Ver para entender
Si la idea es ir de una cultura de la aniquilaci¨®n a una de la vida, no puede dejar de sorprendernos este coraje, ni este misterio ni este regodeo en el horror
Tiene que haber alguien escribiendo este pa¨ªs. Colombia es la vida sin las partes aburridas. Colombia es la definici¨®n antigua de suspenso: un pulso entre el peligro y la esperanza. Quien la haya vivido un poco, tan bella y tan abrupta, tan corajuda y tan resignada a su vieja violencia como si fuera una era eterna o una serpiente o una sustancia psicoactiva, habr¨¢ dejado de verla con ojos de descubridor a la caza de macondos y de artesan¨ªas, pero se sorprender¨¢ con esta semana t¨ªpica que dio esos audios maniacos sobre las interceptaciones que ensombrecieron al Gobierno, la visita de la Corte Penal Internacional, las marchas de apoyo al presidente, las plegarias para que sea respetado el principio de respetar a la prensa, la b¨²squeda de desaparecidos sepultados en la frontera con Venezuela, el cese del fuego con la guerrilla que queda en pie y la reaparici¨®n sobrenatural ¨Dy el rescate de serie de Netflix¨D de cuatro ni?os uitotos que sobrevivieron cuarenta d¨ªas b¨ªblicos en el mundo de la selva.
Tienen uno, cuatro, nueve y 13 a?os. Su padre huy¨® de la casa, en Araraucara, porque lo amenaz¨® de muerte una banda de esas que siguen patrullando el pa¨ªs, pero, cuando empezaban el duelo imposible por un desaparecido, ¨¦l con su propia voz llam¨® a pedirles que se encontraran en San Jos¨¦ del Guaviare. Fue ese viaje imprevisto, en una avioneta ag¨®nica que un d¨ªa de estos se iba a caer, el viaje del accidente. Se fueron contra la selva amaz¨®nica, un secreto que es el cuarenta por ciento del mapa del pa¨ªs, el primer d¨ªa de mayo. Dos semanas despu¨¦s se supo que hab¨ªan perdido a su madre ¨Dque, de hecho, hab¨ªan muerto los tres adultos que iban a bordo¨D, pero ellos cuatro, cuidados por esa hermana mayor, Lesly, que siempre fue ¡°la mano derecha de la mam¨¢¡± y una heredera de los conocimientos ancestrales, segu¨ªan viviendo en, entre, seg¨²n la selva: cualquier preposici¨®n viene al caso.
Aparecieron en la noche del viernes pasado, 9 de junio de 2023 para que quede constancia, cuando cada vez menos colombianos se preguntaban qu¨¦ giro de esta trama efectista podr¨ªa unir a Colombia. Se dijo que la Operaci¨®n Esperanza, un bloque conformado por soldados con GPS e ind¨ªgenas de la Amazon¨ªa con vocaci¨®n a la selva que buscaban a los ni?os, deb¨ªa llamarse ahora la Operaci¨®n Milagro: ¡°?Milagro!¡±, ¡°?milagro!¡±, ¡°?milagro!¡± y ¡°?milagro!¡±, gritaron los miembros del Ej¨¦rcito apenas los vieron a los cuatro. Se habl¨® con emoci¨®n verificable de los protagonistas de la odisea, de la hermana mayor, de los ni?os, de los rescatadores, del pastor belga, Wilson, que se fue y lo han visto pasar como un fantasma, porque esta cultura ante, bajo, contra el conflicto armado ha tenido serios problemas para contar historias de gente admirable.
Son tiempos de periodismo ¡°en desarrollo¡±, y uno pr¨¢cticamente ve c¨®mo se va escribiendo la noticia en el procesador de cada reportero, pero esta vez tambi¨¦n se not¨® que la noticia no s¨®lo nos un¨ªa, sino que nos retrataba. En la par¨¢bola de novela de los cuatro ni?os, que no se narr¨® de modo sensacionalista, sino reverencial, est¨¢ la guerra narca e irrefutable que desplaza a todo aquel que haga contacto visual, la ilusi¨®n por la vida ejemplar, la hostilidad estatal que empieza por el abandono, la precariedad de la ni?ez, la necesidad de pertenecer a esta naci¨®n que ha sido tr¨¢gica, la man¨ªa de vernos ex¨®ticos como si nadie aqu¨ª fuera de ac¨¢, la vocaci¨®n, de esta cultura de lo que Hitchcock llam¨® ¡°verosimilistas¡±, a no creer ni en lo que se ve ¨D¡±no le creo nada a ese guerrillero¡±, se declar¨® en una cuenta de Twitter cuando el presidente Petro dio la noticia de la aparici¨®n de los ni?os¨D, y la paradoja de una sociedad que cree en Dios, y busca templos, y va a misas, y entrev¨¦ cielos, y tarde o temprano se encuentra con la brujer¨ªa, y decreta milagros, y sin embargo tolera esta violencia infernal, y, cuando toca, cuando sirve, es capaz de dudar de todo aquello que sea resuelto por lo invisible.
Pronto, sin concederle un minuto de silencio ni a la alegr¨ªa ni a la violencia en la noche del viernes, como si esto fuera un pulso pendiente entre lo invisible y lo visible, la noticia del rescate prodigioso de aquella familia empez¨® a trenzarse con la noticia de la muerte devastadora ¨Dpor investigar¨D de un teniente que hab¨ªa pedido ser escuchado en el caso de los audios sobre las interceptaciones. Qui¨¦n o qu¨¦ puede estar escribiendo este pa¨ªs que se la pasa ofendiendo a este mapa: el presidente, reci¨¦n llegado de firmar el cese al fuego en La Habana, hablaba de ¡°nuestros ni?os cuidados por la selva¡±, y muchos colombianos m¨¢s volv¨ªan la mirada a los esp¨ªritus del Amazonas y al respeto por la vida y por la muerte, y mientras tanto se asomaba la sordidez nuestra de cada d¨ªa, y la adicci¨®n al esc¨¢ndalo, como diciendo que esto est¨¢ lejos de resolverse, que estamos viviendo de espaldas al espejo, que hay que ver, de verdad ver, para entender.
Cada qui¨¦n dar¨¢ con la lecci¨®n de la par¨¢bola, pero, si la idea es ir de una cultura de la aniquilaci¨®n a una de la vida, no puede dejar de sorprendernos este coraje, ni este misterio ni este regodeo en el horror.
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