?H¨¦rcules o Aquiles?
Sigue el presidente perdido en su aislamiento, sin mucha fortuna a la hora de encontrar la salida del laberinto que es su Gobierno
Tiene que ser muy dif¨ªcil para un revolucionario hacerse con el poder en un escenario democr¨¢tico, con una Constituci¨®n y una arquitectura del Estado que no pueden desconocerse. El revolucionario, aunque su lema sea alcanzar la paz, sabe que una expedita transformaci¨®n viene acompa?ada por alg¨²n ingrediente de violencia. Es la manera m¨¢s directa de echar todo abajo y dar vida a unas instituciones que se acomoden al esp¨ªritu reformista del nuevo l¨ªder.
Quiz¨¢s sea esa la gran dificultad del presidente Gustavo Petro: no pudo echar abajo aquello que lo hizo, primero, tomar las armas y, despu¨¦s, dar su lucha de a?os desde una oposici¨®n de izquierda, hu¨¦rfana de los votos necesarios para llegar al poder. Logr¨® esto ¨²ltimo gracias a un fen¨®meno ya experimentado en el vecindario, esto es, la insatisfacci¨®n de inmensos sectores no militantes de la izquierda con los Gobiernos institucionales.
En exceso mortificado por la ley, el orden institucional y la estructura legal que enfrenta un presidente, Petro se ha dado a la tarea de combatir en todos los frentes. Directamente ¨¦l, o a trav¨¦s de sus funcionarios pura sangre, no pierde oportunidad de fustigar al empresariado, a los gremios, a la banca, a los partidos pol¨ªticos, a las Fuerzas Armadas, a los periodistas (que le producen urticaria) y a los due?os de los medios (que le dan arcadas). Pocos pueden decir que de ¨¦l reciban trato de Barbie.
En la semana de celebraci¨®n de la Independencia, y el comienzo de sesiones en el Congreso, Petro se reafirma como un guerrero independiente que no est¨¢ interesado en depositar en nadie la confianza que requiere el verdadero trabajo en equipo o en tender lazos con aquellos que cometen el pecado de pensar diferente.
Petro es presidente, pero insiste en comportarse como un l¨ªder de la oposici¨®n. Y descubre a diario que romper la vajilla es sencillo; lo complejo es mantenerla intacta. Sigue so?ando con la efectividad de tirar piedra; no aprende a usar esas piedras para edificar un s¨®lido pa¨ªs, uno m¨¢s justo. Es un hombre de ideas, aunque escaso de realidades para sus electores.
Tan intangibles son los resultados de este casi primer a?o de Gobierno, que, como en noche de casino, se juega ahora el cuello en las elecciones de octubre, que se convirtieron en la medida de si la gente sigue apoyando al fogoso Petro de campa?a o se decepcion¨® de un presidente incapaz de concertar, de armar pa¨ªs, de liderar un cambio sensato y pr¨¢ctico.
Cabe la posibilidad de que el presidente no est¨¦ tan preocupado por no lograr que se aprueben sus numerosas iniciativas de cambio, como estar¨ªa otro mandatario tradicional. Tal vez incluso le siente bien que el Congreso no lo aclame y las Cortes y las entidades se mantengan ajustadas a la ley, poni¨¦ndole la lupa a sus actuaciones. Con ello se le abre un camino que bien sabe transitar: el de las calles, el de la protesta social, el de las carreteras bloqueadas, el de los campesinos molestos, el de las minor¨ªas airadas.
Es ah¨ª donde Petro es un h¨¦roe mitol¨®gico. Petro presidente lo ha pedido varias veces: que salga la gente a las calles a defender sus reformas. Eso lo convertir¨ªa en un revolucionario con revoluci¨®n. Y no uno atado de manos por algo tan inc¨®modo como la ley y las reglas de una rep¨²blica.
Falta ver si ese Petro, con enormes sectores preocupados por sus ¨ªnfimos logros, es un H¨¦rcules, un Odiseo, un Perseo¡ o un Aquiles con fenomenal tal¨®n y ¨¢nimo de seguir metiendo la pata. Un presidente que se extralimita en declaraciones y estigmatizaciones, pero al que pareciera que la pista no le alcanza para despegar.
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