¡°Comunidades peque?as haciendo cosas grandes¡±: estos j¨®venes tienen un plan para proteger sus islas en el Caribe colombiano
La barrera protectora de mangle de las islas de San Bernardo est¨¢ amenazada por la tala y el aumento del nivel del mar
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La palmera negra pintada en la u?a del dedo anular de Adri¨¢n Caraballo se asoma entre las hojas de las pl¨¢ntulas de mangle rojo que organiza. Tirando de las hojas secas, el l¨ªder ambiental acomoda los peque?os tallos verdes entre botellas cortadas de jugos Hit y gaseosas Coca-Cola. Las que est¨¢n listas descansan contra los costales apilados frente a una pared pintada con una tortuga verde que nada en el azul del mar. Estas pl¨¢ntulas har¨¢n parte de una de sus futuras jornadas de siembra de mangle para combatir la erosi¨®n en algunas de las islas del archipi¨¦lago de San Bernardo, en el Caribe colombiano. ¡°Sin manglar no hay vida y sin vida no hay ecosistema. Mi vida es el mar y el mar es mi vida¡±, dice Adri¨¢n.
El joven de 25 a?os forma parte de un grupo de ambientalistas de San Bernardo que buscan defender y proteger los ecosistemas marinos y recursos naturales de las nueve islas del archipi¨¦lago (eran diez antes de que Isla Maravilla desapareciera bajo el mar en 2015). Algunas de sus iniciativas consisten en restaurar manglares, proteger corales del blanqueamiento y del turismo irresponsable, cuidar las tortugas marinas (que sol¨ªan ser cazadas por la comunidad y pescadores como fuente de alimento), limpiar playas, y educar a la comunidad local sobre la importancia de luchar contra el cambio clim¨¢tico, evitando que sus hogares desaparezcan bajo las olas.
¡°El mangle es la casa de cientos de especies de crust¨¢ceos, moluscos, aves y reptiles. Hoy en d¨ªa esas especies se est¨¢n quedando sin casa y as¨ª como esas especies quedaron sin casa, probablemente podemos quedar nosotros, la comunidad¡±, explica Adri¨¢n. Para ¨¦l, el mangle es el pulm¨®n y ri?¨®n del oc¨¦ano por los procesos de filtraci¨®n y purificaci¨®n de agua con los que asiste. Adri¨¢n, que complet¨® un curso de rehabilitaci¨®n de manglar en diciembre, explica que las largas y numerosas ra¨ªces del mangle previenen erosiones e inundaciones, y protegen a las comunidades del mar de leva y mal tiempo. Esta barrera protectora de las islas de San Bernardo consiste en tres especies principales: mangle rojo, mangle zaragoza y mangle bobo. Pero la barrera protectora est¨¢ amenazada por la tala de mangle para construcci¨®n de caba?as y el aumento en el nivel del mar a causa del cambio clim¨¢tico.
Algunas ra¨ªces cortadas, secas y muertas no se pueden recuperar, pero Adri¨¢n, junto a otros j¨®venes de la isla, organizan jornadas de siembra de mangle donde llevan miles de pl¨¢ntulas a las islas para sembrarlas con ayuda de voluntarios, pescadores y ni?os con la esperanza de restaurar las barreras protectoras. Para Adri¨¢n, son ¡°comunidades peque?as en lugares peque?os haciendo cosas grandes¡±, pues a pesar de la ausencia del Estado, han adoptado iniciativas locales para recuperar sus hogares. Aunque pueden cultivar apenas algunas semillas de mangle en sus propios viveros que recogen de la Isla Tintip¨¢n, los l¨ªderes ambientales del archipi¨¦lago adquieren las dem¨¢s pl¨¢ntulas por medio de donaciones de individuos, fundaciones o empresas privadas que los ayudan a comprarlas en viveros aliados fuera de las islas. As¨ª, sin ayuda del Estado, dependen de contribuciones externas para poder conseguir las pl¨¢ntulas de manglar que necesitan.
El tono de su celular con la canci¨®n de reguet¨®n A m¨ª, de Rels B interrumpe sus manos y el canto de los p¨¢jaros pinches. Su trabajo como gu¨ªa tur¨ªstico lo llama para que reciba a algunos de los cientos de turistas que visitan a diario. Dos decenas de personas descienden de un bote para participar en el recorrido tur¨ªstico por Santa Cruz del Islote, la isla artificial del archipi¨¦lago, construida entre corales, relleno de basura, piedras y conchas de caracol. Adri¨¢n empieza el camino asegurando que la peque?a isla, de poco m¨¢s de una hect¨¢rea, no es la m¨¢s densamente poblada del mundo, a pesar de su reputaci¨®n. Afirma que 219 familias y no m¨¢s de 600 habitantes viven all¨ª, contrario a otras fuentes que estiman alrededor de 800 o m¨¢s de 1.000. Todav¨ªa esperan los resultados del censo oficial llevado a cabo a finales del a?o pasado, pero Adri¨¢n asegura que los isle?os no quieren ser reconocidos por esto.
¡°Somos un lugar natural; un lugar de gente linda, un lugar de gente sabrosa, gente de mar, gente humilde y sencilla. Somos lo que somos cuando nadie nos ve,¡± dice mientras gu¨ªa al grupo por los estrechos y coloridos callejones. Los turistas con piel blanca, gafas de sol y escarapelas, resaltan entre los nativos. Aunque pasan por un puesto con artesan¨ªas hechas con coloridas conchas y vitrinas exhibiendo sand¨ªas, no hay muchos m¨¢s puntos de venta. Pareciera que la actividad econ¨®mica de la isla, que depende en gran parte del turismo, adem¨¢s de la pesca, se basa en la entrada de 10.000 pesos colombianos (poco m¨¢s de dos euros) que cada persona paga por el recorrido de menos de media hora. Los isle?os, indiferentes a los turistas, se sientan a conversar frente a sus casas mientras los ni?os juegan por las calles.
Adri¨¢n naci¨® en el islote, pero cuando era peque?o solamente ten¨ªa la posibilidad de conocer las islas cercanas, como M¨²cura o Tintip¨¢n. El dif¨ªcil acceso entre las islas rodeadas de todo tipo de tonos azules, obliga a los nativos a tener su propio bote o comprar costosos tiquetes de lanchas comerciales si quieren transportarse fuera de su hogar. ¡°Esa es la situaci¨®n que la gente desconoce; somos de las islas, pero desconocemos sus realidades y desaf¨ªos¡±, explica. Cuando conoci¨® las m¨¢s afectadas por la tala de mangle, mar de leva y erosi¨®n costera, como la Isla Panda y la Isla Mangle, empez¨® su camino como l¨ªder ambiental para generar conciencia entre su comunidad. ¡°Nosotros mismos, los locales, debemos colocar el ejemplo para que cuando vengan a visitar nuestro territorio hablen de una isla bonita y sana. Que hablen de esos colores impresionantes que tenemos en el mar, los corales, los peces, la biodiversidad¡±, dice mientras llegan a la parada final en el acuario.
Adri¨¢n se?ala las tortugas que nadan junto a peces y tiburones y explica c¨®mo har¨¢n parte de un proyecto de liberaci¨®n. ¡°Anteriormente, cuando no hab¨ªa conocimiento, la tortuga hac¨ªa parte fundamental de la vida del pescador. Era una liga m¨¢s. Muchos las pescaban para el consumo, otros para vender la concha de carey. Ahora, junto a la Fundaci¨®n Tortugas del Mar, el Hotel Punta Faro, y la Fundaci¨®n Sue?os del Mar ¡ªFusdem¡ª, se ha podido desarrollar un proyecto comunitario, cient¨ªfico e investigativo, donde los pescadores que encuentran tortugas las cambian por pollo y arroz en vez de com¨¦rselas,¡± explica Adri¨¢n. Este proyecto de liberaci¨®n de tortugas marinas, donde se invita a los ni?os y pescadores, es uno de los de conciencia ambiental local en los que participa Adri¨¢n. Para el isle?o, los ni?os son el futuro y el ma?ana de San Bernardo.
Al terminar el recorrido, antes de irse a jugar domin¨® y tomarse una cerveza coste?a, Adri¨¢n termina el recorrido con un poema: ¡°Cuando el visitante viene a San Bernardo, no se quiere marchar porque su riqueza natural no le permite viajar. Soy negro, nacido en el mar, cojo mi botecito y salgo a pescar. Vengo de San Bernardo, un lugar natural¡±.
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