Eso que llamamos identidad
Al tratar de afirmarnos en una identidad, corremos el riesgo de llenarnos de etiquetas y desconocer nuestra multiplicidad
Sentirnos incompletos, como constituidos por peque?as piezas que se buscan y no terminan de integrarse. Sentirnos confundidos y en estado de indefensi¨®n ante nuestras propias contradicciones e incoherencias. Con la claridad que tenemos un d¨ªa sobre nuestros gustos e intereses, para vernos luego haciendo y viviendo en el espectro contrario. Somos tantos a la vez, una multitud expectante deseosa de expresarse y, al mismo tiempo, nos habita una necesidad imperativa de afirmarnos en una declaraci¨®n contundente que alg¨²n d¨ªa pronuncie sin dudas: ¡°yo soy¡±.
Meditemos sobre esa b¨²squeda identitaria que se despierta desde muy temprano en nuestra vida, a prop¨®sito de preguntas sobre las que volvemos permanentemente: ?Qui¨¦n soy? ?Cu¨¢les son mis intereses? ?Cu¨¢les son mis cualidades y defectos? ?Para d¨®nde voy? Y detr¨¢s de ellas hay un inter¨¦s ingenuo por definirnos, una expectativa ¨ªntima y tambi¨¦n social de poder explicarnos a los dem¨¢s. Encontrar en las palabras una suerte de f¨®rmulas para descifrarnos y para describir a los otros.
Un acto lleno de filosof¨ªa, por el cual abrimos la puerta a la conquista de nuestro ser, y que tratamos insistentemente de simplificar mediante pruebas sicol¨®gicas, mediciones y ejercicios determin¨ªsticos, con la idea de instalarnos en alg¨²n cuadrante de una matriz, como si a la humanidad, a la de cada uno, le quedara una talla en particular.
Desde que estamos muy j¨®venes -de eso se trata un poco aquello de lo que adolecemos-, empezamos a buscar identificarnos con algo, necesitamos referentes, ejemplos para acercarnos a qui¨¦nes somos o a qui¨¦nes queremos ser. A su vez, en cada espacio social (la casa, la escuela, los amigos¡), se nos trata de encasillar en una categor¨ªa, en una explicaci¨®n que nos disminuya la incertidumbre ante la cuesti¨®n de la identidad. Buscamos explicarnos en un oficio, un eneagrana, una personalidad o, simplemente, en una suma de cualidades y defectos, gustos y preferencias. Cuando menos pensamos, tenemos tantas caracterizaciones sobre nuestro ser, que la mayor dificultad est¨¢ en desconstruir todo el sistema de creencias que hemos desarrollado sobre nosotros mismos. Por eso tal vez sea necesario meditar sobre la pregunta filos¨®fica esencial sobre ?qui¨¦n soy? Y tratar de develar los misterios de nuestra existencia, acudiendo a nuestra realidad cotidiana que es sencilla y compleja a la vez, tan inasible e incomprensible, y tan llena de matices. Una realidad que es expansiva y creadora, como la refiere Camus, un parto largo.
Recientemente, en un encuentro con un interesante grupo de l¨ªderes de valor p¨²blico, conversamos sobre el cuidado de s¨ª mismo para cultivar un buen ejercicio del poder. All¨ª, una participante -profesora de un colegio y l¨ªder comunitaria-, me preguntaba sobre c¨®mo reconocer nuestras luces y sombras para poder generar conciencia sobre ellas. A esa pregunta, para la que no tengo una ¨²nica ni definitiva respuesta, alcanc¨¦ a proponer la idea de pensarnos como un compendio de expresiones que no son ni cualidades o defectos por s¨ª mismos, sino que son manifestaciones de nuestro ser complejo, un espectro de posibilidades que se mueven entre la luz y la sombra. As¨ª es como un mismo car¨¢cter personal puede ser magia creadora y tambi¨¦n posible fuente de destrucci¨®n. Para ilustrarlo, puse el ejemplo de la coherencia, que ha sido un asunto, en mi caso, con el que lucho todos los d¨ªas: en sus luces genera transparencia y confianza, pero en su oscuridad me llena de tosudez, haci¨¦ndome presa de esa frase tan manida de ¡°por donde meto la cabeza, la saco¡±. Ese reduccionismo genera limitaci¨®n e impide flexibilidad para mirar el mundo. Al tratar de afirmarnos en una identidad, corremos el riesgo de llenarnos de etiquetas y desconocer nuestra multiplicidad. Ya lo dice Whitman: ¡°?Que me contradigo? Muy bien, me contradigo. (Soy amplio, contengo multitudes).¡±
Tal vez, ante esa bella complejidad que somos, una vida examinada como la que propon¨ªa S¨®crates es la que nos permite reflexionar sobre c¨®mo vivimos, y puede ser la mejor forma para acercarnos a conocernos en lo m¨¢s profundo de nuestro actuar, sin etiquetas, solo viviendo en la presencia, y no en la ansiedad de lo que ser¨¦ o deber¨ªa ser, ni en la culpa de lo que no fui. Vivir, sencillamente, en correspondencia con la multiplicidad de aprendizajes y manifestaciones que se expresan en nuestra historia, y que nos permiten ser en el presente. Tal vez eso sea vivir en estado de gracia, una vida que nos guarde de la ansiedad y el malestar, abrazando el momento presente, cobijado por la belleza y la celebraci¨®n, tambi¨¦n por el dolor y la ausencia. Lo que los griegos denominaban estar en equilibrio con los Dioses.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.