El momento de Gustavo Petro
Francia M¨¢rquez, un s¨ªmbolo verdadero de cambio, la prueba de que este pa¨ªs algo ha avanzado en la conquista de la igualdad de oportunidades, fue definitiva en su llegada a la presidencia
Despu¨¦s de una larga trayectoria pol¨ªtica por fin el momento favoreci¨® a Gustavo Petro, quien se acaba de consagrar como el primer gobernante de izquierda de Colombia. M¨²ltiples factores se conjugaron para facilitar este triunfo, pero uno de los principales fue la creciente irritaci¨®n popular con el mal gobierno del presidente Duque, alfil de ?lvaro Uribe, quien en medio de una pandemia que agrav¨® los problemas ya cr¨®nicos de pobreza y desigualdad, mostr¨® insensibilidad y falta de conexi¨®n con las necesidades de las mayor¨ªas, hasta el punto de proponer una inoportuna reforma tributaria que desat¨® un estallido social de inmensas proporciones, que fue sofocado con brutalidad por las fuerzas policiales. Petro fue uno de los pocos pol¨ªticos que comprendi¨® la magnitud del reclamo y que supo apoyarlo oportunamente, incluso ¨C y muy dentro de su estilo audaz y provocador- pasando la raya de la prudencia cuando abiertamente aval¨® la dotaci¨®n que Gustavo Bol¨ªvar, uno de los m¨¢s pol¨¦micos seguidores suyos, organiz¨® para los j¨®venes de la llamada Primera L¨ªnea.
Pero otras cosas se fueron juntando, poco a poco, para darle la oportunidad de su vida: la falta de fuerza y unidad de un centro que no logr¨® consolidarse como equipo ni cautivar a un electorado al que la moderaci¨®n le dice poco en tiempos de redes exaltadas y rabias contenidas; el paulatino declive del uribismo, y sobre todo de un Uribe cada vez m¨¢s cuestionado por la justicia; y la derrota de Federico Gutierrez, el candidato de la pol¨ªtica tradicional, que muchos cre¨ªan que era su m¨¢s importante contendor. Lo m¨¢s dif¨ªcil, sin embargo, estaba por venir, cuando la marea de la contienda lo llev¨® finalmente a enfrentarse a un outsider cuya popularidad creci¨® inesperadamente y logr¨® cautivar a una buena parte de los votantes colombianos, hasta el punto de convertir la campa?a electoral del 2022 en una de las m¨¢s inciertas, fieras, interesantes y agotadoras de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Ganarle a Rodolfo Hern¨¢ndez, el candidato que acaba de ser derrotado por Petro¨C pero que obtuvo la nada desde?able suma de 10 millones y medio de votos- no parec¨ªa una tarea f¨¢cil. El exalcalde de Bucaramanga - que se ¡°vendi¨®¡± como adalid de la corrupci¨®n, aunque est¨¢ encausado por corrupto- encarna un populismo muy al estilo de Trump, que combina la rudeza, la procacidad, el pintoresquismo y la arrogancia, con una visi¨®n pragm¨¢tica y simplista de los problemas sociales, y una gran ignorancia del pa¨ªs que se aprestaba a gobernar. Pero representa otras muchas cosas que algunos colombianos admiran: por una parte, el mito del trabajador incansable¨C que tambi¨¦n promov¨ªa Uribe- productivo, ahorrador, que se ha hecho ¡°a pulso¡±, y el del empresario que genera empleo, pero tambi¨¦n sabe c¨®mo enriquecerse y darse una buena vida. Y tambi¨¦n el modelo de patr¨®n-capataz al que no le tiembla el pulso frente a sus empleados; el del macho capaz de amenazar violentamente a su enemigo, de decir que la mujer estar¨ªa mejor cuidando a los hijos, de hacer chistes que hablan de prostitutas y de mujeres que le sacan la ropa a sus maridos; y del pol¨ªtico que promete -como AMLO- reducir al m¨ªnimo el aparato del Estado y ahorrar en todo lo que parece lujoso o prescindible.
Sin embargo, lo que en verdad hac¨ªa de Hern¨¢ndez un rival temible para Petro, es que -fuera quien fuera- se constitu¨ªa en la ¨²nica esperanza de los que odian o temen a Petro, que son muchos: desde la derecha m¨¢s recalcitrante, conformada por los miembros del Centro Democr¨¢tico y muchos conservadores, hasta muchos empresarios y terratenientes y esa parte de la ciudadan¨ªa que lo relaciona con la guerrilla, con Ch¨¢vez, con Maduro; y la que, sin temerle, lo tilda de demag¨®gico, mesi¨¢nico, autoritario, y mal administrador. Todos esos sectores se unieron intentando vencerlo. Pero Petro lo supo hacer, apelando a lo que fuera. Lentamente fue descafeinando su discurso, acerc¨¢ndolo a uno m¨¢s moderado, menos intimidante, y llen¨¢ndolo de esl¨®ganes que seducen no obstante su altisonancia, como aquel de potencia mundial de la vida, o la pol¨ªtica del amor. Sabiendo del catolicismo de los colombianos, fue a visitar al Papa, y en su primer tuit como presidente junt¨® las palabras Dios y Pueblo, as¨ª, con may¨²scula. Sus asesores le aconsejaron vestir de manera m¨¢s formal, m¨¢s ¡°ejecutiva¡±, y hasta su hija Sof¨ªa le aport¨® puntos con su inteligencia y su belleza. Y, en materia de alianzas, acept¨® lo que fuera. Mientras su rival las rechazaba todas ¨Den un falso gesto teatral de independencia¨D ¨¦l aceptaba cualquiera, desde la de politiqueros profesionales de dudosa confiabilidad, hasta la de un pastor antiaborto. Incluso habl¨® en alg¨²n momento ¨Dver para creer¨D de unirse a Uribe. Pero su gran acierto fue ¨Ddespu¨¦s de ciertas vacilaciones, hay que decirlo¨D postular como vicepresidenta a Francia M¨¢rquez, una vez esta alcanz¨® una votaci¨®n enorme dentro del Pacto Hist¨®rico. Francia, una mujer afro, carism¨¢tica y aguerrida, pero sobre todo un s¨ªmbolo verdadero de cambio, la prueba de que este pa¨ªs algo ha avanzado en la conquista de la igualdad de oportunidades, fue definitiva en su llegada a la presidencia.
Dos factores m¨¢s le ayudaron a alcanzar la presidencia: que ante la perspectiva de que un candidato tan peligrosamente err¨¢tico como Hern¨¢ndez llegara a gobernar a Colombia, muchas respetables figuras p¨²blicas ¨Dpol¨ªticos, periodistas, intelectuales y cient¨ªficos¨D adhirieron a ¨²ltima ahora a su candidatura. Y que, como Uribe, el entusiasmo de sus seguidores lo ha dotado de un ¡°tefl¨®n¡± que hace que ning¨²n esc¨¢ndalo de los que lo rodean haga mella en su prestigio. Ni el que alguna vez lo relacion¨® con una tula llena de billetes, ni el que suscit¨® su hermano cuando fue a la c¨¢rcel a hablar de perd¨®n social con pol¨ªticos corruptos, ni los que han causado sus propuestas m¨¢s delirantes o impracticables como la de un tren elevado que una dos extremos del pa¨ªs.
Los que intentan crear miedo a Petro aduciendo que fue guerrillero, se equivocan. Por el contrario: en un pa¨ªs urgido de paz, donde los Acuerdos han contado con tanta resistencia y son saboteados d¨ªa a d¨ªa, hay que celebrar que un desmovilizado haya llegado al poder. Gustavo Petro, durante los muchos a?os que fue senador, se mostr¨® como un hombre valiente, que hizo importantes denuncias sobre la relaci¨®n entre paramilitarismo y pol¨ªtica y sobre las ejecuciones extrajudiciales a manos de miembros del ej¨¦rcito. El miedo puede provenir de otra parte. De que a pesar de su inteligencia, su habilidad pol¨ªtica, y su conciencia social, en su gobierno eche mano de ese tono pendenciero y a veces incitador de odios y resentimientos que se le ha visto tantas veces, encendiendo fuegos donde hay le?a seca. O que, terco e impulsivo como es, a pesar de su frialdad, se empe?e en algunos de sus proyectos delirantes, descarrilando la econom¨ªa. En su discurso ¨Da mi modo de ver un poco ampuloso y vago¨D habl¨® de unir a una Colombia que sigue dr¨¢sticamente dividida. Ojal¨¢ no se quede en promesa.
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