Breve historia del domingo
Todo hab¨ªa estado conspirando para que Colombia se viera en su espejo roto

Pintaba mal. En los ¨²ltimos d¨ªas de la campa?a presidencial fueron volvi¨¦ndose popular¨ªsimas, incluso entre gente sobria, posdoctorada, frases del calibre de ¡°cualquiera menos Petro¡± y ¡°?Petro contra un mamarracho?: voto por el mamarracho¡±. En honor a la verdad, tambi¨¦n se dijo con cierta esperanza, y a diestra y siniestra, ¡°no hay que ser petrista para votar por Gustavo Petro¡±. Y, sin embargo, de posverdad en posverdad, de esc¨¢ndalo en esc¨¢ndalo, fue apoz¨¢ndose en el est¨®mago la pegajosa sensaci¨®n -t¨ªpica de la vida adulta colombiana- de que el resultado de las elecciones iba a ser inveros¨ªmil y devastador, y la gente que siempre pierde iba a volver a pensar ¡°qu¨¦dense con su pa¨ªs¡±. Pero entonces vino, el domingo, la noticia necesaria que no se hab¨ªa dado nunca en la historia de Colombia: Petro 50,44%, Hern¨¢ndez 47,31%.
Y, mientras se diger¨ªa semejante milagro -que llegara a la Casa de Nari?o, con la votaci¨®n m¨¢s alta de la historia, la izquierda democr¨¢tica que dej¨® tantos m¨¢rtires en el viacrucis criollo-, no fue absurdo ni esot¨¦rico sentir que esta era la so?ada reivindicaci¨®n de tantos ninguneados y despojados y asesinados por la espalda: en la populosa tarima de la victoria, mientras Petro pronunciaba, af¨®nico, su primer discurso como presidente, pod¨ªan verse los semblantes del pa¨ªs de las mujeres, el pa¨ªs afrodescendiente, el pa¨ªs ind¨ªgena, el pa¨ªs pobre, el pa¨ªs de las v¨ªctimas, el pa¨ªs de las madres que vinieron al mundo a perder a sus hijos, el pa¨ªs de la ola verde, de Mockus, que tantas veces tuvo que replegarse a la esperanza, y era evidente que la gracia de aquella candidatura hab¨ªa sido el pueblo violentado que la legitimaba y le daba la vida y la belleza.
Todo hab¨ªa estado conspirando para que Colombia se viera en su espejo roto. Y el domingo, ante la imagen de aquella tarima, luego de una campa?a de cuatro a?os que vio pasar una serie de entrampamientos al acuerdo de paz con las Farc, y un cacerolazo contra un gobierno que solo le sirvi¨® a su peque?a naci¨®n, y un estallido social que nos llam¨® a la solidaridad, el pa¨ªs empez¨® a descubrirse ante la tarea espinosa de ser por fin un pa¨ªs. Se vio que es lo que viene, s¨ª, es lo que toca, y no hay d¨®nde esconderse. Esta vez ni siquiera hay mundial ¨Cno se puede ver f¨²tbol para olvidar¨C porque el mundial es en diciembre para que nos toque reconocer de una vez que estas elecciones mostraron sin indulgencias lo bueno y lo malo que somos.
S¨ª, empezamos hoy, todos, la presidencia de Petro, pero, despu¨¦s de esta campa?a plagada de vilezas, hemos quedado demasiado viejos para negar la fobia a la izquierda que s¨®lo se da en las colectividades adiestradas para creer en el demonio; el clasismo que se despierta en todos los estamentos de esta sociedad piramidal, segregadora a m¨¢s no poder, cuando empieza a tomarse las encuestas cualquiera que hable de justicia social; el traquetismo, o sea la parodia, en los m¨¢rgenes de la ley, de unas ¨¦lites particularmente indolentes, que ha sido una respuesta perversa a las desigualdades; el pavor a la transformaci¨®n que empuja a encargarles la pol¨ªtica ¨Cni m¨¢s ni menos que la administraci¨®n de la convivencia¨C a los encantadores de serpientes.
Quiero decir: es verdaderamente incre¨ªble que Petro no solo sea el candidato progresista que lleg¨® con vida hasta ac¨¢, hasta el poder, sino que haya ganado en nombre de una cultura de la paz que tantas veces ha sido apu?alada por la espalda. Pero el 47,31% que no vot¨® por ¨¦l, 10.580.399 colombianos que tuvieron 10.580.399 de razones, ya anda por ah¨ª con el alma en vilo y seguir¨¢ en ascuas hasta que sea claro que el Gobierno de sus peores pesadillas no va a darle la espalda, ni mucho menos va a arruinarlo. Y es de esperarse que los comandantes y los alfiles y los propagandistas de la derecha, que trabajan veinticuatro horas de lunes a domingo, tarden una vida en entender que esto era lo que le conven¨ªa a este pa¨ªs plural que ha tenido tanto de infierno.
S¨ª que fue extraordinario lo del domingo: luego de un siglo y medio de violencia con sevicia, los dos partidos que forjaron a sangre y fuego esta especie de naci¨®n, el Partido Liberal y el Partido Conservador que no pudieron evitar que Colombia sucediera entre guerras y se degradara a fuerza de negarlas, pactaron un ¡°Frente Nacional¡± para sucederse en el poder desde 1958 hasta 1970 en nombre de su tregua, y entonces se dieron con fuerza los candidatos alternativos que encarnaron la indignaci¨®n ante las sucesivas traiciones del establecimiento -Rojas en 1970, Gal¨¢n en 1982, Navarro en 1990, Gaviria en 2006, Mockus en 2010 y Petro en 2018- mientras los viejos partidos y sus disidencias de cobardes se iban reduciendo a empresas electorales m¨¢s bien s¨®rdidas. El domingo el candidato alternativo gan¨® el pulso por poco, pero gan¨®.
Se enfrentaron las dos viejas soluciones que los colombianos hemos dado a la cultura de la aniquilaci¨®n: el camino largo, el de Petro, que es el de los pactos por la convivencia, y el camino corto, el de Hern¨¢ndez, que es el de delegarles la pol¨ªtica a las figuras de turno. Gan¨® por poco el pa¨ªs que desde hace un par de siglos nom¨¢s ha estado convocando a la ciudadan¨ªa alrededor de la socialdemocracia: ya era hora. Y al presidente Petro le corresponde ahora escuchar a un paciente que tiene a?os de terapia por delante, devolverle el prestigio a la solidaridad -a la colectividad que alguna vez fueron los partidos- y restaurar la confianza en unas instituciones que en verdad sean superiores a sus inquilinos.
Es una tarea enorme que no puede quedarse en la utop¨ªa, en la ret¨®rica de ninguna tarima: pactar una democracia que no solo est¨¦ a la altura de la definici¨®n del diccionario, sino que ponga en escena una Constituci¨®n liberal -la de 1991- que tiene clar¨ªsimo que la soluci¨®n al horror colombiano es la inclusi¨®n. Es la hora.
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