Casas abandonadas y vecinos a la deriva: los coletazos del ¡®boom¡¯ inmobiliario en M¨¦xico
Tras el auge de la vivienda de principios del siglo, miles de residencias fueron abandonadas. En Puebla, quienes se quedaron en una zona afectada luchan contra las consecuencias del abandono masivo
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Rosario L¨®pez no ocup¨® inmediatamente el departamento que adquiri¨® en el conjunto habitacional Valle de San Miguel, en el municipio de Huejotzingo, Puebla, en el centro de M¨¦xico. Durante una visita, un vecino le advirti¨® que hab¨ªa personas robando el equipamiento de los inmuebles vac¨ªos. Cuando finalmente se mud¨®, L¨®pez comprendi¨® por qu¨¦ ocurr¨ªa ese extra?o saqueo, que despojaba a las viviendas de llaves de agua, calentadores y hasta ventanas: hab¨ªa muchas casas y departamentos deshabitados, algunos en completo abandono. ¡°Hay gente que abandon¨® totalmente sus casas y no les import¨® dejar sus casas abandonadas¡±, dice.
De las 5.600 casas y departamentos de ese fraccionamiento, apenas entre 25% y 30% est¨¢n ocupados por sus propietarios, refiere Yeni Enr¨ªquez, presidenta del comit¨¦ vecinal. El resto est¨¢n deshabitadas, abandonadas o han sido vandalizadas, y m¨¢s de mil han sido invadidas. Es una situaci¨®n que se repite en otros conjuntos habitacionales del pa¨ªs construidos principalmente entre 2001 y 2012, cuando el Gobierno otorg¨®, como nunca antes, cr¨¦ditos para la adquisici¨®n de vivienda, sobre todo de inter¨¦s social.
El problema fue que muchas de las casas que se construyeron eran de mala calidad, estaban mal ubicadas, carec¨ªan de servicios p¨²blicos o sus instalaciones eran inadecuadas, explica la investigadora Lorena Cabrera Montiel, coordinadora de la Especialidad en Gesti¨®n Integral del Riesgo en la Universidad Iberoamericana Puebla y especialista en temas de producci¨®n de vivienda.
La lejan¨ªa con los centros de trabajo y la imposibilidad para pagar los cr¨¦ditos fueron otros problemas para los nuevos propietarios, seg¨²n el Atlas del abandono de la vivienda, publicado en 2015 por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), el principal organismo estatal encargado de otorgar cr¨¦ditos hipotecarios asequibles a los trabajadores formales. Esto llev¨® a miles de personas a abandonar sus casas. El Gobierno actual reconoce 650.000 viviendas como abandonadas, aunque el Censo de Poblaci¨®n y Vivienda 2020 registra m¨¢s de seis millones.
Vivienda, un bien del mercado
La producci¨®n masiva de vivienda tuvo su apogeo en M¨¦xico durante los Gobiernos de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calder¨®n (2006-2012). Entre 2001 y 2012, el Infonavit otorg¨® alrededor de 4.750.000 cr¨¦ditos hipotecarios, m¨¢s del doble de los que hab¨ªa entregado en 28 a?os, seg¨²n datos del organismo.
La construcci¨®n de las viviendas se puso en manos de los desarrolladores inmobiliarios, quienes privilegiaron la edificaci¨®n de extensos conjuntos habitacionales en las periferias de las principales ciudades, donde el suelo era m¨¢s barato. El resultado fue que esas residencias dejaron de concebirse como un bien en funci¨®n de su utilidad para producirse bajo la l¨®gica del mercado, explica Cabrera Montiel. Este proceso se conoce como mercantilizaci¨®n de la vivienda.
¡°Y ya el bien vivienda no importa mucho ni su calidad, ni su localizaci¨®n, ni si se habita o no se habita¡±, dice la investigadora. A medida que estos conjuntos habitacionales aumentaron, creci¨® tambi¨¦n la cantidad de casas y departamentos que se dejaron vac¨ªos, ¡°porque mucha de la vivienda deshabitada est¨¢ centrada en estos conjuntos¡±.
Ajenas a esas din¨¢micas, familias como la de L¨®pez vieron la oportunidad de adquirir un patrimonio. Llegaron a habitar a Valle de San Miguel con muchas expectativas sobre los equipamientos que la empresa inmobiliaria les hab¨ªa prometido. Pero una vez instalados, descubrieron que el conjunto habitacional no ten¨ªa red de drenaje ni alumbrado en las calles, y no estaban construidas las escuelas que les hab¨ªan prometido. Con el tiempo tambi¨¦n notaron que los materiales de construcci¨®n no hab¨ªan sido de la mejor calidad. Los servicios de mantenimiento y seguridad duraron s¨®lo unos meses; la inmobiliaria dej¨® de brindarlos cuando termin¨® de vender las viviendas y cerr¨® la oficina que ten¨ªa en el fraccionamiento. Los residentes quedaron a la deriva.
Hubo quienes decidieron irse; otros, que nunca ocuparon las viviendas. Quienes se quedaron tuvieron que enfrentar las consecuencias de ese abandono.
Del abandono a la invasi¨®n
Esmeralda S¨¢nchez, de 44 a?os, vive en Valle de San Miguel desde hace una d¨¦cada. Unos cinco a?os atr¨¢s not¨® que sus vecinos dejaban sus viviendas. Entonces empezaron las invasiones. De los 88 departamentos que hay en la calle donde vive, dice que nueve fueron ocupados de esta manera.
La mayor¨ªa de los departamentos en esa calle est¨¢n vac¨ªos, incluidos los de su edificio. La historia se repite en otras calles como un patr¨®n: por cada edificio de seis departamentos hay uno o dos due?os residentes. A S¨¢nchez le preocupa que alguien invada los departamentos aleda?os al suyo o los use para entrar a su vivienda y robarle. Su departamento, como casi todos los habitados, est¨¢ protegido con rejas en la entrada y las ventanas.
Hay zonas donde el abandono de las viviendas es m¨¢s notorio. Un hijo de L¨®pez llama a una de esas ¨¢reas ¡°Chern¨®bil¡±, como la ciudad donde ocurri¨® el peor accidente nuclear de la historia. Aunque no se asemeja a una devastaci¨®n nuclear, el estado de las casas abandonadas transmite desolaci¨®n. Fueron vandalizadas y s¨®lo quedan en pie sus estructuras de concreto, carentes de puertas, ventas, llaves del ba?o y hasta retretes. A¨²n as¨ª, varias fueron invadidas.
Enr¨ªquez, la presidenta del comit¨¦ de vecinos, explica que Infonavit y el ayuntamiento de Huejotzingo est¨¢n haciendo un censo y los residentes les ayudan a verificar datos. As¨ª han podido saber que 20% de las viviendas est¨¢n ocupadas por invasores. Las opiniones sobre quienes ocupan las viviendas vac¨ªas son variadas. Hay quienes piensan que lo hacen por necesidad, pero otros residentes los consideran delincuentes y asocian su presencia a robos cometidos en el conjunto habitacional.
Los residentes han notado que el abandono y vandalizaci¨®n de las viviendas ha deteriorado el aspecto del conjunto habitacional, y consideran que esa imagen de descuido incentiva las invasiones. Por eso est¨¢n tratando de romper ese ciclo.
Romper el ciclo
Guadalupe Maldonado, de 42 a?os, se?ala cada edificio mientras cuenta: ¡°1, 2, 3¡¡±. Se detiene, hace memoria y retoma el conteo de cu¨¢ntos departamentos desocupados hay en el lado de la calle donde vive. ¡°¡18, 19, 20¡¡±. Llega al n¨²mero 30, casi la mitad de las 66 viviendas que hay en esa parte del conjunto.
Maldonado es la representante vecinal de su calle y dice que desde hace un a?o se organizaron entre propietarios para impedir las invasiones. ¡°Cuando empezaban a quererse meter a las casas, nosotros salimos en esta calle¡±, dice orgullosa.
Es un protocolo que los vecinos de otras calles tambi¨¦n han implementado, lo que les implica estar en alerta permanente para identificar cuando alguien se acerca a la puerta de una vivienda vac¨ªa. As¨ª han conocido a due?os que mantienen desocupados sus inmuebles pero van a revisarlos.
Otros cuidan las viviendas vac¨ªas, como Ang¨¦lica Garc¨ªa, de 39 a?os, que resguarda dos casas que fueron vandalizadas y est¨¢n abandonadas. ¡°Si en dado momento llegan los due?os, pues ah¨ª est¨¢ su casa. Desvalijada, porque ya no tiene nada, pero ah¨ª est¨¢¡±, dice.
Los vecinos tambi¨¦n se han organizado para gestionar servicios como recolecci¨®n de basura, desazolve del drenaje y poda de ¨¢rboles. Son servicios p¨²blicos que los ayuntamientos brindan en cualquier colonia, pero el conjunto habitacional qued¨® en un limbo administrativo y los vecinos tuvieron que solicitarlos.
Enr¨ªquez, la presidenta del comit¨¦ vecinal, dice que el siguiente paso ser¨¢ poner seguridad a la entrada del fraccionamiento para evitar el ingreso de personas no identificadas. Adem¨¢s, buscaron al Infonavit para tratar de solucionar el problema de las viviendas invadidas, para que d¨¦ alternativas a quienes hoy las ocupan.
En esas tareas, hay un sentido de pertenencia, pues est¨¢n luchando por cuidar su patrimonio y vivir en el lugar que les prometieron. ¡°Al final uno plasma un sue?o antes de tener una casa y dice uno: ¡®yo quiero tener mi casa¡¯ y te ves en esa casa. Y s¨ª, tengo ahora mi casa y ese es un sue?o que he cumplido¡±, dice L¨®pez.