Solar mamas, las campesinas guatemaltecas que estudian ingenier¨ªa para llevar luz a sus comunidades
La organizaci¨®n Barefoot College International abre su primera escuela en Latinoam¨¦rica para formar a mujeres que instalar¨¢n paneles solares en un pa¨ªs con un 35% de pobreza energ¨¦tica
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En un rinc¨®n de Chajul, en el departamento de Quich¨¦, hay un internado ocupado hoy por 10 campesinas guatemaltecas que est¨¢n aprendiendo a crear paneles solares para llevar electricidad a sus comunidades. La mayor¨ªa no sabe ni leer ni escribir y viven en localidades dispersas y alejadas, incluso de la mano del Gobierno. Do?a Julieta Fernanda Tzoy, de 69 a?os, es la mayor de todas y memoriz¨® las vocales en el ¨²nico a?o escolar que curs¨® seis d¨¦cadas atr¨¢s. ¡°A, e, i¡¡±, presume t¨ªmida. Desde entonces, su trabajo ha sido cuidar a sus siete hijos y 30 nietos, en Exchimal, Huehuetenango. ¡°Pens¨¦ que yo era demasiado mayor para aprender¡±, cuenta por videollamada. Unos minutos m¨¢s tarde, soldar¨¢ el tablero de componentes que ir¨¢ dentro de las l¨¢mparas port¨¢tiles que est¨¢n aprendiendo a hacer. ¡°Quiero que donde yo vivo todos tengamos electricidad¡±, dice.
La iniciativa tuvo lugar a 16.000 kil¨®metros. La organizaci¨®n Barefoot College International naci¨® en la India para brindar una educaci¨®n diferente a las mujeres que solo conocieron el campo y la desigualdad. Desde Papua Nueva Guinea, hasta Zanz¨ªbar, ya son 3.500 solar mamas, mujeres formadas en ingenier¨ªa solar b¨¢sica en todo el globo en la ¨²ltima d¨¦cada. ¡°El n¨²mero es muy valioso por lo que implica que todo ese conocimiento llegue a esos lugares tan remotos, pero peque?o para los retos que tenemos delante¡±, explica Rodrigo Par¨ªs, CEO de Barefoot College International.
En un af¨¢n de expandir las experiencias -que en un inicio solo se impart¨ªan en el pa¨ªs asi¨¢tico- la entidad decidi¨® apostar por Latinoam¨¦rica. Guatemala, con una pobreza energ¨¦tica que ronda el 35% (un t¨¦rmino que se refiere a la incapacidad de sus habitantes de satisfacer las necesidades de energ¨ªa), y con una de las poblaciones ind¨ªgenas m¨¢s grandes del continente (41%), fue de los primeros candidatos. Ajustarse a las necesidades locales ha sido siempre la prioridad: ¡°Llevar a estas mujeres a la India ten¨ªa muchos beneficios, porque la mayor¨ªa no hab¨ªa salido de su pa¨ªs y era una experiencia muy enriquecedora¡±, cuenta Par¨ªs, quien es de origen colombiano, ¡°pero quer¨ªamos estar cerca de los entornos de estas mujeres, de sus religiones, de sus saberes, sus etnias¡¡±.
A Rosenda Francisca Garc¨ªa L¨®pez de Garc¨ªa, 33 a?os, la escuela le queda bien cerca, en el departamento vecino. Esta madre de cuatro hijos vive en la comunidad Cumbre La Botija, en Huehuetenango. Los 10 vatios del panel chiquitito que tiene en su casa apenas le alcanzan para cargar el celular. Mucho menos para alumbrar a sus peque?os en la noche, cuando vuelven de rajar le?a y quieren terminar las tareas. ¡°Pero al menos algo hace¡±, dice. Es el panel que compr¨® su marido, dos d¨ªas antes de fallecer, hace apenas 10 meses. ¡°?l estar¨ªa muy orgulloso de lo que estoy haciendo¡±, lamenta sin poder contener las l¨¢grimas.
En las comunidades rurales, pocos son los hombres que no miran el proyecto con algo de recelo. Muchos no entienden por qu¨¦ son las mujeres las responsables y no ellos. B¨¢rbara P¨¦rez, directora de programas, lo tiene claro: ¡°Nosotros creemos que si las mujeres tuvieran las mismas oportunidades que suelen tener los hombres, vivir¨ªamos en un mundo mejor. Solo tenemos que darles las herramientas¡±.
Los paneles solares que ayudan a fabricar en la organizaci¨®n, financiada por el Gobierno indio, entidades privadas y fundaciones filantr¨®picas como la de Bill y Melinda Gates, poco tienen que ver con los de do?a Rosenda. Son de 70 voltios y tienen una capacidad para cuatro focos que se pueden ubicar seg¨²n las necesidades de la aldea. Adem¨¢s, las campesinas aprenden a fabricar l¨¢mparas port¨¢tiles en las que tambi¨¦n se pueden recargar celulares y tienen una vida ¨²til de dos d¨¦cadas. Esta tecnolog¨ªa india viene acompa?ada de unos libros principalmente gr¨¢ficos, adaptados a sus alumnas, ya que la mayor¨ªa no sabe leer ni escribir.
¡°Las clases se imparten al ritmo de ellas y manteniendo los m¨¦todos de estudios indios¡±, narra Par¨ªs. Sin embargo, hay formadoras de lujo guatemaltecas. Juana Emelia de Le¨®n Marcos, de 27 a?os, fue alumna en la India, hace dos a?os y hoy es profesora remunerada en el centro. ¡°Yo entiendo que ellas a veces se desanimen, a m¨ª tambi¨¦n me pasaba¡±, cuenta por videollamada al referirse al proceso de aprendizaje. ¡°La educaci¨®n en este pa¨ªs es toda privada y acceder a esta formaci¨®n gratis es una suerte¡±, explica, ¡°yo les ayudo a entender lo que es m¨¢s complejo, traduzco algunas palabras en ingl¨¦s¡ y siempre les digo: ¡®Imaginen cuando ya tengan electricidad¡¯¡±.
Luz para no dejar de estudiar
Las estudiantes vienen de pueblos diferentes, pero con realidades muy similares. Sobre todo las sombras. En cinco de los 22 departamentos del pa¨ªs, los m¨¢s rurales y con mayor presencia ind¨ªgena, la cobertura el¨¦ctrica no supera el 20%. Y pese a los planes que anunci¨® el Gobierno para la vuelta a las aulas tras la pandemia, la estrategia qued¨® en papel mojado.
¡°En mi comunidad, el maestro viene dos veces a la semana¡±, cuenta do?a Rosenda. Juana coincide: ¡°Ya no tienen las horas completas, ven apenas dos o tres horas¡±. El miedo de todas es el mismo: que los ni?os dejen antes de tiempo la escuela. Las alt¨ªsimas tasas de deserci¨®n escolar en el pa¨ªs, que ronda el 51% en adolescentes y j¨®venes, seg¨²n Unicef, avivan el temor. ¡°Quiero que tengamos luz para que puedan hacer las tareas. Hoy en d¨ªa, uno necesita electricidad¡±.
Y pronto llegar¨¢ gracias a las manos de estas mujeres a las que la vida las ha hecho resilientes. P¨¦rez se emociona al pensar en c¨®mo unos paneles solares pueden ser una peque?a revoluci¨®n en todas las esferas. ¡°Sabemos que los retos son muchos, pero las ambiciones tambi¨¦n. Igual que las ganas y las capacidades de ellas¡±.