La literatura mapuche encuentra un hogar en Chile
La primera feria del libro mapuche sirvi¨® tambi¨¦n para hablar de los sue?os de un Wallmapu libre, es decir, de un pa¨ªs mapuche aut¨®nomo. Lo que en pol¨ªtica parece tab¨², en la literatura es un campo abierto para la imaginaci¨®n
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Adolfo Huinao ten¨ªa unos 5 a?os cuando su madre teji¨® una soga con algas marinas y se amarraron juntos a una roca en la playa, justo donde romp¨ªan las olas. Ese lugar peligroso les sirvi¨® de escondite cuando un grupo de extra?os lleg¨® a la isla donde viv¨ªan, en el sur del continente, para expulsarlos de sus tierras. Asesinaron al padre de Adolfo y a su hermano mayor, pero ¨¦l y su madre lograron salvarse huyendo en un bote. Tiempo despu¨¦s, desembarcaron en lo que les pareci¨® una isla m¨¢s grande, y se quedaron a vivir all¨ª. Adolfo aprendi¨® a hablar espa?ol y con el tiempo, m¨¢s o menos cuando ten¨ªa 12 a?os, supo que ese lugar al que hab¨ªa llegado se llamaba Chile.
Adolfo nunca supo qui¨¦nes eran aquellos hombres, pues jam¨¢s volvi¨® a su tierra. La poeta Graciela Huinao, su nieta, comparte esta historia, un jueves de fines de junio de 2023. Estamos en un sal¨®n del Centro Cultural Osorno, en la ciudad chilena hom¨®nima levantada en la F¨¹tawillimapu, como el pueblo mapuche-huilliche denomina a su territorio hist¨®rico. Es Chile y al mismo tiempo no lo es. Graciela hojea un libro en busca del poema Los gansos dicen adi¨®s, que escribi¨® en recuerdo de su abuelo, mientras una rueda de gente la sigue cautivada por el relato. La Primera Feria del Libro Mapuche-Huilliche ha reunido a artistas mapuche de diferentes regiones, y los salones est¨¢n llenos de recitales, talleres, conciertos y mucho fr¨ªo. Las estufas el¨¦ctricas, alrededor de las cuales nos cobijamos, le dan a las actividades un aire de reuni¨®n atemporal.
Graciela, que de ni?a disfrutaba escuchando a sus mayores en la cocina, y sentada en pellejos de oveja, dice que su abuelo Adolfo no era mapuche, como ella, sino de un pueblo ind¨ªgena de ¡°mucho m¨¢s al sur¡± del continente, quiz¨¢ kaw¨¦skar o chonos. Como ha ocurrido con los mapuche hasta muy avanzado el siglo XX, el abuelo y su gente tambi¨¦n fueron expulsados de sus territorios y empujados a vivir de manera forzosa en Chile. Graciela, de 67 a?os, debe tener la misma edad que su abuelo cuando este le cont¨® sobre su origen. Mientras lee, cuesta no cerrar los ojos para imaginar a esa ni?a asombrada ante los t¨²neles de la historia:
Anciano como eras
me alzaste del suelo
y de tu boca naci¨® la muerte
desembarcando en tu playa.
Tu padre y tu hermano
remaron al sacrificio.
(...)
Abuelo, hoy s¨¦
nunca fuiste Williche
tu origen Chono o Kawaskar
no subi¨® al bote
el d¨ªa que robaron tu tierra
y tu ra¨ªz.
Ahora entiendo
la pena de tus ojos.
De tu origen navegando
en el gran cementerio
del Pac¨ªfico Sur.
Despu¨¦s de los aplausos y un breve silencio, Graciela levanta la mirada del libro. ¡°A lo mejor yo no soy la poeta ¨Cdice con un tono reflexivo¨C: los verdaderos poetas y los verdaderos escritores son ellos, los abuelos y abuelas. Porque nosotros los mapuche conocemos la historia por lo oral. ?Y qui¨¦n nos transmiti¨® lo que sabemos? Fueron ellos¡±. Graciela ha terminado de escribir dos libros con los relatos que sus mayores le contaron de ni?a, y pronto se sumar¨¢n a los siete que ha publicado antes, entre poes¨ªa, cuento y novela. Las m¨¢s j¨®venes mencionan su nombre (junto a los de Elicura Chihuailaf, Leonel Lienlaf, Jaime Huen¨²n) al hablar de la generaci¨®n hist¨®rica que comenz¨® a publicar en el Chile de los ochenta y noventa resaltando su origen mapuche.
Esa actitud, tanto literaria como pol¨ªtica, iba en paralelo con la reorganizaci¨®n de los movimientos mapuche de resistencia, y a la vez expresaba la identidad de una literatura no solo vigente sino muy antigua. ¡°Dicen que fui la primera mujer en este pa¨ªs de un pueblo originario que public¨® un poema, un libro, una novela¡±, dice ahora con la perspectiva que da el tiempo. ¡°Yo les digo: no soy la primera. Soy la primera escritora que se atrevi¨® a decir que era mapuche. Ah¨ª tenemos a la Violeta Parra, a la misma Gabriela Mistral. Uno las ve y son rostros originarios. Pero en la ¨¦poca en que ellas vivieron era tan terrible ser de pueblo originario que si hubieran dicho que lo eran nadie habr¨ªa comprado sus discos y libros. La discriminaci¨®n era tan grande¡±, reflexiona. En el bosque del ¡°mestizaje¡± latinoamericano, muchos somos ¨¢rboles voluntaria o involuntariamente mutilados de nuestros troncos y ra¨ªces ind¨ªgenas.
La feria de las grandes preguntas
La feria se inaugura en un auditorio de paredes muy altas propicio para acoger grandes preguntas. ?Qu¨¦ es la literatura mapuche? ?Cu¨¢l es su historia, su lugar, su futuro? El poeta e historiador Bernardo Colip¨¢n, que ha sido invitado a dar unas palabras, habla con los ademanes hipn¨®ticos de un profesor a quien provoca mirar tanto como escuchar. ¡°La literatura mapuche, como actividad oral, existe desde mucho antes de la colonizaci¨®n¡±, dice ante una audiencia repleta de colegas, autoridades y estudiantes de escuela, entre mapuches y chilenos. Mucho de lo que se dice desaf¨ªa la historia del Estado nacional homog¨¦neo; esa forma de relato nacional que, en cualquier parte del continente, te convence de que los pueblos que exist¨ªan antes de la colonizaci¨®n desaparecieron, se disolvieron en el mestizaje o van camino a extinguirse y en buena hora.
En Chile, esa sensaci¨®n de destino permiti¨® que las ¨¦lites criollas ejercieran contra los pueblos ind¨ªgenas violencias comparables e incluso peores a las que se atribuye a la colonia. Los mapuche-williche, que lograron resistir a los ej¨¦rcitos espa?oles casi hasta el filo del siglo XIX, fueron finalmente incorporados al Chile republicano durante cruentas campa?as militares de ¡°pacificaci¨®n¡±. No solo perdieron territorios y los sobrevivientes fueron empujados a emigrar, sino que sus ni?os fueron capturados en escuelas-misiones donde se los ¡°chilenizaba¡± a la fuerza.
La literatura mapuche ¡ªdice Colip¨¢n¡ª se orienta en buena parte a la memoria de lo que su pueblo ha vivido y vive. Por eso, la escritura no comienza en las ¨²ltimas d¨¦cadas, sino que fue usada activamente por los lonkos (caciques) que escrib¨ªan cartas y memoriales para denunciar los despojos y violencias que ocurr¨ªan en sus territorios. ¡°En esas cartas¡±, dice el historiador, ¡°se realizaba una po¨¦tica de la memoria importante¡±. El peso de esa memoria es de tal magnitud que, en 2017, la entonces presidenta Michelle Bachelet pidi¨® perd¨®n ¡°por los errores y horrores que ha cometido o tolerado el Estado en nuestra relaci¨®n con ellos [los mapuche] y sus comunidades¡±. El t¨¦rmino ¡®horrores¡¯ parece un eufemismo, pero el significado est¨¢ escrito de manera muy profunda en la geograf¨ªa. Hoy la ciudad de Osorno, en el centro del territorio mapuche-huilliche, est¨¢ rodeada de inmensos campos industriales de pino y eucalipto que han vuelto las tierras inservibles para la agricultura y siguen expulsando a las familias a ciudades como Santiago o Valpara¨ªso.
Muchas familias regresan e intentan recuperar sus tierras. Otras veces, los hijos crecen en la di¨¢spora, en barrios ¡°marginales¡±, chabolas o pueblos j¨®venes, y desde all¨ª construyen nuevas formas de mapuchidad. Bernardo saluda a esos pe?is (amigos) que llegan desde diferentes partes. ¡°Esta po¨¦tica transita por todos los territorios del Wallmapu con ustedes, que en alg¨²n momento nacieron en un territorio, pero se han movido de su lof (comunidad) ¡°. All¨ª est¨¢ el poeta David Ani?ir, que se cri¨® en Santiago, y en su poes¨ªa habla de un mapuche urbano, un Mapurbe, y que escucha la inauguraci¨®n desde un viejo sof¨¢, en el fondo de la sala, al que ¨¦l llama la zona VIP. Tambi¨¦n est¨¢ la escritora Daniela Catrileo que, junto a Ange Cayum¨¢n, edita la revista biling¨¹e Traytrayko, dise?ada especialmente con letras grandes para ser le¨ªda por personas mayores y para quienes viajan en autobuses interprovinciales. ¡°Hay una mapuchizaci¨®n de Santiago¡±, dijo Catrileo en una entrevista tras publicar su maravilloso libro de cuentos Pi?¨¦n. En ese desaf¨ªo tambi¨¦n hay una invitaci¨®n a mirar la capital de Chile con otros ojos.
M¨¢s tarde, en el mismo auditorio, se presenta el libro Wajmapu Wixal, una antolog¨ªa de poetas mapuche de diferentes regiones. La mesa de autores se enfrenta a un auditorio repleto de estudiantes de las escuelas locales, y al desaf¨ªo de lograr que la poes¨ªa sea m¨¢s atractiva que el contenido de los celulares. La poeta y narradora Daniela Catrileo, que ha viajado desde Valpara¨ªso, toma la palabra: ¡°Voy a leer un poema que tiene un imaginario de mujeres que luchan, mujeres que no tienen un pueblo espec¨ªfico, un gran pueblo ind¨ªgena que lucha contra los invasores. Y est¨¢ contado en la voz de una guerrera. As¨ª que cuando yo lea esto tienen que imaginarse a una guerrera antigua¡±.
N i ? a s p u m a
N i ? a s c i e r v o
bailando lo que resta de vida
En este amasijo de tierra
?qu¨¦ m¨¢s se puede hacer?
Nadie quiere aceptar el final
Ma?ana volveremos a las ofrendas
Y yo dir¨¦:
este es mi cuerpo
esta es mi sangre
esta es mi promesa para ustedes
Voy a torcer cuellos enemigos
patear cr¨¢neos
honrar la ficci¨®n indecible
que no podremos escribir
Antes de ver sus cabezas apiladas en el campo
me ir¨¦ a reventar yanaconas
Esa ser¨¢ mi ¨²ltima fiesta
Cierro los ojos e imagino una canci¨®n, pero lo que realmente me intriga es saber qu¨¦ ocurre en la cabeza de los estudiantes. Hablan entre s¨ª, comentan en voz bajita con las maestras, se r¨ªen ante el sonido de ciertas palabras. ?Es una contradicci¨®n que, siendo mapuche, muchas de las autoras y autores no escriban en mapudung¨²n sino en espa?ol? Las personas ind¨ªgenas suelen estar sometidas a un control estricto sobre c¨®mo hablan y lucen, y hay quienes esperan que cumplan con estereotipos de pureza que no se les exige a las personas blancas o mestizas.
Seg¨²n un diario local, un grupo de activistas contrarios a la restituci¨®n de tierras llamado ¡°Mujeres por la Paz de la Araucan¨ªa¡± le ha exigido a la Comisi¨®n por la Paz y el Entendimiento que someta a ¡°tests gen¨¦ticos¡± a los habitantes de su regi¨®n para saber qui¨¦nes son mapuche y qui¨¦nes no. Las personas blancas no tienen que demostrar gen¨¦ticamente que lo son para obtener derechos. ¡°No solo nos arrebataron la tierra sino el idioma¡±, me dir¨¢ en otro momento el poeta David Ani?ir. ¡°?Qui¨¦n me puede decir ahora en qu¨¦ idioma debo o no debo escribir?¡±. Ani?ir, hijo de padres que emigraron a Santiago de Chile, escribi¨® un libro ya m¨ªtico sobre el conflicto de ser mapuche y crecer fuera del territorio. Lo titul¨® Mapurbe, y ahora es el sobrenombre que le achacan sus colegas: ¡°Mapurbe, tu turno¡±. Ani?ir toma el micr¨®fono, mira a la audiencia: ¡°Soy de Santiago¡±, dice. ¡°Me pregunto qu¨¦ hago ac¨¢. Y tiene mucho sentido porque mi madre es de ac¨¢, de la zona. Seguro es algo que quiz¨¢ est¨¢n aprendiendo ustedes. Hay un conflicto que lamentablemente goza de buena salud¡±.
Somos mapuche de hormig¨®n
Debajo del asfalto duerme nuestra madre
Explotada por un cabr¨®n.
Nacimos en la mierdopolis por culpa del buitre cantor
Nacimos en panader¨ªas para que nos coma la maldici¨®n
Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriantes y ambulantes
Somos de los que quedamos en pocas partes
El mercado de la mano de obra
Obra nuestras vidas
Y nos cobra
Madre, vieja mapuche, exiliada de la historia
Hija de mi pueblo amable
Desde el sur llegaste a parirnos
Un circuito el¨¦ctrico raj¨® tu vientre
Y as¨ª nacimos grit¨¢ndoles a los miserables
MARRI CHI WEU!!!! MARRI CHI WEU!!!! MARRI CHI WEU!!!!
En lenguaje lactante.
?Preguntas? Despu¨¦s del cl¨¢sico silencio, murmullos t¨ªmidos recorren la sala y entonces se levanta una primera mano valiente: ¡°?A qu¨¦ se refer¨ªa con Marri chi weu?¡± La tensi¨®n se disipa entre risas. ¡°Marri chi weu viene de nuestros antepasados¡±, responde Ani?ir. ¡°Significa que si uno cae, en el contexto de resistencia, otros diez se levantan¡±. Y enseguida a?ade: ¡°Pero tambi¨¦n lo entiendo como que, cuando nacemos, y el doctor te da una palmada en el potito, en vez de llorar ¡®?Waaa!¡¯, los mapuche dicen ¡®marri chi weu¡¯¡±.
Las carcajadas dan rienda suelta a la valent¨ªa y al bombardeo de preguntas. ¡°?C¨®mo aprendieron a hablar mapudung¨²n?¡± ¡°?Quiero saber si entre los mapuche existe la magia?¡± ¡°?C¨®mo se llamaba la bandera que usaban los mapuches antes?¡± Las respuestas se suceden con fluidez hasta que llega una bastante grande que recuerda que ya casi es la hora del almuerzo. ¡°?Pronto habr¨¢ un perd¨®n al winka? Siempre he tenido esa duda¡±, pregunta un ni?o. Winka es una palabra usada para nombrar a los chilenos, y en la pregunta reverbera el pedido de perd¨®n de Bachelet.
Ahora el silencio recorre la mesa de los presentadores. ¡°A preguntas muy complejas, respuestas d¨¦biles, pero con conciencia¡±, dice Bernardo Colip¨¢n, recogiendo el micr¨®fono. ¡°El pueblo mapuche es un pueblo de paz. A la vez, el territorio siempre ha estado en proceso de resistencia para defender el lugar donde sembraron la placenta de nuestras abuelas¡±. El rostro de algunos ni?os es de interrogaci¨®n. ¡°Ustedes saben. Cuando nac¨ªa un ni?o o ni?a, se sembraba la placenta en la casa. Por eso, nadie va a querer que alguien externo entre a la fuerza a quitarte la tierra donde est¨¢ plantada la placenta de tu mam¨¢, de tu hermano, de tu abuelo. Por eso, la resistencia que hay en el territorio no va a terminar¡±.
¡°?Qu¨¦ es para usted Wallmapu libre?¡±, se lee en un peque?o papel que los participantes en el taller de la poeta y artista K¨¹tral Vargas Huaiquimilla deber¨¢n completar al final de un peque?o ejercicio. K¨¹tral los separa en dos grupos y a cada uno les entrega un pedazo de tela de camuflaje militar, apenas m¨¢s peque?a que un mantel, que oculta otra capa de tela. Usando los dedos para deshacer o romper las costuras, la tarea consiste en descubrir qu¨¦ esconde ese lienzo militar. El reto es divertido y a la vez desesperante y a ratos provoca usar la fuerza y los dientes, hasta que descubres que es m¨¢s eficiente retirar los hilos uno a uno, con paciencia.
En el trabajo de K¨¹tral, que tambi¨¦n es modelo, investigadora de moda y performer, la imaginaci¨®n y la escritura pueden estar unidas de forma org¨¢nica al propio cuerpo. A mediados de 2017, en un evento en vivo, se tatu¨® decenas de heridas de bala en la espalda, como aquellas que los noticieros muestran en los cuerpos de quienes protestan para recuperar los territorios y son repelidas por polic¨ªas y militares. Muchas veces, los activistas son procesados como terroristas, t¨¦rmino legal que el sistema usa para reducirlos y apresarlos. ?Qu¨¦ es para ti un Wallmapu libre?, le pregunto a K¨¹tral, unos d¨ªas despu¨¦s, cuando la feria ha concluido. ¡°Siento que para quienes saben qu¨¦ es Wallmapu, es una especie de sue?o colectivo, pensar un territorio sin militarizaci¨®n¡±, me escribe de vuelta. ¡°Como un sue?o, es fr¨¢gil y es necesario de un cuidado¡±. Palabras como libertad, autonom¨ªa y hasta soberan¨ªa son, en efecto, un lenguaje delicado. El Wallmapu puede imaginarse m¨¢s all¨¢ de Chile, pero Chile no puede imaginarse sin el Wallmapu.
En la sala, los participantes del taller logramos finalmente retirar la tela militar. Debajo de ella, aparece la bandera mapuche de tres franjas o wenufoye, la misma que circul¨® por todo el mundo, cuando flameaba en la plaza Baquedano, coraz¨®n de Santiago, en una de las fotos m¨¢s ic¨®nicas del estallido social.
A diferencia de otras ferias de libro que se concentran obsesivamente en la venta, la Primera Feria del Libro Mapuche-Williche parece enfocada en la lectura y la conversaci¨®n. Todos los autores invitados pasan el d¨ªa en los salones y pasillos hablando con la gente, o participan en las actividades y hacen preguntas o debaten abiertamente. La feria se siente como un gran esfuerzo colectivo, familiar, m¨¢s que una actividad dise?ada para el brillo individual de quienes venden m¨¢s.
¡°La feria fue un sue?o que comenzamos a tejer mucho antes de la pandemia¡±, me dice Roxana Miranda Rupailaf cuando la intercepto al vuelo para que me firme su ¨²ltimo libro, Kewakafe, un di¨¢logo entre el boxeo, el erotismo y la escritura, que empieza con estos golpes:
Escribir es como golpear
Cuando escribo ¨Cpor ejemplo¨C
imagino que golpeo aguas, rocas
la sed de tu garganta. (...)
Hay en mis pu?os
la potencia, el hambre
de mover una monta?a
trisar el cielo de palabras
Rupailaf es una de las organizadoras de la feria junto al gestor cultural Fabi¨¢n Yefe y la directora de la Corporaci¨®n Cultural Osorno, Rosana Fa¨²ndez. ¡°El sue?o se fue posponiendo y posponiendo por falta de recursos, hasta que finalmente aparecieron los recursos y ya no hab¨ªa m¨¢s razones para posponerla¡±, me dice. Aunque ha tenido poca cobertura en los medios, esta feria es un gran hito literario, en la l¨ªnea del reconocimiento del escritor Elicura Chihuailaf con el Premio Nacional de Literatura 2020. El impacto se ir¨¢ notando en el tiempo, pues el plan es que la feria crezca cada a?o. Los organizadores esperan que en el futuro los autores puedan visitar los colegios. Tambi¨¦n quisieran convocar a escritores mapuche del lado argentino y a participantes de otros pueblos originarios. ?Podr¨ªa ser la gran feria de literaturas ind¨ªgenas de la regi¨®n?
Rupailaf firma mi libro y se sumerge en las coordinaciones. Al lado de la fecha, ha escrito la palabra Chaurakawin, el nombre mapuche del lugar donde nos encontramos y que los espa?oles ocuparon en 1558 llam¨¢ndolo Osorno. Como los territorios del continente fueron primero territorios ind¨ªgenas, habitamos espacios vivos de escritura, reescritura, borramiento y olvido, pero tambi¨¦n de memoria y disputa. Escribo eso en mi cuaderno el d¨ªa final de la feria, mientras el historiador y poeta Bernardo Colip¨¢n gu¨ªa a un grupo de participantes por algunos sitios hist¨®ricos de Chaurakawin. Una colina muestra la ciudad, sus calles, sus edificios, sus ruidos. Bernardo nos invita a viajar a 1601. Cinco mil soldados mapuche vigilan la ciudad desde esa distancia. Eventualmente descienden, recuperan su territorio y logran expulsar a los colonizadores durante los pr¨®ximos dos siglos. ¡°?No fue esa la primera independencia en el continente?¡±, pregunta Colip¨¢n. ¡°?Por qu¨¦ creen que no se conoce as¨ª?¡±
La respuesta parece habitar en el Fuerte Reina Luisa, un peque?o museo de la ciudad a orillas del r¨ªo, que cuenta la historia de Osorno a trav¨¦s de cuadros y maquetas de hitos hist¨®ricos. 1558, los espa?oles fundan la ciudad; 1604, asalto y destrucci¨®n; 1793: tratado entre huilliches y espa?oles; 1796, se refunda Osorno, reconstrucci¨®n y poblaci¨®n; 1820, se expulsan a los realistas; 1846, se inicia la inmigraci¨®n europea, colonizaci¨®n alemana. Los mapuche solo aparecen en la firma de la derrota y como sirvientes. ?D¨®nde est¨¢ su historia? ?Su resistencia?
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, de regreso en Santiago, recorro librer¨ªas con una perplejidad parecida. Hay mesas especiales sobre Literatura chilena, donde resaltan las novedades chilenas, pero no hay en ellas las novedades de autores o autoras mapuche. Tampoco suele haber en las librer¨ªas mesas de exhibici¨®n de Literaturas ind¨ªgenas, y los libros hay que buscarlos en los anaqueles o pedir que los busquen. La primera impresi¨®n es que se trata de un borramiento voluntario, como ocurre con la historia el caso del museo de Osorno, o acaso de una forma de discriminaci¨®n que puede mejorarse con inclusi¨®n. Sin embargo, parece m¨¢s bien la proyecci¨®n en la escena literaria de un problema pol¨ªtico mayor.