El pueblo argentino que emergi¨® tras 45 a?os bajo el agua por la sequ¨ªa
La bajante de la laguna salada de Mar Chiquita, en C¨®rdoba, deja al descubierto la vieja localidad de Miramar, que fue arrasada por las aguas en la d¨¦cada de 1970
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Lidia Castellino ten¨ªa solo 15 a?os cuando el agua acorral¨® su casa. Recuerda c¨®mo iba avanzando muy lentamente ante la impotencia de su familia que resisti¨® todo lo que pudo, hasta diciembre de 1977. Entonces, se dieron por vencidos por la creciente hist¨®rica de Mar Chiquita, que sumergi¨® al 60% de la localidad cordobesa de Miramar, en Argentina, el ¨²nico pueblo ribere?o de esta laguna salada a la que todos llaman mar.
¡°Era imposible seguir all¨ª¡±, recuerda Castellino, que hoy tiene 60 a?os. ¡°Siempre tuvimos la ilusi¨®n de regresar. Hasta que el agua tap¨® totalmente la casa y no volvimos m¨¢s¡±, relata.
Mar Chiquita es una cuenca endorreica sin salida al mar que recibe agua de tres r¨ªos y s¨®lo se escurre por evaporaci¨®n. La laguna, tambi¨¦n conocida como Mar de Ansenuza, sube y baja siguiendo el ritmo del cambio clim¨¢tico. Hoy est¨¢ en uno de sus puntos m¨¢s bajos por la falta de lluvias y el desv¨ªo de agua del r¨ªo Dulce, su principal afluente, para riego.
Tiene una superficie sorprendente: la Ciudad Aut¨®noma de Buenos Aires entra diez veces en su cuenca (25 veces cuando est¨¢ al nivel m¨¢ximo). Es la laguna salada m¨¢s grande de Sudam¨¦rica y la quinta en el mundo, con una enorme concentraci¨®n de sal ¡ª82 gramos por litro, tres veces m¨¢s que el oc¨¦ano¡ª y otros minerales que le otorgan al agua y al fango propiedades terap¨¦uticas similares a las del Mar Muerto.
Esas caracter¨ªsticas dieron origen a Miramar a fines del siglo XIX cuando los inmigrantes europeos se asentaron en la cuenca de la laguna en un per¨ªodo de sequ¨ªa.
Una bajante hist¨®rica
La bajante comenz¨® en 2017. Hoy est¨¢ seis metros por debajo de su cota m¨¢xima, lo que explica la reaparici¨®n del pueblo hundido hace 45 a?os. El bi¨®logo Enrique Bucher, profesor em¨¦rito de la Universidad Nacional de C¨®rdoba, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cient¨ªficas y T¨¦cnicas (Conicet) y director del equipo que elabora el plan de manejo del Parque Nacional Ansenuza, explica que este fen¨®meno ocurre por dos factores: la ca¨ªda marcada de lluvias en toda la regi¨®n, asociada a los cambios clim¨¢ticos recientes, y la extracci¨®n cada vez m¨¢s intensa del agua para riego en la cuenca superior del r¨ªo Dulce, al norte de la laguna, un elemento que, dice, ¡°no est¨¢ muy claro en la conciencia local¡±.
¡°Mar Chiquita est¨¢ seriamente amenazada independientemente de cambios clim¨¢ticos por esta extracci¨®n para riego sumamente importante, que se est¨¢ acrecentando¡±, sostiene. En este momento, explica, hay una empresa china desarrollando canales de irrigaci¨®n para varias decenas de miles de hect¨¢reas. ¡°Son dos factores claves que afectan el nivel. Uno percibido por la sociedad y otro, no¡±, insiste.
Mat¨ªas Michelutti, miembro del Grupo de Conservaci¨®n del Flamenco Alto Andino (GCFA) y gu¨ªa de turismo, explica que hoy la laguna ronda las 300.000 hect¨¢reas, unos 50 kil¨®metros por 90 kil¨®metros. Su tama?o con todo el caudal es de 100 kil¨®metros por 90 de este a oeste, unas 600.000 hect¨¢reas. ¡°En 2003 lleg¨® a un mill¨®n de hect¨¢reas¡±, puntualiza Michelutti.
La laguna se encuentra protegida por el flamante Parque Nacional Ansenuza. Son 661.416 hect¨¢reas que, junto a los Ba?ados del R¨ªo Dulce, conforman un enorme humedal fundamental para la conservaci¨®n de la biodiversidad.
Alberga el 66% de todas las aves migratorias y playeras registradas en la Argentina; es h¨¢bitat de 350 especies y el para¨ªso de los flamencos australes. El ¨²ltimo censo realizado en 2022 por el GCFA arroj¨® la presencia de 350.000 ejemplares en la laguna y alrededores. Desde 2007, la poblaci¨®n no dej¨® de crecer. ¡°Es el sitio con mayor concentraci¨®n de flamencos de Am¨¦rica¡±, explica Michelutti.
La inundaci¨®n
La familia de Juan Bergia, de 74 a?os, perdi¨® su casa y un emprendimiento en las inundaciones. ¡°La laguna nos comi¨® m¨¢s de 100 metros del Camping Los Sanavirones. Hicimos de todo para pararla y un d¨ªa le dije a mi hermano: ¡®Basta, no le podemos pelear m¨¢s¡¯¡±, cuenta.
Bergia recorre el viejo pueblo donde se encontraba el 90% de la infraestructura tur¨ªstica que se trag¨® el agua y dice que no le tiene rencor, a tal punto que espera que sus cenizas vayan al ¡°mar¡± al morir. La laguna se llev¨® 37 manzanas con sus 102 hoteles y hoster¨ªas, 198 casas, 65 negocios, el complejo termal, el casino y el anfiteatro de 480 butacas y 120 mesas, pero ninguna vida.
¡°?Cu¨¢l es la sensaci¨®n de ver esto? Nada, aprend¨ª a no quejarme de las cosas. Atravesamos situaciones econ¨®micas muy buenas y muy malas. La vida ha sido generosa en parte conmigo y en parte no¡±, asegura. Y aunque dice que tuvo oportunidades par irse a trabajar al sur argentino e incluso a Roma, dice que opt¨® por quedarse en el pueblo. Es uno de los 1.600 habitantes que no se march¨®. Pero la mayor¨ªa se fueron. La inundaci¨®n provoc¨® un ¨¦xodo del 70% de los pobladores que hab¨ªa antes de la inundaci¨®n. ¡°Nos quedamos sin turismo por 30 a?os¡±, explica Daniel Fontana, de 61 a?os, hoy due?o del Hotel Miramar. El hombre se dedicaba a la peleter¨ªa hasta que la ¨²ltima inundaci¨®n del 2003 arras¨® con su f¨¢brica.
En la d¨¦cada de 1970 y 1980, Miramar tambi¨¦n era la meca de las pieles de coipos o falsas nutrias que se exportaban a Rusia. Egidio Le¨®n, due?o de uno de los dos criaderos que quedan, recuerda que hab¨ªa 200 peleter¨ªas y cinco curtiembres.
La ilusi¨®n de regresar
Mirta Bianciotti termin¨® de construir su casa en la planta alta de su negocio en diciembre de 1977, pero en marzo ten¨ªa 70 cent¨ªmetros de agua. ¡°Sal¨ªamos por los techos y mi cu?ado buscaba a los chicos para ir a la escuela en piragua¡±, cuenta.
Al igual que la mayor¨ªa, Bianciotti pens¨® que el agua bajar¨ªa pronto. ¡°Dec¨ªamos: ¡®Ac¨¢ no va a llegar¡¯, pero lleg¨® y pas¨® dos o tres cuadras m¨¢s. Es terrible, sent¨ªs un dolor ac¨¢ como cuando le pasa algo a tu mam¨¢¡±, dice se?al¨¢ndose el pecho. ¡°Hemos vivido tiempos muy duros¡±. Ella tambi¨¦n se qued¨® en el pueblo y no se arrepiente. En los a?os 90, comenz¨® a construir alojamientos para turistas pensando en el resurgimiento de Miramar.
Daniel Fontana recuerda con tristeza a la gente grande que se qued¨® sin nada. ¡°Muchos partieron de este mundo con grandes penas¡±, lamenta. Aunque cree que la laguna ¡°siempre da y siempre quita¡±, deja m¨¢s de lo que se lleva. Y como ejemplo, dice, que cuando la laguna creci¨® y se diluy¨® la concentraci¨®n de la sal, volvi¨® el pejerrey.
Lo que aqu¨ª llaman mar marca el comp¨¢s de la vida en esta tierra. ¡°Yo lo he visto llorar a mi pap¨¢ y recuerdo mucho su tristeza cuando perdimos todo, pero nos inculc¨® la esperanza. ?Qu¨¦ le ¨ªbamos a decir a la laguna? Entonces, ahora nos tendr¨ªamos que enojar con ella porque se est¨¢ retirando¡±, dice Castellino.
La implosi¨®n
La ciudad sumergida fue demolida el 15 de septiembre de 1992 por cuestiones de seguridad y con ello se derrib¨® tambi¨¦n ese pasado triste. Ahora, con la sequ¨ªa, aquel Miramar que desapareci¨® durante d¨¦cadas ha resurgido como monta?as de escombros. El Ej¨¦rcito se encarg¨® de implosionar toda la infraestructura bajo las aguas. La iglesia Virgen del Valle tambi¨¦n se demoli¨® y fue el cura de entonces el encargado de activar el detonador.
La historiadora Mariana Zapata considera que la demolici¨®n fue dolorosa pero necesaria para el resurgimiento del pueblo. ¡°Era levantarse y ver la historia de vida de cada uno debajo del agua, un esqueleto emergiendo de la laguna¡±, se?ala. Pero con cada detonaci¨®n, para los vecinos era inevitable pensar en las familias que viv¨ªan en esas casas.
Mirta Bianchiotti vio cuando estall¨® su casa. ¡°El coraz¨®n se te aprieta, no sab¨¦s qu¨¦ hacer. Aunque yo estaba conforme con las detonaciones porque esas casas hundidas daban un aspecto muy triste, nos tapaban la vista del mar y las puestas de sol que son impresionantes¡±, se?ala. ¡°No hab¨ªa nada que hacer¡±, concuerda Bergia. Para ¨¦l, hab¨ªa que cerrar ese cap¨ªtulo.
A Gerardo Cuello, un vecino de 56 a?os que durante la inundaci¨®n del 77 ten¨ªa solo 11, caminar por las ruinas le da nostalgia. ¡°Refresca cosas que hab¨ªan pasado al olvido¡±, dice. La ¨²ltima vez que las visit¨® fue a buscar la cancha de bochas de su infancia. No encontr¨® rastros. ¡°Todo es recuerdo¡±, asegura.
Cuando Lidia Castellino observa su antigua vivienda sobre la calle Alberdi hecha a?icos, la envuelve cierta melancol¨ªa. Cuando emergi¨® descubri¨® el color de su habitaci¨®n, y la casa le pareci¨® m¨¢s peque?a de lo que recordaba. ¡°Ahora que se ha retirado el agua, es volver a vivir eso con nostalgia y recuerdos¡±, asegura.
La demolici¨®n signific¨® de alg¨²n modo el punto de largada para el renacimiento. Pero en 2003 se volvi¨® a inundar, con mayor volumen de agua, pero menos da?os. Se perdieron un centenar de viviendas y se fij¨® la cota m¨¢xima de la laguna para ordenar la edificaci¨®n y evitar nuevos desastres.
En esa ocasi¨®n, el agua tambi¨¦n cubri¨® los s¨®tanos del monumental Gran Hotel Viena (hoy museo), que qued¨® como testigo de otros tiempos. La gu¨ªa del museo Patricia Zapata explica que fue construido por una familia alemana-austr¨ªaca entre 1940 y 1945 y que habr¨ªa servido como refugio de jerarcas nazis despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Hoy Miramar ha vuelto a ser una ciudad tur¨ªstica con 219 hoteles y alojamientos de diferentes categor¨ªas y 1.800 plazas en campings. Recibe m¨¢s de 10.000 visitantes en el verano.