Una ge¨®grafa chilena mapea los bosques de algas que impactaron a Darwin en el Atl¨¢ntico sur
Alejandra Mora hizo el primer mapa de la especie Macrocystis pyrifera, asfixiada en buena parte del mundo por el cambio clim¨¢tico. ¡°Patagonia se destaca por ser particularmente saludable¡±, asegura
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A Alejandra Mora siempre le gust¨® contemplar los bosques de algas pardas desde Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Pero no fue hasta 2015, leyendo los diarios de viaje de Charles Darwin a bordo del Beagle, que acab¨® de entender lo que le fascinaban de ellas. En su periplo por Tierra del Fuego, el gran naturalista ingl¨¦s observ¨® un alga gigante denominada Macrocystis pyrifera que, seg¨²n escribi¨® en junio de 1834, ¡°por su importancia¡±, merec¨ªa ser descrita de un modo especial. Dijo que brotaba de las rocas tanto en costas abiertas como en canales e incluso la compar¨® con las inmensas selvas tropicales terrestres. ¡°Si por cualquier cataclismo se destruyera la vegetaci¨®n forestal de cualquier pa¨ªs, no creo que perecieran tantas especies de animales como con la destrucci¨®n de esta alga¡±, a?adi¨®.
Aquel fue el gran puntapi¨¦ para que la ge¨®grafa chilena se decidiera a hacer su doctorado para mapear estos bosques a trav¨¦s de im¨¢genes satelitales y ¡°corroborar si est¨¢n en los lugares que menciona Darwin, y qu¨¦ ha pasado en estos ¨²ltimos siglos¡±, explic¨®. En sus escritos, el naturalista identificaba la especie como ¡°huiro¡± o ¡°kelp gigante¡±.
Fascinada por esos diarios de viaje, la chilena revis¨® art¨ªculos cient¨ªficos y se propuso hacer un ambicioso mapa para expandir el conocimiento actual de la biodiversidad de Chile. Siguiendo los pasos del naturalista, contact¨® con la Universidad de Cambridge. Y aunque no obtuvo respuesta, consigui¨® que becaran su estudio en Oxford: ¡°Toda las cosas se han dado bac¨¢n desde entonces¡±, asegura esta mujer de 41 a?os, que public¨® su trabajo en la revista Remot Sensing, y quiere en alg¨²n momento actualizarlo.
Para armar el mapa, recurri¨® a la detecci¨®n satelital, im¨¢genes de dron y tecnolog¨ªa de Google Earth Engine. Pero se dio cuenta de que, para poder hacer bien la investigaci¨®n, tendr¨ªa que aprender a bucear. Tom¨® clases y se uni¨® al bi¨®logo marino Mauricio Palacios, quien le propuso acompa?arla en su pr¨®xima expedici¨®n a bosques de algas en el Estrecho de Magallanes. Mientras ¨¦l indagaba la ecofisiolog¨ªa del ecosistema, ella mapeaba su extensi¨®n. Las primeras inmersiones no fueron tan sencillas como imagin¨®, pero pens¨® que eso tambi¨¦n formaba parte de ¡°meterse en un ambiente completamente alien¨ªgena¡±, diferente a lo que uno normalmente hace.
Catedrales submarinas
Mora quer¨ªa entender esos paisajes submarinos a toda costa. Sumergida en el Estrecho de Magallanes, en la Isla Magdalena, en Ays¨¦n, en Niebla ¡ªcerca de Valdivia¡ª, o en Malvinas, notaba sus particulares caracter¨ªsticas. ¡°Los bosques no son todos homog¨¦neos, es como meterse en distintos barrios, ves la composici¨®n de las especies, las caracter¨ªsticas de la frondas, la visibilidad, el tipo de agua o roca¡±, detalla.
En esas inmersiones tambi¨¦n se dio cuenta de que la misma alga presenta adaptaciones morfol¨®gicas ajustadas a la costa donde reside. Puede encontrarse en zonas muy expuestas y golpeadas por el oleaje, pero tambi¨¦n ha colonizado fiordos que reciben agua dulce del glaciar. A veces se ancla a los roquer¨ªos para descender a profundidades superiores a los 60 metros, mientras que otras aparecen y desaparecen al ritmo de las mareas.
Por dentro, son como ¡°catedrales del mar¡± que canalizan las embestidas oce¨¢nicas, explica Mora. Toda la energ¨ªa se bifurca en millones de direcciones. Y mientras que por fuera puede ser muy turbulento, en el interior, ¡°hay espacios muy pac¨ªficos, calmos, de algas danzantes¡±, cuenta. ¡°Las frondas se mueven con una corriente suave, desliz¨¢ndose de un lado a otro; el ronronear de las aguas entremedio¡±, describe.
Las largas hojas son color ocre o pardo y cambian de color cuando entra la luz del sol. All¨¢ en el fondo, las rocas suelen cubrirse de algas verdes y otras rojas ¡ªconocidas como gigartinas¡ª, que absorben los ¨²ltimos ¡°rayitos del sol¡± como ¡°una especie de jard¨ªn¡±. Prosperan esponjas que captan ¡°todo este material org¨¢nico¡±, adem¨¢s de erizos, estrellas de mar y muchos invertebrados en general.
Mora mape¨® el alga en todo el hemisferio sur y, mediante tecnolog¨ªa, lo extrapol¨® hasta obtener toda la distribuci¨®n global de M. pyrifera en su extensi¨®n conocida. Desde Cabo de Hornos, en el extremo sur de Chile, por el Pac¨ªfico, hasta Alaska, adem¨¢s de las islas y costas subant¨¢rticas de Sud¨¢frica, el sur de Australia, Tasmania y Nueva Zelanda. ¡°Es una sola especie y est¨¢ muy extendida en el planeta¡±, recalca.
Bosques bajo amenaza
Aquellos bosques marinos aludidos por Darwin fueron dibujados con precisi¨®n por el comandante Robert FitzRoy y cart¨®grafo Pringle Stokes en el Beagle. Era importante. Si hab¨ªa algas, hab¨ªa m¨¢s peligro de encallar con roquer¨ªos. Mora compar¨® esas cartas n¨¢uticas que se hicieron del Estrecho, Cabo de Hornos y la Patagonia y vio que, b¨¢sicamente, coincid¨ªan con lo que hay hoy. ¡°Vemos que est¨¢n haciendo una superposici¨®n s¨²per buena; est¨¢n en los mismos lugares¡±, asegura.
Despu¨¦s se pregunt¨® por qu¨¦ no hab¨ªan cambiado tanto, al contrario de lo que sucede en otros lugares, como Baja California, en M¨¦xico, donde los bosques de algas se han alterado por el alza de las temperaturas, lo que las estresa e inhibe su reproducci¨®n. Pero durante los ¨²ltimos 40 a?os, en sectores subant¨¢rticos como Malvinas y las islas South Georgia, los grados costeros se han mantenido. Hay lugares en que la entrada de deshielos, posiblemente por el retroceso de los glaciares ¡ªseg¨²n la ge¨®grafa¡ª, ha jugado a favor del alga M. pyrifera, al menos hasta ahora.
¡°La Patagonia se destaca por ser un espacio particularmente saludable para estos bosques¡±, destaca Mora, que colabora para la conservaci¨®n de estos ecosistemas con la fundaci¨®n Patagonia Azul. Seg¨²n explica, en el sur de Chile se invierte mucho menos para mantenerlos vivos que en otros lugares del mundo, como EE UU o Canad¨¢. All¨ª, se?ala, ¡°se gastan muchos recursos, gente, tiempo y tecnolog¨ªa para buscar, quiz¨¢s, las mejores cepas para mantener el bosque vivo, hacer restauraci¨®n, plantar alga a mano, o campa?as de buceo para sacar todos los erizos; todas medidas que son supercaras, muy dif¨ªciles de hacer, y con un ¨¦xito muy incierto¡±.
En el centro y norte de Chile, la mayor amenaza es la antropog¨¦nica; la gente que extrae los bosques de M. pyrifera y otras especies para el comercio, lo que genera un grave problema de deforestaci¨®n submarina. En 2019, el informe Into the Blue, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), ubicaba a Chile como el mayor explotador de algas silvestres, inclu¨ªda esta especie. En 2023, el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura indicaba que estos fotosintetizadores representan un 20,4% del valor total de las exportaciones acu¨ªcolas y pesqueras chilenas, es decir, unas 618.000 toneladas.
En el mar patag¨®nico, Mora dice que ¡°se acostumbran a ver muchos m¨¢s que peces¡±: hay crust¨¢ceos como langostinos de los canales (Munidas), cangrejitos ermita?os y del Kelp, la mayor¨ªa peque?os. Son sitios resguardados que funcionan como una ¡°guarder¨ªa¡± mientras crecen. Ya de adultos, se dispersan. ¡°Es muy bello y tranquilo¡±, resume. Solo hay que cuidar de no enredarse y del fr¨ªo, aunque ella ya se acostumbr¨®.
Impulsada, como hasta ahora, por una curiosidad infinita por lo desconocido, sugiere buscar t¨¦cnicas para ver si hay bosques m¨¢s profundos. ¡°Estamos en el borde de lo desconocido¡±, advierte. Por eso, cree importante que nuevos investigadores muevan ese l¨ªmite. Sue?a con, alg¨²n d¨ªa, sumergirse en un batiscafo y descubrir lo que hay m¨¢s abajo: ¡°Si est¨¢ la oportunidad de irme a Marte, de inmediato me anoto para aprender a ser astronauta; qu¨¦ entretenido conocer ¡®otro planeta¡¯, y el oc¨¦ano es otro planeta¡±.