El d¨ªa que la Universidad le fall¨® al estudiante
Vengo de Cuba, un pa¨ªs donde me mandaron a callar, y llego a otro donde es conveniente callar. No puedo venir de una dictadura para caer en la dictadura del miedo al poder, al dinero, al estatus y a la instituci¨®n. Lo mejor que hacen los estudiantes es seguirlo siendo, una manera de alargar la libertad
Cuando pase el tiempo, y los detenidos est¨¦n libres de cargo, y no queden sombras de la agresi¨®n, y hayan asistido a sus graduaciones y lanzado el birrete hacia el cielo de los Estados Unidos, los sucesos de finales de abril quedar¨¢n en la memoria como el d¨ªa en...
Cuando pase el tiempo, y los detenidos est¨¦n libres de cargo, y no queden sombras de la agresi¨®n, y hayan asistido a sus graduaciones y lanzado el birrete hacia el cielo de los Estados Unidos, los sucesos de finales de abril quedar¨¢n en la memoria como el d¨ªa en que la Universidad le fall¨® al estudiante.
En la tarde del jueves 2 de mayo, la oficina del rector F¨¦lix V. Matos Rodr¨ªguez envi¨® un correo a todos los alumnos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Yo estaba terminando mis cr¨¦ditos del programa de maestr¨ªa de la escuela Craig Newmark de Periodismo. El correo lleg¨® pasadas las cinco del d¨ªa despu¨¦s de que los oficiales de la polic¨ªa entraran al campamento del campus de City College, que los estudiantes plantaron en solidaridad con el pueblo palestino y en medio de la avalancha de protestas en el pa¨ªs. Como quien sabe de antemano lo que est¨¢ atacando, el rector dej¨® claro en su mensaje que la comunidad universitaria ¡°tiene el derecho constitucional a la libertad de expresi¨®n y el derecho a protestar¡±, y que el desalojo de las manifestaciones no se deb¨ªa ni mucho menos a un ultraje de estas libertades, sino ¡°a actos espec¨ªficos y repetidos de violencia y vandalismo¡±. Ni m¨¢s ni menos, la polic¨ªa de Nueva York, por petici¨®n de Matos y Vincent Boudreau, el presidente de City College, desactiv¨® las protestas de los estudiantes de CUNY justo a tiempo para regresar a las aulas luego de unas merecidas vacaciones de primavera, que unos aprovecharon para irse a las playas de Fort Lauderdale, o a los pueblos intrincados de Upstate, y otros para acampar en las inmediaciones de la calle Convent, en la barriada de Harlem.
Unos d¨ªas antes de que lo desactivaran, visit¨¦ el campamento donde unos pocos estudiantes de mi clase improvisaron una peque?a redacci¨®n, probablemente la primera de sus vidas, desde donde despachaban todo tipo de propuestas a medios locales, entrevistas a cadenas internacionales, y documentaban con la conciencia de estar formando parte de algo hist¨®rico. El campamento estaba repleto de casas de campa?a, colchas, barriles de agua, gente que ofrec¨ªa pul¨®veres con letreros que ped¨ªan el fin de la guerra, tatuadores de figuras semipermanentes que imprim¨ªan el s¨ªmbolo de la paz en el hombro o el cachete, y gente que agarraba el altavoz y gritaba Free, free Palestine! (Palestina Libre), mientras un coro joven repet¨ªa al fondo Free, free, free Palestine!
Ese d¨ªa conoc¨ª a Danny Shaw, a quien le fall¨® su Universidad, su colegio y sus colegas. Shaw, un ex profesor de casi dos metros, calvo, blanqu¨ªsimo, que hablaba el espa?ol digamos que con guaper¨ªa (con un deje cubano), me salud¨® como si me conociera de a?os. Fue un encuentro corto. Compartimos contactos y no hicimos nada con ello. Shaw coment¨®, como ya hab¨ªa sido noticia, de su expulsi¨®n del puesto de profesor adjunto de Estudios Latinoamericanos y del Caribe en el John Jay College of Criminal Justice, perteneciente al sistema de escuelas p¨²blicas de CUNY. La decisi¨®n vino luego de ser tildado de antisemita por hablar de genocidio. Aquella tarde que conoc¨ª a Shaw en el campamento me dijo, tranquilo pero no sin el dolor evidente, que se hab¨ªa quedado sin trabajo y que esto era algo propio de las dictaduras. Yo me hab¨ªa presentado como cubana. Unos a?os antes, entre sus viajes por Latinoam¨¦rica, estuvo trabajando en el barrio de Arroyo Naranjo, en La Habana. Sab¨ªa del lugar de d¨®nde yo ven¨ªa. Nos apretamos las manos para despedirnos. Luego supe que en la redada del 2 de mayo, donde la polic¨ªa roci¨® con gas pimienta como si se tratara de un perfume, golpe¨® a varios estudiantes con sus tonfas, fractur¨® el tobillo de uno y dos m¨¢s perdieron los dientes, Shaw estuvo entre los casi 200 detenidos de la noche.
La consciencia de Shaw encendi¨® la m¨ªa. Hab¨ªa presenciado a trav¨¦s de videos en redes sociales las detenciones violentas a los congregados en la Gould Plaza, justo frente a la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York (NYU). Tambi¨¦n, en la noche del 30 de abril, vi desde mi cama c¨®mo la polic¨ªa entr¨® en manada y limpi¨® el c¨¦sped verd¨ªsimo de Columbia y ocup¨® las instalaciones del Hamilton Hall. Pens¨¦ en c¨®mo Columbia invit¨® d¨ªas antes de las manifestaciones a una charla en sus aulas a Motaz Azaiza, el fotoperiodista que report¨® por meses la guerra en Gaza, y que perdi¨® al menos a 15 familiares por un ataque a¨¦reo israel¨ª. Lo que hace Columbia, lo que hacen las universidades, lo que hace el pa¨ªs, es capitalizar a gente como Azaiza, llevarlos a sus predios, y luego no prestarlos para ejercer la solidaridad. A espaldas de los estudiantes, y en complicidad con el silencio de muchos decanos y profesores, los rectores y presidentes levantaron el tel¨¦fono para entregar a los suyos. Las universidades han echado mano de la violencia para desactivar unas protestas que a quien m¨¢s molesta es al poder. A Biden y a Trump, que est¨¢n de acuerdo en esto, y a los padres que pagan las matr¨ªculas de sus hijos para que nadie estorbe su tranquilidad, ahora que se acercan los ex¨¢menes de fin de curso.
Las demandas de los estudiantes son, ante todo, una demanda al sistema, un reclamo directo a Occidente. Cuando mis colegas de CUNY exigen que la universidad se deshaga de todos los v¨ªnculos financieros con Israel, o que emita una declaraci¨®n en solidaridad con el pueblo palestino, lo que realmente est¨¢n pidiendo es un alto a la doble moral, que con tanta sutileza las escuelas se encargan de ense?ar. Las demandas no son s¨®lo demandas puntuales ni temporales. Y si se acabara ma?ana la guerra, las demandas seguir¨¢n. Por eso los estudiantes de CUNY piden estudios gratuitos y un salario justo para los trabajadores, porque las demandas, las protestas, la rabia, es contra el coraz¨®n del sistema de su pa¨ªs.
En dos a?os de estudios de periodismo en Nueva York, nunca pareci¨® que hiciera falta mencionar la frase ¡°libertad de expresi¨®n¡±, ahora que se habla de ello, como se habla de libertad acad¨¦mica, y de libertad en general. En un pa¨ªs que presume todo el tiempo de esas licencias, no es el antisemitismo lo que est¨¢n combatiendo, es la libertad. En estos d¨ªas de protesta, he visto de todo. La oferta de trabajo que pide que el estudiante, por favor, no se haya pronunciado nunca sobre el conflicto entre Israel y Gaza. El profesor que espera que env¨ªen tres correos antes para poder redactar el suyo, porque el miedo a expresarse lo carcome. El mensaje oficial que pretende ser solidario, pero que no planta la rodilla con el estudiante. El estudiante graduado detenido, y un profesor diciendo que ese ¡°ya no era su responsabilidad¡±. La gente a quien le da miedo dar like en una red social. El que comparte la solidaridad en las historias de su Instagram, porque sabe que van a desaparecer. El profesor que jam¨¢s extiende la mano. Los que tienen buenos puestos en c¨¢tedras de las mejores universidades del pa¨ªs, y que temen perder sus comodidades de tenure (por antig¨¹edad). Tambi¨¦n estuvo el profesor que apoy¨® desde el primer d¨ªa, que defendi¨® con dientes a su estudiante, que organiz¨® grupos de chats para guiarlos en las coberturas de las manifestaciones, y que ofreci¨® un protocolo de cuidados. Esos, sin dudas, han sido los menos.
A esos profesores de las universidades de periodismo de Estados Unidos, que ahora no solo tendr¨¢n en sus aulas alumnos sino manifestantes, no solo tendr¨¢n aprendices de periodista sino a corresponsales del conflicto m¨¢s importante de los ¨²ltimos meses, a los cronistas del enfrentamiento con la polic¨ªa: ?qu¨¦ plan tienen para la pr¨®xima clase? Las escuelas de periodismo de este pa¨ªs, especializadas m¨¢s que todo en el arte de entrenar en las buenas pr¨¢cticas del networking, de c¨®mo venderte en una carta de presentaci¨®n y c¨®mo enga?ar en un curr¨ªculum: ?c¨®mo van a posicionar en sus agendas el tema de libertad de expresi¨®n? La realidad siempre demuestra que son solo unos pocos los que se encargan de ella. Vengo de Cuba, un pa¨ªs donde me mandaron a callar, y llego a otro donde es conveniente callar. Callar para no perder el puesto, callar para que te contraten, callar para que te publiquen, y para que no te pase como a Shaw. No puedo venir de una dictadura para caer en la dictadura del miedo al poder, al dinero, al estatus y a la instituci¨®n. Lo mejor que hacen los estudiantes es seguir siendo estudiantes hasta que puedan, una manera de alargar la libertad. Luego, cuando ocupen los puestos de sus profesores y sean periodistas de los renombrados medios del pa¨ªs, puede que comiencen a hipotecarla.
En mi bandeja de correo no han llegado nuevos mensajes. Ninguna autoridad escolar ha vuelto a mencionar las protestas, ni han condenado las detenciones violentas, ni han informado sobre qu¨¦ cargos o no le pusieron a sus estudiantes o graduados, y cu¨¢l ser¨¢ el curso de los acontecimientos. La universidad le fall¨® a sus estudiantes, y sabemos que no es la primera vez que lo hace. Se ha hablado mucho por estos d¨ªas de abril de 1968, cuando los campus abrieron sus puertas para que desfilara la polic¨ªa a apagar las concentraciones en contra de la guerra en Vietnam, o de las protestas de abril de 1985 en Columbia, en contra del apartheid en Sud¨¢frica. La Universidad siempre ha desactivado los reclamos y ha mirado a otro lado. Ahora, algunos colegios han comenzado a suspender las graduaciones y a impartir de manera remota las clases que restan. La Universidad nos ha dado una nalgada y mandado a la casa. Lo que sucede es que esta es una lucha atascada, el curso que viene, o el curso del futuro, cuando vuelvan a ser c¨®mplices de otras guerras, un pu?ado de estudiantes volver¨¢ a estallar, hasta que algo acabe de transformarse.
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