Sobrevivir para informar: los periodistas de Gaza, v¨ªctimas y testigos ¨²nicos de la guerra
68 reporteros han muerto durante la ofensiva israel¨ª en la Franja, seg¨²n el CPJ. ¡°No somos m¨¢quinas. Tenemos sentimientos¡±, afirma uno de los cronistas palestinos con los que ha hablado EL PA?S
¡°Un ataque que no te mata te fortalece m¨¢s, m¨¢s y m¨¢s¡±. El periodista palestino Mohamed Balousha escribi¨® este mensaje tras recibir un disparo el d¨ªa 15 en la pierna izquierda cuando grababa posiciones de tropas israel¨ªes en la Ciudad de Gaza. El d¨ªa antes, Balousha retransmiti¨® a trav¨¦s de notas de audio a EL PA?S los ataques que estaban teniendo lugar en el barrio Sheik Redwan. Es de los pocos reporteros que, jug¨¢ndose la vida de manera cotidiana, se mantienen en el norte de la Franja, aunque su recuperaci¨®n es una inc¨®gnita. Suya es una de las exclusivas m¨¢s difundidas de la guerra, emitida por la televisi¨®n emirat¨ª Al Mashhad.
En un v¨ªdeo del 27 de noviembre y que EL PA?S ha podido ver sin censura ni im¨¢genes pixeladas, pone rostro a la ignominia del conflicto. Se trata del hallazgo de, al menos, cuatro beb¨¦s abandonados en la UCI del hospital Al Naser en estado de putrefacci¨®n, comidos por gusanos y moscas y unidos todav¨ªa a cables y respiradores. Dos semanas y media antes, las instalaciones fueron asediadas, atacadas y evacuadas por orden del ej¨¦rcito israel¨ª. Si el mundo puede ver tragedias como esa y las que tienen lugar a diario en ese enclave palestino, es gracias a ¨¦l y a los que consiguen narrar la guerra desde dentro para medios palestinos e internacionales.
EL PA?S ha contactado con algunos de esos testigos ¨²nicos de una guerra a cuyo principal escenario, la Gaza de los m¨¢s de 20.000 muertos, Israel impide el acceso. Mohamed Balousha sigue por el momento all¨ª con vida, pero la cifra de muertes de reporteros o empleados de medios de comunicaci¨®n desde el 7 de octubre asciende a 68 (61 palestinos, cuatro israel¨ªes y tres libaneses), m¨¢s tres desaparecidos, seg¨²n el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de los Periodistas (CPJ, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s). En 10 semanas han perdido la vida m¨¢s que en cualquier pa¨ªs en todo un a?o, seg¨²n inform¨® el CPJ el jueves.
Mahmud, de 30 a?os, trata de rebelarse frente a esa imagen que muchos tienen de que el reportero en Gaza viene de serie con una coraza que lo mantiene inmune a cuanto sucede a su alrededor. ¡°Estamos siendo tratados como si fu¨¦ramos menos que seres humanos. Tengo todo el derecho a sentir dolor. Tengo todo el derecho a llorar por los miembros de mi familia asesinados. Tengo todo el derecho a sentir miedo¡±, recalca este reportero de un gran medio internacional que no est¨¢ autorizado a realizar declaraciones, pero que accede a hablar con la condici¨®n de que no se publique ni la empresa para la que trabaja, ni su nombre real.
Como todos los consultados, Mahmud lidia a diario con las dificultades para conseguir comida y agua, relata desde la vivienda de tres plantas que comparte con unas 70 personas en Rafah, en el extremo sur de la Franja, tras escapar de Ciudad de Gaza. A diferencia de otros periodistas, ¨¦l dispone de un sistema de paneles solares propio facilitado por su medio que le facilita el trabajo, aunque las bater¨ªas cada vez le duran menos.
Prioridad: sobrevivir
Bajo la losa de violencia sin control, los informadores que cubren estos d¨ªas la contienda en esa jaula a cielo abierto con 2,3 millones de habitantes tienen una prioridad por encima del cumplimiento de su deber profesional. Esa prioridad es la odisea que supone sobrevivir, seg¨²n los relatos recogidos a lo largo de los ¨²ltimos d¨ªas para este reportaje.
Casi todos han escapado del norte hacia las zonas media y sur del enclave palestino, donde se refugian hacinados con familiares o conocidos. Buscar en medio de la brutal crisis humanitaria que sacude la Franja comida, agua o refugio es esencial para, ya como informadores, conseguir transporte, mantener cargadas las bater¨ªas de sus dispositivos electr¨®nicos, lograr conectarse a internet para comunicarse o transmitir el material a los medios que van a publicarlo.
Confirmando un fen¨®meno com¨²n de las guerras modernas, las redes sociales han disparado la popularidad y difusi¨®n del trabajo de algunos de los informadores palestinos, como el fot¨®grafo Motaz Azaiza, que narra el conflicto desde la mitad sur de la Franja y que cuenta con m¨¢s de 17 millones de seguidores en Instagram. Ham¨¢s y otros grupos armados palestinos difunden sus propios v¨ªdeos propagand¨ªsticos, pero no permiten a los informadores acceder a sus operaciones o a los lugares donde retienen a los rehenes.
¡°He cubierto el desplazamiento de personas del norte al sur y tambi¨¦n entre las ciudades del sur. Yo mismo siempre fui uno de ellos. A veces, ten¨ªa que caminar o montar en carro tirado por un burro para llegar a cubrir las historias¡±, explica Sami Alajrami, de 55 a?os, corresponsal en Gaza desde hace 12 a?os de la agencia italiana Ansa y que ha cambiado ya siete veces de casa desde que dej¨® la suya al norte para instalarse primero en Deir el Balah, en la zona centro, y, ahora, en Rafah. Al principio de la contienda, cuenta Alajrami en un mensaje escrito, lleg¨® a pagar el combustible a 10 veces por encima de su precio normal para moverse y poder hacer su trabajo. ¡°He cubierto el asesinato de 14 miembros de mi familia que eran tambi¨¦n desplazados¡±, detalla para dar una idea de lo imposible que supone separar al periodista de la v¨ªctima, algo que sufren casi todos los reporteros.
Con la mayor¨ªa de los informadores perteneciendo a los 1,8 millones de habitantes desplazados, la situaci¨®n m¨¢s complicada se vive en el norte, donde apenas un pu?ado quedan sobre el terreno. Es la zona donde m¨¢s ha golpeado y golpea el ej¨¦rcito y donde apenas queda poblaci¨®n. All¨ª, los periodistas, algunos forjados y curtidos en la presente contienda ante la imposibilidad de que lleguen compa?eros o relevos de fuera, tratan de moverse en grupo en medio de los constantes combates y bombardeos, como el que hiri¨® en el cuello el martes a Islam Bader, reportero freelance (colabora con varios medios y cobra por pieza publicada) que trabaja para la cadena catar¨ª Al Araby. Se encontraba en el campo de refugiados de Yabalia cuando un bombardeo acab¨® con la vida de decenas de personas.
En la casa de dos plantas del campo de refugiados de Al Maghazi, zona centro de la Franja, donde la reportera freelance Aseel Musa, de 26 a?os, se ha refugiado junto a medio centenar de personas, hay un generador, pero no combustible para alimentarlo. Eso impide que haya electricidad en la vivienda, por lo que ella recurre a las placas solares de un vecino para cargar el ordenador y el tel¨¦fono, sus principales herramientas de trabajo. Con el coche inm¨®vil, ha de desplazarse andando. ¡°Dependemos de la le?a para calentar el agua y cocinar. Lo que tenemos es solo comida enlatada, pasta o arroz¡±, detalla Musa en respuestas enviadas a trav¨¦s de notas de voz.
¡°Los periodistas de Gaza no estamos protegidos y trabajamos en una situaci¨®n extremadamente dif¨ªcil¡±, lamenta Akram al Satarri, reportero de 47 a?os, que no hab¨ªa asistido a semejante grado de violencia pese a que ha cubierto todas las guerras de Gaza desde que, en 2005, Israel desaloj¨® la Franja. Como Alajrami y Musa, este periodista freelance tambi¨¦n huy¨® desde la Ciudad de Gaza hacia el sur con su familia. ¡°Creo que no hay refugio seguro en toda Gaza¡±, afirma desde Jan Yunis a trav¨¦s de una llamada de tel¨¦fono y mensajes de voz.
Seis horas a rastras con dos balazos
¡°Dos balas me impactaron en la pierna y ca¨ª al suelo. Tras seis horas, llegu¨¦ a rastras al segundo piso, donde ten¨ªa un botiqu¨ªn de primeros auxilios, con el que detuve la hemorragia. (¡) Un amigo acudi¨® a verme con otros cuatro y me transportaron en una tabla de madera a lo largo de dos o tres kil¨®metros hasta el punto m¨¦dico m¨¢s cercano¡±, cont¨® Mohamed Balousha en un mensaje.
Sherif Mansour, coordinador del CPJ en la regi¨®n, denuncia que los periodistas del enclave palestino ¡°han pagado, y siguen pagando, un precio sin precedentes y se enfrentan a amenazas exponenciales. Muchos han perdido a sus colegas, familias y las instalaciones de sus medios de comunicaci¨®n, y han huido en busca de seguridad cuando no hay refugio seguro ni salida¡±.
A las muertes de los informadores se unen amenazas, detenciones, censura o la p¨¦rdida de sus propios allegados. ¡°El principal problema de ser periodista en Gaza es que no me siento segura. Israel ataca a los periodistas y a sus familias¡±, deplora Aseel Musa, que ha perdido a seis parientes en la presente contienda y que se queja tambi¨¦n de las amenazas e insultos que recibe a trav¨¦s de sus perfiles en redes sociales. Mahmud, con un nutrido n¨²mero de familiares, conocidos y compa?eros muertos en estas semanas, recibe amenazas. ¡°Colonos israel¨ªes que desean matarme, violar a mi esposa o asesinar a mi hijo con la intenci¨®n de detener mi trabajo o intimidarme¡±, relata.
Una de las ¨²ltimas v¨ªctimas mortales entre los reporteros fue Samer Abudaqa, c¨¢mara de Al Jazeera, alcanzado por el proyectil lanzado desde un dron israel¨ª. Su rescate no pudo efectuarse durante horas por los intensos ataques y acab¨® muriendo, seg¨²n la versi¨®n de la cadena y de su compa?ero, Wael al Dahdouh, herido en ese mismo bombardeo. Al Dahdouh ya perdi¨® a su mujer, un hijo, una hija y un nieto en otro ataque israel¨ª en octubre, pero a las pocas horas estaba de nuevo delante de la c¨¢mara.
¡°Es muy importante entender que nosotros tambi¨¦n estamos siendo v¨ªctimas de este conflicto y que nos pueden matar y de hecho nos est¨¢n matando¡±, subraya Mahmud. Pero, pese a la determinaci¨®n y la fortaleza de compa?eros como Al Dahdouh, insiste: ¡°No somos m¨¢quinas. Es decir, tenemos sentimientos y necesitamos llorar a veces, pero casi siempre nos tratan como m¨¢quinas. Y, en cualquier caso, tenemos que acabar haciendo el trabajo¡±.
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