La indignaci¨®n paraliza Petare, el barrio m¨¢s poblado en Am¨¦rica Latina: ¡°Esto no se va a quedar as¨ª¡±
En la ciudad, corre la impotencia y la frustraci¨®n por los resultados electorales. Algunos de los que votaron a la oposici¨®n creen que podr¨¢n demostrar su victoria y ejercerla. Otros acopian comida y preparan para m¨¢s d¨ªas de incertidumbre
En la nevera de las hermanas Luces, en la gaveta de los vegetales, qued¨® una botella de espumante sin abrir. Estaban dispuestas a celebrar el 28 de julio y con champa?a, como alguna vez dijo Mar¨ªa Corina Machado que pasar¨ªa. En esa casa, en una de las calles estrechas de La Dolorita, la ¨²ltima frontera de la enorme barriada de Petare, salieron a votar el domingo. Tambi¨¦n cuidaron los votos fuera del centro, se quedaron en silencio, de luto, cuando dieron los resultados, tocaron cacerola de madrugada y al d¨ªa siguiente bajaron de sus barrios en r¨ªos de gente a pie y en motocicletas a protestar porque consideran que el Gobierno cometi¨® fraude. Cansadas por las horas de angustia continuada, como casi todos los venezolanos, a¨²n est¨¢n esperanzadas con un cambio.
¡°Esto no se va a quedar as¨ª, esto va a cambiar. ?l no se va a quedar gobernando esos seis a?os que quiere¡±, dice Anny Luces, de 45 a?os, una enfermera que hace tiempo ya que dej¨® su trabajo en un hospital por los bajos sueldos y ahora vive de ser ni?era. El chavismo se hizo con la elecci¨®n y, a¨²n sin presentar los resultados nacionales, el Consejo Nacional Electoral proclam¨® el lunes, con premura, a Nicol¨¢s Maduro como presidente de Venezuela por un tercer per¨ªodo en medio de masivas protestas en todo el pa¨ªs. La noche del 28 de julio, en La Dolorita esperaban los resultados en la calle, preparados para una celebraci¨®n. Cuando el rector Elvis Amoroso habl¨®, la gente se retir¨® en silencio. Anny entr¨® a su casa, busc¨® una cacerola y empez¨® a golpearla.
Nada ha sido normal desde el domingo. Eso piensan las hermanas Luces. El rector Elvis Amoroso no present¨® balances, no hubo mapas en rojo y azul en la televisi¨®n para mostrar estados ganados y perdidos por los candidatos, un recuerdo de otro tiempo. ¡°Si nadie vio los resultados completos, c¨®mo se monta as¨ª Maduro¡±, replica una desde la cocina. Dos d¨ªas despu¨¦s de los comicios, los n¨²meros totales oficiales todav¨ªa no se conocen, pero s¨ª los publicados por el comando de Edmundo Gonz¨¢lez en la batalla por demostrar el fraude, luego de una ag¨®nica recopilaci¨®n de m¨¢s del 80% de las actas de sus testigos.
Anny dice no hab¨ªa visto tanta gente votando y saliendo a protestar, de manera espont¨¢nea, entre quienes hab¨ªa vecinos que ella daba por chavistas. ¡°Esta uni¨®n de la gente no la hab¨ªa visto nunca antes¡±, dice impresionada. ¡°C¨®mo no se da cuenta que la gente no lo quiere¡±, agrega. ¡°Es que para poder sacar a este hombre hay que plantarse¡±, contesta desde sus 75 a?os de experiencia Juana Estanga, la madre de las Luces. En la conversaci¨®n tambi¨¦n est¨¢ Heila, de la tercera generaci¨®n de las Luces. Con 26 a?os, vot¨® por primera vez en unas presidenciales. ¡°Me decepcion¨¦, me dio como una depresi¨®n¡±, cuenta despu¨¦s de haber vivido horas de ansiedad y poco sue?o. No es de las que piensa irse del pa¨ªs, pues espera que pueda darse el cambio. De hecho, en esta casa nadie lo piensa. ¡°Primero tendr¨¢n que irse ellos¡±, apunta Anny. Pero Heila tiene la presi¨®n migratoria muy cerca. La crisis que vive Venezuela le ha quitado a casi todos sus amigos. Se gradu¨® del colegio en 2015 con 28 compa?eros, de los cuales solo ocho siguen en Venezuela.
La inmensa movilizaci¨®n de los barrios de Petare ha sido una de las mayores descripciones de la indignaci¨®n y el descontento de los venezolanos por los resultados electorales. El lunes fueron los primeros en salir luego del desvelo de las elecciones, protestaron frente a una sede del CNE y luego intentaron llegar a la principal, en el centro de Caracas, donde despachan los rectores. No pudieron. La polic¨ªa los reprimi¨® y les impidi¨® avanzar. A mitad del camino, manifestantes de otros sectores de la ciudad llevaban una enorme pancarta que dec¨ªa: ¡°Gracias, Petare¡±.
Al d¨ªa siguiente, la euforia era m¨¢s cautelosa. Como en toda la ciudad, el transporte funcion¨® a media m¨¢quina. Esperando pasajeros en una acera del barrio, Richard Pacheco hablaba de la sensaci¨®n de impotencia que sent¨ªa. ¡°Cuando uno tiene un hijo de 11 a?os que ya se quiere ir del pa¨ªs, uno va a votar para que tenga un futuro aqu¨ª¡±, dice el chofer. ¡°Hace unos d¨ªas, en mi camioneta donde caben 16 pasajeros, todos estaban hablando de pol¨ªtica y solo hab¨ªa un chavista que se puso a arengar¡±, cuenta Richard. Esa es su propia encuesta sobre lo que ocurri¨® el domingo. ¡°Hac¨ªa muchos a?os que no ve¨ªa tanta gente votando¡±. Con Richard esperaba Jairo Arocha, de 42 a?os, otro de los frustrados con el desenlace del momento m¨¢s esperado en Venezuela, con una hija fuera y otro que se quiere ir. ¡°Est¨¢bamos esperando el cambio y no lleg¨®¡±, dice el chofer de una de las rutas de Petare.
En algunos barrios tambi¨¦n se habla con miedo, sin dar los nombres. La ola de detenciones, las amenazas televisadas contra la gente que protesta, las exhibiciones de fuerza del arsenal antimotines y de los grupos armados de choque del chavismo empiezan a tener efecto. Tres mujeres reunidas en la Redoma de Petare conversan de sus planes de ir a la concentraci¨®n convocada por Mar¨ªa Corina Machado frente a la sede de la ONU. Una sola va, las otras dos no. ¡°No hay victoria sin pelea¡±, dice la m¨¢s aguerrida. ¡°Ya estamos hartos de tanta miseria¡±, contesta la otra que lleva las u?as pintadas con la bandera de Venezuela. La tercera, Yajaira, de 52 a?os, lo confirma al contar que lo que m¨¢s le sorprendi¨® del domingo fue ver gente que vot¨® llorando, que para ella era la expresi¨®n de la fe que hab¨ªa en un cambio pol¨ªtico en Venezuela. Ella se siente igual de indignada. ¡°Tengo miedo que se haga todo lo posible y no se logre nada¡±, dice. ¡°Todos perdimos el sue?o para votar y cuidar nuestros centros. Es triste despertar y ver que la pesadilla sigue ah¨ª¡±.
Los d¨ªas que vive la ciudad comienzan a parecerse a otros ya vividos en el pa¨ªs, los de intensas jornadas diurnas de protestas seguidas de represi¨®n de los cuerpos de seguridad. En una Caracas casi desierta, las filas de gente se acumulan en los pocos supermercados abiertos en donde se hac¨ªan an¨¢lisis abiertos. En la fila hab¨ªa indignaci¨®n y preocupaci¨®n por la violencia que tambi¨¦n ha seguido a las manifestaciones que inician pac¨ªficamente y terminan con heridos. La capacidad de compra de los venezolanos no da para tener provisiones para muchos d¨ªas, advert¨ªa Marlene Hern¨¢ndez, de 50 a?os, pero su impresi¨®n es que la situaci¨®n de protesta puede extenderse varios d¨ªas. ¡°Por los vientos que soplan, esto va a ser largo¡±.
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