Hugo Sotil, la leyenda peruana que se escap¨® de una concentraci¨®n del Barcelona para ganar la Copa Am¨¦rica
En octubre de 1975, El Cholo eludi¨® los controles azulgranas y viaj¨® a Caracas para enfrentar a Colombia. Anot¨® el gol del triunfo y le dio la segunda Copa Am¨¦rica a un pa¨ªs que hoy lamenta su partida
Us¨® el 10 del Barcelona antes que Maradona, Ronaldinho y Messi. Era peruano, apenas llegaba al metro setenta y le dec¨ªan El Cholo. Perteneci¨® a una ¨¦poca donde se iba en traje al estadio, los atletas a¨²n no se dedicaban al f¨²tbol y la gambeta todav¨ªa no se hab¨ªa vuelto contracultural. Hugo Sotil Yer¨¦n, que muri¨® la madrugada de este lunes a los 75 a?os, fue un futbolista que construy¨® su carrera sobre la base de su identidad barrial. Naci¨® en Ica, una regi¨®n algodonera al sur de Lima, donde empez¨® a patear una pelota descalzo, y creci¨® en la capital, en La Victoria, donde fortaleci¨® los muslos cargando sacos de papa en un mercado y afin¨® la cintura esquivando los primeros avatares de la vida.
Su carrera fue una pel¨ªcula: debut¨® en primera divisi¨®n en 1969 despu¨¦s de liderar el ascenso del Deportivo Municipal y al a?o siguiente disput¨® el Mundial de M¨¦xico 70, cayendo en cuartos de final ante el Brasil de Pel¨¦. Sotil ten¨ªa 21 a?os y hab¨ªa pasado de provocar ovaciones en canchas polvorientas a medirse ante los jugadores m¨¢s estelares del planeta. Sus inicios en un club cuyo uniforme era casi id¨¦ntico al de la selecci¨®n peruana (camiseta blanca y franja roja) ayud¨® a que despertara una simpat¨ªa un¨¢nime que no decreci¨® con el paso del tiempo.
En 1972, a un empresario de telecomunicaciones se le ocurri¨® que su historia, la de un migrante que conquista la capital, merec¨ªa ser llevada a la pantalla grande. Eran d¨ªas en los que el Gobierno militar de aquel entonces, al frente del comandante Juan Velasco Alvarado, hab¨ªa desplazado a los gamonales de sus haciendas y exist¨ªa el esp¨ªritu de reivindicar lo nacional. En ese contexto social, Hugo Sotil se erig¨ªa como una figura del provinciano exitoso, de rasgos andinos, catapultado por un deporte de masas. La pel¨ªcula se llam¨® simplemente Cholo y, si bien dur¨® tan solo una semana en cartelera, fue la antesala de su inscripci¨®n en la historia del f¨²tbol.
En ese mismo a?o unos directivos del Barcelona de Espa?a viajaron a Lima para ver a Te¨®filo Cubillas, un mediapunta goleador del Alianza Lima. Despu¨¦s de bastante tiempo se podr¨ªa contratar a jugadores extranjeros en la Liga espa?ola y Cubillas gozaba de cierta fama. A?os atr¨¢s Pel¨¦ hab¨ªa dicho que ser¨ªa su sucesor. Lo cierto es que durante el partido entre Alianza Lima y el Deportivo Municipal, quien despert¨® el asombro de la comitiva catalana fue un atacante p¨ªcaro de contextura gruesa que regateaba rivales con facilidad y aguantaba las patadas que suscitaban sus osad¨ªas.
En Barcelona, Hugo Sotil acab¨® por convertirse en leyenda. Se enfund¨® la 10, ese n¨²mero reservado para los iluminados; se cans¨® de armar paredes con Johan Cruyff ¡ªbautiz¨® a uno de sus hijos con su nombre¡ª; acab¨® con una sequ¨ªa de catorce a?os de los blaugranas sin el t¨ªtulo de la Liga, y acu?¨® la m¨ªtica frase ¡°mamita, campeonamos¡± al conseguir contarle su haza?a su madre en una llamada de larga distancia; se compr¨® un Ferrari amarillo que no pas¨® desapercibido en la ciudad, y tambi¨¦n comenz¨® a cerrar bares, una costumbre que interrumpir¨ªa su despegue. Al fin y al cabo no siempre se puede gambetear a uno mismo.
En octubre de 1975, cuando el Cholo Sotil ya era un talento prescindible para el Barcelona tras ser opacado por Johan Neeskens, protagoniz¨® una huida que todav¨ªa se comenta con fervor en Catalu?a. Con la misma habilidad con la que sorteaba a sus marcadores, El Cholo enga?¨® a su guardaespaldas y se escap¨® de la concentraci¨®n para tomar un vuelo hacia Caracas y disputar la final de la Copa Am¨¦rica ante Colombia. ¡°Recuerdo que t¨² un d¨ªa me dijiste: me voy a tomar un caf¨¦ y te fuiste a ganar la Copa Am¨¦rica con Per¨² y no ten¨ªas permiso. ?C¨®mo te escapaste si te hab¨ªan puesto a alguien para que te vigile?¡±, le pregunt¨® hace poco su compa?ero de equipo Juan Manuel Asensi, en la ¨²ltima visita del veterano a Espa?a.
El Cholo no le devel¨® el secreto, pero cont¨® que en lugar de sancionarlo el presidente del Barza lo premi¨®, en medio de su asombro. ¡°Yo pensaba que me iban a castigar y el presidente (Agust¨ª) Montal me llam¨® a su oficina y en vez de castigarme me dio un billete. Yo pensaba que me iba a botar, hoy no se podr¨ªa hacer eso¡±, narr¨® durante el encuentro. Sea como fuere, aquella vez en el estadio Ol¨ªmpico de Caracas, Hugo Sotil marc¨® el gol del triunfo, con un disparo rasante, y le dio al Per¨² la segunda Copa Am¨¦rica de su historia. La travesura hab¨ªa valido la pena.
Tras su salida del Barza en 1976, el delantero alcanz¨® un bicampeonato en el f¨²tbol peruano con Alianza Lima, jug¨® el mundial de Argentina 78, y tuvo un paso por Colombia, defendiendo al Deportivo Independiente Medell¨ªn. Se retir¨® en 1986, a los 37 a?os, en el modesto Deportivo Jun¨ªn, en un campeonato regional, lejos de los reflectores. Fue entrenador y jugador a la vez. ¡°Me fui como llegu¨¦: con humildad¡±, dir¨ªa despu¨¦s en m¨¢s de una entrevista. Hugo Sotil ha partido a los 75 a?os, en Lima, tras permanecer varios d¨ªas en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital, aquejado por fallas renales y hep¨¢ticas.
En los setentas, Nicomedes Santa Cruz le dedic¨® una d¨¦cima que resuena en estas horas aciagas. Con estos fragmentos ser¨¢ despedido en el estadio Alejandro Villanueva, en el barrio de Matute, en La Victoria, el distrito adonde lleg¨® para triunfar.
Va m¨¢s all¨¢ del deporte
la gesta de Hugo Sotil
y no habr¨¢ dinero vil
deshumanizante y necio
que intente ponerle precio como cosa mercantil.
El cholo de La Parada
Puestero y carretillero,
el serrano forastero
y el cholo de la barriada;
todos tienen la mirada
puesta en el ¨ªdolo edil,
y contra la Lima hostil
que cholea a los cholitos
se elevan miles de gritos que dicen:
Hugo Sotil
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