Chalecito D¨ªaz en Buenos Aires: la casa de un migrante espa?ol para dormir la siesta sobre una azotea con vista al Obelisco
En 1926, Rafale D¨ªaz construy¨® una casa de dos plantas y techo de tejas sobre el piso 12 de su muebler¨ªa
Un chal¨¦ en la cima de un edificio. Esa ins¨®lita construcci¨®n llama la atenci¨®n de los habitantes de Buenos Aires y de los turistas que visitan la ciudad cuando levantan la vista hacia arriba en el Obelisco. Durante casi un siglo, la casa ha despertado numerosas preguntas; ahora, al abrir sus puertas al p¨²blico, comienzan a tener respuesta. De ser el lugar en el que el inmigrante espa?ol Rafael D¨ªaz dorm¨ªa la siesta en la d¨¦cada de los treinta a convertirse en la punta del iceberg de una apuesta gastron¨®mico-cultural encab...
Un chal¨¦ en la cima de un edificio. Esa ins¨®lita construcci¨®n llama la atenci¨®n de los habitantes de Buenos Aires y de los turistas que visitan la ciudad cuando levantan la vista hacia arriba en el Obelisco. Durante casi un siglo, la casa ha despertado numerosas preguntas; ahora, al abrir sus puertas al p¨²blico, comienzan a tener respuesta. De ser el lugar en el que el inmigrante espa?ol Rafael D¨ªaz dorm¨ªa la siesta en la d¨¦cada de los treinta a convertirse en la punta del iceberg de una apuesta gastron¨®mico-cultural encabezada por su bisnieto, Diego Sethson.
Los cimientos del Chalecito D¨ªaz empezaron a levantarse en 1926, cuando a¨²n no hab¨ªa comenzado la mega obra que derribar¨ªa las construcciones entre dos calles para transformar ese espacio en la ambiciosa avenida 9 de julio y erigir en su coraz¨®n el Obelisco. D¨ªaz, que naci¨® en Sevilla y emigr¨® a Buenos Aires de adolescente con su madre, ten¨ªa en ese momento 44 a?os y se hab¨ªa convertido en un pr¨®spero comerciante de muebles.
So?aba con un edificio que fuese un enorme escaparate de su firma, Muebles D¨ªaz, con un piso dedicado a cada tipo de necesidad: en el primero se exhib¨ªan habitaciones de ni?as, en el segundo las de ni?o y en el tercero las matrimoniales. Los muebles pensados para casas de campo y oficinas ocupaban otros de los nueve pisos. ¡°Fue un pionero de la venta on demand. Le preguntaba al cliente de qu¨¦ color ten¨ªa sus paredes, c¨®mo estaba compuesta la familia y le ayudaba a elegir qu¨¦ muebles quer¨ªa de cada habitaci¨®n. Despu¨¦s los llevaba en carreta¡±, narra Sethson.
Encima de la tienda quiso a?adir un chal¨¦ de estilo normando franc¨¦s inspirado en aquellos de la ciudad costera de Mar del Plata que ¨¦l y su mujer admiraban. La idea era poderse retirar all¨ª para hacer una pausa en la jornada laboral ante la imposiblidad de ir y volver a la casa familiar, situada en Banfield, a las afueras de Buenos Aires. El ascensor tiene solo botones para subir a los primeros nueve pisos. Para llegar all¨ª, al d¨¦cimo, se necesita una llave especial.
El Chalecito D¨ªaz, declarado patrimonio cultural en 2014, consta de dos pisos, una gran terraza, un altillo y cinco habitaciones con una vista privilegiada de 360 grados de la ciudad. Desde el cuarto en el que D¨ªaz dorm¨ªa la siesta vio la inauguraci¨®n del Obelisco en 1936 como parte de los festejos de los 400 a?os de la ciudad y la posterior creaci¨®n de una de sus grandes arterias. Desde las otras habitaciones es posible distinguir numerosos edificios emblem¨¢ticos: la c¨²pula del Congreso argentino, el Palacio Barolo y el mural de Eva Per¨®n en la fachada del Ministerio de Salud, entre otros.
¡°Esta es una casa familiar que no ¨ªbamos a abrir al p¨²blico. Decid¨ª hacerlo porque ¨ªbamos a la quiebra, est¨¢bamos por perderlo todo¡±, cuenta Sethson desde la impresionante terraza. La pandemia vaci¨® los edificios de oficinas del centro de Buenos Aires y el de la familia D¨ªaz no fue una excepci¨®n. Desde que en 1985 cerr¨® la muebler¨ªa, su ubicaci¨®n frente a uno de los s¨ªmbolos de la ciudad le hab¨ªa jugado a favor para atraer inquilinos¡ªest¨¢ muy bien comunicado¡ª pero tambi¨¦n en contra, porque el Obelisco es uno de los epicentros de las protestas callejeras de Buenos Aires. ¡°Unos extranjeros que quer¨ªan hacer un espacio de tango se fueron por esta raz¨®n¡±, dice Sethson, al subrayar que m¨¢s de la mitad de los pisos est¨¢n vac¨ªos.
La familia est¨¢ dispuesta a vender el edificio o, como alternativa, buscan transformarlo en un polo cultural-gastron¨®mico en colaboraci¨®n con un grupo de inversores. Un ejemplo es la sala multiespacio que ya funciona en la s¨¦ptima planta, pero la guinda del pastel es el chalecito. Una vez al mes se abren reservas para ver el amanecer, la actividad m¨¢s demandada. ¡°Explota de gente¡±, dice Sethson, sorprendido por el ¨¦xito de una iniciativa que obliga a poner el despertador a las cuatro de la madrugada. Tambi¨¦n est¨¢n muy solicitadas las catas de vinos, la pizza party y las visitas guiadas. Adem¨¢s, la locaci¨®n se alquila a m¨²sicos y artistas para realizar grabaciones.
Mientras el destino del edificio sigue en el aire, Sethson disfruta al narrar la historia familiar y las an¨¦cdotas acumuladas durante 96 a?os entre sus cuatro paredes. Antes de que Rafael D¨ªaz comprase los terrenos en los que se levant¨®, cuando era un inmigrante de 14 a?os reci¨¦n llegado, entr¨® a trabajar en un negocio de telas del barrio de Once. ¡°No ten¨ªa d¨®nde dormir, se recostaba arriba de un mostrador, y cuando el local cerraba, a las ocho, a ¨¦l y a su madre los encerraban con llave¡±, relata el bisnieto. Aquella situaci¨®n hizo que D¨ªaz se pelease con su empleador por miedo a que se desatase un incendio y no pudiesen escapar. A¨²n as¨ª, continu¨® en ese oficio durante diez a?os antes de cambiar de rubro y dedicarse a los muebles, con los que amas¨® una peque?a fortuna.
En lo alto del edificio, el joven emprendedor instal¨® una antena de radio para dar vida a LOK Radio Muebler¨ªa D¨ªaz. Pasaban media hora de m¨²sica intercalada con publicidades, cuenta Sethson. Otra de las historias que narra tienen que ver con la afici¨®n de D¨ªaz al cine y la m¨²sica. Su bisabuelo prest¨® la terraza para la pel¨ªcula Venga a bailar el rock desafiando la prohibici¨®n que pesaba sobre este g¨¦nero musical durante la dictadura de Pedro Aramburu. A Sethson le gustar¨ªa que la terraza albergase alg¨²n local gastron¨®mico y realizar en ella eventos culturales.
Las historias propias del Chalecito D¨ªaz se entremezclan estos d¨ªas con las de los primeros visitantes y con las de quienes conservan muebles comprados all¨ª en el siglo pasado. Una mujer les cont¨® que cuando era peque?a cre¨ªa que era la casa de Pap¨¢ Noel y otra la hab¨ªa adoptado como casa de mu?ecas. Sethson ha comenzado a grabar una pel¨ªcula que se nutrir¨¢ de todo ese siglo de recuerdos.
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