Y ahora, ?d¨®nde est¨¢ la oficina?
Ser¨¢ un nuevo mundo de oficinas as¨¦pticas y distantes, con pegatinas dando ¨®rdenes, horarios comprimidos y apps inteligentes rastreando contagios. Ahora que se prepara el regreso a los puestos de trabajo, visitamos la sede de varias empresas, desde una multinacional alojada en un rascacielos hasta unos estudios de animaci¨®n. Los empleados, desde sus casas, nos cuentan c¨®mo han sobrellevado una vida en remoto.
En la Torre de Cristal, el edificio m¨¢s alto de Espa?a, que albergaba antes de la pandemia a cerca de 4.000 oficinistas, las voces y los pasos reverberan en el inmenso vest¨ªbulo. No hay nadie, salvo un trabajador de origen latino que limpia los cristales inmensos y la empleada de seguridad que pide el DNI, tambi¨¦n de origen extranjero. Ni rastro del aluvi¨®n de trajeados, la fuerza laboral de cuello blanco, los habituales moradores de este distrito financiero de las Cuatro Torres, al norte de Madrid. La multinacional de auditor¨ªa y consultor¨ªa KPMG, que ocupa cerca de la mitad de las 52 plantas del rascacielos, mand¨® en marzo a sus 2.800 empleados a casa. Dos meses despu¨¦s, est¨¢n planificando el regreso. ¡°El punto cr¨ªtico es el ascensor¡±, dice Montse de Osa, responsable del departamento que se ocupa de la puesta a punto de las oficinas en esta era poscoronavirus. Ya en su momento hab¨ªa atascos. Ahora la capacidad m¨¢xima se ha reducido de 21 a 3 personas.
Es jueves 14 de mayo y esta arquitecta de 41 a?os, curtida en obras de Dragados, ejerce de anfitriona en una visita al edificio. Llevan semanas preparando lo que denomina ¡°plantas limpias¡±, a las que podr¨¢n ir volviendo empleados poco a poco y de forma voluntaria. Han tenido un centenar de solicitudes. Los primeros llegar¨¢n el siguiente lunes. Antes recibir¨¢n en casa una bolsa con gel hidroalcoh¨®lico, una mascarilla FFP2, guantes e instrucciones de seguridad e higiene. Solo podr¨¢n acudir al rascacielos en coche privado o taxi. Tendr¨¢n que haber completado durante d¨ªas una encuesta sobre su salud. Se les asignar¨¢ un puesto en una de las cinco plantas ¡°limpias¡±. Y se les indicar¨¢ una hora exacta de llegada. Un ¡°slot¡±, lo denomina De Osa, como los huecos para el despegue de los aviones. De ese modo creen que podr¨¢n salvar el ¡°punto cr¨ªtico¡±. Con ayuda de la compa?¨ªa ThyssenKrupp, se han recalculado capacidades y traslados de los elevadores para evitar tapones y garantizar la separaci¨®n f¨ªsica. Unas pegatinas en el suelo se?alan el punto donde uno ha de esperar al ascensor, con el mensaje: ¡°Mantenga la distancia de seguridad¡±. En el interior del ascensor, otras pegatinas con forma de huellas indican d¨®nde colocarse. Pero el bot¨®n sigue requiriendo la presi¨®n del dedo.
El ascensor sale disparado y sus puertas se abren en el piso 28?, una de las plantas ya acondicionadas, donde unos operarios retocan m¨¢s pegatinas en el suelo. Llevan d¨ªas en ello. Han colocado centenares. Les quedan otras tantas. Tambi¨¦n se han ocupado de la se?al¨¦tica de Renfe. ¡°No nos falta trabajo¡±, aportan con un toque de humor. A la izquierda, al cruzar las puertas mec¨¢nicas, se despliegan las oficinas. Recibe una basura, en la que soltar guantes y mascarillas al final de la jornada, y una gran pantalla que repite en bucle un v¨ªdeo con instrucciones para la ¡°nueva normalidad¡±: ¡°?Sabes cu¨¢ndo usar la mascarilla? (¡) L¨¢vate las manos con agua y jab¨®n¡±. Tambi¨¦n sugiere un cambio en el dress code. Tradicionalmente los auditores ven¨ªan en traje. Ahora se pide una vestimenta m¨¢s informal, lavable en casa, que no requiera pasar por la tintorer¨ªa. Tras la pantalla nacen hileras de puestos de trabajo en un espacio abierto con imponentes vistas de la zona cero de la pandemia en Espa?a. Las pertenencias de sus anteriores usuarios se han apilado y recogido. Queda alg¨²n p¨®sit solitario. De cada isleta con ocho ordenadores, de momento solo habilitar¨¢n un sitio. En el hueco P28S09.1, listo para el regreso, una cartulina da instrucciones al reci¨¦n llegado: ¡°1. Este puesto te ha sido asignado habiendo sido limpiado y desinfectado. 2. Recuerda utilizar guantes y mascarilla de acuerdo a las instrucciones recibidas. 3. Recuerda dejar el puesto totalmente recogido, tal y como lo has encontrado a tu llegada¡±.
Por los ventanales se ve el aeropuerto de Madrid l¨¢nguido y sin vida. Tambi¨¦n el interior de los rascacielos contiguos: nadie. Montse de Osa taconea entre el mobiliario y prosigue su explicaci¨®n. Habr¨¢ siempre una persona de limpieza en cada planta. Los ba?os ser¨¢n de uso individual y se limpiar¨¢n cada dos horas. La zona de fotocopiadora solo podr¨¢ ser visitada de uno en uno. El uso del gel ser¨¢ obligatorio antes y despu¨¦s del contacto con la m¨¢quina de reprograf¨ªa. Las salas de reuniones han sido clausuradas. Las zonas de charlas informales ahora lucen un cartel: ¡°Espacio fuera de servicio¡±. Queda prohibido comer en otro lugar que no sea el propio puesto de trabajo, al contrario de lo que se exig¨ªa antes por decoro y respeto. No se podr¨¢ circular libremente por el edificio o sentarse en un sitio distinto al asignado, de modo que sea posible ¡°mapear¡± el recorrido y los contactos de un empleado que diera positivo por covid-19. Si existe ese positivo, se podr¨ªa llegar a cerrar la planta entera, para higienizarla, y se abrir¨ªa otra de refuerzo.
Uno de los problemas m¨¢s complejos ser¨¢ subir a los pisos m¨¢s altos. Como ninguno de los ascensores realiza el trayecto completo de la planta baja a la 50?, el piso 35? funciona como intercambiador. En ¨¦l, uno se baja del elevador m¨¢s r¨¢pido del pa¨ªs ¡ª8 metros por segundo¡ª y se sube a otro que lo lleva m¨¢s arriba. ¡°Ah¨ª se arman unos pitotes...¡±, recuerda un empleado que trabaja en el tercio superior. Ahora se ha marcado un circuito en el suelo, una ¡°yincana¡±, lo llama De Osa, con flechas y direcciones entre unos ascensores y otros que hace respetar la distancia de dos metros. Imposible no imaginarla llena de personas estresadas y con mascarilla. Por esta planta 35? pasa Sabina Dom¨ªnguez, jefa del servicio de limpieza, con un desinfectante en la mano y roc¨ªa cada bot¨®n que hemos ido tocando. Al final de la jornada, cuenta, repasa todo con una mezcla de lej¨ªa y agua al 50%: ¡°Vamos, que aqu¨ª el bicho no est¨¢¡±. Antes de concluir la visita, Montse de Osa a?ade que la idea es volver con un 15% de ocupaci¨®n e ir aumentando poco a poco. Aunque puede que ya nunca se regrese del todo al modelo previo. En su opini¨®n, ¡°la tendencia es ir hacia espacios m¨¢s colaborativos¡±.
¡°Las formas h¨ªbridas temporales¡±, las llama Jes¨²s Silva, director general de la inmobiliaria Cushman & Wakefield, cuya sede en el barrio de Salamanca ha sido ya remozada para la nueva era. Entre sus novedades se encuentran los ba?os con sem¨¢foro, los mantelitos de papel para colocar bajo el teclado (al finalizar la jornada se tiran), los circuitos de flujos de entrada y salida, y una se?al¨¦tica mareante en el suelo que traza un per¨ªmetro de dos metros en torno a cada puesto de trabajo, una especie de burbuja que marca la distancia del trabajador con sus compa?eros e invalida autom¨¢ticamente tres de cada cuatro escritorios. En las oficinas, que visitamos el 8 de mayo, tampoco hay nadie: el 100% ha podido irse a casa a teletrabajar. El resto del edificio acoge bancos de inversi¨®n y despachos de abogados, entre otros. Estos d¨ªas acuden un centenar de trabajadores de los 1.400 que sol¨ªa haber. Lo ¨²nico que no ha dejado de funcionar son los servidores. ?Quiz¨¢ sea este el futuro de los edificios? ?Inmensos contenedores de procesamiento de datos? ?Augura una ca¨ªda de la demanda de oficinas? ?Un shock en el mercado? ¡°Los edificios van a tener un uso distinto¡±, esquiva Silva la respuesta. ¡°Se ir¨¢n adaptando a las necesidades¡±, a?ade Mar¨ªa Jos¨¦ Cant¨®n, consejera delegada de Vyosa, empresa propietaria del bloque, que ya valora proponer a los inquilinos ¡°espacios pulm¨®n¡±, que acompa?en las necesidades crecientes o menguantes, seg¨²n posibles rebrotes. ¡°Esto va para largo¡±, dice.
Olga N¨²?ez, secretaria de la financiera Arcano, con sede en el edificio, piensa de forma similar. Se encuentra en los tornos de salida (ahora contactless) con su pantalla de ordenador bajo el brazo. Ha venido a recogerla. En un principio se llev¨® el port¨¢til a casa. Pero dos meses despu¨¦s la vista comienza a pagarlo y ya nadie sabe cu¨¢nto se prolongar¨¢ esta vida en remoto.
Hasta marzo de 2020 Espa?a era un pa¨ªs ¡°al¨¦rgico al teletrabajo¡±, afirma Arturo Lahera S¨¢nchez, profesor titular de Ergonom¨ªa y Sociolog¨ªa del Trabajo en la Universidad Complutense de Madrid. ¡°En nuestra cultura organizativa no estaba bien visto porque supon¨ªa una p¨¦rdida de control¡±. Solo un 4,8% de las personas teletrabajaban en 2019, seg¨²n el INE; por debajo de la media europea (un 5,3%) y lejos de pa¨ªses como Luxemburgo (11,6%) y Finlandia (14,1%). El confinamiento obligado ha hecho saltar las cifras por los aires: cerca de un 34%, un tercio de la fuerza laboral de Espa?a, ha estado teletrabajando de media a lo largo de marzo y abril, seg¨²n el estudio El impulso del teletrabajo durante el COVID-19, del Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas. ¡°Ha sido un experimento¡±, dice Jos¨¦ Mar¨ªa Peir¨®, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Social de la Universidad de Valencia y coautor del informe. ¡°Pero lo hemos hecho de forma improvisada, sobrevenida y poco planificada¡±. Ha ayudado a mantener el empleo, cierto. Y ha evitado contagios y facilitado el cuidado de los hijos sin colegio en una situaci¨®n extraordinaria. Pero se ha dado el paso sin las herramientas, ni la formaci¨®n, ni los espacios adecuados. La situaci¨®n genera estr¨¦s, desestructura el tiempo; quedan poco claras las funciones, las horas, los objetivos, el l¨ªmite del trabajo y el comienzo de la vida privada; abre brechas entre quienes tienen o no hijos o mayores a cargo, empleados del hogar, una buena silla, mejor conexi¨®n a Internet, una pantalla grande o simplemente una habitaci¨®n con vistas y bien ventilada. ¡°El paso siguiente¡±, concluye, ¡°ser¨¢ ver qu¨¦ podemos aprender de esta situaci¨®n¡±.
Helena Salvad¨®, una arquitecta de 39 a?os, socia del estudio Batlle i Roig, dice que estos d¨ªas de reclusi¨®n forzosa le han hecho ver que llevaba una vida ¡°muy a tope¡±. ¡°Mis hijos nunca hab¨ªan pasado tanto tiempo con sus dos padres a la vez¡±, cuenta desde el despacho que ha improvisado en el cuarto de estudio del mayor de ellos. Tambi¨¦n cree que las oficinas, como los vuelos low cost, se estaban yendo a ¡°densidades¡± demasiado elevadas en esa b¨²squeda de rentabilidad. ¡°De una persona por cada 10 metros cuadrados se hab¨ªa pasado a una por cada 6¡±. Cree que la ¡°nueva normalidad¡± no ser¨¢ telem¨¢tica ni presencial, sino una mezcla de ambas. Y que de alg¨²n modo el bagaje de estos d¨ªas brindar¨¢ sabidur¨ªa para paliar la ¡°emergencia clim¨¢tica¡±. Aunque el contacto, opina, es insustituible: ¡°La gracia de ir a la oficina es hablar con el equipo y compartir cosas¡±.
Ella regres¨® a mediados de mayo por primera vez a su lugar de trabajo. Coincidi¨® con un pu?ado de compa?eros a los que llevaba dos meses sin ver en persona. Pero, debido a las videoconferencias, la sensaci¨®n fue parad¨®jica: ¡°Era como si nos hubi¨¦ramos visto ayer¡±. El estudio Batlle i Roig, en el que trabajan 115 personas, tiene su sede en un elegante edificio de hormig¨®n proyectado por ellos mismos en la falda de la sierra de Collserola (Barcelona). Durante este tiempo solo han estado acudiendo tres personas a la sede, entre ellas Joan Roig, uno de los fundadores, de 65 a?os, que vive solo, cerca, y ha aliviado as¨ª el peso del confinamiento. ¡°Es mejor que estar en casa¡±, dice. Acostumbrado a pasearse entre el equipo en la era previa, estos d¨ªas con el estudio en solitario Roig segu¨ªa el baile de las pantallas, guiadas por los empleados en remoto: ¡°Es m¨¢gico. Un despacho en movimiento pero sin nadie. Me recordaba a las pianolas¡±.
En el estudio, que ha dise?ado sedes de compa?¨ªas como Inditex, ya le est¨¢n dando vueltas al regreso. Ser¨¢ por turnos, en equipos de unas 30 personas, muy separadas entre s¨ª, y con horarios m¨¢s apretados, hasta la comida. Ya no almorzar¨¢n all¨ª, para evitar un foco de contagio. Tendr¨¢n que valorar qui¨¦n formar¨¢ los equipos: si uno de ellos enferma, quiz¨¢ haya que mandar al resto a casa.
Enric Batlle, el otro socio fundador, explica que el regreso ser¨¢ ¡°voluntario¡± y tendr¨¢ en cuenta la situaci¨®n personal: si uno tiene aprensi¨®n o mayores a cargo, pongamos. Batlle, de 63 a?os, es un superviviente del coronavirus. Pas¨® por el hospital, UCI incluida, y dice que la enfermedad le ha dado ¡°otra perspectiva¡±. Cree que iremos hacia un mundo con menos viajes para citas de dos horas en otra ciudad, otro pa¨ªs, otro continente. Pero s¨ª valora que el talento se junte bajo un mismo techo. ¡°Igual somos antiguos, pero creo que el contacto es importante¡±. La pandemia, a?ade, acelerar¨¢ tendencias que ya exist¨ªan, como el free sitting (asiento libre, en ingl¨¦s) y los espacios ¡°saludables¡± con ventilaci¨®n y mobiliario naturales.
Una oficina vac¨ªa produce una extra?a sensaci¨®n de tiempo suspendido. En la sede de Indra, en Alcobendas (Madrid), paseando entre modernas mesas blancas, descubrimos un calendario con los d¨ªas tachados hasta el 8 de marzo, una bolsa de perlitas de chocolate a medias, una anotaci¨®n en una agenda: ¡°Gastos Map Barna¡±, un billete de avi¨®n a Bilbao para el 10 de marzo que quiz¨¢ nadie tom¨®. Pero alguien ha estado girando las hojas de los calendarios de p¨¢gina que hay sobre algunos escritorios. La fecha est¨¢ actualizada. Un misterio. En el pasillo, recortada al contraluz, pasa la mopa Mar¨ªa del Amo, del equipo de limpieza. ¡°Fue cosecha m¨ªa¡±, dice. ¡°Era por actualizarlo, que parece que est¨¢ esto desolado¡±.
El 11 de marzo, con el estado de alarma a las puertas, la multinacional espa?ola de tecnolog¨ªa y seguridad comenz¨® a mandar empleados a casa. En 48 horas, el 90% de los 30.000 asalariados en el pa¨ªs estaban teletrabajando. El ¡°big bang¡±, lo denomina Pepe Garc¨ªa Quintana, ingeniero de 44 a?os, responsable de los sistemas de la informaci¨®n de Indra. ¡°Hubo momentos complicados¡±, dice en una videoconferencia desde su domicilio, a la que se conecta con los auriculares de la PlayStation. ¡°Pero no hemos tenido ninguna incidencia cr¨ªtica. Ha sido un ¨¦xito¡±. Repartieron unos 6.000 port¨¢tiles a quienes a¨²n no ten¨ªan. Y el cambi¨® fue perceptible enseguida. Las llamadas de fijo a fijo cayeron m¨¢s de un 50% a nivel mundial entre enero y marzo. Las videollamadas crecieron un 100%. Parte del secreto para que el sistema haya aguantado se encuentra en lo que Garc¨ªa Quintana denomina el ¡°gran bicho¡±: un centro de procesamiento de datos que ocupa 1.600 metros cuadrados de suelo t¨¦cnico, cuenta con una capacidad de almacenamiento de unos 20 petabytes y sostiene hasta 192 millones de sesiones simult¨¢neas.
El regreso, dice el ingeniero, ¡°ser¨¢ un desescalado progresivo¡±. Pondr¨¢n en marcha una aplicaci¨®n propia, una especie de pasaporte sanitario cuyo algoritmo tendr¨¢ en cuenta variables de salud y contactos con humanos, espacios y objetos para prevenir contagios. Tambi¨¦n te dir¨¢ d¨®nde sentarte al acudir a la oficina. De momento, en la sede de Alcobendas, la recepcionista recibe a los escasos visitantes tras un bote de gel hidroalcoh¨®lico y extiende al reci¨¦n llegado un cuestionario con preguntas sobre su salud en los ¨²ltimos 14 d¨ªas: ?fiebre?, ?tos?, ?dolor muscular?
Nico Matji, productor de cine de 45 a?os y cofundador del estudio de animaci¨®n Lightbox, del que han salido las pel¨ªculas de Tadeo Jones, dice que echa ¡°much¨ªsimo de menos la espontaneidad¡±, cuando de pronto alguien gritaba ¡°?Qu¨¦ bueno esto!¡± y se formaba un corrillo alrededor. ¡°Esa ilusi¨®n, esa energ¨ªa se nota en una pel¨ªcula¡±, a?ade en la penumbra del estudio, una planta de 800 metros cuadrados llena de ordenadores. Lo primero que ha preguntado al llegar ha sido: ¡°?C¨®mo vamos de polvo?¡±. En la estancia solo se encuentra el inform¨¢tico, que se ha dejado caer para reponer discos duros y mejorar la velocidad de transferencia de datos. En una cinta de animaci¨®n, que avanza a cinco segundos de metraje por animador a la semana, cada mil¨¦sima cuenta. Se escucha el sonido acolchado de los ventiladores enfriando la granja de render. El estado de alarma les pill¨® con la preproducci¨®n de Tadeo Jones 3. La maldici¨®n de la momia. Son de los pocos supervivientes de la industria cultural. ¡°En el sector de la animaci¨®n¡±, dice ?Matji, ¡°lo podemos capear mejor que nadie¡±.
Enrique Gato, el creador de Tadeo, vallisoletano de 43 a?os, dirige estos d¨ªas la pel¨ªcula desde lo que su mujer llama ¡°el zulo¡±, un s¨®tano de su chal¨¦ en Alcal¨¢ de Henares (Madrid), donde entra su mesa y su ordenador con doble monitor, sus instrumentos de m¨²sica, una pantalla para proyectar pel¨ªculas (y jugar a la videoconsola con su hijo), dos premios Goya, otra buena cantidad de galardones y un sinf¨ªn de mu?equitos. ¡°Mi vida hoy es hacer reuniones en Hangouts¡±, dice Gato. Los lunes se re¨²ne con los supervisores de cada departamento. Y casi el resto de la semana lo pasa con citas individuales. ¡°Hemos conseguido hacerlo funcionar¡±, explica. ¡°Pero verse a trav¨¦s de una pantalla no es lo mismo que estar bajo el mismo techo con un equipo art¨ªstico¡±.
Una ma?ana se nos permite asistir a una de sus reuniones virtuales. M¨¢s de 10 caritas aparecen en la pantalla. Gato va dando la palabra a cada participante. Hablan en un lenguaje incomprensible de ¡°tools¡±, ¡°nodos¡±, ¡°props¡± y ¡°rigs¡±. Una dice: ¡°Necesito texturas para los faciales¡±. A otro le aparece el hijo por la espalda. Discuten sobre el sombrero de Tadeo y finalmente alguien pregunta: ¡°?Se sabe cu¨¢ndo vamos a volver a la oficina?¡±. Matji, el productor, contesta: ¡°Como m¨ªnimo deber¨ªa vencer el estado de alarma, ya hab¨¦is visto las recomendaciones de seguir confinados. Creo que a finales de junio podemos ir pensando en c¨®mo vamos volviendo¡±. Matji cree que la mejor fecha para regresar ser¨¢ septiembre. Aunque, medio en broma, a?ade: ¡°Igual tenemos que acabar la pel¨ªcula en remoto¡±. Un compa?ero confiesa entonces: ¡°Yo estoy sospechosamente bien en casa¡±. Gato, el director, zanja la videoconferencia: ¡°Seguimos d¨¢ndole ca?a¡±.
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