Patricia Bullrich, la derechista desorientada
La candidatura de la exministra de Seguridad de Mauricio Macri pierde identidad en manos de su rival ultra, Javier Milei
¡°No estamos viviendo en un pa¨ªs normal¡±, repite Patricia Bullrich (Buenos Aires, 67 a?os) durante la campa?a. Argentina no es un pa¨ªs para ¡°administradores o te¨®ricos de la econom¨ªa¡±, sino para alguien como ella, dice, con ¡°la fuerza necesaria para recuperar el orden¡±. Bullrich estaba c¨®modamente instalada en ese espacio donde los valores de la democracia liberal se mezclan con posiciones extremas que tensan el sistema sin romperlo. Era hace solo seis meses la favorita para ganar las elecciones presidenciales de este domingo en Argentina. El peronismo se deshac¨ªa en peleas internas y Juntos por el Cambio, la alianza que en 2015 llev¨® a Mauricio Macri a la Casa Rosada, solo esperaba que el poder cayese en sus manos en octubre. Pero se interpuso Javier Milei.
El candidato de la ultraderecha arrebat¨® a Bullrich la idea del cambio y tambi¨¦n su capacidad destructiva de lo viejo, es decir, el peronismo en su versi¨®n kirchnerista de izquierda. La Piba, como le dicen, est¨¢ ahora tercera en los sondeos, detr¨¢s incluso del candidato del Gobierno, Sergio Massa. ¡°Decile s¨ª a un cambio de verdad, al cambio de Juntos por el Cambio¡±, ruega ahora en los videos que sus equipos difunden por las redes sociales. Es un intento de ¨²ltima hora por neutralizar el trasvase de votos antiperonistas a La Libertad Avanza, la nueva fuerza de la ultraderecha argentina.
Patricia Bullrich atraves¨® una profunda conversi¨®n pol¨ªtica. Con los dedos en V, el pelo negro ensortijado y la mirada hacia lo alto, mostraba hace 50 a?os a quien quisiese verla que era peronista. Y no una cualquiera. En 1983, cuando una c¨¢mara la capt¨® con ese gesto tan ic¨®nico, Argentina viv¨ªa en el ocaso de la dictadura militar. Bullrich acababa de poner fin a un exilio iniciado en 1977 que la llev¨® a Brasil, Estados Unidos y M¨¦xico. Su militancia en Montoneros, el grupo guerrillero del peronismo revolucionario, la hab¨ªa puesto en la mira de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Era cu?ada de uno de los jefes de la organizaci¨®n, Rodolfo Galimberti, y bajo su mando particip¨® en un par de atentados fallidos en Buenos Aires. Cuarenta a?os despu¨¦s de aquel regreso militante, Bullrich representa a la derecha m¨¢s tradicional. Defiende el aborto y respeta la diversidad sexual, pero son sus ¨²nicos matices.
Su metamorfosis se inici¨® a principios de los 2000, cuando se sum¨® al gobierno de la Alianza, que encabezada el radical (socialdem¨®crata) Fernando de la R¨²a en coalici¨®n con el peronismo progresista que hab¨ªa renegado de las pol¨ªticas neoliberales de Carlos Menem. Se sum¨® primero como secretaria de Pol¨ªtica Criminal, luego fue ministra de Trabajo y m¨¢s tarde de Seguridad. Abandon¨® el Gobierno en noviembre de 2001, un mes antes de que todo estallara por los aires producto del corralito bancario. Regres¨® a la pol¨ªtica activa en 2007 como diputada, pero ya dentro del ARI, un partido fundado por Elisa Carri¨®, una radical disidente que m¨¢s tarde terminar¨ªa sum¨¢ndose a Juntos por el Cambio. Complet¨® su metamorfosis pol¨ªtica en 2015, como ministra de Seguridad de Macri. Se vest¨ªa de militar e inundaba las redes sociales con v¨ªdeos en los que incautaba alijos de drogas, levantaba piquetes de protesta o deten¨ªa delincuentes.
¡°Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar¡±, gritaban los j¨®venes de los setenta. ¡°Conmigo, esto se acaba¡±, escribe Bullrich medio siglo despu¨¦s, pero para referirse a la expresidenta Cristina Kirchner y su movimiento, el kirchnerismo. La candidata ve all¨ª est¨¢ la suma de todos los males posibles, el origen de la ¨²ltima etapa de los recurrentes procesos de derrumbe argentino. En un spot de campa?a prometi¨® abrir una c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad para corruptos a la que pondr¨ªa el nombre de la vicepresidenta. Tambi¨¦n convoca a un pa¨ªs que ¡°destruya, dinamite y desarme la econom¨ªa que gener¨® el kirchnerismo¡±. El uso de la dinamita entusiasma a aquellos que est¨¢n hartos de la crisis econ¨®mica. Aqu¨ª, dice Bullrich, ya no hay espacio para ¡°los tibios¡± y solo ¡°ir por todo¡± permitir¨¢ recomponer el orden perdido.
Paradojas de la pol¨ªtica, el extremismo de Milei ha colocado a Bullrich en el centro del espectro. Se ha quedado fuera incluso de la estela conservadora que recorre la regi¨®n, con figuras de peso como el brasile?o Jair Bolsonaro, Nayib Bukele en El Salvador o Jos¨¦ Antonio Kast en Chile. Un Bolsonaro estar¨¢ este domingo en Buenos Aires, pero ir¨¢ a la sede de campa?a de Milei.
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