El arte de desaparecer, seg¨²n Enrique Vila-Matas
¡®Ese famoso abismo¡¯ es el t¨ªtulo del libro de entrevistas de la periodista Anna Mar¨ªa Iglesia y el autor de ¡®Par¨ªs no se acaba nunca¡¯. ¡®Babelia¡¯ adelanta un fragmento
La editorial barcelonesa Wunderkammer publica Ese famoso abismo, libro de conversaciones entre la periodista cultural Anna Mar¨ªa Iglesia y el escritor Enrique Vila-Matas. En ¨¦l, se tocan temas como por qu¨¦ escribir, los lugares de la literatura, la po¨¦tica del fracaso o el arte de desaparecer, tema de este fragmento de la charla entre ambos que Babelia publica un d¨ªa antes de que el volumen llegue a las librer¨ªas ma?ana lunes. ¡°El resultado¡±, indica su editora, Elisabet Riera, ¡°es un texto tan reflexivo como biogr¨¢fico y ameno, donde asoman grandes nombres de la literatura y el arte universales junto a recuerdos y an¨¦cdotas personales del autor. Una obra indispensable para los lectores de Vila-Matas y para todos los amantes de la buena literatura en general¡±.
Wunderkammer acompa?a el lanzamiento de la recuperaci¨®n de ¡°un texto fundamental¡± de la obra ensay¨ªstica de Vila-Matas (Chet Baker piensa en su arte. Ficci¨®n cr¨ªtica), ¡°que hasta ahora hab¨ªa pasado desapercibido en medio de una antolog¨ªa de relatos del autor¡±.
¨CComentabas antes, refiri¨¦ndote a Historia abreviada de la literatura port¨¢til, que abr¨ªas casualmente un libro, buscabas alguna frase ingeniosa y se la atribu¨ªas a otro. Estas falsas atribuciones me hacen pensar en las entrevistas inventadas para Fotogramas.
¨CS¨®lo s¨¦ que era joven y que esas falsas atribuciones me divert¨ªan mucho, por lo que ten¨ªan de juego ¨Clo l¨²dico en un pa¨ªs tan tr¨¢gico como el nuestro no est¨¢ muy bien visto¨C y tambi¨¦n de transgresi¨®n; despu¨¦s de todo, me permit¨ªan probarme a m¨ª mismo que era capaz de perderle el respeto a las normas estereotipadas de la correcci¨®n literaria. ?C¨®mo decirlo? Me permit¨ªan poner en cuesti¨®n todo en el mundo de la ficci¨®n, absolutamente todo, y sugerir que se pod¨ªa escribir de muchas otras formas que no fueran las establecidas.
¨C?Se te ha criticado muchas veces que ¡°citas demasiado¡±?
¨CCreo que no, aunque alg¨²n caso habr¨¢. Pero los que dicen que cito mucho son gente que simplemente no me ha le¨ªdo. Porque si inventar una cita es citar, vamos arreglados¡ Con esa gente de nada sirve que vaya yo explicando que m¨¢s que un citador soy un modificador, que es lo que es precisamente Mac, el diarista de Mac y su contratiempo: un tipo con tendencia a modificar lo que lee, que, por otra parte, es m¨¢s bien un gesto un tanto arrogante. Un gesto jud¨ªo, dice Steiner. Porque quien lee l¨¢piz en mano est¨¢ convencido de ser capaz de escribir un libro mejor que el libro que est¨¢ leyendo. El modificador toma notas, subraya, lucha contra el texto, escribiendo al margen. Suele decirse que no hay nada tan fascinante como las notas marginales de los grandes escritores. Es un di¨¢logo vivo. Hace un a?o le¨ª un compendio de las notas escritas a lo largo de los a?os por Borges en los m¨¢rgenes de los libros que le¨ªa. Era fascinante.
¨CDeduzco por lo que dices que tomas muchas notas durante la lectura y que algunos de tus libros de cabecera estar¨¢n llenos de notas al margen.
¨CHay bastantes notas, muchas de ellas indescifrables, incluso para m¨ª, pero quiz¨¢s lo que caracteriza m¨¢s a algunos de mis libros de cabecera es que est¨¢n destrozados. Una colecci¨®n privada de libros destrozados. De libros que se intuyen muy le¨ªdos o, mejor dicho, muy vividos.
¨CEsta escritura de los m¨¢rgenes me hace pensar en Bartleby y compa?¨ªa, donde el narrador escribe un cuaderno de notas a pie de p¨¢gina sobre libros invisibles.
¨CLa gracia de Bartleby y compa?¨ªa es que el libro no est¨¢. El origen de mi pasi¨®n por las notas procede de la lectura de las geniales notas que acompa?aron la traducci¨®n espa?ola (de Javier Mar¨ªas) de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne. De la primera de esas notas me lleg¨® precisamente la informaci¨®n de que shandy o shan, en el dialecto de algunas zonas del condado de Yorkshire ¨Cdonde Sterne vivi¨® gran parte de su vida¨C significa indistintamente ¡®alegre¡¯, ¡®voluble¡¯ y ¡®chiflado¡¯.
¨CRecordabas antes que Perec sosten¨ªa que la literatura se encaminaba hacia un arte de las citas. ?Hasta qu¨¦ punto hoy el uso de la cita se ha convertido en una forma tan estereotipada como la que t¨² combat¨ªas?
¨CPasa como con todo. Hay quien lo hace bien y quien no puede hacerlo peor. ?Hay gente pa to?, que dec¨ªa el torero Belmonte.
¨CTe lo pregunto porque Esta bruma insensata puede leerse como una reflexi¨®n sobre el arte de las citas. Es decir, ?el asunto no es la cita, sino cuestionarla como se cuestiona todo?
¨CEn efecto, se trata de ponerlo patas arriba todo, y en ese cuestionamiento no excluyo por tanto ni siquiera mis posibles virtudes. En esto pasa como con lo de re¨ªrse de los dem¨¢s. Para re¨ªrte de todo has de empezar por saber re¨ªrte de ti mismo. Hay gente que ridiculiza a los otros en sus diarios personales, pero son incapaces de percibir lo rid¨ªculos que son ellos.
¨CTanto la atribuci¨®n de falsas citas como la invenci¨®n de entrevistas est¨¢n muy relacionados con el concepto de identidad o su cuestionamiento, con la idea de una identidad fluctuante e, incluso, ficticia.
¨CUn d¨ªa, poco despu¨¦s de publicar Dietario voluble, me re¨ª mucho al leer que yo era, por m¨ª mismo, un completo festival del heter¨®nimo herm¨¦tico y que en realidad Vila-Matas no era m¨¢s que uno de los muchos heter¨®nimos de Vila-Matas. Recuerdo que sent¨ª de pronto que no pod¨ªa estar m¨¢s de acuerdo con eso. Y desde luego sent¨ª, por qu¨¦ no decirlo, que tranquiliza mucho disponer de tantas m¨¢scaras.
¨CNo s¨¦ si lo sabes, pero en su d¨ªa se sospech¨® que Blanchot no exist¨ªa, sino que era una creaci¨®n de distintos escritores.
¨CPero Blanchot existi¨®; durmi¨®, treinta a?os antes que yo, en la buhardilla que me alquil¨® Marguerite Duras. Durante la Resistencia, Blanchot se ve¨ªa con Marguerite en reuniones clandestinas y a veces dorm¨ªa all¨ª en la sexta planta de la rue Saint-Beno?t. Una noche, en esa buhardilla, tuve una experiencia a lo Stephen King, memorable, por lo horrorosa que fue. Me dorm¨ª leyendo unos cuentos de terror de M. R. James y de pronto despert¨¦ sudoroso y not¨¦ que hab¨ªa alguien a mi lado y al girarme me vi a m¨ª mismo en versi¨®n diab¨®lica. Nunca volvi¨® a pasarme una cosa as¨ª, pero tengo muy claro que vi esa cara, que, con el tiempo, en mi memoria, se ha ido pareciendo a la de Blanchot en la ¨²nica foto que he visto de ¨¦l. Te digo la verdad: yo ahora no dormir¨ªa por nada a solas en esa buhardilla. Ni loco.
¨C?Es una alegr¨ªa poder decir que atr¨¢s [¡] va quedando fulminada para siempre la identidad, atr¨¢s va quedando esa carga pesad¨ªsima?, dice el doctor Pasavento, que cree que, desprendi¨¦ndose de la identidad, ?podr¨ªa ser m¨¢s libre?.
¨CPero hoy en d¨ªa, cuando pienso en el ya lejano avatar del doctor Pasavento, hasta le compadezco, quiz¨¢s porque no paro de darme cuenta de lo dif¨ªcil que ten¨ªa que ser para el pobre Pasavento tratar de ser a¨²n menos de lo que ya de por s¨ª era, sobre todo teniendo en cuenta que no era nadie.
¨CAl respecto, Gon?alo Tavares en la introducci¨®n de Doctor Pasavento, en su edici¨®n brasile?a, escribi¨®: ?Desaparecer frente a otros requiere esfuerzo, pero es posible (el buen escondite se resuelve): desaparecer frente al espejo, ese es el gran obst¨¢culo?.
¨CCuando le¨ª esto de Tavares, me di cuenta de que era algo en lo que yo no hab¨ªa pensado nunca antes. O s¨ª. Es probable que lo hubiera pensado, pero sin darme cuenta, porque parece un pensamiento relacionado con la cita de Blanchot que abr¨ªa El mal de Montano: ¡°?C¨®mo haremos para desaparecer?¡±.
¨CAl final, este es el dilema de Montano y de Pasavento.
¨CY es el dilema de Cervantes cuando se enfrenta al momento en que tiene que sentenciar a Alonso Quijano y relatarnos su muerte y escribe: ?Alonso Quijano, entre l¨¢grimas y quejas de quienes lo rodeaban, dio su esp¨ªritu, quiero decir que se muri¨®?. Seg¨²n Borges, en esa frase est¨¢ sellada la emoci¨®n del autor al tener que acabar con su creaci¨®n. Podr¨ªa haber sido un momento grandilocuente, pero Cervantes lo resolvi¨® bruscamente, como si hablara de un amigo: ?quiero decir que se muri¨®?.
¨CEsto me hace volver a Bastian Schneider y, sobre todo, me hace pensar que, al final, la desaparici¨®n del doctor Pasavento, su deseo de no ser nadie para ser m¨¢s libre, no deja de ser una met¨¢fora de la literatura y de ese grado cero de la escritura, que dir¨ªa Barthes.
¨CPor parad¨®jico que parezca, yo a veces veo detr¨¢s de ese deseo de no ser nadie la pulsi¨®n de volver a empezar. Alguien dijo que les daba una segunda vida a los escritores que admiraba. Y cuanto m¨¢s pienso en esto, m¨¢s me doy cuenta de que esto explicar¨ªa que, como dice Christopher Dom¨ªnguez Michael, hubiera yo obrado el milagro, por ejemplo, de devolver a Maurice Blanchot a ese mundo de la literatura del cual nunca debimos dejar que se escapara.
¨C?Y ese mundo del que no debimos escapar es el que se plasma en una novela como Thomas el oscuro, seguramente la novela de Blanchot que m¨¢s dialoga con las tuyas?
¨CYa hace tiempo que me dijeron esto por primera vez. Y me sorprendi¨®, porque de Blanchot el libro que me hab¨ªa dejado huella era El libro por venir. Y es que Thomas el oscuro lo hab¨ªa incluso evitado por el hecho mismo de ser una ficci¨®n. Novela y Blanchot no encajaban bien para m¨ª, supongo que no estaba interesado en que el autor de El libro por venir me contara una historia. Pero cuando me sugirieron que entrara en ese libro, no esper¨¦ nada para hacerlo y pude descubrir, no sin cierto asombro, el principio narrativo sobre el que Blanchot hab¨ªa construido toda su obra de ficci¨®n hasta conducirla al silencio; un principio que se resum¨ªa en un fragmento que pas¨® a perseguirme desde entonces: ?Cuanto m¨¢s se alejaba de s¨ª mismo, m¨¢s presente estaba. El relato de ficci¨®n pone, en el interior de aquel que escribe, una distancia, un intervalo, sin los cuales no podr¨ªa expresarse¡?. No s¨¦ c¨®mo decirlo y ni siquiera si se puede expresar, pero la cuesti¨®n es que adoro esa distancia que creo que alcanza una cualidad extrema en los relatos de Kafka.
¨CDe hecho, Blanchot analiza esta distancia en Kafka observando que se consigue pasando del yo al ¨¦l. Y, en el fondo, ?no es esto lo que hacen tus personajes en ese tr¨¢nsito hacia el abandono de toda identidad?
¨CEs esto, s¨ª. Recuerdo que Blanchot resaltaba ah¨ª que cuando Kafka escribe al azar la frase ??l miraba por la ventana?, se encuentra, seg¨²n dice, en una especie de inspiraci¨®n tal que esta frase ya es por s¨ª sola perfecta. Porque ¨¦l a fin de cuentas es su autor o, mejor dicho, gracias a ella, ¨¦l es autor: de ella obtiene su existencia, ¨¦l la ha hecho y ella lo ha hecho, ella es ¨¦l y ¨¦l es por completo lo que ella es. No conozco a nadie que haya expresado mejor por qu¨¦ escribir puede ser una dicha absoluta.
¨CAparte del hecho de dar una segunda vida a los escritores que admiras, este volver a empezar ?tiene que ver con tu actitud frente a la p¨¢gina en blanco?
¨CPodr¨ªa ser, ?por qu¨¦ no?
¨CM¨¢s que nada porque dar una segunda vida a los escritores, adem¨¢s de ser una forma de reconocerles unos m¨¦ritos que, quiz¨¢s, no se les han reconocido, obliga a encontrar y realizar una nueva lectura, es decir, volver a interpretarlos.
¨CY tambi¨¦n es una forma de transformarlos en personajes. De hecho, desde que Dios no existe, todas esas teor¨ªas acerca de lo que al escribir puede o no hacer uno, es decir, todas esas grandes polvaredas que levantan las pol¨¦micas que dividen a los literatos, acaban en el balbuceo incoherente al que conduce la incapacidad de todos por formular algo que pueda sellarse diciendo que ha quedado debidamente demostrado. De modo que, desde mi punto de vista, todo est¨¢ permitido y, por tanto, los escritores pueden perfectamente ser personajes, del mismo modo que hay quien va por ah¨ª y elige en las tumbas los nombres de sus personajes de ficci¨®n.
¨CSi hablamos de desaparecer, hay que preguntarse de d¨®nde se desaparece. Y esto me lleva a Bastian Schneider, a la imposibilidad de vivir fuera del ?texto infinito?, y a muchos de tus personajes, empezando por el doctor Pasavento, que aspiran a desaparecer, pero viven atrapados dentro del texto, incapaces de salir de ah¨ª.
¨CEntre mis personajes, Bastian Schneider es el que m¨¢s resistencia ha opuesto a desaparecer. Puede dar la impresi¨®n de parecer una invenci¨®n m¨ªa, pero no lo es, no lo es en absoluto. A veces pasan cosas raras. Sucedi¨® lo siguiente: estaba escribiendo Esta bruma insensata y el narrador se llamaba Bastian Schneider y, al igual que el de la conferencia Bastian Schneider, del Coll¨¨ge de France, era una persona que viv¨ªa en una casa junto a un abismo, dedicada al arte de las citas. El caso es que estaba muy familiarizado ya con Bastian Schneider, porque era quien contaba la historia de la relaci¨®n con su hermano neoyorquino, Rainer Schneider. Llevaba ya unos meses Bastian siendo la voz que narraba Esta bruma insensata cuando me lleg¨® un email desde K?ln, Alemania, que empezaba as¨ª: ¡°Me llamo Bastian Schneider y no tengo problema en ser el h¨¦roe de su conferencia de Par¨ªs (la conferencia acaba de ser traducida al alem¨¢n en una revista de Berl¨ªn), pero debo decirle que, si bien Schneider es un apellido muy corriente, Bastian no lo es tanto, y aun menos lo es que alguien se llame Bastian Schneider y sea escritor, como es mi caso; es m¨¢s, mi editor me pregunta si soy yo¡±. Desde luego no ignoro que hay escritores que son visitados por sus personajes, pero el caso de Bastian Schneider, joven escritor de K?ln con varios libros ya publicados (como pude comprobar googleando), no dej¨® de sorprenderme. Y lo primero que hice fue ir a mi novela en marcha y cambiarle el nombre a Bastian para ponerle Simon. Hoy en d¨ªa, mantengo una cierta correspondencia con Bastian Schneider, que me ha enviado a casa sus libros en alem¨¢n, aun sabiendo ¨Ctal como me dijo en una carta en franc¨¦s que lleg¨® dentro de uno de sus libros¨C que yo no tengo ni idea de leer en alem¨¢n. A veces paso por delante de donde est¨¢n los libros del amigo Bastian en mi biblioteca y me digo: ya es bien raro, de todos modos, que uno de mis personajes est¨¦ produciendo todos estos libros¡
Ese famoso abismo. Conversaciones con Enrique Vila-Matas. Anna Mar¨ªa Iglesia. Wunderkammer, 2020. 176 p¨¢ginas, 18,50 euros.
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