Por qu¨¦ me encanta Robert Walser
Si me gustan sus textos y sus libros no es por su contenido. Me encantan como muestras de resistencia, como muestras de exigencia absoluta, pues son exigentes hasta el punto de que exigen demasiado
Cada texto, cada libro, cada uno de los libros de Robert Walser me parece necesario, hasta el texto m¨¢s breve, el libro m¨¢s delgado. Porque cada uno de sus libros, cada uno de sus textos cuenta. Todos los libros y todos los textos son igual de importantes. Importante quiere decir, para m¨ª, significativo. No hay texto ni libro que no sea ¡°significativo¡± o ¡°relevante¡±, porque tambi¨¦n los ¡°libros malos¡± son significativos, eso es v¨¢lido para todos los libros. No es una cuesti¨®n de relevancia, nunca es una cuesti¨®n de relevancia. Es cuesti¨®n de que los textos de Robert Walser que he seleccionado son imprescindibles. Son imprescindibles Vladimir, Mis afanes y tambi¨¦n Berl¨ªn y el artista. Todos los textos que comprende esta antolog¨ªa son imprescindibles, y en todos ellos se hace valer un significado propio m¨¢s all¨¢ de lo significativo.
Estos textos son reivindicaciones de un sentido propio. Lo esencial es que son afirmaciones y que insisten en esa su condici¨®n de afirmaciones, de tesis, frente a un significado en el sentido m¨¢s estrecho del t¨¦rmino. Es esencial elevar esos textos por encima de su mero ¡°contenido¡±, de defenderlos por encima de su contenido. Se trata de leer el texto Una bofetada y m¨¢s cosas por encima de su contenido. No para alejarlo de ese contenido, sino para demostrar que esa reivindicaci¨®n de un sentido propio que representan los textos de Walser va m¨¢s all¨¢ del ¡°puro elemento de contenido¡±. Es esencial comprender que estos textos traicionar¨ªan su propio contenido si insistieran en algo distinto de su contenido.
Si me encantan los textos y los libros de Robert Walser no es por su contenido. Me encantan como muestras de resistencia, como muestras de exigencia absoluta, pues son exigentes hasta el punto de que exigen demasiado. En el breve Walser sobre Walser se hace patente, y Robert Walser se resiste a que le apliquen la bienintencionada etiqueta de ¡°escritor¡±. Se rebela cuando alguien ¡ªalg¨²n supuesto entendido¡ª se dirige a ¨¦l como ¡°el escritor¡±. Se rebela ¡ªpreciso y cruel, cruel consigo mismo¡ª mencionando sus novelas El ayudante y Los hermanos Tanner, porque sabe muy bien lo que es pagar el precio del ¡°escritoraje¡±. Robert Walser fue el primero que pag¨® ese precio, el precio de hacer su trabajo: ser escritor. As¨ª pues, los a?os que pas¨® en Herisau, esos a?os de ¡°no-querer-escribir-m¨¢s¡±, de ¡°silencio¡± de Robert Walser, de 1933 a 1956, siempre me han parecido un gesto art¨ªstico absoluto, una postura art¨ªstica radical, rotunda. Nunca se alcanza a apreciar el valor de su silencio.
En Carta de un poeta a un caballero, Robert Walser escribe que ¨¦l ¡ªo el pobre poeta joven¡ª es alguien a quien no merece la pena conocer. Lo que podr¨ªa entenderse como modestia, servilismo o falta de confianza en s¨ª mismo o falsa modestia o falso servilismo o fingida falta de confianza¡ª y ah¨ª radican esa volatilidad y al mismo tiempo esa fuerza que se lleva todo por delante de la escritura de Robert Walser¡ª no hace sino enfatizar la postura radical del artista y del autor.
Lo determina ¨¦l: lo ¨²nico esencial es el texto, ¨²nicamente el texto de Robert Walser; no importa nada la persona, la persona de Robert Walser, la persona que ha escrito ese texto. As¨ª lo pone de manifiesto: nunca se trata de la persona, nunca se trata de ¨¦l, nunca se trata de ¡°lo personal¡±. Ahora bien, juega con eso, claro, primero haciendo alarde y luego pidiendo disculpas. Jugando con fuego, quem¨¢ndose ¨¦l mismo, Robert Walser desprecia ¡°lo personal¡±.
En Obrita de c¨¢mara, Walser se disecciona a s¨ª mismo con precisi¨®n de cirujano a trav¨¦s de la imagen de un paraguas viejo que cuelga de un clavo igual de viejo. Describe con precisi¨®n ¡°c¨®mo lo d¨¦bil en su debilidad sujeta otra cosa endeble¡±, e insiste ¡ªcon su infalible ¡°sentido de lo d¨¦bil¡±¡ª en c¨®mo ah¨ª se abre un abismo sin fondo y c¨®mo ese abismo se nos ofrece a los lectores para engullirnos tambi¨¦n. Con el mismo gusto con el que se deja engullir por el abismo el autor, que, al mismo tiempo, as¨ª se libera.
Justo as¨ª me lo demuestra: Robert Walser era libre, era libre con lo que le era propio. Ser libre con lo que es propio de uno significa: partir ¨²nica y exclusivamente de eso, significa ¡°dar forma¡± a partir de lo propio y de nada m¨¢s. Lo ¡°propio¡± con que trabajaba Robert Walser no tiene, en s¨ª mismo, forma alguna. Tampoco la necesita, puesto que la forma no surge hasta el momento en que se dirige a los dem¨¢s, en que se vuelve hacia el exterior... eso es lo que hace Robert Walser. Siempre me ha llamado la atenci¨®n, una y otra vez, que a muchos les gustar¨ªa quedarse a Robert Walser para ellos solos. Es un autor que consigue que lo adoren de una manera particular, ego¨ªsta, egoc¨¦ntrica, completamente posesiva, con exclusividad total. Muchos piensan ¡ªy no soy yo ah¨ª ninguna excepci¨®n¡ª que solo ellos entienden ¡°bien¡±, conocen ¡°bien¡±, honran ¡°bien¡± o aman ¡°bien¡±, ¡°de verdad¡± a Robert Walser. Esta exclusividad no la alcanzan m¨¢s que los verdaderamente grandes. Sin embargo, no se trata de fomentar esta exclusividad, como tampoco de suavizarla o de eliminarla, sino de abrirle peque?os huecos y rendijas para hacerla m¨¢s permeable, m¨¢s accesible, para encontrar formas de acceder a la obra, incontables formas de acceso.
Robert Walser se perdi¨® a s¨ª mismo, para m¨ª se perdi¨®, es el escritor de la perdida existencial y de la inseguridad existencial. Se perdi¨® para s¨ª mismo ¡ªy para nosotros¡ª en su camino. Robert Walser abri¨® el camino a lo precario, lo inseguro, lo incierto, lo inestable, lo fr¨¢gil, lo voluble, traz¨® un sendero para todo eso a fuerza de frecuentarlo.
Lo que muestra ese camino es el lenguaje de Robert Walser, un lenguaje poroso, sin rumbo, lleno de arabescos, un camino que no conduce a ninguna parte. Su lenguaje se desmigaja, se desvanece, se evapora como las huellas de pies mojados sobre un suelo de piedra caliente. Es un lenguaje de la autodisoluci¨®n que me permite tener una vivencia de esta, pero sin necesidad de disolverme yo tambi¨¦n. Fue Robert Walser quien pag¨® ese precio por los dem¨¢s.
En su radicalismo y su disposici¨®n a pagar el precio de su trabajo, es un ejemplo para todo artista, todo fil¨®sofo, todo escritor. En la Carta de un poeta a un caballero escribe: ¡°Estoy con los pies en la tierra, esa es mi posici¨®n¡±. Con ello me da la clave para adoptar una posici¨®n en este mundo complejo, hipercomplejo si cabe, mi propia posici¨®n personal, para encontrarla y saberla defender. Estoy con los pies en el mundo, a izquierda y derecha, detr¨¢s y delante, el mundo se curva hacia el abismo; sin embargo: yo estoy ah¨ª de pie, con los pies encima.
Robert Walser ilumina lo peque?o, lo desatendido, lo que no se ve serio ni aparente. Ilumina lo que est¨¢ en la sombra, y para m¨ª es como si sostuviera una linterna en la oscuridad. He aprendido de ¨¦l que hay que considerar importante todo, porque todo es importante. He aprendido que todo puede ser importante y que todo puede volverse importante, y he aprendido que no hay nada insignificante. Robert Walser tiene un texto titulado Cuando los d¨¦biles se creen fuertes. No solo escribi¨® esa frase, sino que la vivi¨®, la dej¨® anotada para m¨ª, para nosotros. La vivi¨® de manera rebelde y con regocijo... sin duda, como una forma de resistencia en el fracaso y, sin duda, rebel¨¢ndose tambi¨¦n contra el ¨¦xito.
Robert Walser, para m¨ª, plantea la pregunta: ?qu¨¦ es ¨¦xito? ?Qu¨¦ es fracaso? ?Estoy dispuesto a hacer un trabajo por encima de los conceptos de ¨¦xito y fracaso? Hemos de reconocer que no tener ¨¦xito no es sin¨®nimo de ser una v¨ªctima, fracasar puede ser un acto heroico. Robert Walser es un h¨¦roe.
Quiero ver a Robert Walser como un h¨¦roe, pero no quiero guard¨¢rmelo para m¨ª solo, y a eso se debe esta selecci¨®n de textos que me propuse y he realizado en colaboraci¨®n con Reto Sorg, esta antolog¨ªa que, rescatando una palabra a¨²n m¨¢s bonita, podemos llamar florilegio.
Este texto de Thomas Hirschhorn, traducido por Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez, figura como pr¨®logo en la nueva edici¨®n de ¡®Berl¨ªn y el artista¡¯ que Siruela publica este martes 2.
Berl¨ªn y el artista
Traducci¨®n: Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez.
Siruela, 2021. 348 p¨¢ginas. 24,95 euros.
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