Elizabeth Hardwick: lecciones de estilo
La escritura de la autora de ¡®Noches insomnes¡¯ es un gran ejemplo de prosa h¨ªbrida y no sujeta a las convenciones de los g¨¦neros
Me fij¨¦ por primera vez en el nombre de Elizabeth Hardwick en un ensayo de David Shields que me hab¨ªa hecho mucha impresi¨®n, Hambre de realidad. En un tono de pol¨¦mica, y urdiendo las p¨¢ginas de lo que ¨¦l llamaba ¡°un manifiesto¡±, con todo tipo de citas y fragmentos de libros, montados como un collage, Shields propon¨ªa una literatura que, para captar m¨¢s plenamente la inmediatez de lo real, la variedad y el desorden del presente, eludiera las formas tradicionales de la novela o de las memorias, o las mezclara sin miramiento, a?adiendo tambi¨¦n rastros del ensayo, del diario, de la cr¨®nica de peri¨®dico. El ¡°hambre de realidad¡± de un lector contempor¨¢neo, dec¨ªa Shields, ya no pueden satisfacerla los g¨¦neros literarios establecidos, anquilosados, cerrados sobre s¨ª mismos, empe?ados en una coherencia interior que excluye lo azaroso, lo fragmentario, los materiales baratos y confusos de nuestra experiencia del mundo.
El libro de Shields me influy¨® m¨¢s porque justo en ese tiempo yo hab¨ªa estado releyendo, con l¨¢piz y cuaderno, para un seminario, El amante, de Marguerite Duras. Como pasa tantas veces, yo cre¨ªa recordar bien el libro, as¨ª que mi sorpresa fue muy grande al descubrir en qu¨¦ medida lo hab¨ªa olvidado, dejando adem¨¢s que mi recuerdo se confundiera con el de la pel¨ªcula. El descubrimiento fue el de una absoluta libertad narrativa en la que se disolv¨ªa el hilo principal de la historia, en un ir y venir entre el pasado y el presente, entre pasados distintos, que a lo que m¨¢s se parec¨ªa era a las divagaciones, a las discontinuidades, a los caprichos de la memoria, a las corrientes inseguras de la rememoraci¨®n. Mi educaci¨®n est¨¦tica y mis inclinaciones personales me han llevado muchas veces a construir mis libros de una manera muy organizada, con un sentido muy poderoso de la forma, de lo que se expresa, a mi juicio no sin antipat¨ªa, en la palabra ¡°estructura¡±: estructura suena a armaz¨®n, a ingenier¨ªa, a gravitaci¨®n y espesor de materiales muy s¨®lidos.
Lo que hab¨ªa en esa novela de Duras era liviandad en vez de peso, fluidez y no gravedad, no un camino marcado desde el principio ni una composici¨®n en la que se oyera el chasquido de las piezas que encajan sino una especie de tanteo, un ir y venir dej¨¢ndose llevar por los procesos de la memoria y del acto mismo de escribir, una cautela o un respeto para que las im¨¢genes y las sensaciones alcancen al lector con la limpieza suficiente para no abrumarlo con informaciones agotadoras, para hacerle consciente de los silencios y los espacios en blanco.
Entre los ejemplos de prosa h¨ªbrida y no sujeta a las convenciones de los g¨¦neros que citaba David Shields estaba Sleepless Nights, de Elizabeth Hardwick. Un buen lector es un propagandista. Shields hablaba con tanto entusiasmo de ese libro casi desconocido que yo me puse a buscarlo de inmediato. Se hab¨ªa publicado en 1979, y durante muchos a?os fue inencontrable. Por fortuna se hab¨ªa reeditado en 2001 en la colecci¨®n de literatura rara y rescatada de The New York Review of Books, libros de bolsillo con un dise?o hacia el que se van golosamente las manos y los ojos. Hardwick perteneci¨® al grupo de los fundadores de la revista y escribi¨® en ella a lo largo de los a?os ensayos memorables, rese?as extensas y profundas de libros, cr¨®nicas de viajes, retratos del natural de personas a las que hab¨ªa conocido. En abril de 1968 fue a Memphis y estuvo en la marcha de protesta por el asesinato de Martin Luther King, y luego a Atlanta para asistir a su entierro. Su prosa no tiene la rapidez voluble de Joan Didion, ni su agudeza para distinguir lo revelador en lo trivial, pero a cambio es mucho m¨¢s reflexiva, y m¨¢s cordial con la experiencia humana, mucho m¨¢s conmovida, sin esa extra?eza at¨®nita que le sirve a Didion para marcar su distancia hacia todo. Elizabeth Hardwick escribe sobre una figura del pasado, Melville o Henry James o George Eliot o Virginia Woolf, y le otorga una densidad y una cercan¨ªa de persona real a la que ella hubiera conocido. Y cuando escribe sobre alguno de sus contempor¨¢neos, Truman Capote, por ejemplo, combina el retrato certero y ¨¢cido del natural con la evaluaci¨®n cuidadosa de la obra literaria. Situada, en el mundo intelectual de Nueva York, en una posici¨®n de privilegio, aunque tambi¨¦n lateral ¡ªdurante muchos a?os fue conocida sobre todo por ser la esposa y luego la viuda de Robert Lowell¡ª, Eliza?beth Hardwick aprovech¨® por igual las ventajas de la cercan¨ªa y las de la cierta distancia. Sin duda no brill¨® en vida tanto como hubiera merecido, pero tambi¨¦n tuvo el sosiego suficiente para leer y observar, para empaparse sin aturdimiento de las cosas, los libros, la vida pol¨ªtica, el pulso de Nueva York, la memoria indeleble de su origen en el sur, los viajes por Europa, los paisajes agrestes, las soledades invernales de la costa de Maine.
Todo ese mundo suyo est¨¢ en Sleepless Nights. Con el t¨ªtulo de Noches insomnes, Marta Alcaraz lo tradujo hace unos a?os para una bella edici¨®n de Navona. Algunos cap¨ªtulos los hab¨ªa ido publicando Hardwick a lo largo de los setenta en The New York Review. Su brevedad, unas 140 p¨¢ginas, es una parte de su atractivo y su misterio. Fernando Pessoa conceb¨ªa su Libro del desasosiego como una ¡°autobiograf¨ªa sin hechos¡±. En Noches insomnes hay una confesi¨®n pudorosa, una autobiograf¨ªa impl¨ªcita en la que la vida en soledad de la mujer que cuenta est¨¢ definida por las ausencias que sugiere, el ¡°nosotros¡± que fue natural para ella en otro tiempo y ya no puede usar, las cartas de los a?os cincuenta rememoradas o inventadas, dirigidas a una ¡°querida M.¡± que sin duda es Mary McCarthy, en las que se da cuenta de una vida en com¨²n en sus comienzos, todav¨ªa lejos de la amargura, la enfermedad mental, el abandono. En su soledad de mujer madura en Nueva York, Hardwick recuerda el mundo por igual opresivo y ad¨¢nico de su infancia en el sur y sus encuentros con los m¨²sicos de jazz en los a?os cuarenta, en los hoteles grandes y s¨®rdidos al oeste de Broadway, en uno de los cuales convivi¨® con Billie Holiday, y fue testigo de su belleza, su talento supremo, su vulnerabilidad y su fiereza, su propensi¨®n al desastre. Criada en el sur, Elizabeth Hardwick ten¨ªa una sensibilidad particular para el sufrimiento y la injusticia. Ahora que lo pienso, su retrato de Billie Holiday es su obra maestra.
Noches insomnes
Autora: Elizabeth Hardwick.
Traductora: Marta Alcaraz.
Editorial: Navona, 2018.
Formato: 216 p¨¢ginas, 23 euros.
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