Divulgar en negro
El desprecio por los cient¨ªficos de apellidos espa?oles llega al punto de que se ocultan sus nombres en las portadas de sus libros

Teniendo en cuenta que el n¨²mero de hispanohablantes se aproxima a los 580 millones, sorprende la relativamente escasa literatura existente de divulgaci¨®n cient¨ªfica en castellano. Algo tiene que ver en ello nuestra pobre tradici¨®n cient¨ªfica, nacida de la infausta decisi¨®n de los primeros Habsburgo de convertirse en paladines de la Contrarreforma, cuya consecuencia fue el aislamiento internacional y el enclaustramiento de la ciencia espa?ola en escuelas militares y conventos desde el segundo tercio del siglo XVI hasta la muerte, en 1833, de Fernando VII, quien cerr¨® universidades para frenar el contagio de las ideas republicanas. El proceso de reconstrucci¨®n fue largo, mereciendo menci¨®n la creaci¨®n de la Real Academia de Ciencias Exactas, F¨ªsicas y Naturales en 1847 y de la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios en 1907, cuya tarea modernizadora qued¨® interrumpida por la Guerra Civil y la subsiguiente dictadura. Cobr¨® la ciencia espa?ola nuevos br¨ªos con la recuperaci¨®n de la democracia, hasta el punto de situarnos a finales del siglo XX en posiciones acordes con nuestro PIB en los principales indicadores de cantidad y calidad de la producci¨®n cient¨ªfica (Espa?a fue, en la d¨¦cada 1999-2009, el 10? pa¨ªs del mundo en publicaciones matem¨¢ticas y el 8? en citas), a pesar de que la inversi¨®n en investigaci¨®n ¡ªque no gasto¡ª siempre fue inferior a la media de los pa¨ªses competidores. Evoluci¨®n parecida se pudo observar en muchas excolonias, como Argentina, Chile y M¨¦xico, por lo que procede preguntarse por qu¨¦ flaquea la publicaci¨®n de libros de divulgaci¨®n, que contribuyen poderosamente a la generaci¨®n de vocaciones cient¨ªficas y t¨¦cnicas entre los j¨®venes, as¨ª como a la necesaria actualizaci¨®n de los conocimientos del profesorado no universitario. No olvidemos que los maestros suelen impartir materias cient¨ªficas con los conocimientos adquiridos durante la ense?anza obligatoria, d¨¦ficit formativo al que muchos especialistas atribuyen, en parte, los mediocres resultados espa?oles en evaluaciones internacionales como las pruebas PISA y TIMSS.
A nuestro parecer, la principal causa de la anomal¨ªa es la falta de implicaci¨®n de los investigadores hispanohablantes en la difusi¨®n del conocimiento, a su vez consecuencia del abismo cultural (o ¨¦tico, si lo prefieren) que separa a los acad¨¦micos de los directivos de las empresas del sector. Ilustraremos esta tesis con una reciente experiencia propia. El pasado julio se puso en contacto con nosotros un colega de nuestra total confianza, director cient¨ªfico de una nueva serie sobre las aplicaciones de las matem¨¢ticas programada por cierta editorial con vocaci¨®n supranacional, para contribuir con un libro acerca de la relaci¨®n entre matem¨¢ticas y pol¨ªtica. Aunque ya hab¨ªamos publicado alrededor de una docena de libros de matem¨¢ticas para estudiantes de secundaria, de grado, de posgrado y tambi¨¦n para investigadores profesionales, con editoriales nacionales y extranjeras (como Springer, J. Wiley o McGraw Hill) ¡ªsiempre con nuestros nombres impresos en las portadas, a pesar de no ser mencionado en los correspondientes contratos¡ª, aceptamos gustosos el reto de publicar nuestro primer libro divulgativo. Imag¨ªnense nuestra sorpresa al descubrir, navegando por internet, que las portadas de los primeros vol¨²menes de la serie, lanzada como coleccionable en el mercado italiano, solo inclu¨ªan el t¨ªtulo y la editorial. Cuando preguntamos a nuestro interlocutor en esta ¨²ltima la raz¨®n por la que ocultaban los nombres de los autores de la mencionada serie, nos respondi¨® que ¡ªen contra de las evidencias de normalidad arriba descritas¡ª el mercado italiano podr¨ªa desconfiar de una serie de autores exclusivamente espa?oles, a?adiendo que la versi¨®n en castellano tambi¨¦n podr¨ªa ser an¨®nima si la editorial as¨ª lo decidiera. El desprecio por los cient¨ªficos de apellidos espa?oles puede deberse a la ignorancia o a la hispanofobia, pero su consecuencia es convertirnos en negros literarios (en realidad grises oscuros, puesto que somos ¡ªo seremos¡ª mencionados en letra peque?a en la p¨¢gina de cr¨¦ditos, junto con el ISBN, el traductor, el dibujante, el responsable de las maquetas¡). El desd¨¦n por la autor¨ªa tambi¨¦n podr¨ªa ser el s¨ªntoma de una concepci¨®n materialista del libro, que solo ser¨ªa uno de tantos objetos producidos en cadena que basta etiquetar con la marca de la empresa.
Terminaremos estas l¨ªneas con un consejo y un ruego. El consejo es para los cient¨ªficos que sopesen incursionar en la divulgaci¨®n: ah¨®rrense la verg¨¹enza de convertirse en negros (o grises oscuros) exigiendo la incorporaci¨®n en sus contratos de cl¨¢usulas garantistas acerca de la portada. El ruego va dirigido, por el contrario, a la ciudadan¨ªa en general: ayuden, por favor, a combatir la mala praxis editorial aqu¨ª denunciada absteni¨¦ndose de comprar aquellos libros que oculten los nombres de sus autores.
Francisco Arag¨®n Artacho y Miguel ?ngel Goberna son profesor titular y em¨¦rito, respectivamente, del Departamento de Matem¨¢ticas de la Universidad de Alicante.
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