Leila Slimani: ¡°Cuanto m¨¢s progresas en la jerarqu¨ªa social, m¨¢s blanca te ven los blancos¡±
Tras el ¨¦xito de ¡®Canci¨®n dulce¡¯, la escritora francomarroqu¨ª publica ¡®El pa¨ªs de los otros¡¯, una saga inspirada en la historia de sus abuelos en los tiempos coloniales con la que indaga en ¡°la maldici¨®n del mestizaje¡±
Tras ganar el Premio Goncourt con Canci¨®n dulce, vuelta de tuerca sociol¨®gica al cl¨¢sico de la ni?era asesina y fen¨®meno internacional traducido a 44 lenguas, Leila Slimani (Rabat, 1981) abre con El pa¨ªs de los otros (Cabaret Voltaire) una nueva trilog¨ªa sobre la historia de su familia. La protagoniza Mathilde, un pe...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Tras ganar el Premio Goncourt con Canci¨®n dulce, vuelta de tuerca sociol¨®gica al cl¨¢sico de la ni?era asesina y fen¨®meno internacional traducido a 44 lenguas, Leila Slimani (Rabat, 1981) abre con El pa¨ªs de los otros (Cabaret Voltaire) una nueva trilog¨ªa sobre la historia de su familia. La protagoniza Mathilde, un personaje inspirado en su abuela, una joven alsaciana en el Marruecos colonial de 1946. Slimani, residente en Francia desde los 17 a?os, indaga en un drama silencioso que conoce de primera mano: el de la otredad.
PREGUNTA. Hasta ahora hab¨ªa sido reticente a entrar en el terreno ¨ªntimo y familiar. ?Por qu¨¦ motivo?
RESPUESTA. Le doy mucha importancia a la imaginaci¨®n, as¨ª que apoyarme en lo autobiogr¨¢fico me parec¨ªa un fracaso. A medida que escrib¨ªa m¨¢s y que le¨ªa los diarios ¨ªntimos y la correspondencia de otros autores, me he dado cuenta de que es inevitable reutilizar aspectos personales. En el fondo, Canci¨®n dulce tambi¨¦n era un libro muy ¨ªntimo: lo escrib¨ª cuando tuve a mi hijo, de quien cuidaba una ni?era, en un momento en el que me sent¨ªa dividida entre aspiraciones distintas.
P. A ratos, su registro recuerda al del realismo m¨¢gico, como cuando usa el s¨ªmbolo del limaranjo, injerto de lim¨®n y de naranja. ?Le influyeron los autores latinoamericanos?
R. En el libro se encuentra mi amor por Faulkner y Carson McCullers, por Salman Rushdie y V. S. Naipaul, y tambi¨¦n por Garc¨ªa M¨¢rquez y Vargas Llosa, por Carlos Fuentes y Jorge Amado. Todos esos escritores forman parte de mi imaginario por sus descripciones de la naturaleza, de la sexualidad, de lo espiritual y lo inexplicable. Los latinoamericanos tienen una forma de ver el mundo parecida a la de los marroqu¨ªes. Esta mezcla de influencias ilustra la idea de la polinizaci¨®n en la literatura. Siendo un libro sobre el mestizaje, resultaba interesante que la propia escritura tambi¨¦n fuera mestiza.
P. Ha escrito un libro sobre una mujer blanca discriminada en el Magreb colonial. ?Era tan dif¨ªcil ser blanca en el Marruecos de entonces como magreb¨ª en la Francia de hoy?
R. El extranjero no siempre es quien uno imagina. Ser extranjero es una cuesti¨®n metaf¨ªsica, a la que las mujeres estamos bastante acostumbradas: ser mujer ya crea de por s¨ª una sensaci¨®n de extra?eza o de impostura en muchos momentos. La figura de Mathilde es ambivalente: por una parte representa al dominante, siendo blanca, y por la otra es marginada por haberse casado con un ind¨ªgena. En ese momento se consideraba que esa mezcla de sangre anunciaba el fin del mundo. Si todo el mundo se mezclaba, dejar¨ªa de existir la pureza.
P. Precisamente, empieza citando a ?douard Glissant: ¡°Maldici¨®n de esa palabra: mestizaje. Escrib¨¢mosla en caracteres enormes en la p¨¢gina¡±. ?Qu¨¦ tiene de maldito el mestizaje?
R. M¨¢s que el mestizaje, lo maldito es su percepci¨®n. Si un espa?ol se casa con una holandesa, nadie dir¨¢ que sus hijos son mestizos. Es una palabra que lleva impl¨ªcita la jerarqu¨ªa entre las razas. Hay una maldici¨®n en la idea de que el ser mestizo siempre representar¨¢ una extra?eza, una diferencia.
P. Pero en el libro invierte ese esquema de dominaci¨®n entre razas, como ya suced¨ªa en Canci¨®n dulce, donde la madre burguesa era de origen magreb¨ª, y su ni?era, una mujer blanca de extracci¨®n humilde.
R. Yo creo que nos define m¨¢s la clase social que la raza. A m¨ª me dicen a menudo que no parezco ¨¢rabe: cuanto m¨¢s progresas en la jerarqu¨ªa social, m¨¢s blanca te ven los blancos. Me interesaba decir que esa situaci¨®n se produce en otros contextos. Mi abuela, por ejemplo, aprendi¨® a hablar ¨¢rabe, se acomod¨® en el otro lado, perdi¨® parte de su blancura. En ciertos aspectos, se volvi¨® totalmente ¨¢rabe.
P. ?Puede pasar uno totalmente al otro lado?
R. No. Siempre hay una parte de uno mismo que le lleva a sus or¨ªgenes, a un dolor, a esa cosa de la que quer¨ªamos deshacernos a toda costa. Lo podemos intentar, pero nunca funciona.
P. ?Usted ha intentado pasar al otro lado?
R. No, porque yo no tengo lados. La idea de la nacionalidad no me interesa. Soy de los dos lados, 100% francesa y 100% marroqu¨ª.
P. ?De los dos lados y de ninguno?
R. Eso es. Por eso soy escritora o, mejor dicho, lectora. De ni?a quer¨ªa vivir dentro de los libros, hasta me disfrazaba de sus personajes. Cuando le¨ªa a Dostoievski me vest¨ªa con gruesos abrigos, incluso estando a 40 grados. Ten¨ªa una percepci¨®n muy intensa de la literatura porque me buscaba un pa¨ªs, una patria, un lugar donde sentirme bien. El lugar donde me siento mejor siempre han sido los libros.
P. Dice que tampoco cree en la noci¨®n de identidad. ?No es este libro una manera de buscarse una?
R. Es una forma de buscarme una identidad novelesca, un ADN literario, pero no hay en este libro una respuesta sobre qui¨¦n soy, porque ni siquiera yo lo s¨¦. Para m¨ª, las personas no existen, solo existen los personajes. Todos contamos con una parte secreta que es inmensa. Lo que percibimos de los dem¨¢s es su cualidad de personajes: c¨®mo se muestran en p¨²blico, qu¨¦ relatos los constituyen¡ Para m¨ª, la identidad es una casita en la que a uno le gustar¨ªa reposar, pero que en realidad no existe. Es una ilusi¨®n y un lastre.
Ser extranjero es una cuesti¨®n metaf¨ªsica. Las mujeres estamos acostumbradas a esa extra?eza, a esa impostura
P. Forma parte de los pocos escritores que se implican en la vida pol¨ªtica y comentan la actualidad. Incluso acept¨® un cargo oficial como representante de Emmanuel Macron en el Consejo de la Francofon¨ªa.
R. Lo hice pensando en la chica de 14 a?os que yo fui, una ni?a cejijunta y de pelo crespo que cre¨ªa que no ten¨ªa nada que hacer en el mundo porque viv¨ªa en su periferia. Lo hago para las ni?as como yo, que viven en Marruecos, Argelia o T¨²nez y aspiran a escribir o a ser libres. Les digo que la expresi¨®n libre no es tan destructora ni peligrosa como les hacen creer. Cuando era peque?a me hubiera gustado tener a una escritora con quien identificarme. Nunca vi en ninguna revista a alguien que se me pareciera¡
P. Si es as¨ª, ?por qu¨¦ rechaz¨® ser ministra de Cultura como le propuso Macron?
R. Porque no me apetec¨ªa y no me interesaba. Odio las reuniones y me gusta dormir por las ma?anas. Adem¨¢s, acababa de dar a luz y quer¨ªa ocuparme de mi hijo. No dud¨¦ ni un segundo. Es algo que no har¨¦ nunca.
P. Es un s¨ªmbolo muy fuerte que, d¨¦cadas despu¨¦s de Albert Camus, sea una mujer magreb¨ª quien ocupa el lugar del intelectual comprometido en la sociedad francesa¡
R. S¨ª, aunque hay gente a la que le da rabia. Les molesta que una mujer magreb¨ª se gane bien la vida y disfrute de la notoriedad. Cuanto m¨¢s ¨¦xito tengo, m¨¢s malevolencia percibo. Pero continuar¨¦ hasta que llegue el duelo. Me da igual, les quiero provocar¡
P. Durante el confinamiento, recibi¨® cr¨ªticas por un diario ¨ªntimo escrito desde su casa en Normand¨ªa. La acusaron de estar desconectada de la realidad, de ser una ¡°Mar¨ªa Antonieta que juega a ser granjera¡±.
R. Me provoc¨® mucha tristeza, una gran decepci¨®n. La adquisici¨®n de propiedad siempre despierta reflejos xen¨®fobos, como ya suced¨ªa en los a?os treinta con los jud¨ªos que se compraban casas. Un ¨¢rabe puede venir a vivir a Par¨ªs, pero comprarse una casa¡, ?eso, no! Es un pa¨ªs cruel con los extranjeros y con quienes tienen ¨¦xito.
Escribo para vengarme de la gente que no crey¨® en m¨ª, para vengarme de quien humilla, para vengar a mi padre
P. ?Esperaban algunos el m¨¢s m¨ªnimo paso en falso para atacarla?
R. Me sorprende que no sucediera antes. Siempre he estado convencida de que las cosas me ir¨ªan mal, de que llegar¨ªa muy alto, pero que luego todo terminar¨ªa muy mal, como le sucedi¨® a mi padre [el economista Othman Slimani, falsamente acusado de corrupci¨®n y encarcelado en 2002]. Todos los d¨ªas, al despertarme, me digo: ¡°Ha llegado el d¨ªa, la cat¨¢strofe empieza hoy¡±.
P. Ha dicho que escribe ¡°por venganza y como reparaci¨®n¡±. ?Para reparar qu¨¦ y vengarse contra qui¨¦n?
R. Para vengarme de la gente que no me entendi¨® y que no crey¨® en m¨ª. Para vengarme de quienes humillan a otros. Para vengar a mi padre. Para vengarme de esa adolescente que cre¨ªa que una mujer magreb¨ª nunca llegar¨ªa a hacer nada importante. Cuando escribes est¨¢s obligada a ser sincera, y en cierto modo eso te repara y repara al mundo, malogrado por la injusticia, la fealdad y la violencia. Escribir es inventar otro modelo, es decir que no estamos obligados a vivir as¨ª.
El pa¨ªs de los otros
Traducci¨®n: Malika Embarek L¨®pez.
Editorial: Cabaret Voltaire, 2021.
Formato: Tapa dura. 448 p¨¢ginas. 23,95 euros.