¡°El pueblo de Par¨ªs queda convocado a las elecciones comunales¡±
¡®Historia de la Comuna de Par¨ªs de 1871¡¯, obra capital de Prosper-Olivier Lissagaray, llega a las librer¨ªas coincidiendo con el 150? aniversario de la revuelta, que se celebra este jueves
El periodista franc¨¦s Prosper-Olivier Lissagaray es fundamentalmente recordado por su obra ¡®Historia de la Comuna de Par¨ªs de 1871¡ä, en la que cuenta con todo detalle el desarrollo y final de la revuelta que estall¨® en Par¨ªs el 18 de marzo de ese a?o, de la que este jueves se cumplen 150 a?os. Fue reprimida solo dos meses despu¨¦s, el 28 de mayo, pero se convirti¨® en un hito de la historia de la izquierda europea. ...
El periodista franc¨¦s Prosper-Olivier Lissagaray es fundamentalmente recordado por su obra ¡®Historia de la Comuna de Par¨ªs de 1871¡ä, en la que cuenta con todo detalle el desarrollo y final de la revuelta que estall¨® en Par¨ªs el 18 de marzo de ese a?o, de la que este jueves se cumplen 150 a?os. Fue reprimida solo dos meses despu¨¦s, el 28 de mayo, pero se convirti¨® en un hito de la historia de la izquierda europea. Capit¨¢n Swing recupera ahora esta cr¨®nica, en traducci¨®n de Blanca Gago. El libro se public¨® originalmente en Bruselas en 1876 y, como explica el escritor y editor franc¨¦s ?ric Hazan en el pr¨®logo, Lissagaray, que hab¨ªa participado en el movimiento revolucionario, lo escribi¨® para ¡°combatir las calumnias y mentiras que la burgues¨ªa victoriosa arroj¨® cual cubo de agua sobre los comuneros derrotados¡±.
Lissagaray hab¨ªa fundado en 1868 el peri¨®dico ¡®L¡¯Avenir¡¯ y m¨¢s tarde se hizo editorialista en ¡®La R¨¦forme¡¯ y ¡®La Marseillaise¡¯, cabeceras que congregaban a la izquierda revolucionaria. Cuando la Comuna fracas¨®, Lissagaray consigui¨® escapar a Londres, destino tambi¨¦n de muchos otros franceses temerosos de las represalias. El pr¨®logo menciona que Londres se llen¨® de artesanos, obreros, modistas y floristas y profesionales liberales provenientes de Francia, lo que sin duda contribuy¨®, de manera inopinada, a la influencia francesa en la sociedad brit¨¢nica. En 1886 se public¨® en Londres la versi¨®n inglesa, traducida por Eleanor Marx, hija de Karl, con la que Lissagaray mantuvo un contrariado romance. La edici¨®n de Capit¨¢n Swing incluye el pr¨®logo de Eleanor, que insiste en la imparcialidad del autor y define la Comuna como ¡°el primer intento del proletariado de gobernarse a s¨ª mismo¡±. El d¨ªa que lo enterraron, en enero de 1901, el f¨¦retro de Prosper-Olivier fue acompa?ado por 2.000 hasta el cementerio parisiense de P¨¨re Lachaise. ¡®Babelia¡¯ adelanta algunas de las p¨¢ginas del este volumen, que ha llegado esta semana a las librer¨ªas espa?olas.
Prefacio de la primera edici¨®n
La historia de la clase obrera desde 1789 habr¨ªa de ser el pr¨®logo de esta historia. Pero el tiempo apremia, las v¨ªctimas se arrastran hacia sus tumbas y la perfidia de los liberales amenaza con superar las gastadas calumnias de los mon¨¢rquicos. Por ello me limitar¨¦, de momento, a esbozar unas breves frases estrictamente necesarias a modo de introducci¨®n.
?Qui¨¦n hizo la revoluci¨®n del 18 de marzo? ?Qu¨¦ papel desempe?¨® el Comit¨¦ Central en la misma? ?Qu¨¦ era la Comuna? ?C¨®mo es que cien mil franceses faltan en su pa¨ªs? ?Qui¨¦n es el responsable? Legiones de testigos responder¨¢n a estas preguntas.
No hay duda de que habla un exiliado, pero un exiliado que no fue ni miembro, ni oficial, ni funcionario de la Comuna, que se ha pasado cinco a?os tamizando la evidencia, que no ha osado expresar evidencia alguna sin la m¨¢s absoluta certeza, que contempla el acecho del vencedor a la m¨ªnima exactitud para negar el resto, que no sabe proferir mejor lamento para los vencidos que el relato sincero de su historia.
Una historia que, por otra parte, se debe a sus hijos, a todos los trabajadores de la tierra. El ni?o tiene derecho a conocer el porqu¨¦ de las derrotas paternas; el partido socialista, las campa?as hechas bajo su estandarte en todos los pa¨ªses. Aquel que cuenta al pueblo falsos mitos revolucionarios, aquel que se divierte con historias sensacionalistas, es tan criminal como el ge¨®grafo que osara elaborar falsos mapas para los navegantes.
Londres, noviembre de 1876.
¡°Nuestros corazones rotos apelan a los vuestros¡±
Los alcaldes y adjuntos de Par¨ªs y los diputados del Sena a la Guardia Nacional y a todos los ciudadanos.
El Comit¨¦ Central convoca elecciones. Los alcaldes de Par¨ªs y los diputados del Sena se alzan contra ¨¦l.
Par¨ªs solo se enter¨® de su victoria el 19 por la ma?ana. ?Qu¨¦ cambio de decorado tras las innumerables escenas que se hab¨ªan sucedido en los ¨²ltimos siete meses! La bandera roja ondea en el H?tel de Ville y, con las brumas de la ma?ana, se han evaporado el ej¨¦rcito, el Gobierno y la administraci¨®n. De las profundidades del faubourg Saint-Antoine y la oscura rue Basfroi, el Comit¨¦ Central se eleva a la cima de Par¨ªs ante el resplandor del mundo. As¨ª se desvaneci¨® el Imperio el 4 de septiembre y los diputados de la izquierda pudieron recoger el testigo del poder abandonado.
El honor y la salvaci¨®n del Comit¨¦ se asentaban sobre un ¨²nico prop¨®sito: devolver el poder a Par¨ªs. Si hubiera sido una instituci¨®n sectaria y prol¨ªfica en decretos, el movimiento habr¨ªa terminado como el del 31 de octubre. Por fortuna, este estaba compuesto por reci¨¦n llegados sin pasado ni pretensiones pol¨ªticas, indiferentes a los sistemas y preocupados, sobre todo, por salvar la Rep¨²blica. En esas vertiginosas alturas, lo ¨²nico que los sosten¨ªa era una idea l¨®gica y parisina por excelencia: asegurar la municipalidad de Par¨ªs.
Ese hab¨ªa sido el asunto preferido de la izquierda bajo el Imperio, y por ah¨ª Jules Ferry o Picard se hab¨ªan ganado a la burgues¨ªa parisina, muy humillada por la minor¨ªa en la que hab¨ªa permanecido durante ochenta a?os y escandalizada por los chanchullos de Haussmann. Para el pueblo, el Consejo Municipal era la Comuna, madre de los oprimidos y garant¨ªa contra la miseria.
A las ocho y media, el Comit¨¦ Central est¨¢ reunido. Preside la sesi¨®n ?douard Moreau, un total desconocido, un peque?o comisionista que a menudo expuso con gran elocuencia el pensamiento del Comit¨¦. ?Yo no estaba de acuerdo con la idea de instalarnos en el H?tel de Ville ¡ªdice Moreau¡ª, pero ya que estamos aqu¨ª, es necesario regularizar la situaci¨®n cuanto antes y ofrecerle a Par¨ªs lo que quiere: convocar elecciones en un breve plazo, abastecer los servicios p¨²blicos y preservar a la ciudad de cualquier sorpresa?. Otros dicen: ?Hay que ir a Versalles, dispersar la Asamblea y llamar a Francia entera para que se pronuncie?. A lo que el autor de la propuesta de Vauxhall responde: ?Nuestro mandato se limita a asegurar los derechos de Par¨ªs. Si la provincia piensa como nosotros, que nos imite?.
Algunos quieren liquidar la revoluci¨®n antes de recurrir a los electores, otros se oponen a una f¨®rmula tan vaga. El Comit¨¦ decide proceder a las elecciones cuanto antes y encarga a Moreau que redacte una convocatoria. Mientras se est¨¢ firmando, llega Duval:
¡ªCiudadanos, acaban de decirnos que la mayor¨ªa de los miembros del Gobierno a¨²n est¨¢n en Par¨ªs; la resistencia se est¨¢ organizando en el primer y segundo arrondissements y los soldados marchan camino de Versalles. Hay que tomar medidas r¨¢pidamente, nombrar ministros, dispersar a los batallones hostiles y evitar que salga el enemigo.
En efecto, Jules Favre y Picard ya hab¨ªan abandonado Par¨ªs, mientras que Jules Simon, Jules Ferry, Dufaure, Lefl? y Pothuau hab¨ªan huido la noche anterior. Los ministerios se trasladaban sin disimulo y largas filas de militares se deslizaban por las puertas de la orilla izquierda del Sena. El Comit¨¦ segu¨ªa firmando documentos, y descuid¨® la cl¨¢sica precauci¨®n de cerrar las puertas para atenerse a las elecciones. No vio la muerte rondar entre Par¨ªs y Versalles; pocos la vieron, de hecho.
El Comit¨¦ segu¨ªa firmando documentos, y descuid¨® la cl¨¢sica precauci¨®n de cerrar las puertas para atenerse a las elecciones. No vio la muerte rondar entre Par¨ªs y Versalles.
El Comit¨¦ se distribuy¨® las tareas y envi¨® a sus delegados a apoderarse de los ministerios y servicios, algunos de los cuales fueron elegidos pese a no formar parte del Comit¨¦ porque eran reputados hombres de acci¨®n o revolucionarios. As¨ª, Varlin y Jourde fueron a Finanzas, Eudes a Guerra, Duval y Raoul Rigault a la Prefectura de Polic¨ªa, Bergeret a Interior, ?douard Moreau se encarg¨® del Officiel y de la Imprenta Nacional y Assi obtuvo el gobierno del H?tel de Ville. Cuando alguien del Comit¨¦ mencion¨® una subida salarial, sus colegas protestaron.
¡ªEn una situaci¨®n sin control ni freno resulta inmoral asignarse m¨¢s dinero ¡ªdijo Moreau¡ª. Hasta ahora hemos vivido con nuestros treinta sueldos, y eso nos bastar¨¢.
Se design¨® la permanencia de los miembros en el H?tel de Ville y el Comit¨¦ convoc¨® una reuni¨®n a la una.
Fuera se o¨ªa el clamor de la multitud, rebosante de alegr¨ªa. Un sol primaveral ba?aba las risas de los parisinos. Era el primer d¨ªa de esperanza despu¨¦s de ocho meses sombr¨ªos. Los curiosos pululaban ante las barricadas del H?tel de Ville, en Montmartre y por todas las calles. Entonces, ?qui¨¦n hablaba de guerra civil? Solo el Officiel, que relataba los acontecimientos a su manera: ?El Gobierno ya ha agotado todas las v¨ªas de conciliaci¨®n?, y hac¨ªa un desesperado llamamiento a la Guardia Nacional: ?Un comit¨¦ que se hace llamar Comit¨¦ Central ha asesinado a sangre fr¨ªa a los generales Cl¨¦ment Thomas y Lecomte. ?Qui¨¦nes son sus miembros? ?Son comunistas, bonapartistas o prusianos? ?Tendr¨¢n la decencia de asumir la responsabilidad de sus asesinatos??. Las lamentaciones de los fugitivos solo conmovieron a unas pocas compa?¨ªas del centro. Sin embargo, los j¨®venes burgueses de la Escuela Polit¨¦cnica ¡ªgrave s¨ªntoma de lo que suceder¨ªa despu¨¦s¡ª acudieron a apoyar a la mairie del segundo arrondissement y muchos estudiantes, hasta entonces vanguardia de la revoluci¨®n, se pronunciaron en contra del Comit¨¦.
Pero esta revoluci¨®n est¨¢ compuesta por proletarios. ?Qui¨¦nes son? ?Y qu¨¦ quieren? A las dos se cuelgan los pasquines del Comit¨¦, reci¨¦n salidos de la Imprenta Nacional: ?Ciudadanos, el pueblo de Par¨ªs, tranquilo e impasible ante su propia fuerza, ha esperado sin temor ni provocaci¨®n a esos locos desvergonzados que quer¨ªan mancillar la Rep¨²blica [¡]. Que Par¨ªs y Francia sienten juntos las bases de una Rep¨²blica aclamada con todas sus consecuencias, y solo de ah¨ª podr¨¢ salir el Gobierno que ponga fin a esta era de invasiones y guerras civiles. El pueblo de Par¨ªs queda convocado a las elecciones comunales?. Y a la Guardia Nacional: ?Nos hab¨¦is encargado la organizaci¨®n de la defensa de Par¨ªs y de vuestros derechos. En este momento expira nuestro mandato, que os entregamos [¡]. Preparad, pues, vuestras elecciones comunales [¡] y, mientras tanto, conservaremos el H?tel de Ville en nombre del pueblo?. Firmaban veinte nombres, que, salvo tres o cuatro ¡ªAssi, Varlin, Lullier¡ª, solo eran conocidos por haber aparecido en los carteles de los ¨²ltimos d¨ªas. Desde la ma?ana del 10 de agosto de 1792, Par¨ªs no hab¨ªa vuelto a ver tal advenimiento de hombres desconocidos.
Aun as¨ª, los carteles se respetan y los batallones circulan en libertad, ocupando los puestos sin resistencia alguna: los ministerios de Finanzas e Interior a la una y los de la Marina, Tel¨¦grafos y Guerra, junto con la Prefectura de Polic¨ªa y el Officiel, a las dos. Eso significa que el cartel estaba en lo cierto. ?Qu¨¦ decir contra un poder que, apenas nacido, ya habla de abdicar?
A su alrededor van surgiendo montones de bayonetas. Veinte mil hombres armados se amontonan en la plaza del H?tel de Ville con el pan en la punta del fusil.
Cincuenta bocas de fuego, ca?ones y metralletas, se alinean en la fachada y hacen las veces de friso de la casa comunal. Los pasillos y las escaleras se llenan de guardias, que comen all¨ª mismo. La gran sala del trono bulle de oficiales, guardias y civiles. En la sala de la izquierda, donde se encuentra el Estado Mayor, cesa el murmullo. La habitaci¨®n que da al Sena es la antec¨¢mara del Comit¨¦. Cincuenta hombres escriben sobre una larga mesa donde reina el silencio y la disciplina. De vez en cuando, dos centinelas apostados en la puerta dejan paso a un miembro del Comit¨¦, que trae una orden o una convocatoria.
La sesi¨®n se ha reanudado. Babick pide que el Comit¨¦ proteste por las ejecuciones de Cl¨¦ment Thomas y Lecomte, con las cuales no tiene relaci¨®n alguna.
¡ªEs importante que el Comit¨¦ se desentienda de cualquier responsabilidad ¡ªdice.
¡ªTenga cuidado de no desmentir al pueblo si no quiere que este lo desmienta a usted ¡ªle responden.
¡ªEl Journal Officiel declara que las ejecuciones se hicieron en nuestra presencia ¡ªdice Rousseau¡ª. Debemos detener esas calumnias. El pueblo y la burgues¨ªa van de la mano en esta revoluci¨®n, y la uni¨®n debe persistir. Es necesario que todo el mundo participe en el escrutinio.
¡ªPues venga, abandonemos al pueblo para conservar a la burgues¨ªa; el pueblo se retirar¨¢, y ya veremos si con la burgues¨ªa se hace la revoluci¨®n.
Historia de la Comuna de Par¨ªs de 1871
Autor: Prosper-Olivier Lissagaray.
Traductora: Blanca Gago.
Editorial: Capit¨¢n Swing, 2021.
Formato: R¨²stica con solapas. 656 p¨¢ginas, 25 euros.
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