Maestro Eckhart: Dios no es nada
El te¨®logo y fil¨®sofo alem¨¢n fue procesado por la Inquisici¨®n en el siglo XIV por afirmaciones que se consideraron herej¨ªas, entre ellas que el mundo existe desde la eternidad y que Dios necesita al hombre tanto como el hombre a Dios
¡°No hay noche que no tenga luz, pero est¨¢ oculta. El sol brilla tambi¨¦n en la noche, pero est¨¢ oculto. Durante el d¨ªa brilla y oculta la luz de las estrellas. Del mismo modo act¨²a la luz divina, que oculta las otras luces. Lo que buscamos en las criaturas es todo noche¡±. (Maestro Eckhart, ¡®El fruto de la nada¡¯)
La palabra Dios ha dejado de ser conveniente, aunque la gram¨¢tica de algunas frases exige un sujeto. Dios no es nada. Lo divino es todo. Darwin certific¨® lo primero. Spinoza, Zambr...
¡°No hay noche que no tenga luz, pero est¨¢ oculta. El sol brilla tambi¨¦n en la noche, pero est¨¢ oculto. Durante el d¨ªa brilla y oculta la luz de las estrellas. Del mismo modo act¨²a la luz divina, que oculta las otras luces. Lo que buscamos en las criaturas es todo noche¡±. (Maestro Eckhart, ¡®El fruto de la nada¡¯)
La palabra Dios ha dejado de ser conveniente, aunque la gram¨¢tica de algunas frases exige un sujeto. Dios no es nada. Lo divino es todo. Darwin certific¨® lo primero. Spinoza, Zambrano y Whitehead, lo segundo. Mientras tanto, Nietzsche acu?¨® la c¨¦lebre frase. Mucho antes de todos ellos un dominico alem¨¢n rescat¨® un viejo mito. Un mito v¨¦dico que comparten otras culturas. Un mito sencillo. Dios se ha vaciado en la creaci¨®n. Lo ha dado todo y de ¨¦l ya nada queda, salvo los trozos dispersos en los corazones de todo lo que vive. Esa es, a grandes rasgos, la visi¨®n de Eckhart, que, como era de esperar, escandaliz¨® a su tiempo.
Coet¨¢neo de Dante, Ibn Arab¨ª y Ram¨®n Llull, lo poco que sabemos de la vida de Eckhart de Hochheim (1260-1328) lo debemos a las actas del proceso de herej¨ªa al que fue sometido y condenado. Doctor en teolog¨ªa, ense?¨® como Tom¨¢s de Aquino en la Universidad de Par¨ªs, epicentro del saber de su ¨¦poca. Pero no fue en sus clases, sino en sus pl¨¢ticas, donde arriesg¨® unas cuantas met¨¢foras que casi le cuestan la vida. ¡°A un hombre le pareci¨® una vez en un sue?o de vigilia que estaba pre?ado de la nada, como una mujer lo est¨¢ de un ni?o, y en esa nada hab¨ªa nacido Dios¡±. Met¨¢foras que, a pesar de las prohibiciones, arraigaron siglos despu¨¦s en Juan de la Cruz, Angelus Silesius y Jakob B?hme. Eckhart es adem¨¢s un interlocutor privilegiado del existencialismo, desde Alemania hasta Jap¨®n.
Las criaturas son, pero solo en la medida en que tienen su ser en otro. El antecedente m¨¢s antiguo de esta visi¨®n lo encontramos en N¨¡g¨¡rjuna. Pero hay otro, posterior, en Pata?jali, fundador del yoga, disciplina que define como la supresi¨®n de los procesos mentales. Si el Ser divino est¨¢ m¨¢s all¨¢ de los modos (de los atributos, es decir, de la naturaleza), y si no hay diferencia entre la luz natural del intelecto y la luz agraciada de la fe; si la raz¨®n est¨¢ capacitada para la revelaci¨®n, la forma de comunicarse con lo divino ser¨¢ un ¡°vaciarse del alma¡±. Una idea que, apunta Amador Vega, Eckhart recoge de Margarita Porete. El alma aniquilada es la v¨ªa que permite comunicarse con lo divino sin mediaci¨®n. Una idea que enfurecer¨¢ a quienes detentan el poder de esa mediaci¨®n. El poder eclesi¨¢stico condenar¨¢ esas t¨¦cnicas y tratar¨¢ de abolirlas prendiendo fuego al cuerpo de la m¨ªstica francesa. Pero las met¨¢foras son ign¨ªfugas y sus ideas inspirar¨¢n a quienes, silenciando el ruido del alma, son capaces de escuchar lo divino.
El tema se remonta a las upani?ad y al Serm¨®n de la monta?a. El ¨²nico templo verdadero es el alma humana. Y para que se produzca el nacimiento de lo divino en el alma, ese templo ha de estar vac¨ªo, di¨¢fano. No solo sin altares, mercaderes y capillas, tambi¨¦n del ruido de oficiantes y jerarcas. Para que el alma sea fecunda, es necesario un principio femenino. As¨ª adquiere una condici¨®n gen¨¦sica que le permite participar de la creaci¨®n, del divino impulso que lo anima todo. Se convierte as¨ª en ¡°centella y chispa¡±, en ¡°simiente de fuego¡± que alumbra la vida.
No es de extra?ar el celo con el que el papado segu¨ªa estas derivas del pensamiento. El obispo de Par¨ªs ya hab¨ªa condenado algunas de las tesis filos¨®ficas de Alberto Magno y Tom¨¢s de Aquino, doctores muy reconocidos y, con el tiempo, Padres de la Iglesia. Tambi¨¦n lo fue Eckhart, que ocup¨® importantes cargos eclesi¨¢sticos y, en dos ocasiones, el honor de la c¨¢tedra de la Universidad de Par¨ªs, que en el siglo XIII era, tras el esplendor del califato de C¨®rdoba, la capital del conocimiento en Europa. Entre sus funciones est¨¢ la organizaci¨®n de cap¨ªtulos provinciales y el cuidado de 50 conventos, en los que funge de director espiritual de j¨®venes novicios. Es durante esa funci¨®n cuando desarrolla su forma de ense?anza, oral y directa, que utiliza la lengua vulgar, el alem¨¢n, tanto para esas conversaciones como para el di¨¢logo interior, mientras que reserva el lat¨ªn para la teolog¨ªa sistem¨¢tica. Una nueva lengua y un nuevo modo de hablar, de hablarse a uno mismo.
El alma es un desv¨¢n lleno de trastos. Est¨¢ llena de cosas: anhelos secretos, deseos que ni uno mismo entender¨ªa, afanes inconfesables, logros, obsesiones y fracasos. Es un p¨¦ndulo que oscila entre la p¨¦rdida y la adquisici¨®n, entre el recuerdo y la aspiraci¨®n. La tiniebla del inter¨¦s y la ansiedad del af¨¢n. All¨ª no puede habitar lo divino. Lo divino exige un templo vac¨ªo, di¨¢fano. Ayunar, velar, orar, son modos de vaciar el alma. ¡°El que no se ocupa de s¨ª mismo ni de nada que no sea lo divino es verdaderamente libre y est¨¢ vac¨ªo de cualquier mercanc¨ªa y no busca lo suyo, del mismo modo Dios est¨¢ vac¨ªo de sus obras y es libre y tampoco busca lo suyo¡±. Vac¨ªo y libre. Cuando habla Eckhart, escuchamos a un budista. Las obras tambi¨¦n son impedimentos, incluso las buenas. Las obras deber¨ªan ser libres y vac¨ªas, como lo divino. El templo del alma ha de vaciarse para que lo atraviese el viento del esp¨ªritu. Di¨¢fana, el alma acoge lo divino y le restituye su trono original (ese que perdi¨® con la creaci¨®n). Lo divino vaga por el universo, carece de morada, y solo la encuentra en el templo vac¨ªo del alma. Solo en ella puede brillar la conciencia original. Entonces la luz sin mezcla penetra en ella. ¡°El alma se ha arriesgado a ser anonadada y no puede, por s¨ª misma, retornar a s¨ª misma, tan lejos se ha marchado¡¡±. Locura divina. Entonces fluye de plenitud y dulzura, graciosa, por encima de todas las cosas. Con poder y sin mediaci¨®n, retorna a su origen.
Esa es la virginidad que ha de buscar el coraz¨®n. Reposar, anonadado, en el s¨ª mismo. Presente, libre y vac¨ªo. Para que as¨ª en ¨¦l nazca lo divino. ¡°Para hacerse fecundo es necesario que se haga mujer. Mujer es la palabra m¨¢s noble que puede atribuirse al alma, es mucho m¨¢s noble que virgen. Es bueno que el hombre conciba a Dios en s¨ª mismo¡±. Pero esa fecundidad del don, de lo que se nos ha dado, no es sino la gratitud del don. La fecundidad femenina es alabanza de gratitud. Los esposos no dan m¨¢s que un fruto al a?o. Hay otros esposos, los apegados a las oraciones, los ayunos y las vigilias. No toda virginidad es capaz de engendrar. Todo apego a estas cosas, por espirituales que sean, priva de libertad. Y sin libertad el alma no puede dar fruto, no puede alumbrar a Dios. Ahora entendemos por qu¨¦ Eckhart fue perseguido. El alma humana puede engendrar a Dios, libre y sin la mediaci¨®n de los sacramentos (patrimonio de la curia). El erotismo est¨¢ presente. Dios atraviesa al alma violentamente con sus rayos (Pablo). Reverdece en el alma lo divino como brota la rama del ¨¢rbol. Luce y arde de dulzura y delicia. Con alegr¨ªa tan cordial, que nadie puede hablar de ella con propiedad.
Lo divino nada sin guardar la ropa. Se ha arrojado al mundo, dividido, multiplicado en los corazones, y ahora, s¨®lo desde los corazones, desde la diversidad m¨¢s radical, puede regresar a su unidad original. El sacrificio primero ha consistido en eso. Se ha quedado en nada. P¨¦rdida de la unidad, renuncia a la soledad ontol¨®gica, diversificaci¨®n radical. Lo divino encuentra su morada definitiva, esa que perdi¨®, en el coraz¨®n de lo moviente y pasajero. En nosotros, los fugaces¡
¡°Dios es un ser sin el que los seres no son, porque todos los seres son de su ser¡±. Por eso se dice que la gracia es puro devenir, que fluye del coraz¨®n de lo divino, que es aquello que da, que engendra eternamente. La creaci¨®n no es algo del pasado. Ocurre a cada momento. La gracia es una fuerza magn¨¦tica. ¡°Dios, en el fondo del alma, y la gracia son uno¡±. Cuando el alma no es pose¨ªda por la gracia, la gracia no es. No hay gracia en s¨ª misma, hay posesi¨®n por la gracia. Hay gentes que engendran a Dios en su alma, como la virgen lo engendr¨® con su cuerpo. Quien tiene ese ¡°arte divino¡± ejerce el arte de la acogida. Dios desnudo, a la intemperie, que necesita abrigo, la manta c¨¢lida del coraz¨®n. La hospitalidad al dios mendigo que se entreg¨® al mundo, que anima todo lo vivo desde dentro. No queda el padre all¨¢ fuera, protegido. Se ha entregado y su ojo ve a trav¨¦s de los divers¨ªsimos ¨¢ngulos de la diversidad. Se complace en esa visi¨®n y, con ello, se conoce a s¨ª mismo.
Uno puede amar a la criatura en Dios, pero nunca puede amar tanto a Dios como en s¨ª mismo (desde un yo). Y pone a Mar¨ªa Magdalena como ejemplo de meditaci¨®n: ¡°se apart¨® de todas las criaturas y entr¨® en su coraz¨®n¡±. E identifica siete estadios de la vida contemplativa, siete moradas, como el budismo y la c¨¢bala, como Teresa de ?vila y tantos otros. ¡°Es lo propio de Dios no poder dejar de engendrase en m¨ª y en todos.¡± Es lo inmutable que hace que todas las cosas se muevan (y se mueven por el deseo). Es en este punto en el que la trinidad cristiana (toda ella masculina) se acerca a la india, que incorpora lo femenino, la tensi¨®n er¨®tica entre el Esp¨ªritu y la Naturaleza.
¡°En el curso de la naturaleza lo superior est¨¢ siempre m¨¢s dispuesto a derramar en lo inferior su potencia que lo inferior preparado para recibirla.¡± Lo divino derrama su gracia en la persona antes que ¨¦sta est¨¦ preparada para recibirla. Lo propio de lo divino es dar, pero no puede dar si no hay alguien receptivo a su don. Y el mecanismo de recepci¨®n del don es la humildad. Hay aqu¨ª algo del islam en Eckhart. ¡°Con mi humildad doy a lo divino su deidad¡±. ¡°Mi humildad ensalza lo divino¡±. Abrig¨¢ndolo, lo despierta. Y se siente su influjo con suavidad y dulzura. Entonces tambi¨¦n es posible que la persona vea a Dios aqu¨ª abajo y encontrarse con ¨¦l sin mediaci¨®n (eso no se lo perdonar¨¢n).
El vac¨ªo frente a la nada
El vac¨ªo presupone una actividad. Vaciar: quitar obst¨¢culos. La nada, sin embargo, es una pasividad inane, muerta. El vac¨ªo puede dar sus frutos, la nada es infructuosa, aburrida, plana. Para el budismo, que elev¨® el vac¨ªo a categor¨ªa filos¨®fica, confundir el vac¨ªo con la nada es el peor de los errores. Un error que todav¨ªa muchos cometen, seducidos por ¡°la religi¨®n de la nada¡± y otros espejismos de heideggerianos nipones. El vac¨ªo es una misi¨®n. Vac¨ªa casa o tu mente. Vac¨ªa tu vida de lo superfluo, del ruido de deseos espurios. Frente a esa tarea, la nada es una nader¨ªa. Eckhart lo confirma: ¡°Si quieres ser perfecto, debes liberarte de la nada¡± y, m¨¢s adelante, ¡°lo que arde en el infierno es la nada¡±. Tambi¨¦n Leibniz, cuya pregunta capital era: ¡°?Por qu¨¦ hay algo en lugar de nada?¡±. Tampoco hay que darle muchas vueltas al asunto. La vida brota de su propio fondo y por eso vive sin por qu¨¦, vive de s¨ª misma. ¡°Dios no pide otra cosa de ti, sino que salgas de tu modo de ser creatural y que dejes a Dios ser Dios en ti¡±. Sal de ti, haz sitio para que entre lo divino. ¡°Nadie llega al cielo que no venga del cielo¡± (Juan 3,13). Dicho en t¨¦rminos orientales: la conciencia es potencia de percibir y reconocer algo. La conciencia carece de contenido, pero no es ¡°nada¡±. ¡°Un ahora presente y sin novedad¡±.
El vaso espiritual no es como el vaso f¨ªsico. El vino est¨¢ en la barrica, pero la barrica no est¨¢ en el vino. Lo divino est¨¢ contenido en el vaso y el vaso est¨¢ contenido en lo divino. ¡°La naturaleza de lo divino es darse a toda alma buena y la naturaleza del alma es recibir lo divino¡±. Es lo m¨¢s noble que puede hacer. Lo semejante conoce lo semejante. Y para ello hay que vaciarse. Algunos, sin embargo, aman a Dios como se ama a una vaca: por su leche, su queso y sus carnes.
Eckhart es consciente de los riesgos que toma y llega a ironizar sobre el asunto. ¡°Lo que el hombre ama, eso es el hombre (Agust¨ªn). Si ama una piedra es una piedra, si ama a un hombre es un hombre, si ama a Dios¡ ¨Dno hace falta que contin¨²e, pues ya dije que entonces ser¨ªa Dios y as¨ª me podr¨ªais lapidar¨D¡±.
Sobre los ¡°pobres de esp¨ªritu¡± afirma que son aquellos que no quieren nada, nada saben y nada tienen. Los que se apegan a la penitencia y la devoci¨®n exterior se les llama santos, pero en realidad son asnos, incapaces de conocer la verdad divina. Algunos maestros dicen que la bienaventuranza se refiere al conocimiento y el amor. Eckhart lo niega. Hay algo en el alma de donde fluye el conocimiento y el amor, algo que ni conoce ni ama. Quien lo experimenta, sabe de qu¨¦ habla la bienaventuranza. Ese algo no tiene antes ni despu¨¦s, no espera nada, no puede obtener nada. Tan quieto y vac¨ªo que nada puede poseer. Los maestros afirman que Dios es un ser inteligible que conoce todas las cosas. Eckhart lo desmiente. ¡°Dios ni es un ser ni es inteligible, no conoce esto o aquello. Pues Dios est¨¢ vac¨ªo de todas las cosas y por ello es todas las cosas¡±. La pobreza sublime de esp¨ªritu consiste en vaciarse de la propia voluntad, liberarse del saber y del tener. Perplejidad pura. Y a?ade: ¡°Ruego a Dios que me vac¨ªe de Dios, pues mi ser esencial est¨¢ por encima de Dios, en la medida en que comprendemos a Dios como origen de las criaturas¡±.
Dios fluye en todas las criaturas y, sin embargo, ninguna de ellas le toca. Confiere a la naturaleza la facultad de actuar y su primera acci¨®n es el coraz¨®n. Por eso algunos dicen que el alma se oculta en el coraz¨®n, y fluye desde all¨ª a los otros ¨®rganos y los vivifica. Esto no es as¨ª. El alma est¨¢ totalmente en cada uno de sus miembros, si bien es cierto que su acci¨®n primera reside en el coraz¨®n. Todas las cosas fluyeron de Dios, por eso se sienten criaturas y sienten que Dios es. Pero ¡°atravesar¡± es m¨¢s noble que fluir. Al atravesar permanezco libre de mi propia voluntad y de la voluntad de Dios¡ y ¡°entonces no soy ni Dios ni criatura, soy m¨¢s bien lo que fui y lo que seguir¨¦ siendo ahora y siempre¡ Y entonces advierto que Dios y yo somos uno¡±.
Dos potencias, la del ojo que ve y la que sabe que ve. Una de ellas capacita a reconocer la otra. Naturaleza y esp¨ªritu. Para Eckhart el segundo est¨¢ por encima de la primera. Para la visi¨®n hind¨² est¨¢n en igualdad. ¡°La naturaleza comienza su acci¨®n por lo inferior, hace al hombre del ni?o, y al pollo del huevo. Pero Dios empieza con lo m¨¢s perfecto. Da primero el ser a todas las criaturas. Hace primero el fuego y deja luego que la naturaleza caliente de la madera haga surgir el fuego. La chispa del fuego y el ser del fuego est¨¢ muy lejos, aunque los veamos juntos en el espacio y el tiempo. Esa es la mirada en el tiempo y desde fuera del tiempo¡±.
Del ser separado
Eckhart confiesa haber le¨ªdo tanto a los sabios paganos como a los profetas. El dominico es cruce de helenismo y juda¨ªsmo, como toda nuestra civilizaci¨®n. En cada uno de nosotros hay un ser libre de congoja y puro, al que Eckhart llama ¡°ser separado¡±. Veremos hasta qu¨¦ punto se parece al puru?a del s¨¡?khya y al ¨¡tman de las upani?ad. Esta naturaleza desprendida se encuentra por encima del amor. ¡°Mientras que el amor me incita a amar a Dios, el ser separado obliga a Dios a amarme¡±. Y resulta m¨¢s admirable lo segundo que lo primero. ¡°Y sucede as¨ª porque Dios puede dirigirse y unirse a m¨ª mejor de lo que yo podr¨ªa hacerlo con Dios¡±. Este ser pone de manifiesto un magnetismo de arriba abajo, mediante el cual cada cosa individual ocupa su propio lugar. Es como una gravedad inversa. ¡°El lugar propio de Dios es la unidad y la pureza, pero esto proviene de que es un ser separado. Por esa raz¨®n debe darse en un coraz¨®n separado¡±. Lo divino se da en la persona singular, con su ubicaci¨®n en el espacio y el tiempo. De ah¨ª que para Eckhart esa naturaleza desprendida se encuentre por encima del amor y haga ¡°que yo no sea susceptible de nada¡±, creando esa sensaci¨®n juvenil de ser invulnerable, pues nada puede derribar a lo que est¨¢ desprendido (los hind¨²es dir¨ªan aislado: kaivalya), a lo que permanece inm¨®vil ante todo asalto del cuerpo, del dolor, de las verg¨¹enzas y los oprobios, que le hacen tanto da?o ¡°como una suave brisa a una monta?a de plomo¡±. El apego a las criaturas nos hace sufrir, mientras que el ser separado, al estar desprendido, es inmune al apego y a sufrimiento. Adem¨¢s, el ser separado sostiene todas las cosas. Es simple y sensible y se encuentra muy cerca de la nada. Por eso el ser separado no es susceptible de nada sino de Dios. Ese ser desprendido es la conciencia, que es una, pero ¡°vive¡± o ¡°se experimenta¡± desde un yo, en los innumerables corazones de todo lo que est¨¢ vivo. Por eso en algunas experiencias parece que uno se salga de s¨ª mismo. Ese ser desprendido nos iguala a lo divino, ¡°pues que Dios sea Dios le viene de su ser desprendido¡±, que no es otra cosa que su pureza, simplicidad e inmutabilidad. Por eso Dios no es moral ni le afecta la moral, ni todas las buenas obras y oraciones que la persona pueda realizar. No es sin esto ni lo otro, carece de contenido, pues en ese vac¨ªo se encuentra la mayor susceptibilidad. No act¨²a por igual en todos los corazones. Depende de la predisposici¨®n y la susceptibilidad que encuentra. La tarea es pues hacerse susceptible a esa gravedad inversa, a ese esfuerzo divino. Y nadie podr¨ªa hacerlo si no fuera ya semejante a Dios (lo semejante conoce lo semejante), si no compartiera esa naturaleza desprendida. Hay quienes quieren regresar a aquel del que han salido. Pero ese desprendimiento no es sino una ilusi¨®n.
La bula de Juan XXII
La bula papal, sellada en Avi?¨®n el 27 de marzo de 1329, condena 28 afirmaciones de Eckhart de Hochheim. Lamenta que el dominico haya querido saber m¨¢s de lo necesario y que haya sido seducido por el padre de la mentira, que gu¨ªa sus invenciones. Se le acusa de imprudente, de asumir la figura del ¨¢ngel para difundir la oscuridad, ante el vulgo y por escrito. Ha sostenido lo insostenible, entre otras cosas: Que el mundo existe desde la eternidad. Que Dios necesita al hombre tanto como el hombre a Dios. Que, en toda obra, incluso en la mala, se manifiesta la gloria divina. Que quien blasfema a Dios alaba a Dios. Que Dios es honrado en quien no busca honores, ni provecho, ni recompensa. Que quien cree que puede recibir algo de Dios, ser¨ªa inferior a ¨¦l, como un siervo o un esclavo, y ¨¦l, al dar, ser¨ªa como un se?or. Que todas las criaturas son una pura nada. Que hay algo en el alma que es increado e increable. Que Dios no es ni bueno, ni mejor, ni perfecto, que si decimos bueno a Dios nos equivocamos como si dij¨¦ramos blanco al negro.
Tras ser examinadas estas y otras tesis, los doctores dictaminaron que 17 de ellas contienen errores manchados por la herej¨ªa, que condenan y reprueban. Mientras que hay otras 11 malsonantes, temerarias y sospechosas de herej¨ªa, aunque con muchas explicaciones puedan recibir un sentido cat¨®lico. Y que cualquiera que ose sostener estos art¨ªculos sea considerado como sospechoso de herej¨ªa.
La bula afirma que se retract¨®. Pero el proceso fue largo y Eckhart muri¨® antes de que la Inquisici¨®n dictara sentencia. No hubo tiempo de encender la pira. Ante sus intr¨¦pidas creencias, no existi¨® misericordia ni perd¨®n. A pesar de haber sido superior de los dominicos de la regi¨®n de Sajonia. Eckhart fue un poeta y un disidente del pensamiento com¨²n (ese que se mantiene por fuerza o negligencia). El lenguaje de la poes¨ªa puede ser tan riguroso como el de los conceptos. Y en este sentido Eckhart, el poeta, no contradice el rigor conceptual del te¨®logo. Cuando Rilke lo ley¨® por primera vez en 1903, el poeta confes¨® a una amiga: ¡°Aun sin saber nada de ¨¦l, yo era desde hace a?os su disc¨ªpulo y pregonero¡±. Reconoci¨® ese verbo no dicho, ese verbo que se habla a s¨ª mismo.
Eckhart sostuvo que solo es posible conocer por simpat¨ªa, que las criaturas inteligentes, en cuanto m¨¢s salen de s¨ª mismas en su obrar, m¨¢s entran en s¨ª mismas. Quien se conoce a s¨ª mismo, conoce todas las criaturas. Ese es el ¡°pa¨ªs lejano¡± del que hablan las escrituras. ¡°A un hombre le pareci¨® una vez, en un sue?o de vigilia, que estaba pre?ado de la nada, como la mujer lo est¨¢ del beb¨¦. Y en esa nada hab¨ªa nacido Dios¡±. Una idea que toma Eckhart de maestros paganos (Cicer¨®n y Seneca): la simiente de Dios est¨¢ en nosotros. Y al igual que la semilla del peral crece hasta hacerse peral, la semilla divina crece hasta hacerse Dios. Pero puede ocurrir que esa buena simiente tenga un labrador torpe o malvado. Entonces no puede madurar, crecer¨¢ la zarza y la ahogar¨¢, de modo que no pueda fructificar. Pero Or¨ªgenes, al que Eckhart llama ¡°gran maestro¡±, a?ade: dado que es Dios mismo quien ha vertido, impreso y germinado esa semilla, puede suceder que se halle tapada y oculta, pero jam¨¢s aniquilada o anulada en s¨ª misma. Est¨¢ ah¨ª, paciente, aparentemente inactiva, esperando.
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