Mary McCarthy nunca aprendi¨® a ser breve
Se reedita ¡®El grupo¡¯, el superventas de los sesenta sobre ocho exalumnas de una universidad pija, que puede leerse como una mal¨¦vola gu¨ªa de sociedad
Sale a escena Groucho Marx. Tiene delante un p¨²blico entregado. Recogiendo con estudiada coqueter¨ªa las puntas de su levita negra y con una sonrisa de damita mimosa, se contonea un poco por el escenario. Alguien le pregunta en qu¨¦ colegio ha estudiado. Encomend¨¢ndose al cielo y con los ojos cerrados, el c¨®mico responde, ¡°En Vassar, claro¡±. La carcajada es un¨¢nime. El colegio, me cuenta Laura Garc¨ªa Lorca, formaba parte de las llamadas Seven Sisters, las siete escuelas hermanas de liberal arts que fueron las primeras solo para chicas en Estados Unidos, y en ellos empezaron a admitir tambi¨¦n a muchachos hacia 1969. El objetivo era perpetuar la ruling class ¡ªes decir, los que mandan, los que deciden¡ª y en dicho colegio estudiaron, para que os hag¨¢is una idea, Jacqueline Kennedy, la poeta Elisabeth Bishop, Conchita Montes o Scottie, la hija de F. Scott y Zelda Fitzgerald. Entre los profesores hab¨ªa intelectuales de prestigio y, lo m¨¢s interesante, ofrec¨ªan muchas becas. Con una de ellas estudi¨® all¨ª Mary McCarthy, cuyos padres, irlandeses, hab¨ªan muerto en la epidemia de gripe de 1918. La ni?a se cr¨ªo con un t¨ªo, exigente y cat¨®lico, pero consigui¨® escapar y se cobij¨® en la casa de sus abuelos maternos de origen jud¨ªo.
Estos detalles tediosos son, sin embargo, imprescindibles para comprender la abundancia de creencias diversas y encontradas que corr¨ªan por su sangre y el hecho de que en El grupo, su libro publicado en 1963 y reeditado ahora por Impedimenta, Vassar aparezca mencionado unas 30 veces. Casi tanto como los cocktails, pura agua bendita. Eran imprescindibles ¡°para embalarse¡± y la autora les dedica, en esta especie de autobiograf¨ªa novelada, dos p¨¢ginas seguidas, la 25 y la 26. El que estaba de moda en ese momento era uno llamado Apple Rabbit. Era una modificaci¨®n alcoh¨®lica de un ingenuo ponche para debutantes. El libro, todo un best-seller en su momento, traducido ahora con paciencia de santa y genio vivaz por Pilar V¨¢zquez, empieza con una boda y termina con un funeral. No reviento la trama porque esto ya nos lo avisan en las solapas. Son exactamente 458 p¨¢ginas destinadas, en cierto modo, a ¨¦pater le bourgeois. McCarthy asoma la cabeza al gran p¨²blico culto, que la conoc¨ªa bien, pero por asuntos m¨¢s acad¨¦micos, como periodista y por su actividad docente, en un libro escrito sin permitirse un respiro, y, sin embargo, dejando adrede cabos por atar, algo muy caracter¨ªstico de su escritura, que siempre gusta de jugar al escondite.
En esta historia de amigas que empiezan a vivir su vida, el despliegue de sabidur¨ªas fr¨ªvolas enlaza casi sin sentirlo con citas eruditas, y te obliga a una lectura atenta, paciente, y que, en ocasiones, corre el riesgo de enfurecer al lector m¨¢s bienintencionado: yo misma. Hay que a?adir en su defensa que McCarthy no s¨®lo escrib¨ªa. Fue una mujer con una vida plena: cuatro maridos al menos, muchos viajes, casi todos los honores y contactos importantes. Era respetada, le¨ªda, invitada y envidiada. Pero se ve que, a cierta altura de su agitad¨ªsima existencia, necesitaba dar un zapatazo. Y, puesto que esta vez se abri¨® en canal, dej¨® at¨®nitos a los m¨¢s despistados.
En esta mal¨¦vola gu¨ªa de sociedad que es El grupo se habla de pol¨ªtica (Franco, Trotsky, la guerra de Vietnam), de la anticoncepci¨®n, de lesbianas, de Lanvin y de Patou. Se critica el psicoan¨¢lisis, tan significativo en aquellos tiempos, se evoca la moda de vivir en pisos bohemios, de los criados portugueses, de la necesidad de que los ni?os no usen chupete y aprendan cuanto antes a montar a caballo, de las flores ¡ªlas admirables zinnias blancas¡ª e incluso de la manera adecuada de maquillar a un cad¨¢ver sin que el resultado parezca una m¨¢scara de teatro noh. Lo tr¨¢gico y lo chusco ¡ª¡±medias de seda demasiado gruesas, ?qu¨¦ vulgaridad!¡±, escribe McCarthy¡ª conviven unas veces y otras se ignoran. Los amores se superponen. El grupo consigui¨®, nada m¨¢s salir al mercado, escalar hasta la cima de la lista de ventas durante dos a?os seguidos. La historia de las ocho exalumnas de Vassar caus¨® pasiones encontradas. Todas las protagonistas, sospecho, son la propia Mary McCarthy. Son ella y sus secretos.
Por suerte, yo hab¨ªa le¨ªdo a?os atr¨¢s Entre amigas en una traducci¨®n luminosa de la poeta argentina Anna Mar¨ªa Becciu. Se trata de la correspondencia de McCarthy con Hannah Arendt, un intercambio epistolar que se prolong¨® quince a?os, hasta la muerte de la segunda. Se hab¨ªan conocido en el Murray Hill Bar de Manhattan en 1944. Esta amistad, que empez¨®, como todas las perdurables, con un malentendido, fue decisiva para apaciguar a Mary. De Arendt emanaba una especie de humanidad, y al recordarla, alguien dijo que ¡°daba la impresi¨®n de estar hablando de algo m¨¢s antiguo y m¨¢s profundo, eso que ella entend¨ªa por la cultura europea y que fascinaba a sus nuevos amigos americanos¡±. Mary as¨ª lo entendi¨® y su amistad prueba la calidad humana de dos mujeres tan distintas. ¡°Nunca aprend¨ª a ser breve¡±, confes¨® una vez McCarthy.
Nota bene. Acudo a mi amigo Jaime Lorente, pintor y profesor de arte, que ley¨® entero el libro y me transmite esta frase: ¡°Hay que andarse con cuidado al escribir. Tanto aclarar, oscurece¡±.
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