?Qu¨¦ es un intelectual, de todas maneras?
'El oasis', la novela de Mary McCarthy sobre una comunidad ut¨®pica de pensadores, devuelve a la actualidad las relaciones entre cultura y poder
Alain Minc remonta la aparici¨®n del intelectual moderno al siglo XVIII, cuando ¨¦ste habr¨ªa escapado a ¡°la influencia de la realeza y a la omnipresencia religiosa¡± para adoptar ¡°una posici¨®n para enfrentarse al poder [que] define su identidad tanto como su trabajo de creaci¨®n¡±. En Una historia pol¨ªtica de los intelectuales (Duomo, 2012), Minc persigue esa (esquiva) figura desde el sal¨®n de Claudine Gu¨¦rin de Tencin hasta el ¨¢mbito de las redes sociales y el surgimiento de lo que llama ¡°el e-intelectual¡±, pero su recorrido (ejemplar como es, en cierto modo) soslaya la transformaci¨®n a lo largo del tiempo de los t¨¦rminos m¨¢s salientes de su definici¨®n: poder, identidad, creaci¨®n, posici¨®n, trabajo.
?Qu¨¦ es un intelectual, de todas maneras? Para Edgar Wallace se trata de alguien que ¡°ha encontrado algo en lo que pensar, adem¨¢s de en las mujeres¡±, pero (a excepci¨®n de Bertrand Russell) nadie piensa mucho en ellas en la ¨²nica novela escrita hasta la fecha por el excepcional ensayista brit¨¢nico Terry Eagleton. Santos y eruditos atraviesa la distancia que existe entre la c¨¢rcel de Kilmainham en Dubl¨ªn, donde el 12 de mayo de 1916 fusilan al l¨ªder obrero James Connolly por su responsabilidad en el Alzamiento de Pascua, hasta una caba?a en la costa occidental de Irlanda en la que el fil¨®sofo austriaco Ludwig Wittgenstein hace frente a una crisis personal en compa?¨ªa de Nicolai Bajt¨ªn, el hermano del cr¨ªtico formalista sovi¨¦tico. Wittgenstein padece los inconvenientes de una mente demasiado inquieta (su conversaci¨®n con Russell acerca de si un hombre podr¨ªa tener ¡°un animal peque?o entre sus ropas y no darse cuenta¡± es simplemente extraordinaria), pero sobre ellos planean cuestiones centrales para la comprensi¨®n de la figura del intelectual como cu¨¢l es su ¨¢mbito de intervenci¨®n, en qu¨¦ punto su cuestionamiento del estado de las cosas torna inviable su participaci¨®n en pol¨ªtica, de qu¨¦ manera su ¡°enfrentamiento con el poder¡± (en palabras de Minc) casa o no con su pertenencia a las instituciones, tambi¨¦n a las universitarias.
Ni Wittgenstein ni Bajt¨ªn consiguen sustraerse a los asuntos de su tiempo. Pero no son los ¨²nicos, por supuesto: W. H. Auden, Christopher Isherwood y Stephen Spender, tres de los escritores brit¨¢nicos m¨¢s importantes del siglo XX, vieron interrumpidos su amistad y el proyecto de vivir juntos que los hab¨ªa llevado a radicarse en Sintra en 1935 cuando, algo menos de un a?o despu¨¦s, el estallido de la Guerra Civil espa?ola agudiz¨® las diferencias entre ellos: Auden se march¨® a Espa?a para luchar por la Rep¨²blica, Spender se cas¨® con la novelista Inez Pearn/Elizabeth Lake e Isherwood acab¨® refugi¨¢ndose en Estados Unidos.
Se trata de dejar de hablar y pasar a la acci¨®n, pero pr¨¢cticamente lo ¨²nico que hacen los personajes de McCarthy es hablar
All¨ª transcurre El oasis, la novela que Mary McCarthy escribi¨® en 1949, a?os despu¨¦s de casarse con el contundente, rotundo, Edmund Wilson y romper con la Partisan Review, la revista estadounidense que desde 1934 y hasta entrada la d¨¦cada de 1970 sent¨® las bases de la discusi¨®n entre los intelectuales de izquierda de ese pa¨ªs. Dos de sus principales figuras, Philip Rahv y Dwight Macdonald, son caricaturizados en las figuras de Will Taub y Macdougal Macdermott (sic), representantes respectivamente de las facciones ¡°realista¡± y ¡°purista¡± de Utop¨ªa, una comunidad ficticia de corte liberal en Nueva Inglaterra. Una vez m¨¢s en la extensa historia de los v¨ªnculos entre los intelectuales y el poder se trata (por fin) de ¡°dejar de hablar y pasar a la acci¨®n¡±, pero hablar es pr¨¢cticamente lo ¨²nico que hacen los habitantes de Utop¨ªa; su aspiraci¨®n a contribuir a la concordia entre los hombres se ve puesta en entredicho, por una parte, por sus rasgos personales (uno es asustadizo, el otro tiene un inter¨¦s exclusivamente econ¨®mico en el proyecto, otros dos solo aspiran a que sus problemas de pareja se diluyan en el colectivo, todos son sectarios, etc¨¦tera), y, por otra, por su dificultad para precisar los t¨¦rminos de una sociedad articulada en la participaci¨®n democr¨¢tica de sus integrantes.
Como escribe Vivian Gornick en su pr¨®logo, ¡°¨¦ste es el fracaso de la imaginaci¨®n moral en El oasis, sobre el que McCarthy pondr¨¢ el foco de su sarcasmo¡±.
Algo en la novela resulta decepcionante, pese a la prosa excepcional de su autora, muy bien traducida aqu¨ª por Raquel Vicedo. McCarthy convierte en el centro de su novela la constataci¨®n de que (como los de La rep¨²blica de los sabios y La escuela de los ate¨ªstas de Arno Schmidt, y como pasa en Un gui¨®n para Artkino, de Fog??will) muchos intelectuales destinan sus esfuerzos a determinar las pr¨¢cticamente imperceptibles diferencias entre ellos antes que a ¡°enfrentarse al poder¡±. Pero esa constataci¨®n es pueril, puesto que es evidente que el objetivo ¨²ltimo y m¨¢s importante de la mayor parte de quienes se atribuyen la condici¨®n de intelectuales es (y ha sido siempre, desde el caso Dreyfus o desde el m¨¢s remoto sal¨®n de Madame de Tencin) participar de las luchas que hacen a la distribuci¨®n del poder intelectual; es decir, obtener el privilegio de ser considerado uno y ejercer influencia sobre el conjunto de personas que otorgan alguna credibilidad a esa figura antes que (con notables excepciones, por supuesto) enfrentarse a cualquier tipo de poder real.
McCarthy se encarniza con la fatuidad y las flaquezas de los intelectuales que habitan Utop¨ªa (¡°la noci¨®n de s¨ª mismos como ¨¦lite revolucionaria [les permite] una laxitud ilimitada en el terreno personal¡±, escribe), pero ¨¦stas tampoco resultar¨¢n una novedad para el lector. Ninguno de los personajes de El oasis supera la prueba de su sarcasmo, aunque es evidente que algunos de ellos (por ejemplo, el heroico Leo, quien propone un plan inusualmente viable para rescatar a las v¨ªctimas europeas del fascismo) tal vez s¨ª lo merecieran. Pero esta objeci¨®n es menor ante la comprobaci¨®n de que su cr¨ªtica (al margen de sus m¨¦ritos literarios) pasa por alto el asunto m¨¢s importante y urgente en relaci¨®n con el intelectual, tambi¨¦n hoy: la necesidad de precisar qu¨¦ es uno, cu¨¢l es su trabajo, contra qu¨¦ act¨²a, para qui¨¦n, c¨®mo.
El oasis. Mary McCarthy. Traducci¨®n de Raquel Vicedo. Pr¨®logo de Vivian Gornick. Impedimenta, 2019. 183 p¨¢ginas. 18,95 euros.
Santos y eruditos. Terry Eagleton. Traducci¨®n de Teresa Arij¨®n. El cuento de plata, 2017. 189 p¨¢ginas. 15 euros.
Diario de Sintra. Christopher Isherwood, Stephen Spender y W. H. Auden. Traducci¨®n de David Paradela. Gallo Nero, 2017. 248 p¨¢ginas. 19 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.