Garc¨ªa M¨¢rquez y Vargas Llosa, dos amigos en la cocina del ¡®boom¡¯
¡®Dos soledades. Un di¨¢logo sobre la novela en Am¨¦rica Latina¡¯ recupera el m¨ªtico coloquio entre Garc¨ªa M¨¢rquez y Vargas Llosa celebrado en Lima en 1967. Adem¨¢s, se reedita ¡®Historia de un deicidio¡¯, la tesis doctoral que el escritor peruano dedic¨® al autor de ¡®Cien a?os de soledad¡¯
En septiembre de 1967 tuvo lugar en la Facultad de Arquitectura de Lima un coloquio entre dos escritores que se hab¨ªan conocido personalmente semanas atr¨¢s: Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y Mario Vargas Llosa. El primero acababa de publicar, con ¨¦xito fulgurante, Cien a?os de soledad; el segundo ten¨ªa reciente la tambi¨¦n exitosa La casa verde. La Universidad Nacional de Ingenier¨ªa public¨® aquel di¨¢logo al a?o siguiente en forma de folleto. Alfaguara lo recupera la semana pr¨®xima con el t¨ªtulo de Dos soledades. Un di¨¢logo sobre la novela en Am¨¦rica Latina. Adelantamos un fragmento de la charla.
Mario Vargas Llosa. A los escritores les ocurre algo que ¡ª?me parece¡ª no les ocurre jam¨¢s a los ingenieros ni a los arquitectos. Muchas veces la gente se pregunta ?para qu¨¦ sirven? La gente sabe para qu¨¦ sirve un arquitecto, para qu¨¦ sirve un ingeniero, para qu¨¦ sirve un m¨¦dico; pero, cuando se trata de un escritor, la gente tiene dudas. Incluso la gente que piensa que sirve para algo no sabe exactamente para qu¨¦. La primera pregunta que quiero hacerle yo a Gabriel es, precisamente, sobre esto: que les aclare a ustedes el problema y me lo aclare a m¨ª tambi¨¦n, pues tambi¨¦n tengo dudas al respecto. ?Para qu¨¦ crees que sirves t¨² como escritor?
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Yo tengo la impresi¨®n de que empec¨¦ a ser escritor cuando me di cuenta de que no serv¨ªa para nada. Mi pap¨¢ ten¨ªa una farmacia y, naturalmente, quer¨ªa que yo fuera farmac¨¦utico para que lo reemplazara. Yo ten¨ªa una vocaci¨®n totalmente distinta: quer¨ªa ser abogado. Y quer¨ªa ser abogado porque en las pel¨ªculas los abogados se llevaban las palmas en los juzgados defendiendo las causas perdidas. Sin embargo, ya en la universidad, con todas las dificultades que pas¨¦ para estudiar, me encontr¨¦ con que tampoco iba a servir para ser abogado. Empec¨¦ a escribir los primeros cuentos y, en ese momento, verdaderamente no ten¨ªa ninguna noci¨®n de para qu¨¦ serv¨ªa escribir. Al principio, me gustaba escribir porque me publicaban las cosas y descubr¨ª lo que despu¨¦s he declarado varias veces y que tiene mucho de cierto: escribo para que mis amigos me quieran m¨¢s. Pero despu¨¦s, analizando el oficio del escritor y analizando los trabajos de otros escritores, pienso que seguramente la literatura, y sobre todo la novela, tiene una funci¨®n. Ahora, no s¨¦ si desgraciada o afortunadamente, creo que es una funci¨®n subversiva, ?verdad? En el sentido de que no conozco ninguna buena literatura que sirva para exaltar valores establecidos. Siempre, en la buena literatura, encuentro la tendencia a destruir lo establecido, lo ya impuesto, y a contribuir a la creaci¨®n de nuevas formas de vida, de nuevas sociedades; en fin, a mejorar la vida de los hombres. Me resulta un poco dif¨ªcil explicar esto porque, en realidad, yo funciono muy poco en la teor¨ªa. Es decir, no s¨¦ muy bien por qu¨¦ pasan estas cosas. Ahora, lo cierto es que el hecho de escribir obedece a una vocaci¨®n apremiante, que el que tiene la vocaci¨®n de escritor tiene que escribir pues solo as¨ª logra quitarse sus dolores de cabeza y su mala digesti¨®n.
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M. V. LL. Tal vez podr¨ªas llegar a hablarnos del realismo en la literatura. Se discute mucho qu¨¦ cosa es el realismo, cu¨¢les son los l¨ªmites del realismo y, ante un libro como el tuyo, donde ocurren cosas muy reales, muy veros¨ªmiles junto a cosas aparentemente irreales, como esa de la muchacha que sube al cielo en cuerpo y alma, o un hombre que promueve treinta y dos guerras, lo derrotan en todas y sale ileso de ellas¡ Bueno, de manera general, se puede decir que en tu libro hay una serie de episodios que son poco probables. Son episodios m¨¢s bien po¨¦ticos, visionarios, y no s¨¦ si esto puede autorizar mi interpretaci¨®n a una calificaci¨®n del libro como fant¨¢stico, como libro no realista. ?T¨² crees que eres un escritor realista o un escritor fant¨¢stico, o crees que no se puede hacer esta distinci¨®n?
Vargas Llosa: ¡°Hay una relaci¨®n entre el apogeo de la novela y la crisis de nuestras sociedades¡±
G. G. M. No, no. Yo creo que particularmente en Cien a?os de soledad yo soy un escritor realista, porque creo que en Am¨¦rica Latina todo es posible, todo es real. Es un problema t¨¦cnico en la medida en que el escritor tiene dificultad en transcribir los acontecimientos que son reales en Am¨¦rica Latina porque en un libro no se creer¨ªan. Pero lo que sucede es que los escritores latinoamericanos no nos hemos dado cuenta de que en los cuentos de la abuela hay una fantas¨ªa extraordinaria en la que creen los ni?os a quienes se les est¨¢n contando y me temo que contribuyen a formarlos, y son cosas extraordinarias, son cosas de Las mil y una noches, ?verdad? Vivimos rodeados de esas cosas extraordinarias y fant¨¢sticas, y los escritores insisten en contarnos unas realidades inmediatas sin ninguna importancia. Yo creo que tenemos que trabajar en la investigaci¨®n del lenguaje y de formas t¨¦cnicas del relato, a fin de que toda fant¨¢stica realidad latinoamericana forme parte de nuestros libros y que la literatura latinoamericana corresponda en realidad a la vida latinoamericana, donde suceden las cosas m¨¢s extraordinarias todos los d¨ªas, como los coroneles que hicieron 34 guerras civiles y las perdieron todas, o como, por ejemplo, ese dictador de El Salvador, cuyo nombre no recuerdo exactamente ahora, que invent¨® un p¨¦ndulo para descubrir si los alimentos estaban envenenados y que pon¨ªa sobre la sopa, sobre la carne, sobre el pescado. Si el p¨¦ndulo se inclinaba hacia la izquierda, ¨¦l no com¨ªa, y si se inclinaba hacia la derecha, s¨ª com¨ªa. Ahora bien, este mismo dictador era un te¨®sofo; hubo una epidemia de viruela y su ministro de Salud y sus asesores le dijeron lo que hab¨ªa que hacer, pero ¨¦l dijo: ¡°Yo s¨¦ lo que hay que hacer: tapar con papel rojo todo el alumbrado p¨²blico del pa¨ªs¡±. Y hubo una ¨¦poca en todo el pa¨ªs en que los focos estuvieron cubiertos con papel rojo. Estas cosas suceden todos los d¨ªas en Am¨¦rica Latina, y nosotros los escritores latinoamericanos, a la hora de sentarnos a escribirlas, en vez de aceptarlas como realidades, entramos a polemizar, a racionalizar diciendo: ¡°Esto no es posible, lo que pasa es que este era un loco¡±, etc¨¦tera. Todos empezamos a dar una serie de explicaciones racionales que falsean la realidad latinoamericana. Yo creo que lo que hay que hacer es asumirla de frente, que es una forma de realidad que puede dar algo nuevo a la literatura universal.
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M. V. LL. Yo pienso que hay una relaci¨®n curiosa en el apogeo, la actitud ambiciosa, osada, de los novelistas y la situaci¨®n de crisis de una sociedad. Creo que una sociedad estabilizada, una sociedad m¨¢s o menos m¨®vil que atraviesa un periodo de bonanza, de gran apaciguamiento interno, estimula mucho menos al escritor que una sociedad que se halla, como la sociedad latinoamericana contempor¨¢nea, corro¨ªda por crisis internas y de alguna manera cerca del apocalipsis. Es decir, inmersa en un proceso de transformaci¨®n, de cambio, que nosotros no sabemos ad¨®nde nos llevar¨¢. Yo creo que estas sociedades que se parecen un poco a los cad¨¢veres son las que excitan m¨¢s a los escritores, los proveen de temas fascinantes. Pero esto me lleva a hacerte otra pregunta en relaci¨®n con los novelistas latinoamericanos contempor¨¢neos. T¨² dec¨ªas ¡ªy yo creo que es muy exacto¡ª que el p¨²blico de nuestros pa¨ªses se interesa hoy d¨ªa por lo que escriben los autores latinoamericanos porque estos autores de alguna manera han dado en el clavo, es decir, les est¨¢n mostrando sus propias realidades, les est¨¢n llevando a tomar conciencia de las realidades en que viven. Ahora, es indudable que hay pocas afinidades entre los escritores latinoamericanos. T¨² has se?alado la diferencia que existe en la obra de dos argentinos: de Cort¨¢zar y de Borges, pero las diferencias son mucho mayores, abismales, si comparamos a Borges con un Carpentier, por ejemplo, o a Onetti contigo mismo, o a Lezama Lima con Jos¨¦ Donoso; son obras muy distintas desde el punto de vista de las t¨¦cnicas, del estilo, y tambi¨¦n de los contenidos. ?T¨² crees que se puede se?alar un denominador com¨²n entre todos estos escritores? ?Cu¨¢les ser¨ªan las afinidades que hay entre ellos?
Garc¨ªa M¨¢rquez: ¡°En Cien a?os de soledad hay gui?os a Carpentier, Fuentes o Cort¨¢zar¡±
G. G. M. Bueno, yo no s¨¦ si sea un poco sofista al decirte que creo que las afinidades de estos escritores est¨¢n precisamente en sus diferencias. Ahora, me explico: la realidad latinoamericana tiene diferentes aspectos y yo creo que cada uno de nosotros est¨¢ tratando diferentes aspectos de esa realidad. Es en este sentido que yo creo que lo que estamos haciendo nosotros es una sola novela. Por eso, cuando estoy tratando un cierto aspecto, s¨¦ que t¨² est¨¢s tratando otro, que Fuentes est¨¢ interesado en otro que es totalmente distinto al que tratamos nosotros, pero son aspectos de la realidad latinoamericana; por eso, no creas que es casual cuando encuentras que en Cien a?os de soledad hay un personaje que va a dar la vuelta al mundo y se encuentra con que pasa el fantasma del barco de Victor Hughes, que es un personaje de Carpentier en El siglo de las luces. Luego, hay otro personaje, el coronel Lorenzo Gavil¨¢n, que es un personaje de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Hay, adem¨¢s, otro personaje que yo meto en Cien a?os de soledad. No es un personaje en realidad, sino una referencia: es uno de mis personajes que se fue a Par¨ªs y vivi¨® en un hotel de la Rue Dauphine, en el mismo cuarto donde hab¨ªa de morir Rocamadour, que es un personaje de Cort¨¢zar. Hay otra cosa que te quiero decir, y es que estoy absolutamente convencido de que la monja que lleva al ¨²ltimo Aureliano en una canastilla es la madre Patrocinio de La casa verde, porque, ?sabes una cosa?, yo necesitaba un poco m¨¢s de referencias de este personaje tuyo para saber c¨®mo hab¨ªa podido ir de tu libro al m¨ªo, faltaban algunos datos y t¨² estabas en Buenos Aires, andando por todos lados. El punto adonde quiero llegar es este: la facilidad con que, a pesar de las diferencias que hay entre uno y otro, se puede hacer este juego, pasar los personajes de un lado a otro y que no queden falsos. Es que hay un nivel com¨²n, y el d¨ªa que encontremos c¨®mo expresar ese nivel escribiremos la novela latinoamericana verdadera, la novela total latinoamericana, la que es v¨¢lida en cualquier pa¨ªs de Am¨¦rica Latina a pesar de diferencias pol¨ªticas, sociales, econ¨®micas, hist¨®ricas¡
M. V. LL. Me parece muy estimulante esa idea tuya. Ahora, en esa novela total, que estar¨ªan escribiendo todos los novelistas latinoamericanos, que representar¨ªa la realidad total latinoamericana, ?t¨² crees que debe tambi¨¦n tener cabida de alguna manera esa parte de la realidad que es la irrealidad y en la que se mueve precisamente Borges con gran maestr¨ªa? ?T¨² no crees que Borges est¨¢, de alguna manera, describiendo, mostrando la irrealidad argentina, la irrealidad latinoamericana? ?Y que esa irrealidad es tambi¨¦n una dimensi¨®n, un nivel, un estado de esa realidad total que es el dominio de la literatura? Te hago esta pregunta porque yo siempre he tenido problemas para justificar mi admiraci¨®n por Borges.
G. G. M. Ah, yo no tengo ning¨²n problema para justificar mi admiraci¨®n. Le tengo una gran admiraci¨®n, lo leo todas las noches. Vengo de Buenos Aires con las Obras completas de Borges. Me las llevo en la maleta, las voy a leer todos los d¨ªas, y es un escritor que detesto¡ Pero en cambio me encanta el viol¨ªn que usa para expresar sus cosas. Es decir, lo necesitamos para la exploraci¨®n del lenguaje, que es otro problema muy serio. Yo creo que la irrealidad en Borges es falsa tambi¨¦n; no es la irrealidad de Am¨¦rica Latina. Aqu¨ª entramos en paradojas: la irrealidad de Am¨¦rica Latina es una cosa tan real y cotidiana que est¨¢ totalmente confundida con lo que se entiende por realidad.
La tesis de Mario sobre Gabo vuelve a las librer¨ªas
Un mes m¨¢s tarde volvieron a coincidir. Esta vez en Lima, en cuya Universidad de Ingenier¨ªa conversaron sobre literatura el 5 y 7 de septiembre. La transcripci¨®n de aquellas charlas vio la luz al a?o siguiente en un folleto de 58 p¨¢ginas publicado por la propia universidad bajo el escueto t¨ªtulo de 'La novela en Am¨¦rica Latina: di¨¢logo'. El mismo con el que se reedit¨® en 1972 en Argentina y en 2003 y 2013 en Per¨². Ahora lo publica Alfaguara como 'Dos soledades. Un di¨¢logo sobre la novela en Am¨¦rica Latina', en un volumen prologado por Juan Gabriel V¨¢squez y completado con los testimonios de algunos de los presentes en el coloquio de 1967.
Vargas Llosa (31 a?os entonces) era m¨¢s conocido que Garc¨ªa M¨¢rquez (de 40), y no solo por jugar en casa, sino porque 'Cien a?os de soledad' estaba muy reciente y novelas como 'La ciudad y los perros' o la citada 'La casa verde' lo hab¨ªan consagrado antes. Pese a ello, adopt¨® el papel de entrevistador.
Su actitud no sorprende si se piensa que cuatro a?os despu¨¦s se iba a doctorar en la Complutense con una tesis consagrada a su admirado amigo. Poco despu¨¦s, en noviembre de 1971, Carlos Barral la public¨® transformada en un ensayo de casi 700 p¨¢ginas: 'Garc¨ªa M¨¢rquez: historia de un deicidio'. Durante d¨¦cadas ha sido un estudio de referencia sobre la obra del Nobel colombiano y una fuente esencial sobre su vida, dado que la extensa biograf¨ªa que ocupa la primera parte se nutri¨® de los datos que el protagonista suministr¨® al doctorando (que terminar¨ªa reconociendo que algunos ¡ªempezando por la fecha de nacimiento¡ª eran err¨®neos).
Convertido en legendario por el desencuentro entre ambos, Vargas Llosa no permiti¨® su reedici¨®n hasta 2006, cuando engros¨® sus obras completas. Su reaparici¨®n exenta en Alfaguara es una buena foto de ¨¦poca y, de paso, el retrato indirecto de un escritor brillante que tuvo la generosidad de leer a su contempor¨¢neo como si fuera un cl¨¢sico. Una rareza. JAVIER RODR?GUEZ MARCOS
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