M¨²sica de arengas
La letra de los discursos pol¨ªticos espa?oles tiende a ser trivial y al mismo tiempo agresiva
Las letras de los discursos pol¨ªticos en Espa?a son cada vez m¨¢s discordantes y hostiles entre s¨ª, pero las m¨²sicas se parecen m¨¢s cada d¨ªa. Hay que fijarse bien en la m¨²sica y el tono de las cosas que se dicen, porque suelen revelar de manera inconsciente las verdades que ocultan las palabras. A lo que se llama el contenido se le da m¨¢s importancia que a su continente, y los profesores y los ide¨®logos tienden a poner el fondo por delante de la forma, pero esas distinciones, aparte de muy toscas, descuidan la observaci¨®n de lo que se tiene delante de los ojos, de lo que los o¨ªdos est¨¢n de verd...
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Las letras de los discursos pol¨ªticos en Espa?a son cada vez m¨¢s discordantes y hostiles entre s¨ª, pero las m¨²sicas se parecen m¨¢s cada d¨ªa. Hay que fijarse bien en la m¨²sica y el tono de las cosas que se dicen, porque suelen revelar de manera inconsciente las verdades que ocultan las palabras. A lo que se llama el contenido se le da m¨¢s importancia que a su continente, y los profesores y los ide¨®logos tienden a poner el fondo por delante de la forma, pero esas distinciones, aparte de muy toscas, descuidan la observaci¨®n de lo que se tiene delante de los ojos, de lo que los o¨ªdos est¨¢n de verdad escuchando. Una de las expresiones m¨¢s desdichadas del lenguaje lerdo de ahora es la de ¡°proveedor de contenidos¡± para aludir al que inventa o crea algo, al que cuenta historias o hace pel¨ªculas o compone o interpreta m¨²sicas. Es como si los llamados contenidos fueran una sustancia amorfa, un l¨ªquido m¨¢s o menos espeso que se vierte en las vasijas adecuadas, concretamente en las tragaderas sin fondo de las plataformas audiovisuales, especializadas en escatimar hasta la miseria y el expolio el pago a los indefensos ¡°proveedores¡±, de los que sin embargo procede todo el material creativo al que esas compa?¨ªas sacan tanto provecho. No hay contenido previo que se adapte al molde de una forma. El qu¨¦ y el c¨®mo son tan inseparables entre s¨ª como el bailar¨ªn y su baile, como el cuerpo y el alma, si vamos a eso. El sentido de una canci¨®n est¨¢ en las palabras y en las notas y en la voz y el tono de quien canta. La ventaja de una educaci¨®n est¨¦tica es que le adiestra a uno la mirada y el o¨ªdo para detectar notas falsas, estridencias, banalidades disfrazadas de solemnidad, efusiones postizas. Ha habido veces en mi vida en las que mi sentido de la forma ha despertado una alarma y una advertencia sobre enga?os que mi inteligencia cr¨¦dula se apresuraba a aceptar. Nada es m¨¢s f¨¢cil que enga?ar a la inteligencia.
En Espa?a la vida pol¨ªtica y parlamentaria consiste sobre todo en cruces de arengas. Las letras en general carecen de todo inter¨¦s, porque su finalidad no es transmitir informaciones o argumentos, sino alimentar el fervor de los ya convencidos y el rechazo y el esc¨¢ndalo de los adversarios, que en la pol¨ªtica zafia de nuestro pa¨ªs no se distinguen de los enemigos. La letra de los discursos pol¨ªticos espa?oles tiende a ser trivial y al mismo tiempo agresiva, y si uno se fija un poco en ella el alma se le cae a los pies, porque es una fritanga de muletillas revenidas, de ¡°apostar por¡± y ¡°l¨ªneas rojas¡± y ¡°poner en valor¡± y ¡°preveer¡± y ¡°preveyendo¡±. Las letras se recrean en un tremendismo de negaciones absolutas y visiones apocal¨ªpticas, sobre todo ahora que la izquierda ocupa el poder y que la derecha, indignada por esa anomal¨ªa que para ella equivale a una usurpaci¨®n, ha abrazado el estilo ret¨®rico de la extrema derecha. Las letras en general son bastante mediocres, y parecen excluir cualquier posibilidad de un acuerdo que no implique una traici¨®n, o bajada de pantalones. Lo extraordinario es que las m¨²sicas, las entonaciones, sean tan semejantes entre s¨ª, voces de arenga que convocan a los fieles y a los elegidos y se?alan a los cobardes, a los blandos, a los traidores. Es como vivir en un pa¨ªs cuya cultura musical estuviera hecha exclusivamente de himnos y de marchas marciales. Las arengas de los informativos de la radio y los telediarios provocan la misma sensaci¨®n desazonante de esos pasajes sinf¨®nicos de Gustav Mahler o de Charles Ives en los que parece que chocan entre s¨ª bandas de m¨²sica tocando himnos con un m¨¢ximo esfuerzo pulmonar.
En estas ¨²ltimas semanas hemos asistido a todo un festival de cacofon¨ªas de arengas. Por debajo, afortunadamente, en el mundo real, sanitarios y administradores eficientes organizaban con sigilo la haza?a prodigiosa de ir vacunando a millones de personas, en un pa¨ªs donde el sentido com¨²n ha reducido al m¨ªnimo la irracionalidad del negacionismo. Pero cuanto m¨¢s diligente y discreto era el proceso de vacunaci¨®n, en el que las palabras que se usan tienen una sobriedad pr¨¢ctica, m¨¢s arreciaba el tachunda ¨¦pico y b¨¦lico de las arengas, en este caso particular con motivo de los indultos a los condenados por la astracanada delictiva de la declaraci¨®n de independencia catalana. En Madrid, en la de por s¨ª abominable plaza de Col¨®n, se escucharon roncas arengas donde los acentos heroicos de la m¨²sica eran tal vez m¨¢s elocuentes que lo literal de las palabras. A mi memoria volvi¨® un t¨¦rmino que se usaba mucho en otros tiempos, ¡°vibrante alocuci¨®n¡±. Pero lo que hizo saltar definitivamente resortes de miedo del pasado no fue ninguna palabra, sino de nuevo una m¨²sica. La m¨²sica llega en l¨ªnea recta y sin los filtros de la raz¨®n a los centros neuronales del fervor o del miedo. Como ciudadano de la democracia liberal espa?ola doy por supuestos su bandera y su himno, m¨¢s o menos como su prefijo telef¨®nico internacional: pero si el himno lo toca un cornet¨ªn militar, la parte m¨¢s primitiva de mi cerebro segrega se?ales de alarma y hasta de p¨¢nico. ?No pod¨ªan haber elegido un cuarteto de cuerda, por ejemplo, un violoncelo?
Fue el d¨ªa en que salieron en libertad los presos indultados cuando termin¨¦ de aceptar tristemente el destino de arenga cuartelaria de nuestra vida civil. A lo que m¨¢s se parec¨ªan las m¨²sicas oratorias de los reci¨¦n indultados antiespa?oles era a las otras m¨²sicas en apariencia contrarias de los espa?oles a ultranza: la palabra ferviente, la mirada en el horizonte, la ronquera patri¨®tica, el vibrato heroico, la tribuna bien alta sobre las cabezas de los fieles, el fondo de banderas siempre ondeantes, gracias a una brisa oportuna que las exime del prosa¨ªsmo de la flaccidez.
No digo que unos y otros sean iguales. Saltarse las leyes de una democracia es un delito y merece el castigo que las mismas leyes determinan, igual que determinan los t¨¦rminos posibles de la clemencia. Rebelarse contra el supremacismo nacionalista es un derecho y un deber c¨ªvico que queda muy malogrado si uno se al¨ªa en esa rebeli¨®n con los agitadores de otro supremacismo no menos agresivo. Al menos har¨ªa falta elegir otras m¨²sicas. O prescindir de ellas y hablar en la prosa llana en la que s¨ª es posible discutir y entenderse.
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