Adicci¨®n es igual a beneficio
Tras el ¨¦xito de ¡®No digas nada¡¯, Patrick Radden Keefe se adentra con ¡®El imperio del dolor¡¯ en los turbios negocios farmac¨¦uticos de los Sackler, famosos por su mecenazgo
Normalmente son 20 a?os. Dos d¨¦cadas durante las que la farmac¨¦utica que ha patentado un medicamento goza del monopolio para comercializarlo. Pero cuando la patente expira, otra compa?¨ªa puede fabricar una versi¨®n gen¨¦rica del mismo f¨¢rmaco y el precio baja o se desploma. Si los buenos empresarios son quienes saben anticiparse al momento en el que pueden perder su fuente de ingresos principal, en el caso del sector farmac¨¦utico aciertan quienes logran patentar un medicamento nuevo que les permita seguir obteniendo beneficios. En esa tesitura estaba Purdue Frederick a principios de los noventa. Tradicionalmente, era una empresa que se hab¨ªa especializado en productos de primera necesidad sin receta (desde un laxante hasta un desinfectante), pero en 1980 empez¨® a distribuir un f¨¢rmaco contra el dolor que estaba multiplicando sus beneficios. Era el MS Contin.
Hasta la comercializaci¨®n de la nueva p¨ªldora, la morfina se hab¨ªa administrado b¨¢sicamente por v¨ªa intravenosa. Pero a partir de entonces pudo consumirse en casa y con receta gracias a un sistema innovador: un forro de la p¨ªldora que posibilitaba la regulaci¨®n de la difusi¨®n del f¨¢rmaco en el flujo sangu¨ªneo durante un periodo de tiempo largo y preciso. En 1990, la empresa empez¨® a pensar una alternativa para cuando expirase esta patente: otro opioide nuevo que se liberase en la sangre tambi¨¦n de manera controlada. As¨ª consta en el memor¨¢ndum de un investigador dirigido al consejo de administraci¨®n de Purdue. Estaba integrado por dos ramas de una de las principales familias de fil¨¢ntropos de Occidente: los Sackler.
El nuevo medicamento no liberar¨ªa morfina, sino otro derivado del opio: oxicodona. A diferencia del primero, que deprime el sistema nervioso, este lo estimula. En 1996 m¨¦dicos estadounidenses empezaron a recetar el OxyContin. La introducci¨®n y el marketing de este medicamento legal ser¨ªa el causante principal de la crisis de los opi¨¢ceos en Estados Unidos, considerada desde 2015 como una epidemia. Ese a?o murieron m¨¢s norteamericanos por sobredosis que por armas o accidentes de coche. Para que hiciese efecto deb¨ªa tomarse con m¨¢s frecuencia de lo anunciado, creaba adicci¨®n y pronto hubo quien troceaba la p¨ªldora para inhalar o inyectarse la oxicodona. En la empresa se tuvo constancia muy pronto del peligro. No import¨®. El objetivo era identificar a los m¨¦dicos que m¨¢s recetaban y vender, vender y vender. Adicci¨®n era igual a beneficio.
En octubre de 2017, el semanario The New Yorker public¨® un reportaje fotogr¨¢fico que ilustraba la devastaci¨®n de la crisis de los opioides. Fotos en blanco y negro tomadas en un condado de Ohio. Estampas de yonquis, jeringuillas, polic¨ªas, una morgue y familias destrozadas. En ese mismo n¨²mero se public¨® el reportaje Empire of Pain. Su autor era Patrick Radden Keefe y sus protagonistas eran los tres hermanos que fundaron la saga Sackler ¡ªel primog¨¦nito, Arthur, fue considerado un medici¡ª y su descendencia. Por esas fechas Radden deb¨ªa haber entregado ya a su editor No digas nada, una obra maestra de la no ficci¨®n que narra la violencia pol¨ªtica en Irlanda con una tensi¨®n alucinante. Al lector le parece que est¨¢ con los terroristas en sus casas, en los cuarteles de las fuerzas de seguridad o en las celdas de las prisiones. Esa sensaci¨®n de estar dentro de lo oculto volv¨ªa a repetirse.
Con aquel largo art¨ªculo, tras un a?o de investigaci¨®n, Radden arriesgaba. Durante medio siglo la estrategia de los Sackler hab¨ªa sido presentarse en la vida p¨²blica como fil¨¢ntropos ¡ªdando nombre a salas en grandes museos (del Metropolitan al Louvre), a centros de investigaci¨®n en universidades de referencia¡¡ª. As¨ª, al mismo tiempo, hab¨ªan invisibilizado el origen y multiplicaci¨®n de su fortuna, ganando el dinero y la influencia necesarios para bloquear cualquier investigaci¨®n que pudiese llegar hasta ellos. Pero en su art¨ªculo Radden iluminaba esa opacidad, reconstru¨ªa la historia familiar y, al fin, responsabilizaba a la familia de la tragedia. Y tres a?os despu¨¦s iba a desplegar esa misma obsesi¨®n por la verdad en El imperio del dolor.
Como su libro anterior, este tambi¨¦n es adictivo. A trav¨¦s de sus m¨²ltiples caras contemplamos la evoluci¨®n de la ciudad de Nueva York a lo largo del siglo XX, los usos de la publicidad por parte de las empresas farma?c¨¦uticas, el impacto social del Valium ¡ªel primer f¨¢rmaco que logr¨® ingresos superiores a los 100 millones de d¨®lares¡ª, el prestigio de la filantrop¨ªa o la forja de lobby que se inserta en la sociedad civil, capta a abogados que hab¨ªan sido fiscales o a cient¨ªficos que hab¨ªan sido reguladores.
En 2019, la demanda de una abogada logr¨® que el p¨²blico tuviese acceso a la correspondencia privada de los Sackler. As¨ª entramos dentro de ese imperio decadente y acabamos leyendo tambi¨¦n, ya en nuestra pandemia, una pieza de periodismo de tribunales que habr¨ªa entusiasmado a Janet Malcolm, aunque el poder someta de nuevo a la justicia. Pero la literatura salva. Gracias al gran periodismo de Radden se nos ha ido revelando c¨®mo el dinero envolvi¨® la mec¨¢nica de un emporio sin piedad que se enriqueci¨® a pesar de su consciente avaricia mort¨ªfera. Gracias a reporteros como ¨¦l y decenas de activistas, el nombre de los Sackler va desapareciendo de los templos del saber que coloniz¨®.
EL IMPERIO DEL DOLOR / L'IMPERI DEL DOLOR
Traducci¨®n de Luis Jes¨²s Negro, Francesc Pedrosa y Albino Santos / Ricard Gil (en catal¨¢n)
Reservoir Books / Periscopi (cat.), 2021
688 / 600 p¨¢ginas. 23,90 euros
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