Vocabularios de Ren¨¦ Magritte
El pintor ten¨ªa horror de las explicaciones, sobre todo las psicol¨®gicas y psicoanal¨ªticas. La pintura expresa el misterio del mundo, y las explicaciones lo banalizan y lo empobrecen
En el encuentro o el choque entre palabras e im¨¢genes salta la chispa de poes¨ªa de Ren¨¦ Magritte. Las im¨¢genes tienen el esquematismo pedag¨®gico de las ilustraciones en los cuadernos escolares de lectura y de caligraf¨ªa. Cada vez que firmaba un cuadro, Magritte escrib¨ªa su apellido con la misma claridad esmerada con que lo habr¨ªa escrito en una libreta de la escuela, quiz¨¢s en una de esas hojas de l¨ªneas dobles que hacen todav¨ªa m¨¢s regular la escritura. El mundo visual de Magritte est¨¢ hecho de un repertorio limitado de objetos y figuras ¡ªcasa, ¨¢rbol, pipa, manzana, nube, cascabel, sombrero hongo, mujer desnuda, hombre de espaldas¡ª que se repiten como las palabras de un vocabulario elemental, y que se multiplican y var¨ªan, no ya como im¨¢genes sino como los signos sem¨¢nticos de una escritura jerogl¨ªfica. Con mucha frecuencia, sobre todo en su primera ¨¦poca, Magritte se complace en un dibujo que parece torpe, en pinceladas toscas que no llegan a dar la sensaci¨®n de volumen: quiere, sin duda, ironizar sobre el virtuosismo de la pintura acad¨¦mica, y tambi¨¦n resaltar esa parte de esfuerzo y tentativa que hay en todo aprendizaje, en el prodigioso descubrimiento que hace cualquier ni?o cuando encuentra la equivalencia entre las im¨¢genes, las palabras y las cosas, m¨¢s po¨¦tica todav¨ªa porque en gran parte es arbitraria, sometida a convenciones simplificadoras.
Pero donde las palabras y las im¨¢genes chocan como part¨ªculas que desatan reacciones en cadena es en el encuentro entre el cuadro y su t¨ªtulo, entre las figuras y las escenas con frecuencia impenetrables y los t¨ªtulos asignados a ellas, que en lugar de explicar su misterio lo hacen m¨¢s herm¨¦tico, lo proyectan en direcciones inesperadas. Guillermo Solana, comisario entusiasta y sospecho que tambi¨¦n omnisciente de la exposici¨®n de Magritte en el Thyssen, se inclina mucho sobre un cuadro y casi toca con el dedo ¨ªndice un detalle revelador, como un detective que busca huellas en la escena de un crimen. Debajo de cada enigma que suscita uno de estos cuadros, explica Solana, hay otro enigma, y a veces otro m¨¢s, y casi todos est¨¢n conectados con los t¨ªtulos. Magritte ten¨ªa horror de las explicaciones, sobre todo las psicol¨®gicas y psicoanal¨ªticas que estuvieron tan de moda todo el siglo pasado. La pintura expresa el misterio del mundo, y las explicaciones lo banalizan y lo empobrecen. Frente a la prisa por interpretar cuanto antes, el t¨ªtulo invita a una pausa respetuosa de contemplaci¨®n, sugiere posibilidades que no necesitan formularse con palabras. Una mujer madura, opulenta, casi desnuda, en escorzo, bebe un vaso de agua delante de una ventana que da a un mar en calma, iluminado por un gajo de luna nueva que irradia una claridad como de plenilunio. En el cuerpo de la mujer hay una solidez escult¨®rica. El cuadro, pintado en 1947, se titula Las profundidades del placer.
El misterio es siempre m¨¢s atractivo que la soluci¨®n; la?poes¨ªa del arranque rara vez perdura intacta hasta el desenlace
Magritte naci¨® en 1898. Su primera adolescencia coincide con el advenimiento del cine mudo, de las revistas ilustradas, de las novelas populares de cr¨ªmenes con portadas truculentas, protagonizadas por criminales o ladrones como Fant?mas o Ars¨¨ne Lupin. Los carteles de las pel¨ªculas y las portadas de las novelas, con sus t¨ªtulos en tipograf¨ªas muy llamativas, estaban pensados para suscitar la promesa inmediata y arrebatadora de una cadena de misterios avanzando a un ritmo muy r¨¢pido hasta la revelaci¨®n final. El misterio es siempre m¨¢s atractivo que la soluci¨®n; la poes¨ªa del arranque rara vez perdura intacta hasta el desenlace. ¡°El misterio participa de lo sobrenatural, y aun de lo divino¡±, dice Borges: ¡°La soluci¨®n, del juego de manos¡±. Lo mejor de muchas pel¨ªculas que vimos de ni?os eran los grandes carteles que las anunciaban a las puertas de los cines, y los t¨ªtulos admirables que nos desataban la imaginaci¨®n con promesas narrativas que muy pocas veces llegaron a cumplirse. En su biograf¨ªa de Magritte, Michel Draguet repasa los t¨ªtulos de novelas baratas y pel¨ªculas que ve¨ªa de adolescente, y algunos de ellos parecen anticipaciones de sus cuadros futuros: La muerte que mata, El coche nocturno, La mano cortada, El tren perdido, El asesino amenazado. Una puerta cerrada o entornada, una ventana con los cristales rotos, una mansi¨®n con las ventanas iluminadas, en medio de un bosque nocturno, una cortina roja que se abre como en los cines antiguos cuando se apagaban las luces y la proyecci¨®n iba a empezar, una figura masculina de espaldas, del todo com¨²n y tambi¨¦n impenetrable, que puede ser lo mismo un asesino que un detective, uno de esos asesinos de entreguerras que vest¨ªan trajes oscuros a medida y enterraban a sus v¨ªctimas en el jard¨ªn trasero: los cuadros que m¨¢s nos seducen de Ren¨¦ Magritte son los que nos hacen asomarnos al umbral de una historia de misterio que es m¨¢s satisfactoria porque no precisamos saber la soluci¨®n, o los que nos sit¨²an frente a una imposibilidad tan radical y sin embargo tan persuasiva y hasta humor¨ªstica como las que aceptamos en el interior de algunos sue?os.
Una mano cortada de yeso sujeta a una paloma. Un paisaje horizontal con un cielo de nubes dispersas resulta ser un muro pintado porque en ¨¦l se abre una puerta que da a un bosque tupido y sombr¨ªo. Las cosas m¨¢s comunes est¨¢n sujetas a cambios monstruosos de escala. Una manzana ocupa una habitaci¨®n entera. Un hombre que mide apenas unos cent¨ªmetros parece m¨¢s peque?o todav¨ªa porque cerca de ¨¦l se alza una mujer gigante y desnuda. Cerca del suelo, en la puerta del fondo, una de esas puertas de Magritte que parecen cerrar por dentro habitaciones en las que se ha cometido un crimen inexplicable, hay un agujero que yo no habr¨ªa advertido si no me lo se?ala Guillermo Solana. Puede ser el agujero por el que alguien se ha asomado furtivamente, alguien que esp¨ªa algo tendido en el suelo. Solana me explica que es el punto de fuga hacia el que confluyen todas las l¨ªneas rectas en la perspectiva de la habitaci¨®n.
El surrealismo reanim¨® la figura y la leyenda del artista rom¨¢ntico, el genio extravagante que act¨²a como un visionario y un promotor desvergonzado de s¨ª mismo, a la manera de Dal¨ª y de tantos otros ¡ªcasi todos otros¡ª que han venido despu¨¦s, eg¨®latras solemnes. Magritte prefer¨ªa la discreci¨®n de vestir traje oscuro y vivir en la neutra Bruselas, y no en Par¨ªs. Las caras de sus retratos suelen estar vueltas de espaldas, o bien ocultas por algo, una manzana, un pa?o blanco. Magritte ejerce un humorismo at¨®nito, tocado de poes¨ªa, a la manera de Buster Keaton y de Luis Bu?uel. Es un contempor¨¢neo.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.