Desamparados como perros: los animales en la literatura latinoamericana

No solo sus caracter¨ªsticas f¨ªsicas convierten a los rottweiler en animales peligrosos; los dos que tiene enjaulados frente a ¨¦l mataron a una mujer unos d¨ªas atr¨¢s, pero el comisario Wenceslao P¨¦rez Chan¨¢n intuye que hay algo m¨¢s en el aumento de los ataques de perros a personas de las ¨²ltimas semanas: cuando les silba, los dos rottweiler mueven lo que les queda de rabo; como le dice el responsable de sacrificarlos, un momento antes de que P¨¦rez Chan¨¢n decida darles el ¡°beneficio de la duda¡±, ¡°la violencia brutal es exclusiva de nosotros, los humanos¡±.

En los ¨²ltimos meses, varios libr...

No solo sus caracter¨ªsticas f¨ªsicas convierten a los rottweiler en animales peligrosos; los dos que tiene enjaulados frente a ¨¦l mataron a una mujer unos d¨ªas atr¨¢s, pero el comisario Wenceslao P¨¦rez Chan¨¢n intuye que hay algo m¨¢s en el aumento de los ataques de perros a personas de las ¨²ltimas semanas: cuando les silba, los dos rottweiler mueven lo que les queda de rabo; como le dice el responsable de sacrificarlos, un momento antes de que P¨¦rez Chan¨¢n decida darles el ¡°beneficio de la duda¡±, ¡°la violencia brutal es exclusiva de nosotros, los humanos¡±.

En los ¨²ltimos meses, varios libros han abordado en Am¨¦rica Latina la cuesti¨®n de nuestro v¨ªnculo con los animales, al tiempo que indagaban en ella exhibiciones art¨ªsticas en Liverpool y Nueva York y autores como Richard David Precht, Frans de ?Waal, Charles Foster y Anne Simon. Esta? de perros, del guatemalteco Francisco Alejandro M¨¦ndez (1964), se subtitula ¡®Un caso peludo para el comisario Wenceslao Pe?rez Chana?n¡¯ y repite protagonista de otros libros de su autor como Juego de mu?ecas y Si Dios me quita la vida; a P¨¦rez Chan¨¢n le gustan las canciones del gran cantante puertorrique?o H¨¦ctor Lavoe y el tequila Predilecto, y quiz¨¢s sea el primer maya quich¨¦ del g¨¦nero negro.

Ning¨²n caso policiaco est¨¢ por completo aislado del flujo de los acontecimientos ni constituye, en el fondo, una excepci¨®n a la regla, y esto (adem¨¢s de los perros) es lo que vincu?la la novela de M¨¦ndez con libros recientes como Dame pan y ll¨¢mame perro, de Nicol¨¢s Poblete (Santiago de Chile, 1971), en el que una joven muere despedazada por una jaur¨ªa en una cueva al suroeste de la capital: el caso es real y, en palabras de los editores, permite a Poblete ¡°introducirnos en las m¨²ltiples caras de la perversidad normalizada, los acomodos de la moral, los prejuicios [y] la pobreza¡± como lo hac¨ªa, unos a?os antes, Quiltras (2016), de Arelis Uribe.

Los quiltros son parte del paisaje de toda ciudad latinoamericana, pero solo reciben ese nombre en Chile y en Bolivia, donde abundan: son los perros callejeros, desprovistos de refugio, de v¨ªnculos, de prosapia, que vagabundean, acompa?an al caminante algunas calles, mendigan, son atropellados por los autom¨®viles, torturados por los adolescentes, gaseados por las autoridades; son todo aquello de cuya existencia no nos responsabilizamos y cuya muerte nos deja indiferentes. Uribe (Santiago de Chile, 1987) vio en ellos una met¨¢fora a la espera de alguien con su talento y sus convicciones, y as¨ª los siete cuentos que componen Quiltras otorgan voz a mujeres pobres que no conocen m¨¢s que el desamparo, la violencia y un paisaje, el de las regiones y comunas m¨¢s pobres de Chile, que la literatura de ese pa¨ªs desatendi¨® hasta tiempos recientes, centrada como pareci¨® estar durante d¨¦cadas en la expresi¨®n de la sentimentalidad de sus clases altas.

Ni un poco de esa sentimentalidad asoma, afortunadamente, en Catechi, que tambi¨¦n es un quiltro, o m¨¢s bien todos ellos, as¨ª como los lobos que lo precedieron y los humanos que los ¡°domesticaron¡±: gu¨ªa a su due?o por las calles cuando este sale a beber, lo acompa?a en sus paseos, lame sus heridas, le ofrece un espejo que lo succiona. ¡°Este perro soy yo, este perro somos nosotros, todos somos este perro¡±, escribe Cristian Geisse (1977); para reforzar la idea de que el v¨ªnculo entre su narrador y el perro es parte de un todo mayor, Geisse incluye en Catechi fragmentos de Flush, de Virginia Woolf, y Coraz¨®n de perro, de Mija¨ªl Bulga?kov, a los que podr¨ªan haberse sumado el ¡°coloquio¡± cervantino, los ¡°poemas de perros¡± de Francesco Marciuliano, la Tulip de J. R. Ackerley, los libros de J. M. Coetzee, los poemas de Gertrud Korman y textos de la literatura latinoamericana reciente como Perros h¨¦roes, de Mario Bellatin (2003), y Animales dom¨¦sticos, de Alejandra Costamagna (2011); los poemas de Los animales por dentro, de Pablo Paredes (2020), y las diatribas de Fernando Vallejo en ¡®Mi otro pr¨®jimo¡¯ y otros lugares; sin embargo, su novela no necesitaba voces distintas a las de su autor para dar cuenta del hecho de que nuestro v¨ªnculo con los animales es uno de los problemas m¨¢s importantes de la actualidad; como pone de manifiesto Los fil¨®sofos ante los animales, la ¡°historia filos¨®fica de los animales¡± coordinada por Leticia Flores Farf¨¢n y Jorge E. Linares Salgado que Almad¨ªa y la UNAM publicaron recientemente, la ¡°cuesti¨®n animal¡± recorre toda la historia del pensamiento, pero su discusi¨®n se ha visto intensificada en los ¨²ltimos a?os cuando incluso los m¨¢s reacios a ello tuvieron que comenzar a aceptar que, por una parte, nuestra historia con los animales es una historia de maltrato y violencia, y, por otra, que los l¨ªmites entre ellos y nosotros que constituimos hist¨®ricamente para protegernos de la realidad de esa violencia carecen de otro fundamento que no sea el ideol¨®gico.

No en vano, la distop¨ªa que el chileno Pablo Toro (1983) imagina en Safari, su primera novela, avanza desde la historia de un mercenario estadounidense en Bagdad que se ha vuelto adicto a matar camellos con sus propias manos hasta un futuro en el que la caza de humanos ¡°indeseables¡± es carne de reality show; que ese tr¨¢nsito pase adem¨¢s por un colegio brit¨¢nico de Santiago en los d¨ªas previos y posteriores a la muerte de Augusto Pinochet da muestra de la ambici¨®n del autor, as¨ª como de sus intenciones. Safari no es del todo veros¨ªmil, pero su inverosimilitud es calculada y su mensaje resulta claro: dadas ciertas circunstancias no del todo infrecuentes, no hay muchas diferencias entre la concepci¨®n de personas y animales como insumos y la de su aniquilaci¨®n como forma de entretenimiento.

Los animales constituyen el recurso al que m¨¢s frecuentemente parecen apelar los escritores latinoamericanos contempor¨¢neos para hablar de un desamparo y una indefensi¨®n que nos vinculan con ellos m¨¢s de lo que desear¨ªamos; singularizada en personajes y circunstancias espec¨ªficas, pero estructural en su naturaleza, la violencia que sufren los animales en estas novelas no es distinta de la que unas personas ejercen sobre otras, pero tambi¨¦n contra seres que, a diferencia de ellas, nunca han pretendido ejercer su potestad sobre el medio f¨ªsico y otras formas de vida. Y las palomas de Teor¨ªa del ojo, de Rolando Mart¨ªnez (Arica, 1979), no son ajenas a ello: sobrevuelan los campos devastados por la guerra y los desastres naturales, transportan noticias y dosis de ketamina, y se asocian en la memoria con la figura de Pinochet, la muerte del sacerdote cat¨®lico Andr¨¦ Jarl¨¢n, el paso del cometa Halley (¡°Cometa, hermano / lle?vate al tirano / corean rumbo a Plaza Italia nublada / por un bosque de milicos¡±), el paisaje del norte de Chile y la historia de aquel ¡°criador enfermo terminal / que regalaba sus palomas / y a los pocos d¨ªas / las ve¨ªa regresar¡±. De las 17.000 mensajeras utilizadas durante la II Guerra Mundial, ¡°solo una de cada ocho / regres¨®¡±, escribe Mart¨ªnez; bajo la mirada de los p¨¢jaros, ¡°la extensi¨®n de una ciudad / es tambi¨¦n su desplome¡±.

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