Pier Paolo Pasolini, elogio de la herej¨ªa
El cineasta y poeta italiano, del que ahora se traduce al espa?ol su primer relato, fue tan adorado como condenado. No gust¨® que disfrutara de homosexualidad, ni le ayud¨® su desprecio por la izquierda y sus cr¨ªticas al ¡°genocidio consumista¡±
Siempre se atribuy¨® a la poes¨ªa un innegable car¨¢cter prof¨¦tico. Estas cosas se dec¨ªan antes, cuando nunca se la hubiera podido confundir con las relamidas monsergas de cantautores que hoy se nos ofrecen a cambio. En este caso, desgraciadamente, la venganza estaba escrita, y por eso no puedo por menos de traer aqu¨ª los del gran cineasta, poeta, cr¨ªtico literario y activista pol¨ªtico que fue Pier Paolo Pasolini, a pocos meses del centenario de su nacimiento y con el recuerdo todav¨ªa presente de su vil asesinato en 1975. Pero antes de esa desaforada escena final hay que recordar la inmensidad de causas, aparentemente contrarias, que este artista incansable defendi¨® en su corta existencia.
Todo aquello que sus enemigos no pudieron aguantar, por ser su arco tan amplio y certero, le conden¨®. Primero fue adorado y m¨¢s tarde cumpli¨® con su oscura estrella. No gust¨® que, desde la ¡°nostalgia por lo sagrado¡±, disfrutara de su alegre y beligerante homosexualidad. Ni tampoco le ayud¨® su desprecio a una izquierda que le fue abandonando con recelo. Y, ya para rematar el descontento, hubo algo verdaderamente duro de pelar en los tiempos modernos: su cr¨ªtica al ¡°genocidio consumista¡± y su desprecio por la televisi¨®n. M¨¢s a¨²n, su defensa minuciosa de la diversidad cultural, que los mass media ignoraban y que llevaban, parad¨®jicamente, a la ¡°aculturizaci¨®n¡±.
La suya era una ¡°herej¨ªa desesperada¡±. Pasolini, como un ¨¢ngel vengador, proclam¨® que el ¨¦xito era ¡°la otra cara de la persecuci¨®n.¡± No le perdonaron. En plena gresca con todos los poderes, la muerte, a los 53 a?os, no debi¨® sorprenderle. Hab¨ªa ya dejado escrito: ¡°A menudo es fatal vivir demasiado tiempo¡±.
Antes a¨²n de la tragedia, en la madrugada del 2 de noviembre de 1975, que ocurri¨® unos d¨ªas despu¨¦s de su encuentro en la ciudad de Lecce con un grupo de estudiantes y profesores, y que dio origen al extraordinario documento titulado Vulgar lengua, (traducido al castellano en 2017 por Salvador Cobo, en la editorial El Salm¨®n) , ya empezaba a trat¨¢rsele como a una figura inc¨®moda. Era un solitario envuelto por la fama universal. Y, tras el horror, Pasolini, como escribi¨® Alfonso Berardinelli, en El intelectual es un mis¨¢ntropo (El Salm¨®n, 2014), ¡°despu¨¦s de su muerte se ha convertido en un objeto de culto para la izquierda hip¨®crita¡±. Estos versos, fragmentos de dos ¨¦pocas distintas, hablan justamente de esos poderes que persiguen a ciertos poetas:
¡°Y ahora, tengo poco tiempo: / por culpa de la muerte / que se me viene encima / en mi marchita juventud. / Pero por culpa tambi¨¦n / de este nuestro mundo humano / que quita el pan a los pobres, / y la paz a los poetas (¡) / Qu¨¦ fatiga aprender la libertad / que ellos aprendieron de nosotros /¡ pero se es libre una sola vez en la vida¡±.
Fue un ni?o con pulsiones religiosas y dudas intolerables. Y esa dualidad entre lo sagrado y lo profano le atorment¨® desde el principio, y nos llega ahora en su primera narraci¨®n, ¡®La aldea de Rom¨¤ns¡¯
Pier Paolo Pasolini, ?qu¨¦ nombre tan euf¨®nico! Con ¨¦l nos llega la dulzura de una canci¨®n de cuna o los susurros de una cita entre amantes proscritos. En ¨¦l est¨¢ ya su vida, su destrucci¨®n, luchando por no ahogarse en la pila de agua bautismal. Naci¨® en el Friul, una regi¨®n helada, ya casi al pie de los Alpes. Fue un ni?o con pulsiones religiosas y dudas intolerables. Y esa dualidad entre lo sagrado y lo profano le atorment¨® desde el principio, y nos llega ahora en su primera narraci¨®n, La aldea de Rom¨¤ns, editada recientemente por Altamarea con traducci¨®n de Carlos Gumpert.
Terminar¨¦ con una precisi¨®n. He empleado aqu¨ª la palabra ¡°destrucci¨®n¡± en lugar de ¡°crimen¡±, porque quiero recordar lo que puede que sucediera en realidad. Cuando la noticia del funesto asunto puso en pie a medio mundo, se busc¨® y se encontr¨® a un muchacho; y se le acus¨® de la muerte a navajazos del poeta. Parece que el chico cumpli¨® condena unos a?os. No quiero saber si cobr¨®, ni cu¨¢nto. Publicaron su nombre, pero no lo ver¨¦is aqu¨ª. Yo ten¨ªa algunos amigos en Roma, y pregunt¨¦. Testigos menos flamantes contaron a quien quiso escucharles que el cuerpo del poeta apareci¨® hecho jirones, como si ¡°al menos dos m¨¢quinas¡±, dos coches tal vez, le hubieran pasado por encima. La de Pasolini no fue una simple muerte humana, sino una extinci¨®n en toda regla.
La aldea de Rom¨¤ns
Editorial: Altamarea, 2021.
Formato: 112 p¨¢ginas, 16,90 euros.
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