Pablo Messiez: teatro que te lleva a las nubes
El dramaturgo y director traslada al p¨²blico a un espacio-tiempo ins¨®lito en ¡®La voluntad de creer¡¯
Del nuevo espect¨¢culo de Pablo Messiez se sale con la sensaci¨®n de haber estado en un lugar ins¨®lito. Un espacio-tiempo raro en el que convergen el pasado y el presente, la realidad y la ficci¨®n, la prosa y la poes¨ªa, la vida y la muerte. Un territorio gaseoso como las nubes. Y contiene (casi al final de la funci¨®n) un silencio tan lleno de contenido, fuerza y tensi¨®n que te pone el coraz¨®n a cien. Gran teatro.
Se titula La voluntad de creer y Messiez firma tanto el texto como la puesta en escena. En ambas facetas, un trabajo redondo. Se inspira en la pel¨ªcula m¨¢s famosa de Dreyer, Ordet, traducida en Espa?a como La palabra y estrenada en 1955, a su vez basada en la obra de teatro hom¨®nima de Kaj Munk. As¨ª que no destripamos nada aqu¨ª si contamos el argumento. En el filme, la protagonista es una familia danesa formada por un patriarca muy religioso y tres hermanos dispares. Uno de ellos afirma ser la reencarnaci¨®n de Jesucristo y todos lo toman por loco, pero cuando su cu?ada muere, el loco obrar¨¢ un milagro. Les dice a todos que si lo piden con fe, Dios resucitar¨¢ a la mujer. Y resucita.
En la pieza de Messiez no hay patriarca y la familia est¨¢ formada por cuatro hermanos, tres de los cuales viven juntos en un caser¨ªo vasco. Juan, el que se cree Jesucristo. Felicidad, una mujer en silla de ruedas con el mismo tipo de amargura que la Bernarda de Lorca. Y Paz, una poeta varada en una aldea en la que ¡°no hay lugar para la met¨¢fora¡±. La acci¨®n empieza cuando la cuarta hermana, Amparo, regresa al pueblo con su novia, que est¨¢ embarazada, para que d¨¦ a luz all¨ª. Tambi¨¦n hay un m¨¦dico que no podr¨¢ evitar la muerte de la novia con su ciencia. Pero no se enga?en: esto no es una confrontaci¨®n entre ciencia y religi¨®n, sino una invitaci¨®n a creer en lo imposible. En la posibilidad de cambiar (de pueblo, de g¨¦nero, de vida) y de ser lo que se quiera ser. De flotar en las nubes. Todo eso junto es lo que estalla en los minutos que el dramaturgo deja pasar en silencio en la escena en la que los personajes esperan expectantes a ver si se produce el milagro: en realidad, esos minutos son para el p¨²blico. ?Quieres t¨² tambi¨¦n creer? ?Por qu¨¦ no te das hoy ese lujo? ?No has venido al teatro precisamente para eso?
Por supuesto que sabemos que todo es ficci¨®n. Pero es que llegados a ese punto, Messiez nos ha sumergido ya plenamente en su mundo y lo importante no es que haya milagro o no, sino su posibilidad. Nos ha hecho c¨®mplices de un juego po¨¦tico que se desarrolla en un espacio y un tiempo indeterminados, puramente teatrales, en el que los actores rompen constantemente la cuarta pared. Es curioso, porque la obra empieza con un aire chejoviano (una familia atascada, personajes hastiados y hasta un doctor como los que suelen pulular en los textos del ruso) para avanzar tanto en contenido como en est¨¦tica hacia la pel¨ªcula de Dreyer, que se emite durante toda la funci¨®n en un peque?o televisor. En ese tr¨¢nsito se abordan adem¨¢s muchos otros temas, desde el desarraigo hasta la maternidad, el amor, la muerte y la propia verosimilitud del teatro. Porque el teatro en s¨ª mismo es un acto de fe: hay que querer creer para que funcione.
Todo ello trufado de reflexiones filos¨®ficas que no pesan porque brotan con la misma armon¨ªa que las canciones de Leda Valladares, Mar¨ªa Elena Walsh o S¨ªlvia P¨¦rez Cruz que suenan durante la funci¨®n. Y tambi¨¦n por el estupendo trabajo de los int¨¦rpretes. Es un elenco compenetrado como pocos, con actores que entran y salen de sus personajes con una naturalidad admirable. Incluso son capaces de sostener los dos mundos (el de la realidad y el de la ficci¨®n) a la vez. Sobre eso se sustenta en buena parte el ¨¦xito del montaje.
La escenograf¨ªa y la iluminaci¨®n caminan al mismo paso. El escenario empieza desnudo y poco a poco se va llenando de paredes. Un hogar en construcci¨®n para albergar unos personajes que deambulan como errantes. El blanco y negro de las ¨²ltimas escenas es hipn¨®tico.
La voluntad de creer
Texto y dirección: Pablo Messiez. Reparto: Marina Fantini, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez-Claro y Mikele Urroz. Naves del Español en Matadero. Madrid. Hasta el 23 de octubre.
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