Yuri Herrera: ¡°El discurso del monoling¨¹ismo en Estados Unidos corre paralelo al supremacismo blanco¡±
Gran referente de la nueva literatura latinoamericana, el escritor mexicano residente en Nueva Orleans publica ¡®La estaci¨®n del pantano¡¯, una brillante recreaci¨®n del exilio de Benito Ju¨¢rez en esa ciudad
El territorio que comparten ficci¨®n y verosimilitud queda expuesto en el pr¨®logo de la ¨²ltima novela de Yuri Herrera, La estaci¨®n del pantano (Perif¨¦rica). El exilio de Benito Ju¨¢rez en Nueva Orleans sirve al escritor mexicano para recrear una etapa en la vida del revolucionario de la que se tienen pocos datos. ¡°Es en ese hueco marcado por el punto y aparte donde sucede esta historia. Toda la informaci¨®n sobre la ciudad (¡) puede corroborarse en documentos hist¨®ricos. ?sta, la historia verdadera, no¡±, invita a leer la primera p¨¢gina del libro: una historia polis¨¦mica, la de los d¨ªas de Ju¨¢rez, pero tambi¨¦n la surgida de su imaginaci¨®n, la verdadera.
¡°Es un par¨¦ntesis en la vida de Benito Ju¨¢rez. Todas las biograf¨ªas mencionan este periodo de manera muy escueta. Otra de las cosas que invariablemente se dicen es que es el periodo en el cual se radicaliz¨® y en el que se convirti¨® en el liberal m¨¢s importante. Pero nadie tiene ning¨²n dato¡±, explica Herrera (Actopan, M¨¦xico, 52 a?os) en un diner en Nueva York.
Ju¨¢rez y Nueva Orleans se entremezclan en la vida del escritor, que desde hace una d¨¦cada da clases en la Universidad Tulane de esa ciudad estadounidense. Aunque con frecuentes idas y venidas a M¨¦xico. Sobre La estaci¨®n del pantano, prosigue, ¡°lo curioso es que [esa etapa de Ju¨¢rez] es un agujero negro important¨ªsimo, porque regresando [a M¨¦xico] es cuando se convierte en ministro de Justicia y despu¨¦s en presidente, y despu¨¦s en quien enfrentar¨¢ la invasi¨®n francesa¡±. Una fuente de inc¨®gnitas que es ¡°una oportunidad para hacer una especie de imaginaci¨®n plausible, por decirlo de alg¨²n modo. Eso es lo que me he permitido hacer con unos pocos datos sobre su vida, con muchos datos sobre c¨®mo era la ciudad y fundamentalmente con mi imaginaci¨®n¡±.
¡°?Narcoliteratura? No me gusta la etiqueta, pero uno debe asumir las consecuencias de tratar ciertos temas. Cuando yo publiqu¨¦ ¡®Trabajos del reino¡¯ el narco no era el principal problema de M¨¦xico¡±
Herrera detalla su labor de documentaci¨®n, hasta empaparse de la vida cotidiana de Nueva Orleans (¡°la m¨²sica, las relaciones raciales¡±), de la que, dice, se han escrito bibliotecas enteras. La digitalizaci¨®n del diario The Times-Picayune le ayud¨® a levantar el andamiaje. ¡°Me sirvi¨® para tener un panorama que evidentemente nunca ser¨¢ un reflejo fiel de la realidad. Pero s¨ª uno de los posibles sobre c¨®mo era la vida cotidiana y, en espec¨ªfico, la vida criminal de la ciudad, porque la nota roja [cr¨®nica de sucesos] frecuentemente es uno de esos datos inescapables de la realidad. Y esta era una ciudad incre¨ªblemente violenta en muchos sentidos, como lo sigue siendo¡±. Su propia experiencia vital como expatriado tambi¨¦n ayud¨®, la de ¡°alguien que no ha estado exiliado, pero que s¨ª siente nostalgia, que en muchos momentos se siente aislado¡±.
A vueltas con el espacio y el tiempo, dos ¨¢mbitos constantes en su narrativa, esta incursi¨®n en la novela hist¨®rica se le queda estrecha a un autor capaz de romper los moldes del g¨¦nero y el estilo. En Se?ales que preceder¨¢n al fin del mundo, la segunda que public¨® (y, como todas, en Perif¨¦rica), la historia de una joven que busca a su hermano a trav¨¦s de la frontera de M¨¦xico y EE UU se mezcla con ecos de mitos precolombinos. En la tercera, La transmigraci¨®n de los cuerpos, una ficci¨®n negra, narra una historia de narcotraficantes en medio de una epidemia. Trabajos del reino, su primera obra ¨Delogiad¨ªsima por referentes como Elena Poniatowska¨D, fue catalogada como narcoliteratura, esta etiqueta tan de moda hace unos a?os, fruto de la mixtificaci¨®n por la cultura popular del narco: ¡°Esas etiquetas funcionan para bien y para mal. Hay gente que ha hecho una carrera acad¨¦mica a partir de ellas; tambi¨¦n sirven para situar un libro en una librer¨ªa, o en una especie de discusi¨®n p¨²blica. A m¨ª nunca me gust¨®. Los libros tienen su propia vida, y uno no puede ir por el mundo poniendo instructivos sobre sus vidas. Uno tiene que asumir las consecuencias de hablar de ciertos temas en ciertos momentos, y cuando publiqu¨¦ Trabajos del reino, todav¨ªa el narcotr¨¢fico, aunque ya era uno de los asuntos m¨¢s importantes, no se hab¨ªa convertido en el asunto m¨¢s importante de M¨¦xico¡±.
¡°La literatura no influye en la pol¨ªtica. Para cuando te leen, el fen¨®meno pol¨ªtico del que has escrito ya ha pasado¡±
Llama la atenci¨®n en el discurso de Herrera la precisi¨®n acad¨¦mica con que desgrana sus ideas. Puede deberse a su formaci¨®n universitaria, pero lo cierto es que amarra poderosamente cada frase. Luego su literatura es pura lava, fulgurante, pero en la conversaci¨®n destaca una lucidez de escalpelo. ?Considera el escritor, por apegarse a fen¨®menos del calado de la emigraci¨®n o el narcotr¨¢fico, que hace literatura pol¨ªtica o social? ¡°Eso es algo que no he tratado de hacer nunca. Yo estudi¨¦ Ciencias Pol¨ªticas, un elemento muy importante dentro de mi mirada sobre el mundo e inclusive de mi mirada est¨¦tica. Es decir, hay una cierta manera de entender las tragedias nacionales, las tragedias sociales, los hero¨ªsmos, las traiciones. Pero nunca trato de hacer un comentario deliberado sobre actores pol¨ªticos vivos actuales¡±, subraya. Aunque resulta inevitable, asume, que los ecos del presente se infiltren en lo que escribe, no trata ¡°de intervenir en la vida pol¨ªtica desde la literatura¡±. Si alg¨²n tipo de literatura intenta incidir en un fen¨®meno pol¨ªtico muy localizado en el tiempo y el espacio, subraya, ¡°para cuando ha sido le¨ªda, comprendida y digerida, probablemente ese fen¨®meno ya ha pasado¡±.
Herrera fund¨® y dirigi¨® la revista literaria El Perro, una muestra m¨¢s de la pujanza del llamado periodismo literario en Am¨¦rica Latina. En M¨¦xico, la nota roja se ha convertido casi en un g¨¦nero en s¨ª mismo. Sobre la supuesta simbiosis de periodismo y literatura se ha escrito casi tanto como sobre la muerte de la novela, pero la influencia ?es nociva, beneficiosa o simplemente no existe? ¡°Yo no llegu¨¦ a la literatura por el periodismo, pero conozco mucha gente que s¨ª y hemos tenido m¨²ltiples casos en todos los pa¨ªses, en todas las ¨¦pocas: Garc¨ªa M¨¢rquez, Jos¨¦ Mart¨ª, Hemingway. No creo que la literatura y el periodismo se retroalimentan en t¨¦rminos de c¨®mo representar la realidad. La verdad literaria no depende de los datos, sino precisamente de eso que no se puede cuantificar y demostrar, pero que es una parte verdadera de la experiencia humana¡±.
De la nota roja, considera que tiene su propia dimensi¨®n. ¡°De alg¨²n modo tiene que sugerir eso que va m¨¢s all¨¢ de lo forense, y que es c¨®mo lidiamos con el vac¨ªo que nos deja la muerte, con todo lo que rodea esto, con la impunidad, con la tristeza¡±.
¡°El sur de Estados Unidos tiene fama de racista, pero Nueva Orleans es an¨®mala, liberal, ¡®marica¡¯. Y el mayor racista de todos [Donald Trump] vive en Nueva York¡±
Su experiencia como mexicano y castellanoparlante arroja interesantes reflexiones que diseccionan el EE UU marcado a fuego por Donald Trump. Para empezar, por el hecho de que la segunda lengua m¨¢s hablada en el pa¨ªs sea la suya. ¡°Bueno, este es un pa¨ªs que ha sido pol¨ªglota, aunque tiene la ilusi¨®n de que es exclusivamente angloparlante. El monoling¨¹ismo es uno de los discursos paralelos al supremacismo blanco. Cuando se funda, no solo se hablaba espa?ol, sino m¨²ltiples lenguas europeas y locales. Y el espa?ol se ha ido convirtiendo cada vez m¨¢s en una de las lenguas no dir¨ªa que hegem¨®nicas, pero se est¨¢ acercando a ser una de las lenguas francas. Lo que hagan los pol¨ªticos racistas no va a cambiar esto, que es una de las mejores caracter¨ªsticas de este pa¨ªs entre todas sus caracter¨ªsticas atroces: la incorporaci¨®n de influencias culturales de distintos lugares¡±.
Herrera no ahorra cr¨ªticas a los estragos que el trumpismo caus¨® en EE UU. O en Am¨¦rica, como se denomina a s¨ª mismo el pa¨ªs, en detrimento del resto de pa¨ªses del continente. ¡°?Cu¨¢ntos continentes hay en el mundo?¡±, pregunta ret¨®ricamente. ¡°Cinco, ?no? En el mundo angloparlante, en EE UU, Inglaterra, Australia, van a responder que siete¡ Cuando no nos podemos poner de acuerdo sobre algo que se ve desde el espacio, es much¨ªsimo m¨¢s complicado ponerse de acuerdo sobre algo sobre lo cual la gente ha sido adoctrinada. Mucha gente no es solo que nunca haya salido del pa¨ªs, sino que no concibe la existencia de otros pa¨ªses. EE UU no concibe su cultura como una cultura nacional, sino como la universal, y entiende que en otros pa¨ªses se debe hablar la lengua de EE UU. Y hay un enorme porcentaje de gente que piensa que Jesucristo fue estadounidense. No me lo estoy inventando. Pero hay cosas m¨¢s urgentes que la incorrecci¨®n del gentilicio. Si uno piensa en las condiciones inhumanas cercanas al esclavismo en las cuales viven muchos migrantes¡¡±.
¡°Uno no crea a partir de la nada, espont¨¢neamente, sino de ciertas formas heredadas. Por supuesto, no somos rehenes de las formas. Podemos jugar con ellas¡±
Su experiencia estadounidense como docente, como expatriado de cuello blanco, le permite desbrozar la realidad pretendidamente monol¨ªtica ¡ªcomo se representa en los medios, por ejemplo¡ª de la emigraci¨®n. Ni siquiera la lengua resiste como un todo a las circunstancias vitales e hist¨®ricas de los sujetos que la hablan. ¡°Es importante no socializar la experiencia migrante, hay muchas experiencias que tienen que ver con cambios generacionales, con la situaci¨®n socio?econ¨®mica, con la situaci¨®n legal¡±, explica. De las generaciones ¡°expulsadas de su lengua como una forma de supervivencia¡± para salir adelante a aquellos que han tenido la oportunidad de crecer en la de sus padres y abuelos. Los que han debido adoptar la lengua del lugar al que han llegado, ¡°que es al mismo tiempo la lengua del benefactor y la del explotador; en todo caso, la lengua del poderoso¡±, y los que ¡°en Nueva York, en Los ?ngeles, en much¨ªsimas otras ciudades, han tenido la oportunidad de crecer en la suya¡±. Como en Queens, por ejemplo, donde ha surgido una rama local del culto mexicano de la Santa Muerte, y donde se puede vivir sin hablar una sola palabra en ingl¨¦s. ¡°Otros hemos llegado ya adultos; en ese sentido, por supuesto que la lengua sigue siendo nuestra patria y nuestro territorio¡±.
Herrera da clases de Literatura en castellano, y en ocasiones en ingl¨¦s dependiendo del grupo. Ahora lo hace como escritor invitado en la Universidad Wesleyana de Middletown (Connecticut). Una localidad a la que lleg¨® hace tres meses y que se halla en las ant¨ªpodas, en todos los sentidos, de Nueva Orleans, no solo por un fr¨ªo que le tiene estremecido. ¡°Es muy pronto para poder hablar de esta experiencia. Pero yo vengo de Nueva Orleans, donde m¨¢s del 60% de la poblaci¨®n es negra, y estoy viviendo en un pueblito que se llama Oldham, de gente muy amable, un pueblito muy rico, pr¨¢cticamente blanco¡±. La experiencia le ha permitido elaborar a¨²n m¨¢s su noci¨®n del racismo de EE UU. Lejos de Nueva Orleans, ¡°una ciudad an¨®mala del sur, porque no solo es una ciudad liberal, sino, dir¨ªa yo, una ciudad marica en el mejor sentido de la palabra¡ Much¨ªsimo m¨¢s libre y fluida que cualquier otra ciudad donde haya estado¡¡±, recalibra ahora la dimensi¨®n del sur como depositario de esa lacra. ¡°Creo que la manera en la que en el este y el norte de EE UU se entiende el sur, como ese lugar lleno de racistas ¡ªy no digo que no los haya¡ª, es utilizado por otros para depositar en ¨¦l la responsabilidad del racismo, como si el racista m¨¢s importante del mundo no fuera de Nueva York, nacido, criado y enriquecido all¨ª¡±, dice en alusi¨®n a Donald Trump.
Herrera se somete con una amabilidad precisa a las indicaciones del fot¨®grafo, en un tradicional diner de Manhattan donde tiene lugar la entrevista. La sesi¨®n de fotos contin¨²a en la calle, entre comentarios espont¨¢neos sobre obras de teatro o lo ¨²ltimo del cine mexicano. Una ¨²ltima reflexi¨®n sobre la creaci¨®n: ¡°Hay una frase de Chesterton donde alguien dice: ¡®Todos los hechos apuntan en esta direcci¨®n¡¯. Y el protagonista responde: ¡®Eso es una tonter¨ªa. Los hechos son como las ramas de un ¨¢rbol, apuntan en todas las direcciones¡¯. Lo que uno hace es amarrar esas ramas y crear sentido. Y uno no crea sentido a partir de la nada, espont¨¢neamente, sino de ciertas formas que le han sido heredadas. Esas formas pueden ser los mitos o pueden ser los g¨¦neros. Por supuesto, no somos rehenes de las formas. Podemos jugar con ellas¡±. A falta de ramas, Nueva York aporta la arboladura confusa de los rascacielos, en un mediod¨ªa g¨¦lido caldeado por las palabras de Yuri Herrera.
¡®La estaci¨®n del pantano¡¯. Yuri Herrera. Perif¨¦rica, 2022. 192 p¨¢ginas. 17,90 euros.
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