¡®El pare¡¯: perdidos en la niebla mental
En la adaptaci¨®n catalana de la obra de Florian Zeller sobre los estragos del alzh¨¦imer, Josep Maria Pou demuestra que sigue siendo uno de los mayores actores de nuestro teatro
Estos ¨²ltimos a?os hemos visto a Josep Maria Pou en la piel de personajes fuertes y con un gran car¨¢cter, desde el rey Lear hasta Cicer¨®n o S¨®crates, pasando por el mism¨ªsimo capit¨¢n Ahab luchando contra la ballena blanca. Nunca hasta ahora se hab¨ªa mostrado Pou tan vulnerable y fr¨¢gil sobre un escenario. Los actores ven c¨®mo los papeles protagonistas van disminuyendo a medida que cumplen a?os, por eso hay que celebrar que podamos seguir gozando de un Pou en plena forma. Ahora los podemos ver en El pare (El padre), versi¨®n catalana, con impecable traducci¨®n de Joan Sellent, del ¨¦xito internacional de Florian Zeller. Este texto ha sido interpretado por los m¨¢s grandes de las tablas: Ernesto Alterio protagoniz¨® el montaje dirigido por Jos¨¦ Carlos Plaza, y Anthony Hopkins lo hizo en la versi¨®n cinematogr¨¢fica dirigida por el propio autor. Josep Maria Pou nos demuestra, una vez m¨¢s, por qu¨¦ sigue siendo uno de los mayores actores de nuestro teatro, y lo hace ahora con un texto de rabiosa actualidad.
Las enfermedades degenerativas son, lamentablemente, cada d¨ªa m¨¢s habituales, en una sociedad donde los avances m¨¦dicos y cient¨ªficos nos permiten alargar nuestra esperanza de vida de forma casi infinita. El punto de partida de El pare es muy simple: Andreu, un se?or estupendo, amable y culto de 76 a?os, est¨¢ empezando a perder la memoria, pero se resiste a aceptar cualquier tipo de ayuda por parte de su hija o de las cuidadoras que esta contrata. Josep Maria Mestres se reencuentra con Pou despu¨¦s de Just¨ªcia, el texto de Guillem Clua estrenado en el TNC hace dos temporadas, y dirige con su precisi¨®n habitual una funci¨®n para el lucimiento de un gran actor. Con el todav¨ªa reciente gran ¨¦xito de L¡¯oreneta en La Villarroel, Mestres nos vuelve a dejar claro su dominio de la direcci¨®n de actores y del melodrama. Sin inventos ni falsas modernidades, dando prioridad al texto bien dicho y a la emoci¨®n.
Mestres vuelve a demostrar su dominio de la direcci¨®n de actores y del melodrama, sin inventos ni falsas modernidades
El pare se propone que el espectador sienta la misma confusi¨®n que su protagonista, y esta es precisamente una de las principales bazas y flaquezas del texto. Las dudas sobre la identidad de los personajes que le rodean o la particularidad de los espacios donde se encuentra Andreu tambi¨¦n son las que sentimos nosotros como espectadores, y Zeller elige sabiamente no explicarnos qu¨¦ versi¨®n de la realidad es la buena. Pasada media funci¨®n, sin embargo, el mecanismo se agota y cae por su propio peso, careciendo de soluciones dramat¨²rgicas para ir m¨¢s all¨¢.
La escenograf¨ªa dise?ada por Paco Azor¨ªn, c¨®mplice habitual de Mestres, es una caja blanca delimitada por una luz roja: el espacio mental de Andreu, amueblado ¨²nicamente con algunas sillas, que se ir¨¢ vaciando a medida que avance la funci¨®n. No hace falta nada m¨¢s, y se agradece la ausencia de un entorno m¨¢s realista. Acompa?an a Pou una Rosa Renom muy acertada en el papel de la sufridora hija, bien secundada por Vict¨°ria Pag¨¨s y Mireia Illamola como las otras hijas/enfermeras. Tambi¨¦n respecto al texto, no compro en absoluto el hecho que los personajes se sorprendan continuamente de los despistes de Andreu: quien ha convivido con una persona con alzh¨¦imer sabe que esto no es as¨ª, y adem¨¢s no ayuda para nada a la tranquilidad mental del enfermo. A Pep Pla y a Josep Julien les tocan los papeles m¨¢s secundarios, que resuelven con su oficio habitual y que son la demostraci¨®n, tambi¨¦n en escena, de que los cuidados de los mayores recaen siempre en las mujeres, sean las familiares o las cuidadoras contratadas a tal efecto. La violencia que aparece fugazmente en la funci¨®n tampoco parece llevar a ninguna parte, cuando una de las fases m¨¢s dolorosas del alzh¨¦imer es, precisamente, cuando los pacientes tratan con dureza o incluso agresividad a sus seres queridos.
Al final, la niebla mental en la cabeza de Andreu es cada vez m¨¢s espesa, y el escenario se va vaciando hasta llegar al desenlace inevitable. Cuando el presente se difumina solo queda el pasado, es decir, la infancia. Y por encima de todas las cosas, la madre. Ver a Josep Maria Pou reclamando a su ¡°mama¡±, como si fuera un ni?o peque?o, es una imagen desgarradora, y sit¨²a al actor de forma muy valiente frente a los fantasmas de su futuro, esperamos que muy lejano. No hay esperanza en esta funci¨®n, como tampoco la hay en unas patolog¨ªas que todav¨ªa necesitan de la investigaci¨®n para dejar de ser irreversibles. El pare es un espejo que nos refleja a todos los espectadores: ni deformado ni embellecedor, solo terriblemente sincero.
¡®El pare¡¯. Texto: Florian Zeller. Direcci¨®n: Josep Maria Mestres. Teatro Romea Barcelona. Hasta el 19 de febrero.
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