Christian de Quincey, o la insobornable ambig¨¹edad del ser
El nuevo ensayo del fil¨®sofo estadounidense propone revolucionar la epistemolog¨ªa de la ciencia moderna en un giro que permita percibir la naturaleza como algo sagrado
Este es un libro beligerante. Una enmienda a la totalidad de la cosmovisi¨®n moderna. Un libelo contra la era de la distracci¨®n tecnol¨®gica, que es, como ustedes saben, el tema de nuestro tiempo. Y uno de los temas de una editorial insurgente, Atalanta.
El materialismo tiene su verdad (popular y evidente), el idealismo tambi¨¦n la tiene (selecta y erudita), as¨ª como el dualismo (moderno y efectivo). El juego de la filosof¨ªa consiste precisamente en eso, en sacar las verdades de los diferentes modelos. ¡°Todos me convencen¡±, me dice un amigo poeta, si son bien expuestos y expresados. Los ja...
Este es un libro beligerante. Una enmienda a la totalidad de la cosmovisi¨®n moderna. Un libelo contra la era de la distracci¨®n tecnol¨®gica, que es, como ustedes saben, el tema de nuestro tiempo. Y uno de los temas de una editorial insurgente, Atalanta.
El materialismo tiene su verdad (popular y evidente), el idealismo tambi¨¦n la tiene (selecta y erudita), as¨ª como el dualismo (moderno y efectivo). El juego de la filosof¨ªa consiste precisamente en eso, en sacar las verdades de los diferentes modelos. ¡°Todos me convencen¡±, me dice un amigo poeta, si son bien expuestos y expresados. Los jainistas de la India acu?aron un t¨¦rmino para explicarlo: anek¨¡nta. Seg¨²n esta doctrina, la verdad nunca est¨¢ en un ¨²nico sitio, cada doctrina tiene su parte de ella y ninguna puede encapsular toda la verdad por la sencilla raz¨®n de que es inefable. ?Es vana por ello la filosof¨ªa? ?Debemos abandonar las opiniones, como suger¨ªa N¨¡g¨¡rjuna? En absoluto, hay que seguir intent¨¢ndolo, aunque siempre es saludable guardar cierta distancia con las opiniones propias y ajenas (que no sean fardo, y mucho menos arma arrojadiza). En l¨ªnea con ese empe?o deportivo, el libro propone una visi¨®n que puede resumirse en la frase: ¡°Todo percibe y siente¡±. Esta doctrina, claro est¨¢, tiene su nombre t¨¦cnico: pampsiquismo.
El caso es que el privilegio de percibir ya no s¨®lo es nuestro. El mineral percibe, de un modo fr¨ªo y lento, tanto como la planta, de un modo luminoso y h¨²medo (brote y ra¨ªz), o el ser humano (¨¢vido o contemplativo). El impacto del deseo y la impresi¨®n alcanza a todas las cosas. El modelo que propone De Quincey es antiguo, su principal referencia es Plotino y, entre los modernos, Whitehead y David Ray Griffin. Otros de sus aliados son Leibniz, Goethe y Coleridge. Una excelente familia, pagana, que revive la cosmovisi¨®n del s¨¡mkhya (que no se menciona, aunque hay varias referencias al pensamiento v¨¦dico), pero que est¨¢ presente en aquel egipcio que impart¨ªa clases en Roma.
La materia est¨¢ viva. Respira luz. Esa es la primera de las conclusiones de la aventura cu¨¢ntica
Descartes fue el primer moderno porque se atrevi¨® a re¨ªrse de Arist¨®teles. Muchos lo celebraron, pues asociaban al Estagirita con la escol¨¢stica, que era una filosof¨ªa de cl¨¦rigos. No sab¨ªan que, con esa precipitaci¨®n, enterraban el legado m¨¢s valioso de aquella Academia en la colina de un bosque sagrado, extramuros de Atenas, y de aquel alumno aventajado del divino Plat¨®n. El mundo de Arist¨®teles era un mundo de cualidades, donde algunos cuerpos caen y otros, como el vapor o el fuego, ascienden, donde las cosas tienen cualidades (c¨¢lido, frio, h¨²medo, seco) y un principio interno de movimiento. La materia est¨¢, en cierto sentido, viva, y puede realizar movimientos sin ser empujada o forzada por algo externo. Lo que define la physis aristot¨¦lica es esa din¨¢mica interna de la materia. De ah¨ª que Descartes la llame ¡°f¨ªsica animista¡± y la sustituya por una ¡°f¨ªsica mecanicista¡±, donde lo que cuenta ya no es la cualidad, sino la cantidad. El mundo queda matematizado. Ese paso de gigante torp¨®n hace posible la Revoluci¨®n cient¨ªfica. Y todo sigue su curso hasta la teor¨ªa cu¨¢ntica, en las primeras d¨¦cadas del siglo XX. Por aquel entonces Paul Val¨¦ry dec¨ªa que la F¨ªsica deber¨ªa recuperar la sensaci¨®n. No lleg¨® hasta ese punto, pero al menos recuper¨® el prop¨®sito, la intencionalidad (tan fenomenol¨®gica). Esa reconquista todav¨ªa no ha sido asimilada.
La materia est¨¢ viva. Respira luz. Esa es la primera de las conclusiones fundamentales de la aventura cu¨¢ntica. La materia ha dejado de ser mec¨¢nica, palpita como un coraz¨®n. La materia ya no es un reloj. La materia es carne, m¨²sculo, tensi¨®n interna. La materia, adem¨¢s, nos interpela, solicita nuestra mirada (para existir) y refleja, como si fuera un espejo, nuestras intenciones. Nos habla en el idioma que nosotros le propongamos. La naturaleza no parece ser de una determinada manera, m¨¢s bien parece ser lo que queramos que sea. En lo que es incluye nuestra intenci¨®n, nuestra manera de mirar, nuestro lenguaje.
De Quincey se propone revolucionar la epistemolog¨ªa de la ciencia moderna. Un giro que permita percibir la naturaleza como algo sagrado. Para ello hay que desarticular el reduccionismo del materialismo y el mecanicismo, que tambi¨¦n es, como ustedes saben, metaf¨ªsica (aunque no quiera serlo). Se pretende salvar la escisi¨®n moderna entre physis (naturaleza) y psych¨¦ (mente o alma). Una patolog¨ªa moderna profundamente arraigada en la ciencia, la medicina, la educaci¨®n, las leyes y las relaciones interpersonales. De Quincey propone materializar la mente y mentalizar la materia. Tapar la zanja que excav¨® Descartes hace cuatrocientos a?os. Una trinchera que sigue vigente y resulta esencial en la guerra ininterrumpida contra la naturaleza. Francis Bacon suger¨ªa poner a la naturaleza en el potro de tortura para que revelara sus secretos. No sab¨ªa entonces que lo que ella dice no hace sino reflejar nuestra actitud (violenta o contemplativa). ¡°Cuando el cient¨ªfico va a la caza de la verdad, siguiendo una v¨ªa ¨²nica y continua, se expone a no capturar m¨¢s que su sombra¡±. Val¨¦ry est¨¢ diciendo lo mismo que dir¨¢ su contempor¨¢neo Niels Bohr. El lenguaje que elegimos (que somos) se refleja en las respuestas que recibimos (de la Naturaleza). Ella no hace sino reflejar nuestra propia sombra, te¨®rica, instrumental.
Termino con una objeci¨®n y varios aciertos del libro. El desliz es considerar que la conciencia es un proceso. La conciencia es inmutable. No cambia ni puede cambiar (de hecho, es lo ¨²nico que se est¨¢ quieto), porque est¨¢ vac¨ªa. Lo que s¨ª cambia (y evoluciona) es su contenido. Ah¨ª tenemos ese proceso que somos (y que no somos, pues participamos de esa conciencia inmutable). Los aciertos: la propuesta de un ¡°materialismo espiritual¡±, la cr¨ªtica de una idea mojigata de la materia (el sue?o del mecanicismo) , el modelo de un universo ac¨¦ntrico (cuyo centro est¨¢ en cada ser que percibe y siente), el coto puesto a los usos de la visi¨®n cu¨¢ntica, la certeza de que vivimos en el alambre, entre el caos y la creatividad, la idea de que cualquier intento de controlar un sistema complejo mediante la introducci¨®n de una causa fundamental fracasar¨¢. La obsesi¨®n por el control produce cat¨¢strofes.
Naturaleza esencial
Autor: Christian de Quincey.
Traducci¨®n: Miguel Temprano Garc¨ªa.
Editorial: Atalanta, 2022.
Formato: tapa dura (464 p¨¢ginas, 32 euro).
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