Los rostros del agua
La historia generalmente se ha contado desde tierra. Varios libros recientes coinciden ahora en concentrarse en el mar, de su relaci¨®n con la geopol¨ªtica a su papel frente al cambio clim¨¢tico
La historia se ha contado generalmente desde tierra. Donde los reinos y las naciones dibujan sus fronteras con sangre. Varios libros recientes nos la cuentan desde el mar. Ruiz-Dom¨¨nec en el Mediterr¨¢neo, lugar de encuentros y conflictos, desde Ulises hasta las pateras. Pel¨¢ez ofrece una historia de la navegaci¨®n centrada en las expediciones cient¨ªficas. El agua es una sustancia m¨®vil, un bien p¨²blico que desaf¨ªa la propiedad privada. Es dif¨ªcil de contener y requiere la gesti¨®n colectiva. La relaci¨®n entre el paisaje acu¨¢tico y el Estado es el tema del libro de Boccaletti. Abulafia ampl¨ªa el espectro hacia una historia universal sobre las aguas, que no tienen fronteras, pero s¨ª dominadores. Mares y oc¨¦anos como veh¨ªculos de intercambio, violento o comercial, entre los pueblos. Una historia flotante por la que navegan mercaderes, peregrinos, piratas, exploradores, cart¨®grafos, esclavos, almirantes, conquistadores, misioneros o petroleros. El trasiego oce¨¢nico ha creado una red de intercambios, hurtos y conflictos cuya sangre se diluye y esconde su rastro. Piulats se dirige hacia la naturaleza oculta del mar al estilo de Goethe, no s¨®lo mediante datos cient¨ªficos, sino apoy¨¢ndose en la mitolog¨ªa, las artes y las ciencias y las emociones. La propuesta de An?tropoc¨¦ano es m¨¢s urgente: es posible convertir al oc¨¦ano en nuestro aliado para mitigar los efectos del cambio clim¨¢tico. Para ello hay que entender el complejo ciclo del carbono, que la ocean¨®grafa Cristina Romera explica con eficacia y claridad.
Estamos todos en el mismo barco. Y ese barco, como nuestros cuerpos, est¨¢ hecho de agua. Navegamos el mar y el agua navega en nosotros. No s¨®lo procedemos del agua (el primer organismo del planeta fue acu¨¢tico), sino que respiramos gracias a ella. El agua, adem¨¢s, tiene su historia. Algunos dicen que hasta recuerda. Y su mitolog¨ªa y espacio simb¨®lico. Necesidad humana ineludible (bebible, navegable, buceable). Nuestros ojos est¨¢n hechos de agua, tambi¨¦n el gigante que nos hospeda, la ¡°zona cr¨ªtica¡± de la biosfera. El volumen acu¨¢tico del planeta forma una unidad. El agua nos une. Ha permitido el intercambio de mercanc¨ªas, arte, creencias y filosof¨ªas; conocer otras formas simb¨®licas, otros ej¨¦rcitos de met¨¢foras, como dir¨ªa el bueno de Nietzsche, que s¨®lo beb¨ªa agua.
Sumergirse en el oc¨¦ano es volver al ¨²tero, que proyecta una imagen del para¨ªso
Sumergirse en el mar es volver al ¨²tero, cuya experiencia proyecta una imagen del para¨ªso. El feto no advierte la alternancia del d¨ªa y la noche, no ha formado todav¨ªa un ego, no tiene adentro ni afuera, vive en la eternidad del instante. El agua y la luz son nuestros progenitores. El agua tiene una vocaci¨®n mestiza y n¨®mada. No sabe estar sola, se mezcla y disuelve continuamente. Es proteica, puede ser niebla, tempestad y met¨¢fora. El tiempo fugaz e irreversible del r¨ªo que, en su huida, nos hiere. El oc¨¦ano, un laberinto sin muros ni ventanas (Borges). La vanidad de la burbuja, la l¨¢grima de la desesperaci¨®n. Fue s¨ªmbolo de la diosa neol¨ªtica que sustenta la vida. El agua encarna el poder generador de la Madre. Antes de nacer, el ni?o es pez. La ruptura de aguas precede al parto. En Egipto, el jerogl¨ªfico de Nut, diosa del cielo, es una jarra de agua. En Creta y Mesopotamia hay vasijas decoradas con pechos y l¨ªneas ondulantes que prefiguran las olas del mar y los meandros del r¨ªo. La diosa serpiente Nammu, s¨ªmbolo del poder din¨¢mico del agua, da a luz a la tierra y el cielo en el mito sumerio. Tiene la cola dentro de la boca, formando un ciclo eterno, s¨ªmbolo del cord¨®n umbilical que conecta al feto con la madre. Ella es laberinto y conecta este mundo con el de m¨¢s all¨¢. En Grecia, el b¨¢cu?lo de Asclepio, dos serpientes copulando, representa la salud y la curaci¨®n. Debido a que serpentea (como la sangre) y muda su piel, la serpiente es s¨ªmbolo del poder renovador del agua, que hace volver los muertos a la vida. La serpiente es la energ¨ªa enroscada en el sacro, llamada Kundalini en la India, fundamento de la meditaci¨®n. Y el poder del conocimiento entre los budistas del mah¨¡y¨¡na, que las serpientes custodiaron bajo las aguas a la espera del momento propicio. El esp¨ªritu de Dios se cern¨ªa sobre las aguas, dice en el G¨¦nesis. Viento y agua, esp¨ªritu y naturaleza. Su abrazo da lugar al mundo. Entre medias, el fuego transformador y el lodo del cuerpo. Las cuatro articulaciones de la vida.
El agua procede del fuego. Al menos eso dice la cosmolog¨ªa moderna. El ox¨ªgeno de la mol¨¦cula de agua procede de los hornos estelares. Para los budistas, el fin del mundo es una renovaci¨®n obrada por el fuego, el agua y el viento, en la que el poder destructivo del agua tiene mayor alcance que el del fuego. El fuego carece de forma, pues no sabe estarse quieto. El agua adopta todas las formas y conoce la quietud. Es discreta en el roc¨ªo, envolvente en la niebla, ausente en las sequ¨ªas, violenta en las inundaciones, emocional en la l¨¢grima, luminosa en el ojo. Tagore dec¨ªa que el agua simbolizaba el eterno di¨¢logo entre el cielo y la tierra. La Tierra es el ¨²nico planeta conocido cuya presi¨®n y temperatura permiten sus tres estados. El agua l¨ªquida, el hielo y el vapor coexisten en un precario equilibrio donde el agua experimenta todas las transiciones de fase. La energ¨ªa que absorbe cuando pasa de hielo a l¨ªquida es mayor que la del hierro o la plata. El agua es la mol¨¦cula perfecta para trasferir energ¨ªa en el planeta. Esas transiciones de fase del ciclo h¨ªdrico regulan el clima. Algunos han llegado a pensar que la vida es agua organizada. Y el ciclo h¨ªdrico, un eterno retorno que gira configurando los diferentes rostros y esculpiendo pacientemente el paisaje. La vida como sue?o del agua ensimismada, una idea muy hind¨².
En nuestro planeta parece que el agua se ha emancipado de su padre, el fuego. El agua mantiene caliente la superficie. No s¨®lo es un poderoso gas de efecto invernadero, tambi¨¦n es un factor de amplificaci¨®n. Cuanto m¨¢s alta es la temperatura, m¨¢s agua puede absorber la atm¨®sfera, volvi¨¦ndose m¨¢s opaca a la radiaci¨®n infrarroja, incrementando as¨ª la temperatura. El vapor de agua protege a la Tierra de los cambios en el Sol. No siempre es aconsejable quedarse cerca de un padre iracundo, que se lo digan a los hijos de Saturno o Freud.
En la era del Antropoceno, los entusiastas de la tecnolog¨ªa celebran sus logros, mientras los ecologistas lamentan sus impactos. La ciencia y la tecnolog¨ªa, dicen los primeros, han dado a la humanidad el control sobre su destino. La ingenuidad del ingeniero puede ser proverbial, como la de aquellas mentes brillantes que fabricaron la bomba en Los ?lamos. Hoy los gases de efecto invernadero est¨¢n modificando el ciclo hidrol¨®gico del planeta. Una parte importante de esos gases se produce de forma natural, ya sea por erupciones volc¨¢nicas o por la respiraci¨®n de los organismos. Pero el planeta tiene mecanismos para capturar y retirar parte de ese CO2 en sumideros de carbono. Los oc¨¦anos, suelos y bosques lo retiran de la circulaci¨®n durante decenas de miles de a?os. As¨ª el planeta se autorregula y equilibra. La actividad humana est¨¢ rompiendo ese equilibrio.
La Tierra es el ¨²nico planeta conocido cuya presi¨®n y temperatura permiten sus tres estados
El clima depende de muchos factores, no s¨®lo de los gases de efecto invernadero, tambi¨¦n de la actividad volc¨¢nica y solar (el insidioso padre) y de las variaciones en la ¨®rbita del planeta (la distancia a la que nos mantenemos). Todo parece estar cogido con alfileres. Un fr¨¢gil equilibrio que continuamente amenaza con romperse. Si los gases de efecto invernadero se disparan, la Tierra se calentar¨¢, pero, si desaparecen, se enfriar¨¢. De ah¨ª que el planeta haya oscilado entre periodos glaciales y no glaciales. Esos cambios tienen un periodo de millones de a?os. Sin embargo, en los 250 a?os transcurridos desde la revoluci¨®n industrial, la concentraci¨®n de CO2 en la atm¨®sfera ha aumentado un 48%, como muestra la curva de Keeling. Un 68% de las emisiones se deben a la quema de combustibles f¨®siles y la producci¨®n de cemento; el 32% restante, a cambios en el uso de la tierra, deforestaci¨®n y pr¨¢cticas agr¨ªcolas.
No podemos entender el calentamiento global sin conocer el ciclo del carbono. Casi el 20% de nuestro cuerpo es carbono. Los principales gases de efecto invernadero son el CO2 y el metano CH4 (este ¨²ltimo es letal cuando lo respiramos, no deja que la sangre transporte ox¨ªgeno). El carbono nunca va solo. Siempre se asocia con otros ¨¢tomos formando mol¨¦culas. Hay mol¨¦culas de carbono en el agua, el aire, el fuego, la tierra y los seres vivos. El carbono es lo que une a los elementos. La cantidad de carbono del planeta se mantiene estable, no sale al espacio exterior. El carbono es un asunto terr¨ªcola. Hay un ciclo superficial, donde el carbono recorre la atm¨®sfera (a?os), el agua y la tierra (miles de a?os), y un ciclo m¨¢s largo y profundo en rocas y sedimentos de la corteza y el manto terrestre (millones de a?os). Como se sabe, los combustibles f¨®siles fueron en su d¨ªa seres vivos, degradados a lo largo de miles de a?os por unas bacterias que no necesitan ox¨ªgeno. Quedaron enterrados bajo capas de sedimentos y sometidos a alta presi¨®n, dando lugar al petr¨®leo, el gas y el carb¨®n. La vida se recicla en combustible y el calor vivifica. Con la revoluci¨®n industrial, el carbono ha empezado a pasar del ciclo profundo al superficial. La extracci¨®n de estos combustibles y su quema en superficie durante los ¨²ltimos siglos han incrementado el flujo superficial de CO2 y disparado la temperatura global.
Uno puede preguntarse qu¨¦ tiene que ver el agua en todo esto. Mucho. El oc¨¦ano es unos de los principales sumideros de carbono (junto con bosques y suelos). Todo ese carbono secuestrado, que el planeta hab¨ªa retirado, regresa ahora. Es como si hubieran despertado cientos de volcanes. La planta retira carbono de la atm¨®sfera (CO2) y lo almacena en su organismo. Al morir, ese carbono queda sedimentado en el suelo. Aunque, si una bater¨ªa lo degrada, puede volver a la atm¨®sfera. Las bacterias respiran como nosotros. La especie humana s¨®lo representa un 0,01% de la biomasa del planeta, los animales el 0,36%, mientras que las plantas son el 82% y las bacterias el 13%. La mayor¨ªa de las bacterias son inocuas y sin ellas el planeta no ser¨ªa el que es.
Los mares respiran CO2. Algunas zonas del oc¨¦ano lo inhalan y otras lo exhalan. El agua del norte, m¨¢s fr¨ªa, capta m¨¢s CO2 que en el tr¨®pico. Al enfriarse el agua y hacerse m¨¢s densa, se hunde con todo ese CO2 y comienza su viaje hacia el sur por las corrientes profundas de los oc¨¦anos. Quedar¨¢ almacenado en lo hondo hasta que vuelva a la superficie y sea liberado en zonas m¨¢s c¨¢lidas. El calentamiento global puede reducir la capacidad del oc¨¦ano de captar CO2, lo que incrementar¨ªa el efecto invernadero. El oc¨¦ano atrapa carbono, pero tambi¨¦n lo libera. Pero capta m¨¢s que libera. Esa capacidad de captar CO2 es limitada. Ahora captura un tercio de los gases liberados por la actividad humana. No es f¨¢cil predecir d¨®nde va a acabar todo ese exceso de carbono.
El error moderno es suponer que no somos naturaleza o que esta trabaja a nuestro servicio
El oc¨¦ano y el clima van de la mano. Los mares almacenan el llamado ¡°carbono azul¡±. Las praderas marinas y los manglares retienen gran cantidad de carbono. Si protegemos esos entornos, evitamos que ese carbono vuelva a la atm¨®sfera. El plancton vive a cientos de metros de profundidad. Por la noche asciende a la superficie para alimentarse. Tambi¨¦n lo hacen los calamares, para alimentarse al abrigo de la oscuridad. Suben de noche y bajan de d¨ªa. El alimento est¨¢ arriba, como para m¨ªsticos o lectores. La migraci¨®n vertical de organismos marinos es como la migraci¨®n de las golondrinas, las mariposas o los ?us. Estas criaturas microsc¨®picas se desplazan, como las personas migrantes, en busca de alimento. El tiempo tiene distintas velocidades para todas ellas. Un d¨ªa para un microorganismo puede ser como un a?o para un ave. El planeta tambi¨¦n migra. Gira continuamente para rociarse de sol. El sistema solar migra a su vez. Y la galaxia alrededor del Gran Atractor. Somos seres migrantes y lo que llamamos universo tiene una naturaleza itinerante y ac¨¦ntrica (o, mejor, multic¨¦ntrica). El centro del universo se encuentra en cada ser vivo. Y todo est¨¢ lleno de vida. Una gran escala del ser como la que propon¨ªa Plat¨®n en el Timeo. Seres dentro de seres.
La vida no es tanto adaptaci¨®n al entorno como la creaci¨®n de entornos. El bosque amaz¨®nico tiene cierta autonom¨ªa y produce la lluvia que necesita. Los ¨¢rboles, cuando necesitan agua, generan m¨¢s vapor, que se convierte en nubes y lluvia. Bombean agua del suelo a la atm¨®sfera (la suben y transpiran a trav¨¦s de sus copas). El principio antr¨®pico rige aqu¨ª. Vemos el universo en la forma en que lo vemos porque existimos. No es posible dejar al espectador fuera de la ecuaci¨®n. Cualquier teor¨ªa v¨¢lida sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia del ser humano. Una verdad de Perogrullo que ignoran muchos modelos de universo. Lo que es evidente es que, como civilizaci¨®n, hemos perdido la conexi¨®n con la naturaleza. Los ind¨ªgenas nos lo recuerdan. Ellos son sus custodios. El error moderno ha sido suponer que no somos naturaleza o que la naturaleza estaba a nuestro servicio. No hay aqu¨ª buenismo ni ingenuidad alguna. Cuidar la naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos. Ahora somos el lado oscuro de la naturaleza, la pregunta es si queremos seguir si¨¦ndolo.
Lecturas
Antropocéano. Cristina Romera. Espasa, 2022. 256 páginas 19,90 euros.
Agua. Giulio Boccaletti. Traducción de Margarita Estapé. Ático de los Libros, 2022. 512 páginas 26,90 euros.
Planeta océano. Javier Peláez. Crítica, 2022. 504 páginas 23,90 euros.
Un mar sin límites. David Abulafia. Traducción de Tomás Fernández Aúz. Crítica, 2021. 1.392 páginas, 38,90 euros.
El sueño de Ulises. José Enrique Ruiz-Domènec. Taurus, 2022. 512 páginas 21,90 euros.
Somos agua que piensa. Joaquín Araújo. Crítica, 2022. 336 páginas 19,90 euros.
Descubre la oculta naturaleza del mar. Octavi Piulats. Carena, 2018. 144 páginas, 14 euros.
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