La mejor escultura es la que se deteriora
Dos exposiciones en Tenerife observan la evoluci¨®n que ha vivido la disciplina: del modelo s¨®lido e inalterable del pasado a otro que ya no se hace ilusiones de permanencia
En 1973 se organizaron en Tenerife los primeros encuentros de Escultura en la calle. Estaba en el aire la muerte de Franco y el cambio de r¨¦gimen, y las calles de Santa Cruz de Tenerife se llenaron de un muestrario ecl¨¦ctico de obras. Era un programa y declaraci¨®n de intenciones (y, ay, ilusiones) sobre el papel que podr¨ªa jugar el arte en un espacio p¨²blico nuevo, democr¨¢tico y participativo. Jes¨²s Soto contribuy¨® con uno de sus Penetrables: un alto tinglado de metal abierto del...
En 1973 se organizaron en Tenerife los primeros encuentros de Escultura en la calle. Estaba en el aire la muerte de Franco y el cambio de r¨¦gimen, y las calles de Santa Cruz de Tenerife se llenaron de un muestrario ecl¨¦ctico de obras. Era un programa y declaraci¨®n de intenciones (y, ay, ilusiones) sobre el papel que podr¨ªa jugar el arte en un espacio p¨²blico nuevo, democr¨¢tico y participativo. Jes¨²s Soto contribuy¨® con uno de sus Penetrables: un alto tinglado de metal abierto del que colgaban ristras de miles de hilos de nailon colorido que casi tocaban el suelo. Se instal¨® en el precioso parque Garc¨ªa Sanabria y durante unas semanas la gente pudo entrar en ¨¦l y agarrar los hilos, jugar con la pieza y poco a poco perder el miedo a usar el cuerpo para hacerla suya.
Poco a poco, tambi¨¦n, claro, la obra se fue despeluchando: viendo tanto jolgorio al final las autoridades competentes ordenaron retirarla. Sin embargo, y aunque otras esculturas de Mir¨® o Henry Moore o Chirino siguen s¨®lidamente plantadas desde entonces en Santa Cruz, el Penetrable es la que la gente recuerda mejor y la que viene primero a la cabeza de muchos que pudieron usarla, ni?os y adultos, o que de tanto o¨ªrlo contar la recuerdan como si la hubiesen visto y manoseado.
Como ha venido haciendo con todo su brillante trabajo al frente del TEA, el director art¨ªstico Gilberto Gonz¨¢lez, ahora en equipo con N¨¦stor Delgado, ubica las ra¨ªces de esta exposici¨®n en aquella experiencia concreta y en el contexto de Canarias, tan complejo y rico en lecturas. Aqu¨ª Penetrable sirve de emblema y casi de cuento/mito. Un sustrato de memoria e historia en com¨²n para una reflexi¨®n intuitiva y estimulante sobre el sentido de la escultura como disciplina, 50 a?os despu¨¦s: cuando su solidez inmutable, como la de tantas cosas de entonces, ya no se da tan por sentado; y cuando a lo mejor es m¨¢s interesante mirarle la fecha de caducidad y pensar en lo que queda de ella cuando el objeto f¨ªsico desaparece.
Las obras muestran las huellas del cuerpo que las cre¨®. No toman el tiempo a contrapelo, sino que admiten su cansancio
El Penetrable de Soto, vuelto a montar en la primera sala, es y no es el mismo que vieron los tinerfe?os de 1973: ahora sirve un poco de p¨®rtico y otro poco de t¨²nel del tiempo y de vara para medirlo. Nos da las coordenadas para pasear por un nuevo muestrario de formas que no se hacen ya tantas ilusiones de permanencia, o que imaginan la permanencia de otra forma; que muestran las huellas del cuerpo que las cre¨®, porque si es verdad eso de que el cuerpo tiene memoria, puede que esa memoria sea la escultura; que no toman el tiempo a contrapelo, sino que admiten su cansancio y convierten la fatiga de sus materiales en parte de su naturaleza; que no aspiran tanto a durar a toda costa como a dar que pensar sobre nuestros miedos y deseos de duraci¨®n o de clausura.
Otras obras cl¨¢sicas dan el tono en cada sala: las fotos de las formas sexuales amasadas por Ana Mendieta con arena de playa, la pel¨ªcula de los grand guignols de Joan Mir¨® en movimiento, el v¨ªdeo de Fischli y Weiss The Way Things Go (1987) y sus objetos encadenados a la ley de causa y efecto¡ Son todas huellas de esculturas que ya no existen, o que existen s¨®lo como huellas filmadas o fotograf¨ªas, como recuerdos parecidos a los de quienes tocaron o creen haber tocado la obra de Soto: ni falsos ni verdaderos, empe?ados en hacer pie y huesos viejos en ese equilibrio.
Hay tambi¨¦n obras sorprendentes, repescadas tras una investigaci¨®n cuidadosa, como las muy s¨®lidas esculturas en m¨¢rmol hechas con impresora 3D de Eva Lootz, a la que asociamos por inercia con materiales ligeros y fr¨¢giles y el trabajo artesanal. O los soberbios m¨®viles de los ochenta de Aur¨¨lia Mu?oz, a base de sedas y papel mach¨¦, livianos pero rotundos.
Van armando tertulias o apartes los trabajos de artistas canarias tan interesantes como Adelaida Arteaga o Mar¨ªa Bel¨¦n Morales con los de otros famosos y globales, como Petrit Halilaj, y con las obras espec¨ªficas para la expo de artistas peninsulares como David Bestu¨¦, M¨°nica Planes o Jorge Satorre. Esto sigue otro empe?o constante del trabajo de Gonz¨¢lez en el TEA: la invitaci¨®n entusiasta para conocer, trabajar y producir obra en la isla a artistas de fuera, el acompa?amiento cuidadoso a lo largo de ese proceso de polinizaci¨®n cruzada que ayude tambi¨¦n a vencer la distancia, geogr¨¢fica y mental, que aleja por pura inercia y pereza mental a veces a Canarias de un supuesto centro continental.
El montaje imaginativo y afinado exprime las posibilidades de cada pieza y el di¨¢logo con el resto y lo extiende a Este puede ser el lugar, la exposici¨®n que le da la r¨¦plica en la misma planta del TEA. La han comisariado Natalia ?lvarez Sim¨® y Javier Arozena y quiz¨¢ no sea casualidad que las dos se conecten en un recorrido circular y doble que recuerda al s¨ªmbolo del infinito. Se ocupa de disciplinas como el teatro, la coreograf¨ªa y la danza, y de las muchas formas en que pueden entenderse como huella, expansi¨®n o precedente de lo que llamamos escultura. Est¨¢n las notaciones coreogr¨¢ficas de Lucinda Childs, que reviven invisibles cuando nos ponemos los auriculares para o¨ªr el ruido de los pasos de los bailarines; la escultura inflable que construye Laia Estruch como horma y pauta de sus performances pensadas para activarla y cargarla de energ¨ªa; la yuxtaposici¨®n irreverente y reveladora de los severos v¨ªdeos de Bruce Nauman y las coreograf¨ªas desvergonzadas de Bob Fosse, que resultan proponer una misma idea del cuerpo como unidad de medida del tiempo y el espacio.
Espacio y tiempo, cuerpo y memoria, s¨®lido y delicado, duraci¨®n y fin: despu¨¦s de 50 a?os aquel Penetrable de Soto, como la idea misma de escultura, se ha sumergido y ha aflorado y se ha movido mucho, sin duda, pero estas expos recuerdan que a lo mejor las referencias para dar con sus coordenadas siguen siendo las mismas.
¡¯Lo que pesa una cabeza¡¯ y ¡®Este puede ser el lugar¡¯. TEA. Santa Cruz de Tenerife. Hasta el 28 de mayo.
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