Jugar como una chica: Sexismo y feminismo en el mundo de los videojuegos
El libro ¡®Play Like a Girl¡¯ pone sobre la mesa la tensa relaci¨®n que siempre ha habido entre las mujeres y el sector del ocio digital
¡°Hemos intentado salvarla, pero no podemos. La industria necesita ser destruida para ser construida de nuevo. Contando con mujeres, con las minor¨ªas. Necesitamos destruir la industria del videojuego para crear una nueva, de manera completamente diferente¡±, dice al otro lado de la llamada de Zoom Marina Amores, conocida como Blissy (Mallorca, 1991). Comunicadora y periodista, activista feminista y especializada en videojuegos y g¨¦nero, acaba de publicar el ensayo Play Like a Girl (Libro...
¡°Hemos intentado salvarla, pero no podemos. La industria necesita ser destruida para ser construida de nuevo. Contando con mujeres, con las minor¨ªas. Necesitamos destruir la industria del videojuego para crear una nueva, de manera completamente diferente¡±, dice al otro lado de la llamada de Zoom Marina Amores, conocida como Blissy (Mallorca, 1991). Comunicadora y periodista, activista feminista y especializada en videojuegos y g¨¦nero, acaba de publicar el ensayo Play Like a Girl (Libros C¨²pula), en el que radiograf¨ªa la relaci¨®n que el mundo de los videojuegos ha tenido hasta hoy con las mujeres.
Lo cierto es que ha sido una relaci¨®n, cuando menos, complicada desde hace mucho. En los 90, los juegos eran un artefacto creado por hombres blancos heterosexuales para hombres blancos heterosexuales, la representaci¨®n de las mujeres ca¨ªa en la hipersexualizaci¨®n y la imagen de las jugadoras era directamente ridiculizada. Esto no era una mera cuesti¨®n formal o de representaci¨®n, sino que esa cosmovisi¨®n fue permeando en las propias empresas, en la industria y en la prensa especializada descartando, ignorando o boicoteando la labor de las mujeres en el sector en un movimiento cuyas consecuencias pueden verse en la actualidad.
Mucho ha cambiado desde entonces, y desde esta columna se han se?alado avances en esa direcci¨®n. Pero, se?ala Amores, no es suficiente. ¡°Es obvio que hoy se hacen otros juegos, hay otro trato, los creadores han tomado conciencia¡±, sostiene la autora. Los juegos para smartphone y Nintendo, sostiene, han sido clave para comenzar a recorrer el camino de la evoluci¨®n, cree Amores, ¡°pero durante el cambio que ha habido en estos 10 ¨²ltimos a?os ha sido fundamental el discurso feminista¡±. Conoc¨ªamos hace poco que, en 2022 en Espa?a, el porcentaje de jugadoras (de un total de 18 millones de jugadores) asciende ya al 47%.
¡°Hostil¡±. Si se le pide concretarlo en una palabra, Amores tiene claro c¨®mo es el sector de los videojuegos con las mujeres. Y el libro desglosa una lista de agravios que van ¡°desde tratar a las jugadoras como ni?as hasta las azafatas de las ferias¡±, y que llega hasta glosar las ¨²ltimas reivindicaciones del feminismo para el sector. El ensayo es a veces tan crudo a la hora de pintar el panorama femenino en los videojuegos que puede llegar a echar para atr¨¢s a las mujeres que piensen dedicarse a ello, pero la labor arqueol¨®gica que hace de recuperaci¨®n de nombres femeninos borrados (¡°a los que la industria les debe mucho¡±), de proyectos boicoteados, carreras truncadas y descubrimientos a posteriori es encomiable.
El libro de Amores aborda la problem¨¢tica desde tres lugares: la mujer como desarrolladora, la mujer como consumidora de juegos y una tercera parte, m¨¢s personal, en la que habla de las redes, el marketing y otras esferas que se solapan con los juegos y de las que ella ha sido parte integrante. Es quiz¨¢ en esta parte final, m¨¢s reincidente en experiencias personales, donde el libro encalla en un subjetivismo dif¨ªcil de conciliar con los datos objetivos que hab¨ªa venido levantando durante la primera mitad del libro. Seguramente sea una paradoja consustancial al propio g¨¦nero del ensayo: la chicha dota a la obra de un nervio que engancha al lector, pero que no hace buenas migas con la labor estrictamente acad¨¦mica.
Si se le pregunta a Amores si es optimista, si cree que la situaci¨®n de las mujeres mejorar¨¢, o si hay un hueco para las mujeres activas en el sector o en la prensa, responde desde Barcelona que no. ¡°Ya no trabajo en prensa y no creo que vuelva¡±, cuenta, aduciendo las malas condiciones del sector. ¡°Y con respecto al feminismo, soy pesimista. Estoy cansada mentalmente, me siento sola, estamos muy vetadas, no se nos quiere, no se quiere colaborar con nosotras¡±, explica. ¡°El sector cree que somos problem¨¢ticas, que las feministas p¨²blicas somos las malas de la pel¨ªcula¡±, cuenta con un deje de rabia que tambi¨¦n vuelca en el libro. Aunque deja un resquicio de esperanza: ¡°Soy pesimista con respecto a las que estamos ahora, pero hemos allanado el camino para las que vengan despu¨¦s¡±. No es poca cosa.
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