¡®Mandarino¡¯, una bell¨ªsima cr¨®nica de Indias con renovados signos de transgresi¨®n est¨¦tica
El hambre empuja a un pueblo a la b¨²squeda del pez dorado en el r¨ªo Paran¨¢. Una historia narrada con f¨®rmulas innovadoras por el argentino Ezequiel P¨¦rez
¡°Me dicen Mandarino porque tengo el mi pecho partido en gajos. Con una de las mis manos detengo la mi lengua y marco los l¨ªmites de lo que desespera nombrarse. (¡) Yo soy Mandarino: el que naci¨® con hambre¡±. Adem¨¢s, Mandarino es el Cronista Mayor del Desamparo y Cart¨®grafo de una Sola L¨ªnea. Su vida, su narraci¨®n y su viaje se superponen en un mismo trazo sobre el lomo reptiliano del ...
¡°Me dicen Mandarino porque tengo el mi pecho partido en gajos. Con una de las mis manos detengo la mi lengua y marco los l¨ªmites de lo que desespera nombrarse. (¡) Yo soy Mandarino: el que naci¨® con hambre¡±. Adem¨¢s, Mandarino es el Cronista Mayor del Desamparo y Cart¨®grafo de una Sola L¨ªnea. Su vida, su narraci¨®n y su viaje se superponen en un mismo trazo sobre el lomo reptiliano del r¨ªo Paran¨¢. Una comunidad busca el pez dorado y un puerto en el que asentarse, y el hambre, en el sentido recto y en sentido po¨¦tico de la palabra, est¨¢ en la ra¨ªz de la b¨²squeda, la aventura, la curiosidad. Mandarino es Cart¨®grafo de una sola l¨ªnea, pero esa l¨ªnea adopta la forma abierta de una par¨¢bola en la que la naturaleza adquiere una dimensi¨®n tel¨²rica y no se tiene miedo a que, del relato, como de las par¨¢bolas y las alegor¨ªas, se desprenda una ense?anza. Geometr¨ªa y ret¨®rica, geograf¨ªa y po¨¦tica. Aprendizaje y placer.
Ezequiel P¨¦rez, a trav¨¦s de la hermos¨ªsima voz de Mandarino, retoma tradiciones literarias que no gozan hoy de gran popularidad y las convierte en renovados signos de transgresi¨®n est¨¦tica: junto a la ya mencionada resonancia moral de la par¨¢bola destacan las f¨®rmulas de la cr¨®nica de Indias a partir de las que se genera una neolengua, concentrada y musical; una neolengua exc¨¦ntrica y contestataria frente a la uniformada asimilaci¨®n del actual imperio literario; una neolengua en la que el l¨¦xico de la navegaci¨®n no solo alude a proas y popas, sino tambi¨¦n a ¡°circunnavegaciones¡±. Cada vivencia de Mandarino, cada momento de su aventura en el Paran¨¢, encuentra su correlato en la vibrante pr¨¢ctica de la escritura. Tambi¨¦n en la instituci¨®n literaria circunnavegamos en torno a un centro tratando de saciar el hambre, desdibujando los l¨ªmites, contradiciendo la idea misma de centralidad, buscando un nombre¡ Mandarino afirma: ¡°Fijar las cosas, las puede fijar cualquiera; la cosa est¨¢ en habitarlas¡±.
Quiz¨¢ acometer los rigores de un g¨¦nero u otro puede cambiar la propia mirada, porque la realidad transforma las palabras, pero acaso las palabras y sus combinaciones, la norma literaria y las reglas del arte, tambi¨¦n pueden cambiar la realidad
Fuera de los lugares comunes sobre el lenguaje art¨ªstico, P¨¦rez nos lleva a pensar en la vivificaci¨®n del territorio de la escritura, en el latido interno que anima las palabras. Los matices del lenguaje en la prosa de P¨¦rez muestran reflexi¨®n y un o¨ªdo fin¨ªsimo en la ejecuci¨®n del relato. Mandarino pregunta: ¡°?C¨®mo se escribe una voz, Abuelo?¡±, y nos damos cuenta de que el narrador se desenvuelve no solo a trav¨¦s del registro de la cr¨®nica, sino tambi¨¦n en diarios, cartas, un libro de maravillas: una mirada ¨²nica, pero en transformaci¨®n, va cuajando en voces distintamente moduladas seg¨²n el g¨¦nero con el que se trabaja y la presencia de distintos destinatarios. Quiz¨¢ acometer los rigores de un g¨¦nero u otro puede cambiar la propia mirada, porque la realidad transforma las palabras, pero acaso las palabras y sus combinaciones, la norma literaria y las reglas del arte, tambi¨¦n pueden cambiar la realidad: Mandarino aprende que conocer la realidad del r¨ªo no se puede separar de los relatos sobre el propio r¨ªo. Complementariamente, las manchas del cielo se parecen tanto a lo real que podr¨ªan ser ficciones. Los dibujos de la naturaleza, los meandros, las nubes, la hip¨®tesis de que las ant¨ªpodas no est¨¢n bajo nuestros pies, sino sobre nuestras cabezas, esa cartograf¨ªa l¨ªrica, funciona como una met¨¢fora de la realidad y sus representaciones.
En todo el libro hay un homenaje a las mujeres, un eco de antiguos matriarcados, que comienza en Mar¨ªa Teresa Le¨®n y se hace personaje en La Mansa, capitana de las expediciones. En el reverso de la escritura, que se vuelve sobre s¨ª misma a trav¨¦s de la modesta ¨¦pica de acciones y narraciones desencadenadas por la falta de alimento, encontramos una bell¨ªsima historia de ilusi¨®n y desilusi¨®n, del v¨ªnculo entre individuo y comunidad, de la necesidad de ese viaje a solas que ¨²nicamente es posible y pleno si se emprende desde la conciencia del arraigo y la pertenencia.
Mandarino
Eterna Cadencia, 2024
144 p¨¢ginas. 17,50 euros
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