La libertad lleg¨® en abril hace 50 a?os
La Revoluci¨®n de los Claveles tumb¨® en Portugal la dictadura m¨¢s longeva de la Europa occidental y aceler¨® la Transici¨®n espa?ola. La magia de aquel golpe militar pac¨ªfico que la poblaci¨®n arrop¨® de inmediato se conmemora en libros, conciertos, obras de teatro y exposiciones
Una revoluci¨®n es algo serio. Solo los portugueses son capaces de hacerla empu?ando claveles y surrealismos. La madrugada del 25 de abril de 1974, el conductor del blindado que encabezaba una columna militar que hab¨ªa salido de Santar¨¦m, a unos 80 kil¨®metros de Lisboa, se detiene ante un sem¨¢foro en rojo a la entrada de la capital. Va dispuesto a derrocar la dictadura, pero no a infringir las normas de tr¨¢fico. ...
Una revoluci¨®n es algo serio. Solo los portugueses son capaces de hacerla empu?ando claveles y surrealismos. La madrugada del 25 de abril de 1974, el conductor del blindado que encabezaba una columna militar que hab¨ªa salido de Santar¨¦m, a unos 80 kil¨®metros de Lisboa, se detiene ante un sem¨¢foro en rojo a la entrada de la capital. Va dispuesto a derrocar la dictadura, pero no a infringir las normas de tr¨¢fico. El capit¨¢n de caballer¨ªa Salgueiro Maia, que comandaba aquel grupo de 240 soldados, la mayor¨ªa reclutas inexpertos que apenas sab¨ªan disparar, le apremia a voces.
- La revoluci¨®n no se para en los sem¨¢foros.
Cinco mil militares implicados en la rebeli¨®n se hab¨ªan movilizado en cuarteles de todo el pa¨ªs tras escuchar a Jos¨¦ Afonso cantar Gr?ndola, vila morena en R¨¢dio Renas?en?a poco despu¨¦s de la medianoche. Cinco horas m¨¢s tarde, alguien despert¨® en su casa al fot¨®grafo Eduardo Gageiro. La historia de Portugal iba a cambiar bruscamente aquel d¨ªa, pero cuando Gageiro lleg¨® al Terreiro do Pa?o, la plaza que acaba en el r¨ªo Tajo, la ¨²nica certeza era el cord¨®n militar que le cerraba el paso. ¡°Le ped¨ª a un recluta que me llevara junto al comandante de las tropas, le dije que era amigo m¨ªo aunque no lo conoc¨ªa y me permiti¨® pasar¡±, revive el fot¨®grafo medio siglo despu¨¦s, sentado en medio de la sala de la Cordoaria Nacional, de Lisboa, a pocos metros de las im¨¢genes que capt¨® aquel jueves de abril.
Su antol¨®gica es una de las infinitas actividades que se celebran en Portugal para conmemorar el fin de la dictadura, evocado en libros, obras de teatro, pel¨ªculas, conciertos y exposiciones. ¡°Todo el pa¨ªs se ha movilizado para festejar el 25 de abril¡±, destac¨® en la presentaci¨®n del programa la historiadora Maria In¨¢zia Rezola, presidenta de la comisi¨®n conmemorativa creada por el Gobierno para celebrar el medio siglo de libertad. El eco tambi¨¦n llegar¨¢ a Espa?a. Ambos pa¨ªses acordaron conmemorar durante 2024 y 2025 la democratizaci¨®n de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica con un programa cultural conjunto, que abarca numerosas ciudades.
De vuelta a 1974. Gageiro no conoc¨ªa al comandante que lideraba aquellas tropas que ocupaban la plaza m¨¢s simb¨®lica de Lisboa y que se hab¨ªan sublevado contra la dictadura que se arrastraba desde 1926, pero el comandante s¨ª conoc¨ªa al fot¨®grafo. ¡°Yo compro todas las semanas O S¨¦culo Ilustrado y me gustan mucho sus fotos sobre la gente corriente¡±, le dijo el capit¨¢n Maia. A partir de entonces, Gageiro empez¨® a disparar. Sus im¨¢genes, junto a las de otros portugueses como Alfredo Cunha o los hermanos Tavares, pronto dar¨ªan la vuelta al mundo y estos d¨ªas se pueden ver expuestas en diferentes localidades portuguesas.
La complicidad y el respeto de los rebeldes hacia la prensa fue la primera ruptura respecto al r¨¦gimen. Casi todo les diferenciar¨ªa: el pacifismo, la generosidad, el sacrificio y, s¨ª, el humor. D¨ªas antes, el capit¨¢n Maia confes¨® ante Otelo Saraiva de Carvalho, el oficial de artiller¨ªa que dise?¨® el plan de operaciones del golpe, que le preocupaba movilizar unas tropas que llevaban pocas semanas de instrucci¨®n. ¡°Tu columna ser¨¢ la columna cebo. Lleva la mayor cantidad de material de combate que puedas, blindados, M47, Panhards, MBR, los soldados con casco, metralletas y fusiles autom¨¢ticos, municiones, todo. ?Qui¨¦n se va a oponer a una columna de esas? Nadie sabe que los soldados no saben disparar¡±, le respondi¨® Otelo. En el triunfo de la sublevaci¨®n tambi¨¦n pes¨® la picard¨ªa y la irreverencia.
Aquellos militares intr¨¦pidos e idealistas ni quer¨ªan imponerse a tiros ni quer¨ªan el poder para s¨ª mismos. Curtidos en tres guerras coloniales en ?frica, los capitanes estaban hartos de morir y matar. Un sentimiento que reflej¨® como nadie el escritor Ant¨®nio Lobo Antunes, que combati¨® en ?frica a las ¨®rdenes de uno de los grandes l¨ªderes de la revuelta, Ernesto Melo Antunes, en su libro Fado Alejandrino, que ahora ha sido adaptado en un montaje del director Nuno Cardoso en el Teatro Nacional S?o Jo?o, en Oporto.
Aquellos militares intr¨¦pidos e idealistas no quer¨ªan imponerse a tiros ni quer¨ªan el poder para s¨ª
¡°Es una revoluci¨®n excepcional porque no quer¨ªa tomar el poder como otras revoluciones de izquierdas, sino devolver la voz al pueblo¡±, subraya Alfonso Domingo, autor de Mojar la p¨®lvora (La esfera de los libros), donde bucea en el impacto que tuvo en los espa?oles que fundaron la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD) al final del franquismo. ¡°El 25 de abril es un deslumbramiento para los militares espa?oles y tambi¨¦n para la sociedad, que ve como ese pa¨ªs al que a veces miran por encima del hombro, les ha dado una lecci¨®n. En Espa?a, la Transici¨®n se acelera por la Revoluci¨®n de los Claveles porque los sectores m¨¢s inteligentes del r¨¦gimen se dan cuenta de que tienen que evolucionar hacia la democracia¡±, se?ala.
Cuando los soldados comenzaron a colocar en sus fusiles las flores rojas y blancas que la camarera Celeste Caeiro hab¨ªa tra¨ªdo del restaurante donde trabajaba, aquel acontecimiento hist¨®rico que nadie esperaba recibi¨® un nombre: Revoluci¨®n de los Claveles. Por la ma?ana algunas tropas leales a la dictadura se rinden o cambian de bando. Al frente de un carro de combate, el cabo Jos¨¦ Alves da Costa desobedece la orden de disparar contra el capit¨¢n Maia y sus tropas. No solo fue una orden, un general de brigada iracundo le dice: ¡°O dispara o le meto un tiro en la cabeza¡±.
Costa no dispar¨® y ah¨ª se gan¨® la revoluci¨®n. ¡°En esta historia me fascin¨® el hero¨ªsmo. Salgueiro Maia se sent¨ªa inc¨®modo en ese papel. El propio Movimiento de las Fuerzas Armadas no quer¨ªa tener un liderazgo y ten¨ªan claro que lo que hac¨ªan era para derribar el poder y dar luego libertad al pueblo para elegir a sus gobernantes. Y despu¨¦s est¨¢ la historia del mayor antih¨¦roe, el cabo que se niega a disparar contra los rebeldes y que para m¨ª sintetiza todo lo ocurrido¡±, explica Ricardo Viel, autor del libro La revoluci¨®n amable, que publicar¨¢ en mayo la editorial La umbr¨ªa y la solana, donde tambi¨¦n saldr¨¢n en oto?o La ciudad de los prodigios, la novela de L¨ªdia Jorge inspirada en la revoluci¨®n, y F¨¢brica de criadas, de Afonso Cruz.
Salgueiro Maia es tan consciente de la importancia de esa insubordinaci¨®n del cabo Costa que, cuando vuelve caminando hacia sus hombres junto a la orilla del Tajo, se muerde el labio para reprimir las l¨¢grimas. Y ah¨ª estaba Eduardo Gageiro para disparar y compartir con el mundo aquel instante decisivo de los que hablaba Cartier-Bresson. Lo que estaba ocurriendo en Lisboa lleg¨® a la redacci¨®n de Clar¨ªn, en Buenos Aires, cuando andaba por all¨ª el periodista Diego Carcedo, que acababa de entrevistar al presidente Per¨®n. En cuanto pudo, Carcedo viaj¨® a Portugal. En La Revoluci¨®n de los Claveles, que publica este mes Almuzara, relata lo ocurrido entonces y lo que vino despu¨¦s, enriquecido con el material y los contactos que el periodista cultiv¨® durante sus seis a?os como corresponsal de RTVE en Lisboa entre 1977 y 1983.
Al final del 25 de abril de 1974, Salgueiro Maia logr¨® evacuar sin un rasgu?o a Marcelo Caetano, presidente del Consejo de Ministros y s¨ªmbolo de la dictadura, atrincherado durante horas en un cuartel en el Largo do Carmo, donde se api?aban miles de personas felices por lo que estaban viviendo y rabiosas por lo que hab¨ªan vivido. El riesgo de linchamiento existi¨®, pero el capit¨¢n tuvo la habilidad de sortearlo protegiendo al dictador en un blindado llamado Bula. Al d¨ªa siguiente, el Movimiento de las Fuerzas Armadas meti¨® en un avi¨®n a los jerarcas del r¨¦gimen rumbo al exilio. El pacifismo de aquella revuelta surgida donde y cuando nadie esperaba sigue pareciendo un milagro. ¡°La dimensi¨®n est¨¦tica de la flor sobre el fusil da la idea que hab¨ªa tras el golpe, los militares no estaban all¨ª para reprimir a nadie¡±, observa Alfonso Domingo.
El Movimiento de las Fuerzas Armadas que organiz¨® la revuelta, que tambi¨¦n se homenajea en el libro 50 Anos de Abril na Galiza (Atrav¨¦s) editado por Carlos Pazos-Justo y Roberto Samartim, germin¨® en la encerrona de las tres guerras coloniales que Portugal libraba en Mozambique, Angola y Guinea-Bissau. Trece a?os de combates que exig¨ªan un esfuerzo ¨¦pico a hombres mal alimentados y mal pertrechados. Lo peor era percibir el rechazo y la condena de la sociedad portuguesa, que les consideraban uno de los brazos represores del r¨¦gimen junto a la polic¨ªa pol¨ªtica. Los capitanes que montan el golpe son los oficiales de m¨¢s alto rango que se juegan la vida en la guerra. Tienen el respeto de sus subordinados, algo que explicar¨¢ muchas cosas que ocurren el 25 de abril, y la legitimidad que da haberse enfrentado a la muerte durante meses.
La guerra colonial es una de las razones que provoca, en opini¨®n de Alfonso Domingo, las diferencias entre Espa?a y Portugal a la hora de superar sus dictaduras. ¡°En Portugal hab¨ªa tres estructuras organizadas: el ej¨¦rcito, la iglesia y el Partido Comunista, eran los ¨²nicos que pod¨ªan tramar algo porque eran muy jer¨¢rquicos. Los militares se dan cuenta en la guerra colonial de que actuaban como un ej¨¦rcito invasor, luchando contra pa¨ªses que deseaban su independencia¡±.
En los setenta, Espa?a no afrontaba ninguna guerra, pero todav¨ªa masticaba las secuelas de la que hab¨ªa vivido entre 1936 y 1939. ¡°El fantasma de la Guerra Civil est¨¢ muy presente. La Uni¨®n Militar Democr¨¢tica no quiere hacer un pronunciamiento que signifique un derramamiento de sangre. Por otro lado, el porcentaje de militares dem¨®cratas en el ej¨¦rcito espa?ol es ¨ªnfimo comparado con el portugu¨¦s. El ej¨¦rcito era totalmente franquista, se hab¨ªa limpiado despu¨¦s de la guerra¡±, sostiene Alfonso Domingo.
La guerra colonial explica las diferencias entre Espa?a y Portugal a la hora se superar sus dictaduras
Los portugueses se rebelaron al principio por razones corporativas y, al ver su fuerza, decidieron avanzar hacia un movimiento pol¨ªtico-militar con objetivos que resumieron en tres D: democratizar, descolonizar y desarrollar. En apenas nueve meses montan una conspiraci¨®n y urden un golpe de estado, que el comandante de artiller¨ªa Otelo Saraiva de Carvalho se encargar¨¢ de dise?ar en un documento donde se recogen las acciones de la treintena de unidades adheridas a la rebeli¨®n.
En 1974 Portugal era un mundo atormentado. ¡°La historiadora Irene Pimentel usa una met¨¢fora poderosa para describirlo antes de la revoluci¨®n: era un pa¨ªs en blanco y negro. Un lugar triste, pobre, desigual, opresor y donde era complicado so?ar con un mejor futuro¡±, escribe Ricardo Viel en su libro. Cualquier cosa pod¨ªa ser castigada. Eduardo Gageiro pas¨® tres meses en la c¨¢rcel por una portada de un semanario, donde una viuda enlutada tiraba de las redes de pesca en la playa de Nazar¨¦. En 1962 la localidad portuguesa no era el actual para¨ªso de los surferos de olas gigantes, si no una villa de marineros y viudas que sobreviv¨ªan a duras penas. ¡°Durante el interrogatorio la polic¨ªa pol¨ªtica me dijo que aquella foto era una verg¨¹enza y que deb¨ªa retratar paisajes en lugar de gente humilde¡±, rememora el fot¨®grafo. Le aislaron tres meses en una celda en Caxias, mirando paredes blancas. ¡°Me traumatiz¨® mucho, al salir no pod¨ªa estar frente a una pared blanca¡±, rememora.
Aquella dictadura que primero gestion¨® Salazar y, desde 1968, Marcelo Caetano se asentaba sobre la represi¨®n y la persecuci¨®n de la disidencia pol¨ªtica, estudiantil o sindical. Ni siquiera toleraba que se difundiese la realidad. Hab¨ªa que esconder de la imagen p¨²blica las viudas pobres y las vidas que mostrasen el fracaso del r¨¦gimen. No fue blanda. Ten¨ªa una poderosa polic¨ªa pol¨ªtica, la PIDE, que almacen¨® informaci¨®n sobre m¨¢s de un mill¨®n de personas y torturaba sin miramientos con todas las t¨¦cnicas a su alcance. Casi todo estaba prohibido: reuniones de m¨¢s de tres personas en la calle, escuchar canciones cr¨ªticas, usar la palabra sociolog¨ªa, vestir bikini en la playa o tomar Coca-Cola. En el periodo revolucionario que se prolonga hasta noviembre de 1975, cuando un contragolpe encauza el pa¨ªs hacia una democracia ortodoxa cinco d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Franco en Madrid, habr¨ªa luego objetivos divergentes que avivaron los conflictos y las violencias. Pero el ¨²ltimo jueves de abril de 1974, gracias a unos militares dem¨®cratas, todo el pa¨ªs abraz¨® el sue?o de vivir en libertad.
Tereixa Constenla es corresponsal de EL PA?S en Portugal y autora de ¡®Abril es un pa¨ªs¡¯ (Tusquets y, en gallego, Faktor¨ªa K).
Lecturas
António Lobo Antunes
Traducción de Mario Merlino Tornini
Random House, 2006
656 páginas, 23 euros
Alfonso Domingo
La esfera de los libros, 2024
280 páginas, 21,90 euros
La revolución amable
Ricardo Viel
La umbría y la solana
Próxima publicación en mayo
La ciudad de los prodigios
Lídia Jorge
La umbría y la solana
Próxima publicación en septiembre
Fábrica de criadas
Alfonso Cruz
La umbría y la solana
Próxima publicación en septiembre
La revolución de los claveles
Diego Carcedo
Almuzara
192 páginas. 19 euros
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