¡®No se van a ordenar solas las cosas¡¯, de Nuria Labari: un tren de la bruja narrativo que incomoda y sorprende
La lectura de este libro de relatos desactiva el port¨®n bajo el que se encierran espec¨ªmenes ignominiosos, una especie de privilegiados torturados
Estos d¨ªas pienso en C. S. Lewis, en su tratamiento del duelo y en c¨®mo este puede extenderse a otras p¨¦rdidas. Solo ahora s¨¦ que guardo un profundo luto por la civilizaci¨®n. De fondo acostumbro a tener ¨²ltimamente ¡ªtambi¨¦n para amortiguar esa tristeza¡ª a Mary Gaitskill perorando en YouTube sobre esto o aquello. As¨ª, en uno de esos momentos, dice: ¡°¡ Cuando escribimos, nos influencian otros escritores, como Nabokov, O¡¯Connor, pero tambi¨¦n personas que no creemos que sean buenas¡±.
Y me baja sobre los ojos el ¨²ltimo libro de cuentos de Nuria Labari, No se van a ordenar solas las cosas, finalista del VIII Premio Ribera del Duero, publicado en P¨¢ginas de Espuma. La lectura de este trabajo desactiva el port¨®n bajo el que encerr¨¦ a espec¨ªmenes ignominiosos: el novio t¨®xico de El celo, de Sabina Urraca, la madre que describe Leticia G. Dom¨ªnguez en su debut o el jefe para el que todo es una peli de Consumir preferentemente, de Andrea Genovart.
Una tendencia ¨²ltima de la literatura espa?ola (en concreto, del pl¨¢stico realismo) consiste en ampliar lo moral. El contrapunto a narrativas realistas centradas en la precariedad (pienso en Alana S. Portero o Layla Mart¨ªnez) quiz¨¢ sea este ¡°realismo sofisticado¡± o de The White Lotus que inicia Labari. Esta acude a la caracterizaci¨®n not aware (o no consciente, como dice Marta Sanz en su ¨²ltimo libro, ¡°en ingl¨¦s, para que se entienda¡±) del privilegiado torturado, un tipo de malo literario.
Labari, quien en sus p¨¢ginas se acuerda igualmente de O¡¯Connor, es una escritora de la que siempre me da curiosidad leer las estampas contempor¨¢neas en las que decide detenerse. Al sumergirme en estos relatos, me abrum¨® leer que esa gente de la que se habla no era un cat¨¢logo f¨®sil: ?hab¨ªa vida! La literatura est¨¢ para esto: para incorporar modelos perversos a alguna zona de nuestro c¨®rtex prefrontal y mantenernos a salvo.
No se van a ordenar solas las cosas es un tren de la bruja narrativo que incomoda y sorprende, solo que sin bruja, que debe haber huido al ver a estas personas aparecer. Una tipa que se dedica al arte y que ve en su asistenta una excusa para su no saber comportarse; un ni?o con posibles que padece disforia identitaria; una mujer de mediana edad que mantiene una relaci¨®n con un chaval¨ªn del norte de ?frica. Una familia acomodada que viaja a Santo Domingo y verifica que, efectivamente, huele a pobre; una mujer que pone en funcionamiento el pensamiento m¨¢gico antes de que se muera su marido, y, finalmente, un jud¨ªo viejo con novio que no es capaz de sentir dolor, no completamente, al ver una fotograf¨ªa del genocidio palestino: est¨¢ m¨¢s preocupado por la obsolescencia de su lavadora. Qu¨¦ miedo, ?no? ?Pero qui¨¦n es esta gente?
Quiz¨¢ hay textos que nos permitan curarnos en salud en lo real, que no dulcifican el trauma que produce ser testigo de seg¨²n qu¨¦ escenarios. Lo ¨²nico que tal vez me hace vacilar al cerrar sus p¨¢ginas es la representaci¨®n de la maldad de estos personajes, su falta de conciencia en ser todo lo que est¨¢ mal en el mundo. Pero est¨¢ bien as¨ª, la mirada de Labari es certera e inaugural. En cada cuento queda sintetizado con bistur¨ª ese perfil de ser humano anestesiado bajo un talonario.
No se van a ordenar solas las cosas
P¨¢ginas de Espuma, 2024
144 p¨¢ginas. 17 euros
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