Salvar las burbujas de la Cebada
Una plataforma se opone al plan de demolici¨®n del mercado y sus seis c¨²pulas de hormig¨®n rojo
"Si miras el casco viejo de Madrid desde Google Earth lo primero que distingues no es la c¨²pula de San Francisco el Grande, ni la plaza Mayor, sino las b¨®vedas rojas del mercado de la Cebada". Jos¨¦ Balsa, afilador en esta m¨ªtica plaza, lleva toda la raz¨®n. Desde el aire, las seis burbujas de hormig¨®n que cubren el mercado desde principios de los sesenta son lo m¨¢s reconocible del centro. Porque son rojas, y porque no hay nada parecido. Y sin embargo, el Ayuntamiento prev¨¦ su demolici¨®n desde hace a?os.
?Deber¨ªan ser salvadas de la piqueta? "Totalmente", opina Javier Garc¨ªa-Guti¨¦rrez Mosteiro, catedr¨¢tico especializado en conservaci¨®n y restauraci¨®n del patrimonio. "Tienen un indudable valor arquitect¨®nico, pero adem¨¢s, registran un momento hist¨®rico muy concreto, un par¨¦ntesis brutalista dentro del racionalismo imperante en la arquitectura contempor¨¢nea de la ciudad". Dentro de lo que en la ¨¦poca se llam¨® "nueva monumentalidad", el mercado de la Cebada se aleja del estilo internacional por su escala casi roma y por la expresividad de sus formas de hormig¨®n.
"No nos enga?emos", apunta el arquitecto Javier Alau, "es un edificio torp¨®n y necesita un arreglo, pero es un espacio potente y, aunque sus b¨®vedas no sean las m¨¢s esbeltas del mundo, tienen una fuerza elemental, desnuda". Alau forma parte, con otros arquitectos, de la Plataforma en Contra de la Privatizaci¨®n del Mercado de la Cebada, integrada tambi¨¦n por comerciantes, vecinos, asambleas de barrio y representantes del movimiento slow food. El grupo lucha por evitar la desaparici¨®n del modelo social y econ¨®mico del mercado tradicional frente a las grandes superficies y los mercados gourmet, y lamenta "la p¨¦rdida de un edificio singular". ?Hasta qu¨¦ punto depende lo que pase dentro de la suerte que corra el inmueble? "Hay una cosa clara", dice Alau, "nadie va a pagar un edificio nuevo para un mercado de abastos de toda la vida".
Mercado de La Cebada
- Autores. Garcia de Arangoa, Herrero Palacios y Martinez Cubells.
- Obra. 1959 - 1962.
- Ubicaci¨®n. Plaza de la Cebada, 15 (La Latina).
- Funci¨®n original y actual. Mercado.
El plan del Ayuntamiento, contra el que la plataforma acaba de presentar una alegaci¨®n y est¨¢ recogiendo firmas, es b¨¢sicamente encontrar un inversor que financie la obra a cambio de gestionar el h¨ªper que se colocar¨¢ en la plaza. "Si todo va bien", seg¨²n fuentes municipales, las obras arrancar¨¢n en verano de 2012, cuando el mercado cumpla 50 a?os. "El edificio actual nunca sirvi¨®, es muy inc¨®modo", dice Carlos Rubio autor del proyecto municipal que "libera la plaza, mantiene muchos puestos y se adecua a los tiempos...". "La nostalgia no lleva a ning¨²n sitio, no hay que anclarse al pasado".
En una cosa est¨¢n de acuerdo quienes quieren tirar el mercado de hormig¨®n y quienes no: el que hab¨ªa antes en su lugar era mejor. Levantado en 1875 dur¨® 80 a?os en pie. Su conservador, el acad¨¦mico Garc¨ªa Arangoa, defendi¨® su supervivencia. Dio igual, el Ayuntamiento lo demoli¨® y el propio Arangoa construy¨® el sustituto.
Sobre el tejado del mercado de la Cebada es imposible no sentir una punzada pensando que le queda un invierno. Es un lugar marciano, parece que hayan aterrizado seis ovnis enfrente de San Francisco el Grande. Unas escalerillas de hormig¨®n, como la cresta sobre la espalda de un dinosaurio, llevan hasta la cima de las b¨®vedas. Treparlas es un extra?o viaje: da v¨¦rtigo, pero es un v¨¦rtigo raro; el miedo es a rodar, no a caer. "?Imagina que pudi¨¦semos alquilarle la terraza a un restaurante, se nos llenaba esto de gente!", sue?a Jos¨¦ Balsa, que es afilador en el mismo lugar donde lo fueron sus padres y sus abuelos. De momento, los comerciantes buscan ideas que les modernicen sin perder su esencia. El fin de semana que viene invitan a cocineros slow food para que ense?en recetas con el mejill¨®n, porque tienen oferta en el kilo del molusco. La oferta es lo importante, porque, de momento, esto no es San Miguel.
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