Marta y el populismo
Una cosa es que los padres de Marta expresen su indignaci¨®n y su rabia y otra que convirtamos estos sentimientos en fuente de derecho y cambios en la legislaci¨®n
No se me ocurre mayor dolor que el de unos padres que han visto segada la vida de su hija, ni mayor tormento que hurtarles su cuerpo. Llevamos escrito en nuestro inconsciente, desde hace milenios, la necesidad de ese ¨²ltimo acto de despedida, por eso el dolor de los padres de Marta es el mismo que el de Pr¨ªamo, rey de Troya, arrodillado ante Aquiles para que le permita recuperar el cad¨¢ver de H¨¦ctor; un dolor id¨¦ntico a centenares de personajes tr¨¢gicos de la literatura en busca de ese definitivo adi¨®s.
?El caso Marta del Castillo, desde su inicio, cont¨® con una corriente de simpat¨ªa que habla bien de nuestra sociedad, de su empat¨ªa y de la fuerza reparadora de la solidaridad. Sin embargo, junto a esta fuerza de cari?o y de comprensi¨®n, fue creciendo una corriente airada que pretend¨ªa hacer justicia a base de gritos y de linchamientos y que pone en cuesti¨®n, no una resoluci¨®n judicial, sino las bases del propio Estado de derecho. Es muy f¨¢cil, en casos como el que tratamos, aprovechar la irritaci¨®n que produce en la sociedad el hecho de que un crimen no quede completamente aclarado y la impotencia ante el fracaso en la b¨²squeda del cad¨¢ver para hacer un tipo de pol¨ªtica innoble y enga?osa.
En estos d¨ªas han arremetido contra los jueces o contra las leyes pero, si lo pensamos con tranquilidad, ninguno de los dos son los responsables. El verdadero problema para determinar todas las responsabilidades penales en el caso Marta del Castillo es, sin m¨¢s, la falta de pruebas, hasta el punto de que la base fundamental de la acusaci¨®n es la propia confesi¨®n de Miguel Carca?o. Por eso, con otras leyes o con otros tribunales el resultado hubiera sido muy parecido.
Soy completamente contraria al establecimiento de la cadena perpetua ¡ªrevisable o no¡ª, en nuestro ordenamiento legal, as¨ª como a toda esta corriente que empuja al endurecimiento de condenas. La historia nos ha demostrado que ese tipo de legislaciones no solo no contribuyen a disminuir los cr¨ªmenes sino que imposibilitan cualquier reinserci¨®n. Adem¨¢s, en Espa?a, en contra de lo que popularmente se ha extendido, existe una de las legislaciones m¨¢s duras del llamado mundo occidental, con el cumplimiento completo da las condenas incluido.
Pero imaginemos que existiera la legislaci¨®n que los impulsores de estas movilizaciones demandan: otra ley del Menor, cadena perpetua y endurecimiento de las penas pero con las mismas pruebas. ?En qu¨¦ hubiera cambiado la situaci¨®n? Pr¨¢cticamente en nada. La aplicaci¨®n de estas nuevas leyes ser¨ªa absolutamente indiferente en el caso Marta del Castillo.
La cadena perpetua, revisable o no, solo se aplicar¨ªa a casos en los que concurran una violencia y crueldad extraordinarias, circunstancias que no parece que hayan sucedido en este crimen. En cuanto al endurecimiento de la ley del Menor, en un grado de complicidad, tampoco ser¨ªa relevante, m¨¢s all¨¢ de coordinar mejor las sentencias. Finalmente, la condena a Miguel Carca?o a veinte a?os de prisi¨®n es la m¨¢xima posible para un caso simple de homicidio.
La ira popular se dirige a que hayan salido absueltos algunos de los imputados por complicidad con el crimen. La explicaci¨®n es simple y llanamente que no hay pruebas fehacientes de su participaci¨®n o ?es que los tribunales pueden condenar a ciudadanos sin las suficientes garant¨ªas y pruebas de convicci¨®n? Si as¨ª fuera, deber¨ªamos decir adi¨®s al Estado de derecho y cualquier ciudadano podr¨ªa ser enviado a la c¨¢rcel por una presunci¨®n no fundada.
Una cosa es que los padres y familiares de Marta del Castillo expresen su indignaci¨®n y su rabia y, otra muy distinta, que convirtamos estos sentimientos en una fuente de derecho y de cambios en la legislaci¨®n. Es peor, todav¨ªa, que algunas fuerzas pol¨ªticas jueguen con la peligrosa baraja del populismo y de la manipulaci¨®n, e intenten obtener beneficios electorales del dolor de las v¨ªctimas, aunque sea a costa de sembrar la inseguridad, el desconcierto y la ira en nuestra sociedad.
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