Las ¨²ltimas im¨¢genes del manicomio
Una exposici¨®n fotogr¨¢fica despide el psiqui¨¢trico de Castro de Rei, el ¨²nico hospital de Galicia que a¨²n depend¨ªa de una diputaci¨®n provincial
El ¨²ltimo hospital psiqui¨¢trico de Galicia gestionado por una diputaci¨®n ya es historia. Ayer, despu¨¦s de m¨¢s de una d¨¦cada de desencuentros entre el Sergas, la Diputaci¨®n de Lugo y el Ayuntamiento de Castro de Rei, los largos pasillos del psiqui¨¢trico San Rafael de Castro Ribeiras de Lea quedaron definitivamente vac¨ªos. La mayor¨ªa de los 80 internos del centro sali¨® en autob¨²s o ambulancia hacia el Hospital de Calde, en la ciudad de Lugo, que gracias a la llegada de los nuevos pacientes vuelve a funcionar un a?o despu¨¦s del estreno del Lucus Augusti, pero otros residentes empezar¨¢n una nueva vida en centros asistenciales o para mayores, porque no existe causa m¨¦dica que justifique su permanencia en una unidad psiqui¨¢trica. El hospital de Castro, parte de la memoria sentimental del peque?o municipio lucense ¡ªque no llega a los 6.000 vecinos¡ª, funcionaba desde los a?os cincuenta y era el ¨²nico centro de Galicia levantado ex profeso para atender a pacientes psiqui¨¢tricos (el de To¨¦n, clausurado hace poco, fue reciclado). Su estructura segu¨ªa el modelo pan¨®ptico propugnado en el siglo XIX por el fil¨®sofo ingl¨¦s Jeremy Bentham para controlar todos los rincones del edificio desde un ¨²nico punto, un dise?o que tambi¨¦n se aplic¨® a c¨¢rceles, escuelas y f¨¢bricas.
?¡°Por el tipo de construcci¨®n, cuando lo ves por primera vez parece un lugar muy fr¨ªo¡±, explica el fot¨®grafo Xos¨¦ Reigosa (Barreiros, 1981), que el a?o pasado, cuando ya era oficial el cierre del centro, entr¨® con su c¨¢mara en las instalaciones del manicomio para retratar las pertenencias de los residentes, las habitaciones, los cuatro pasillos que comunican los barracones ¡ªel edificio tiene una ¨²nica planta¡ª y el antiguo cementerio donde hasta los a?os ochenta fueron sepultados los internos a los que sus familias no reclamaban. Las im¨¢genes se pueden ver hasta final de mes en el Museo Provincial de Lugo, en la exposici¨®n Entre Marbella e Torremolinos. Imaxes de manicomio, un t¨ªtulo que hace referencia a los nombres cari?osos con los que los internos bautizaron a los pabellones que separaban a hombres y mujeres.
El edificio fue dise?ado con la misma estructura de f¨¢bricas o c¨¢rceles
No era raro que el centro tuviese su propio camposanto porque el hospital naci¨® en una ¨¦poca en la que al enfermo mental, m¨¢s que tratarlo, se le reclu¨ªa de por vida, condici¨®n que ahondaba a¨²n m¨¢s en el estigma. Por eso y porque hasta este a?o el psiqui¨¢trico permaneci¨® al margen del Sergas, todos se felicitan ahora por el final del anacronismo. ¡°Cambiamos el concepto de asistencia psiqui¨¢trica por el de rehabilitaci¨®n. El cambio ser¨¢ espectacular¡±, augura una portavoz de la Conseller¨ªa de Sanidade. En el d¨ªa a d¨ªa, el centro estuvo atendido hasta mediados de los noventa por las monjas de San Vicente de Pa¨²l.
Tuvo su propio cementerio, donde eran sepultados los internos sin familia
Pocos discuten que los ingresados en el hospital de Castro encontrar¨¢n en Calde un lugar m¨¢s propicio para el tratamiento de sus dolencias, sobre todo en el plano material. El viejo psiqui¨¢trico estaba en mal estado y las comodidades escaseaban. ¡°Desde los a?os noventa se habl¨® de trasladarlo, pero nunca se hizo. Casi todas las habitaciones tienen varias camas, hay muy pocos cuartos individuales, y para ir al ba?o hay que salir al pasillo¡±, precisa Reigosa, que pudo fotografiar la vida en el centro a condici¨®n de ser respetuoso con la privacidad de los enfermos. Algunos se acercaron a hablarle e incluso se prestaron para participar en un documental dirigido por el fot¨®grafo sobre la historia del centro. ¡°No tenemos otro sitio al que ir¡±, le contaron Asunci¨®n, interna desde hace 30 a?os, y Jos¨¦ Manuel, que lleg¨® hace 15.
Esa es la otra cara del traslado, el cambio al que tendr¨¢n que habituarse los residentes, que tambi¨¦n son vecinos de Castro, de pleno derecho. Para algunos el manicomio fue su hogar, hasta el punto de que acabaron por empadronarse en Castro de Rei, donde muchos ten¨ªan bien asentado su c¨ªrculo de amistades. ¡°Para Castro, el cierre supone una p¨¦rdida de vecinos. Aqu¨ª la gente se cri¨® en contacto constante con los enfermos, muchos iban a escuchar la misa a la capilla del psiqui¨¢trico¡±, cuenta Reigosa. El pasado verano, el psiqui¨¢trico acogi¨® un ciclo de cine, I Jornadas de cine en el manicomio ¡ªlos internos no rechazan la palabra pol¨ªticamente incorrecta¡ª abierto a todos los vecinos de Castro.
Pero los ¨²ltimos tiempos, con todo, ya eran muy distintos de los que vieron nacer el psiqui¨¢trico franquista, prol¨ªfico en historias dram¨¢ticas. En ¨¦l muri¨® hace dos a?os el intelectual Ant¨®n Moreda despu¨¦s de m¨¢s de cuatro d¨¦cadas de internamiento. Gracias a su empe?o, el psiqui¨¢trico tuvo su propia revista en gallego Falemos, que lleg¨® a publicar 50 n¨²meros entre 1982 y 1992.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.